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Infiltrada entre moteros

Capítulo 4: Steel

JACKSON

Guardo mis herramientas en el taller y me lavo las manos. La moto de Hammer, que tenía una fuga de aceite, ya está lista para rodar. Tuve que ponerle un depósito nuevo.

A Hammer no le gusta estar sin su «bebé» —su primer o segundo amor, según si Morgan anda cerca cuando habla de ella—. Últimamente, me ha estado dando la lata preguntando por ella.

Asher y West me echaron una mano todo el día. Esos dos son uña y carne. A veces, me pregunto si a mi hermano pequeño le gusta West como algo más que un amigo.

Asher dejó la marina hace dos años y estaba como un niño con zapatos nuevos cuando se unió al club conmigo. Nos llevamos unos cuantos años: él tiene 29 y yo, 35.

Nuestros padres estaban orgullosos de que papá sirviera en el ejército durante tanto tiempo. Esperaban que nosotros también sirviéramos a la patria.

Asher trabajó en la marina como técnico en un buque grande. Se encargaba de reparar aviones de combate y helicópteros.

Cuando empezó en el club, enseguida le pusieron el mote de Navy por su antiguo curro.

Yo fui SEAL de la marina varios años. Los SEAL operamos en mar, aire y tierra. Perseguíamos objetivos importantes o conseguíamos información en territorio enemigo. Me tocó trabajar en junglas y zonas heladas.

Siempre he sido un armario ropero. De adolescente, pegué el estirón: mido dos metros. El entrenamiento SEAL me puso como un toro. Mis compañeros solían llamarme el «gigante mortal».

Los enemigos, a menudo, pensaban que era un poco torpe por mi tamaño, así que los pillaba por sorpresa en las peleas.

A los 30 dejé de ser SEAL. En parte porque me pegaron un tiro en la tripa y perdí un riñón. Pero también porque quería una vida más tranquila. Ya había tenido suficientes emociones fuertes.

La gente empezó a llamarme Steel poco después de unirme al club, «acero» en inglés. No era sólo por mi aspecto.

Ser SEAL me hizo menos emocional. Suelen decir que tengo cara de póker.

El hecho de que sepa casi tanto de motores como mi hermano hace que mi apodo sea aún más apropiado.

Hammer y yo nos hicimos colegas enseguida. Solemos estar de acuerdo en las cosas, y le eché un cable para mejorar el club.

El padre de Hammer, Hank, se metió en un lío gordo con unos narcos. Perdimos mucho peleando por la pasta que Hank les debía, incluido al propio Hank.

Cuando me uní al club, cada día estaba con una tía diferente. Hasta que llegó Naomi.

Naomi era una belleza. Todos los tíos querían estar con ella. Por alguna razón, ella quería estar conmigo. Incluso quería que saliéramos en serio.

Naomi y yo estuvimos juntos un tiempo, pero no me gusta pensar en esa época. Por su culpa, perdí la esperanza de tener una relación duradera.

Digamos, simplemente, que era una mujer falsa, codiciosa y loca de atar.

Durante años, después de Naomi, sólo tuve rollos de una noche. No pensé que volvería a salir con alguien en serio, o tener una novia formal.

Últimamente, sin embargo, me he pillado deseando una relación. Tal vez no todas las mujeres son como Naomi.

No se me da muy bien hablar con mujeres. Quizás no lo esperarías, pero soy bastante tímido. Asher es extrovertido y siempre sabe qué decir. Yo, en cambio, soy callado y se me da fatal romper el hielo.

Cuando el taller está limpio, me dirijo al club, como de costumbre. Es sólo un paseo de unos diez minutos, y me viene bien estirar las piernas después de estar todo el día con las motos.

Ashley está fregando los platos de espaldas a mí. Me quedo mirándola un momento porque está de buen ver. No es que lo haga mucho. No me interesa especialmente la nueva cocinera.

Se ha quitado la chaqueta. A través de su camiseta ajustada y sus pantalones, se puede apreciar su bonita figura. Su largo pelo rubio cae en rizos por su espalda, y su cintura estrecha resalta sus caderas curvilíneas.

Ahora estoy mirando como un bobo mientras me repito que no me interesa la nueva cocinera. Molesto conmigo mismo, empiezo a ponerme de mal humor.

—Whisky —digo en voz baja, intentando sonar indiferente.

—Por favor —dice ella, y parpadeo lentamente. ¿Qué acaba de decir?

—¿Puedo beber un whisky, por favor? —dice con voz muy dulce, y pongo los ojos en blanco. Como si fuera a decir «por favor» ahora.

Me doy la vuelta y miro la televisión. La oigo llamarme «imbécil», y no puedo evitar esbozar una pequeña sonrisa. Mi actitud la saca de quicio. Bien.

Unos momentos después, oigo a alguien soltar un taco en la cocina, y entro a ver qué pasa.

Ashley tiene la mano bajo el agua, y hay un cuchillo grande en el suelo. Me acerco, le cojo la mano y examino el corte; mi entrenamiento de primeros auxilios SEAL se activa.

No es profundo, así que con una tirita debería bastar. Se queda quieta mientras le pongo la venda en el dedo, pero luego le suelto algo cruel.

Muy cabreada, sale corriendo de la cocina. La sigo, pero luego decido dejarlo estar. No me importa haberla insultado. Para nada.

Asher se me une mientras sigo ahí plantado, mirando hacia el baño como un pasmarote.

—Tío, ¿la has asustado con tu cara de ogro? —se ríe.

—Que te den —gruño, y él se ríe más fuerte.

—Prueba a sonreír más; eso funciona —dice, dándome una palmada en la espalda y alejándose.

—Steel —alguien grita, y me giro para ver a Hammer entrando al club con Morgan—. A mi despacho, ya —dice con voz áspera, y ya sé que algo va mal.

Morgan me mira y entra a la cocina. Ashley pasa corriendo junto a mí y también va a la cocina. Me lanza otra mirada furiosa, y pongo los ojos en blanco, pero empiezo a sentirme un poco mal. Nunca quise molestarla.

Sigo a Hammer a su despacho y me siento a la mesa. Un momento después, Morgan entra con café y unas galletas, luego se va.

—Ink viene. Le he pedido a Hack que venga también —dice Hammer en voz baja mientras empieza a teclear en su ordenador. Asiento y espero en silencio en mi silla. Hammer parece preocupado, y sé que tiene algo en mente.

Ink y Hack entran y se sientan a mi lado en las sillas vacías. Hack apesta a maría, y arrugo la nariz. No es mi olor favorito.

Hammer suspira y se pasa una mano por el pelo. Todos nos quedamos en silencio, esperando que empiece a hablar.

—La pasma va a investigarnos —comienza, y me enderezo un poco—. Justin dice que están intentando pillarnos haciendo cosas ilegales —dice cabreado.

Justin es nuestro colega en la policía.

—Pero llevamos años limpios. ¿Por qué querrían hacer eso? —digo, más para mí mismo que para los demás.

—Justin también se lo preguntó —dice Hammer—. Vino hoy para preguntar si alguna vez realmente dejamos de hacer cosas chungas. Le dije que aquí no hay nada que ver, pero tenemos que andar con ojo en los próximos días. Hack, mira si puedes colarte en su sistema informático y averiguar qué se traen entre manos.

Hack se levanta de un salto y sale de la habitación.

Hack tiene 22 años, pero nadie conoce mejor los ordenadores que él. Se unió a nosotros con 20 tacos y enseguida se hizo miembro de pleno derecho.

—Mantened los oídos y los ojos bien abiertos en vuestros curros, chicos. Pero no le digáis nada a nadie todavía. Quiero que esto quede entre nosotros —dice seriamente, y asentimos de acuerdo.

—Podéis iros —dice en voz baja, y salimos de su despacho.

—Oye, ya terminé el diseño para tu tatuaje, Steel. ¿Quieres venir a verlo? —dice Ink, y gruño que sí. Las palabras de Hammer me han preocupado, pero aún estoy emocionado por ver la obra de arte.

El olor a comida me llega a la nariz, y mi estómago empieza a rugir. Ashley y Morgan están preparando la cena, y me siento a la mesa con Asher y West.

—¿Ya le has pedido perdón a tu chica? —pregunta Asher, y lo fulmino con la mirada.

—¿Su chica? —pregunta West. ¡Qué cotilla!

—No es mi chica, gilipollas —gruño, y Asher y West me miran sorprendidos.

—Navy, ¿acaba de decir más de dos palabras? —pregunta West, fingiendo estar asombrado, y Asher sonríe con malicia.

—Por lo visto, el gran vocabulario de mi hermano lo está metiendo en líos con las damas. Esta tarde insultó a la nueva cocinera —dice Asher con una sonrisa, y me entran ganas de partirle la boca.

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