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Instinto

Capítulo 4

ANNABELLE

Los días siguientes transcurrieron de manera similar. Seguí cuidando de Blake, intentando bajarle la fiebre y dejándolo descansar todo lo posible.

Pero su sueño no siempre era tranquilo. Blake emitía sonidos lastimeros, gemía y hablaba en sueños. Repetía las mismas palabras una y otra vez:

—Yo no lo hice. Lo siento. Investiguen. Padre. Salven el negocio.

Mientras lo vigilaba, trataba de entender qué significaba todo aquello.

¿Habría trabajado Blake para una empresa que se fue a pique? Parecía que hubo una investigación en la que Blake estuvo metido, pero él insistía en su inocencia. Si no era culpable, ¿quién lo era? ¿Podría ser responsable su padre? ¿O Blake le pedía perdón a su padre?

Blake volvió a hacer ruidos tristes. Una lágrima rodó por su mejilla, lo que me partió el alma. Extendí la mano y se la sequé con el pulgar, luego le acaricié suavemente la cara.

—Tranquilo —le susurré, sosteniendo su mano.

—Quiebra —murmuró, apartándose de mí—. Stone.

—¿Quiebra? —pregunté.

—¡Yo no lo hice! —gritó incorporándose de golpe. El paño húmedo cayó de su frente a su regazo. Gimió de dolor y se sujetó la cabeza mientras se tambaleaba— Mi cabeza...

—Has despertado —dije, justo cuando Blake volvió a desplomarse—. ¡Blake!

Emitió un leve sonido y empezó a roncar suavemente. Respiré aliviada. Solo se había desmayado de nuevo.

—Me vas a sacar canas verdes —dije en voz baja, humedeciendo el paño otra vez y limpiándole la cara.

«¿Stone? ¿Salvar el negocio? ¿Quiebra?», me dije a mí misma.

Volví a mirar a Blake, pensando en la historia en la que había estado trabajando durante el último año. No podía referirse a la Financiera Stone, ¿verdad? Su director general, Blake Stone, había desaparecido después de que la empresa se declarara en quiebra. Este no podía ser ese Blake, ¿cierto?

Llevaba meses investigándolo, trabajando en un gran reportaje cuando llegué a un callejón sin salida. Algo sobre lo que le contaron al público no cuadraba. Esa historia fue lo que me llevó a ir de excursión el día que encontré a Blake.

Suspiré y miré por la ventana, por fin empezaba a clarear.

—Parece que la tormenta está amainando —dije en voz baja.

***

Un suspiro y un movimiento a mi lado me despertaron de sopetón. Me asusté y me incorporé rápidamente, girándome para mirar a Blake.

—Lo siento —dijo en voz baja—. No quería despertarte.

—No pasa nada. ¿Cómo te encuentras? —pregunté, obligándome a levantarme y abandonar la cálida cama.

Me estiré y caminé hacia el lado de Blake.

—Mejor —dijo—. ¿Cuánto tiempo he estado dormido?

—Un par de días —dije, frotándome la cara—. Déjame ver tu pierna y luego prepararé el desayuno.

—De verdad que estoy bien.

—No me hagas pedírtelo otra vez —dije, señalando su herida.

Sonrió levemente.

—Vale. Gracias.

Se recostó en la cama y se subió el pantalón. Con cuidado, le quité el vendaje y examiné la herida. No parecía estar mejorando como debería.

Me mordí el labio mientras la limpiaba y le ponía una de las pocas vendas que nos quedaban. Se nos estaban acabando los suministros rápidamente. Si la tormenta duraba mucho más, nos quedaríamos sin material de primeros auxilios ni comida.

—Parece que está mejorando —dije con fingida alegría—. Eso es bueno. Pero no sé qué preparar para desayunar. Estamos empezando a quedarnos sin comida.

Se puso serio.

—No esperaba que una tormenta nos retuviera aquí —suspiró, luego vio mi cara e intentó sonreír—. Ya nos las apañaremos. No me importa pasar hambre.

Le lancé una mirada mientras se bajaba el pantalón.

—Es broma —se rio—. Creo que hay algunas latas más en el armario de abajo. Y hay té en algún sitio arriba.

—Gracias. Echaré un vistazo —dije, poniéndome de pie y estirando la espalda—. Traeré más leña después de comer.

Miró la pila de troncos.

—¿Has traído todo eso tú?

Asentí mientras buscaba en la cocina y encontraba algunas latas.

—Encontré un hacha debajo de la cama. Nunca había cortado leña antes. Me costó unos cuantos intentos hacerlo bien —me reí, girándome para ver a Blake mirando fijamente la pila de leña, perdido en sus pensamientos.

—Blake —le dije suavemente, dando unos pasos hacia él.

—Perdona, ¿qué decías? —preguntó, centrando su atención en mí de nuevo.

—¿Seguro que estás bien? ¿Te sientes mareado o acalorado? —pregunté, poniendo mi mano en su frente.

Se rio un poco.

—Estoy bien. Solo pensaba.

Di un paso atrás, mirándolo con atención.

—¿Estás seguro? —pregunté— Los hombres a veces se hacen los duros, y normalmente te dejaría hacerlo. Pero esto no es moco de pavo. Tienes que decirme si te sientes peor. No quiero quedarme aquí sola.

—Estoy seguro —dijo, sonriendo para tranquilizarme—. Gracias por calentarme.

Me sonrojé, y su rostro bronceado se puso un poco pálido.

—¡Me refiero a la leña! No a... eso... Yo-yo no quería decir...

Se cubrió la cara con la mano. Me reí, y la tensión en la habitación disminuyó.

—Sabía a qué te referías —me reí, encontrando un abrelatas y vertiendo algo de sopa en una olla.

Me observó con una sonrisa aliviada mientras yo acercaba la sopa junto al fuego para calentarla, avivando las llamas y añadiendo otro tronco.

—Tu herida no está sangrando, pero puede que necesites puntos —dije finalmente, volviéndome hacia él—. No parece infectada, pero es un corte profundo. Podría no curarse bien sin ellos.

—Qué mala suerte, porque odio las agujas —dijo, recostándose en su almohada con la pierna levantada.

—¿A quién le gustan? —dije en voz baja— ¿Cómo tienes el tobillo?

—No está tan mal —dijo—. Aunque creo que no iré de excursión en un tiempo.

—Probablemente sea lo mejor. No pareces tener mucha suerte en el bosque —dije, y luego dudé antes de preguntar lo que había estado pensando durante los últimos días—. ¿Puedo preguntarte qué haces aquí? No pareces alguien a quien le guste la naturaleza.

No dijo nada.

—No tienes que contármelo —dije rápidamente—. Solo tenía curiosidad. Estás aquí completamente solo. Ni siquiera hay teléfono.

Miró al techo durante un largo rato hasta que me moví para sacar la sopa del fuego. Mientras la servía en dos cuencos desportillados, lo oí suspirar profundamente.

—Necesitaba estar solo.

Justo cuando iba a preguntar por qué, alguien llamó a la puerta. Me sorprendí tanto que casi salto, dejando rápidamente la olla para no tirarla.

¿Quién subiría esta montaña con este tiempo tan malo?

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