
Me paso la primera mitad de la jornada escolar evitándolo. Cada vez que le veo por un pasillo, agarro a Myra de la mano y tiro de ella para tomar el camino más largo. Ella me aparta el brazo con un fuerte tirón.
—No puedes esquivarlo todo el día. Está a la caza, olfateando tu olor. Me sorprende que no te encontrara la última hora, cuando pasó cuatro veces por nuestra aula —dice, tirándome del brazo y haciendo que me detenga.
—¿Ayudado a qué? —Su voz resuena en el pasillo por el que caminamos. Nos damos la vuelta y vemos a Macie acercándose a nosotros, con su figura perfecta, su largo pelo castaño rizado y sus ojos verdes a la vista.
—Nada, Macie. Hablaba de curar los moratones que tu manada le hizo ayer por orden tuya —replica Myra.
Myra le gruñe, obligándola a inclinar la cabeza en señal de sumisión a la sangre alfa que corre por sus venas. —No cuando son veinte contra uno, como fue el caso.
Macie levanta la cabeza con una sonrisa malvada en los labios. —No entiendo por qué andas con esta tipa. No puedo oler su loba. ¿Es de los nuestros o sus padres adoptaron a una loba defectuosa?
Myra da un paso adelante, haciendo que Macie retroceda. —Cuidado con lo que dices, puta. No me importa si eres el juguete de mi hermano. No te quedaras aquí insultando a mi amiga. Di otra palabra sobre ella, y te prometo que las consecuencias no serán agradables.
Los ojos de Macie se abren de par en par. —No soy su juguete; nos casaremos este verano, lo que me convertirá en la nueva Luna. Será mejor que vigiles cómo me hablas. —Se revuelve el pelo mientras habla.
Myra se ríe. —¿Crees que mi hermano se pondría de tu lado antes que del mío? Yo soy su sangre; tú no eres más que una puta que se abre de piernas ante cualquiera que preste un poco de atención a tu cerebro del tamaño de un guisante. Mi hermano sigue buscando a su pareja; cuando la encuentre, serás desechada como la basura que eres.
Macie me lanza una mirada asesina antes de volverse hacia Myra. —Tienes suerte de que sea tu hermano. No puedo tocarte por tu linaje; eres su hermana. Pero tu amiguita no es inmune a nada.
Myra retira el puño, pero yo lo cubro con la mano. —Piensa en lo que estás haciendo, por favor. ¿Merece la pena la ira de tu hermano cuando se entere?
Me mira desde arriba, con una altura de diez centímetros. —¿Por qué quieres proteger a la persona que orquesta todos estos ataques contra ti?
Sacudo la cabeza lentamente. —No creo que merezca la pena la ira que desatará sobre ti. Por favor, vámonos para no perdernos el almuerzo.
No paro de correr hasta llegar a la cafetería. Las lágrimas amenazan con derramarse por mis ojos ante su amenaza. Sé que no hay forma de escapar de una escuela que ha puesto sus ojos en la diana que llevo a la espalda. Me acerco al mostrador y cojo una bandeja, la deslizo por los raíles mientras examino la amplia selección de comida que se ofrece.
Es la única vez que recibo comida caliente que no esté medio podrida o que sea lo que un pobre podría recibir en un plato. Sé que mis padres no me han preparado una comida en mucho tiempo, así que no espero limosnas.
Mi comida de la tarde viene de la escuela, mientras que la de la noche la hago con Myra. Siempre trabajamos juntas en algún proyecto, ya que compartimos todas las clases, o pasamos el rato en su espaciosa habitación.
No está bien tener celos de una amiga, pero ella tiene todo lo que a mí me falta: dinero, unos padres cariñosos y un espacio que sería igual de bonito si fuera mío. Su habitación es más del doble de grande que la mía, y cambia la decoración cada año cuando encuentra algo nuevo o atractivo. Intenta darme sus objetos apenas usados, pero siempre me niego, sabedora de que mis padres se limitarían a quitarlos de mi cama y sustituirlos por el estampado infantil en el que insisten.
—¿Addy? —Una chica detrás de mí me saca de mis pensamientos.
Me doy la vuelta. —¿Sí?
Levanto la vista hacia ella. —No puedo permitirme esto.
Sonríe y me hace señas para que siga. —Myra le ha dicho a todo el personal de cocina que te dé comida extra para ayudarte a engordar. Tienes que comer todo lo que te demos.
Suspiro y recojo la pesada bandeja, cargada de raciones extra de todo, rematada con un trozo de pan de ajo caliente recién salido del horno. Me acerco a las puertas y empujo el pestillo para abrirlas, salgo al patio y busco nuestra mesa habitual.
Encuentro la mesa y me siento, de espaldas al bosque para poder huir rápidamente si alguien intenta atacarme. Cuando empiezo a comer, un chico pelirrojo se sienta frente a mí.
—Hola, Addy —dice, escudriñando mis brazos antes de mirarme lentamente.
Me trago la comida que tengo en la boca. —Hola, Ryan. ¿Por qué estás aquí y no con Drake?
Recorre el patio lentamente antes de volver a mirarme. —Myra me pidió que viniera aquí mientras hablaban un rato. Está intentando sonsacarle algo, así que me despidieron para hacerte compañía hasta que terminen. Deberían llegar pronto.
Mi tenedor se congela en el aire, la mordida en él tiembla ligeramente. —¿Por qué viene Drake aquí? Su mesa está dentro, con todos los demás.
Se encoge de hombros. —No cuestiono las órdenes del Alfa ni de su hermana.
Me meto el bocado en la boca antes de que se caiga. —No estoy acostumbrada a que deje a sus amigos para venir aquí conmigo. A Macie no le hará gracia que la deje sola a la hora del almuerzo.
Se ríe. —Esa zorra puede apañárselas. Sólo la utiliza para aliviar sus frustraciones. Ella no significa nada para él; lo sabes.
Asiento con la cabeza, arrancando un trozo de pan. —Ella piensa lo contrario. Ya oíste lo que me dijo en el pasillo sobre que se iban a casar este verano.
Echa la cabeza hacia atrás y aúlla de risa, con el cuerpo tembloroso. Ella puede pensar lo que quiera, Addy. Él está buscando a su verdadera pareja; ella sólo espera que no la encuentre. Tiene miedo de que, cuando lo haga, ya no pueda usar su nombre para protegerse y la gente se vuelva contra ella por todas las cosas malas que les ha hecho. Espero que ese día llegue pronto, porque cada vez va a peor.
Me bajo la camiseta blanca de manga larga que llevo debajo del vestido sin mangas, intentando tapar los moratones. —No creo que nadie le hiciera esto; los alumnos le tienen miedo.
Menea la cabeza, sus rizos perfectos rebotan. —Eso es sólo por con quién está ahora. Cuando ya no pueda reclamar su protección, se abrirá la veda para cualquiera que quiera desahogar años de frustración contenida que han sufrido a manos de ella.
—No me gusta ver a nadie herido —digo, mientras me meto un trozo de lechuga en la boca.
Sus ojos se cruzan con los míos. —Tú, de todas las personas, deberías ser la primera en la fila. Yo la aguantaría para ti —dice con una sonrisa en los labios.
Sacudo la cabeza. —Nunca le haría eso. La venganza no está en mi naturaleza.
Su sonrisa se desvanece cuando me agarra de la muñeca y levanta la tela para mostrarme las marcas moradas del brazo. —Dios, Addy. Myra mencionó que te habían hecho daño, pero no sabía que fuera tan grave.
Tiro del brazo hacia atrás, mis dedos se enroscan alrededor de la manga que oculta su obra. —No es nada a lo que no esté acostumbrada.
Su mirada se endurece, llena de una intención letal. —Necesitas encontrar pronto a tu compañero. Él podrá protegerte para que nadie pueda volver a hacerte daño así.
Le ofrezco una pequeña sonrisa. —Quizá lo encuentre en la fiesta de mañana por la noche. Myra me llevará de compras después de clase y pasaré todo el fin de semana con ella.
Su mirada se cruza con la mía y me recorre todo el cuerpo. Mi loba se agita dentro de mí, excitada e inquieta. —Addy, tenemos que hablar.