
La invitación
¿Quién dice que solo hay una media naranja en el mundo? Cuando Willow recibe una invitación para acudir a una gran fiesta, su vida toma una camino que cambiará su destino para siempre. Los hermanos Sebastian y Damon no pueden ser más diferentes, pero ambos sienten un deseo de lujuria hacia Willow. Con un hermano, todo parece muy simple, pero con el otro es todo lo contrario. ¿Tendrá que elegir Willow? ¿O los hermanos encontrarán una manera de compartir?
Clasificación por edades: +18
Capítulo 1
El lujoso sobre negro que contenía su invitación estaba sin abrir sobre la mesa de la cocina.
Era negro mate, con su nombre grabado en el anverso en caligrafía plateada y un sello de cera plateado, estampado con el escudo de la casa Bane.
Había recibido la invitación el día anterior y, desde entonces, estaba exactamente donde lo había dejado. No se atrevía a abrirla. Sabía exactamente lo que pasaba en las fiestas de Bane.
Se imaginaba que estaba lleno de gente guapa que tenía dinero suficiente para comprar lo que su corazón deseara y, según su mejor amiga, Lorie, eso era totalmente cierto.
Lorie había sido invitada el año pasado por Luca, el mayor de los tres hermanos Bane.
Ella había aceptado —como si realmente hubiera habido otra opción— y cuando regresó a la mañana siguiente, no podía creer lo que había ocurrido la noche anterior.
Inmediatamente despertó a Willow, era incapaz de esperar a contarle todo lo que había ocurrido, aunque estaba segura de que su amiga no le creería.
Y así, Willow escuchó la historia más increíble sobre riqueza, belleza y sexo que jamás había imaginado.
Los hombres de Bane conocían a bastantes personas que compartían sus gustos depravados, le pareció a Willow.
Lorie había hablado de al menos cien personas en la fiesta, lo cual no era sorprendente. Todo el mundo conocía a los Bane por una razón u otra.
A Willow le había molestado un poco que no la hubieran invitado, pero tampoco la había sorprendido. No era el tipo de persona que los Bane invitaran a tales eventos.
Lorie era alta y delgada, con el pelo rubio liso y ojos castaños claros. Tenía la piel muy bronceada, y a Willow siempre le pareció que estaba bien arreglada, o por lo menos más que ella.
Lorie encajaba bien con el aspecto que solían tener las mujeres invitadas a la fiesta.
Willow, en cambio, medía apenas un metro setenta. Tenía unas curvas exuberantes, un pecho de tamaño decente y una melena pelirroja rebelde y rizada que le llegaba en espiral hasta la mitad de la espalda.
Su piel era de porcelana, con un ligero salpicado de pecas en el puente de la nariz, que llamaban la atención sobre el único rasgo que adoraba de sí misma: sus brillantes ojos verdes.
—Willow, vamos. No me digas que no quieres abrirlo y ver qué hermano te ha invitado —dijo Lorie desde su sitio en el sofá.
—Sé exactamente quién me invitó.
Lorie puso los ojos en blanco. —Entonces deberías ir. Demonios, yo voy a ir.
—Mujeres guapas y delgadas; dinero tirado a diestra y siniestra; gente follando por todas partes... ¿Qué de todo eso suena a un lugar al que debería acercarme? —espetó Willow, levantándose de la mesa de la cocina.
Tenía que dejar de mirar la carta, o podría tener la tentación de abrirla.
—Eres una mujer hermosa —le recordó Lorie—. Además, no es que tengas que participar. Mucha gente va allí solo para relajarse.
Willow no dijo nada, así que Lorie continuó.
—¡Oh, vamos! Podríamos pasarlo muy bien. Emborracharnos, conseguir tipos ricos que nos inviten a copas, bailar... No puedes decirme que al menos no suena intrigante.
Willow suspiró. Lorie tenía razón. Sonaba intrigante, pero Willow no quería admitirlo.
—Por favor. ¿Qué acabasteis haciendo Luca y tú el año pasado? No estarás conmigo más de diez minutos, y lo sabes —dijo con una risita.
—Si vas, te prometo que me quedaré contigo. A menos que, por supuesto, decidas que quieres encontrar a alguien divertido para hacer algo… —dijo Lorie con un guiño, y ambas mujeres estallaron en carcajadas.
Por eso quería a Lorie. Eran amigas desde hacía veinte años, desde la guardería, y se conocían mejor que nadie.
Willow soltó un profundo suspiro y volvió a mirar la invitación que había sobre la mesa, antes de poner los ojos en blanco con resignación y romper el sello.
El papel en el que estaba escrita la invitación le pareció elegante. Era blanquecino y estaba escrito con una hermosa caligrafía que hacía juego con el sobre:
Willow hojeó el código de vestimenta, aún sin procesar que terminaría yendo.
El código de vestimenta era el que ella esperaba por lo que Lorie le había dicho: ajustado, ceñido, pero formal. Los tacones eran obligatorios.
El código de vestimenta para los hombres era simplemente un traje, pero supuso que era para que los hermanos Bane no tuvieran que arreglarse demasiado ellos mismos.
Las reglas eran bastante sencillas:
1.) La entrada a Heathcliff Estate se cerrará a las 12 en punto.
2.) No se obliga a nadie a participar en actividades que le resulten incómodas.
3.) La invitación deberá presentarse en la puerta para que se permita la entrada.
4.) Lo que pase en Heathcliff se quedará en Heathcliff.
—¿Y? —preguntó Lorie, saltando sobre las puntas de los pies.
Willow suspiró, dejó la carta en el suelo y la miró, ya decidida.
—Supongo que necesito un vestido.










































