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La profecía: la historia de los Reyes Alfa y Luna

Capítulo 4.

ANNA

El aroma a caoba y a pino fresco volvió a envolverme. Mi compañero debía estar cerca, y mi loba estaba que no cabía en sí de la emoción, ansiosa por encontrar a su pareja. Eché un vistazo a los rostros de los Reyes Alfa, pero no mostraban emoción alguna.

Me alegré de que no fueran ellos. Aunque una parte de mí se sintió un poco decepcionada.

Los padres de los Reyes Alfa tampoco dejaban entrever nada. Miré a sus madres, y me di cuenta de que me observaban. Moví mi cabello para ocultar mi rostro. Ambos Reyes Alfa olfatearon el aire.

La gente empezó a cuchichear, y un hombre se adelantó para hablar.

—¡Todas las lobas solteras deben subir al escenario para conocer a los Reyes Alfa!

Mi corazón se aceleró.

Pensé que quizás caminar entre todos los lobos machos me ayudaría a encontrar a mi compañero. Esta era mi última oportunidad de escapar de Víctor.

Me di la vuelta despacio y caminé hacia adelante. Me coloqué detrás de dos lobas entusiasmadas que murmuraban entre ellas.

—¡A lo mejor somos una de sus compañeras!

Lo dudaba mucho. La posibilidad de encontrar a una de sus parejas aquí era como buscar una aguja en un pajar, y que ambas lobas encontraran a sus compañeros era aún más improbable. Había unas 75 mujeres delante de mí y 50 detrás, todas emocionadas y risueñas.

Olisqueé el aire, y el aroma a pino fresco y caoba volvió a llegar a mí. Me estaba acercando. Olfateé en diferentes direcciones cerca de las mesas pero no logré dar con el origen.

Estaba enfadada conmigo misma por no poder localizar el aroma. Aunque la sala estaba abarrotada de lobos, lo cierto es que yo había pasado mucho tiempo en el bosque rastreando animales y otros lobos. Necesitaba serenarme y averiguar de dónde venía el olor. Mi futuro dependía de ello.

Si no encontraba a mi compañero, tendría que conformarme con Víctor y perder mi libertad.

La fila avanzaba a paso de tortuga, y yo seguía buscando a mi compañero entre la multitud. El olor me rodeaba por todos lados.

Unas veinte lobas salieron cabizbajas del escenario. Estaba a mitad de la fila cuando vi a la madre de Apolo mirándome. Sonreía como si estuviera orgullosa. Le devolví la sonrisa y miré a Georgia. Ella me dedicó una pequeña sonrisa y asintió con la cabeza.

Qué raro.

Me pregunté si sentían lástima por mí porque podría acabar emparejada con Víctor.

Estaba detrás de las últimas dos mujeres esperando para subir al escenario cuando el olor se volvió nítido como el agua.

El pino fresco y la caoba envolvían todo el escenario, y mi loba estaba que se subía por las paredes. Intenté respirar con normalidad. Fue entonces cuando me pregunté si mi compañero realmente era uno de los Reyes Alfa.

Alguien anunció:

—¡Aquí está Anna, hija del Alfa Gregory Patterson de la manada Luz de Luna y de la Luna Aurora Patterson!

Me quedé paralizada.

El olor me rodeaba por completo. No sabía hacia dónde ir. Era como si el aroma fueran dos partes de una sola cosa, pero también un solo olor. No podía fiarme de mi olfato para encontrarlo, así que tuve que usar el vínculo de pareja.

Respiré hondo y busqué el vínculo.

Caminé hacia Apolo, que parecía más afable que el otro Rey Alfa. Sabía que era más amable.

Lo sentí en lo más profundo de mi ser. Me hacía sentir cómoda y tranquila.

Hice una reverencia y lentamente alcé la mirada para encontrarme con los ojos del Rey Apolo.

Ahí estaba.El vínculo. No podía equivocarme.

Pero Apolo solo olía a caoba, y yo seguía anhelando el aroma a pino fresco. Sentía que me faltaba algo crucial. No me sentía completa sin ambos olores.

«Esto no tiene pies ni cabeza. ¿Cómo puedo desear dos aromas cuando él solo huele a uno?».

Alfa Apolo se puso de pie, cogió mi mano y la besó.

—¡Mi reina! —dijo, con una sonrisa amable.

Era muy apuesto, con ojos azules y cabello castaño rizado y suave. Sus ojos eran bondadosos y cariñosos. Nunca había visto uno ojos así antes.

Mi loba estaba que no se lo creía. Quería estar en sus brazos, que él la abrazara.

Miré a sus padres, que también sonreían.

Caroline estaba mirando a Georgia.

De repente sentí que no podía respirar.

Me sentía muy nerviosa, llena de emoción y deseo de más, queriendo encontrar el otro aroma. Pero ¿cómo podía ser que mi compañero no tuviera el olor completo?

Me giré para mirar a Georgia, y mis ojos se encontraron con los intensos ojos del Alfa Ares.

Ahí estaba... El vínculo de pareja otra vez... Pero ¿cómo podía ser?

Al mirarlo, dejé de sentirme desesperada.

Tampoco era una sensación reconfortante, pero había algo en él que me hacía sentir muy apasionada. Todo mi cuerpo lo deseaba. Quería que sus brazos me rodearan y hacer lo que él dijera.

No lo entendía.

Realmente no podía entenderlo. El olor había estado a mi alrededor toda la noche, y ahora por fin había encontrado de dónde provenía.

Pino fresco del Rey Alfa Ares a la derecha.

Caoba del Rey Alfa Apolo a la izquierda.

Deseaba dos tipos diferentes de amor: uno suave y lento, y otro ardiente e intenso. Quería pertenecer a ambos hombres.

Quería hacer lo que ellos dijeran.

Pero mi corazón latía a mil por hora y mi mente daba vueltas. Lo único en lo que podía pensar era en la libertad. Tenía miedo de perder mi libertad. Tenía miedo de estar atada a dos hombres.

Tenía miedo de ser amada.

Por un momento, volví a escuchar esa voz. La voz suave de la mujer desconocida. Sus palabras llenaron la sala como si fuera lo único que pudiera oír, pero no podía entender lo que decía.

Pero la voz se esfumó rápidamente, dejando mis oídos zumbando.

—¡Compañera! —dijo Ares con voz áspera. Sonaba menos amable que la de Apolo. Me di cuenta de que él era el más rudo de los dos.

Por un momento, los dos olores permanecieron separados. Luego se fundieron en un solo aroma. Dos aromas de compañero combinados en uno.

Miré de un Alfa al otro, con los ojos como platos.

Ares se acercó a mí mientras Apolo permaneció donde estaba.

Sus dos padres estaban de pie cerca de sus hijos, con cara de asombro.

Las madres se mantuvieron serenas y se pararon junto a sus hijos.

Hice lo que parecía más lógico: salí pitando de allí.

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