«Consigo lo que quiero, y ahora mismo... te quiero a ti».
Mi cuerpo estaba bajo su control. Maravillosamente maltrecho y febrilmente débil...
La vida de Kiana se desmorona después de perder su beca, dejando sus sueños y su libertad pendiendo de un hilo. Sintiéndose atrapada, encuentra un rayo de esperanza en Chase Winters, un hombre carismático que le ofrece una salida: convertirse en su novia «de repuesto».
Este nuevo papel le introduce en un mundo de libertad, al tiempo que la obliga a enfrentarse a los traumas de su pasado. Mientras disfruta de su nueva vida, teme que sus viejos demonios puedan resurgir, amenazando su recién encontrada estabilidad.
Kiana debe decidir si puede lidiar con este acuerdo poco convencional con uno de los solteros más codiciados, lo que plantea interrogantes sobre posibles complicaciones.
KIANA
El taxi se detuvo frente a un hotel imponente y lujoso. Era evidente que se trataba de un lugar para gente adinerada. Tan sólo mirar el alto edificio me ponía los pelos de punta.
Hacía una eternidad que no pisaba un sitio así. Esperaba no toparme con ningún conocido. Y más importante aún, rogaba que nadie me reconociera.
—Vamos, Kiana —me animó mi mejor amiga Mia, tomándome de la mano y tirando de mí hacia el interior.
Fuimos directas al ascensor y Mia pulsó el botón del último piso.
Respiré hondo para calmar los nervios.
De no haber perdido el dinero para la universidad, jamás habría puesto un pie en esa fiesta. Sólo acompañé a Mia esa noche para ver cómo era el ambiente. Sabía que lo de ser sugar baby no era lo mío, pero necesitaba encontrar una forma rápida de costear mis estudios.
No me quedaban muchas más opciones.
Me eché un vistazo en los espejos del ascensor y pensé que no desentonaba.
El vestido rojo que le había pedido prestado a Mia me sentaba como un guante. Mi melena castaña y ondulada estaba peinada de forma que ocultaba la marca de mi cuello.
Sentía que no debería estar aquí, pero al menos, aparentaba encajar.
El ascensor se detuvo y se abrió a un corto pasillo con una gran puerta blanca al final.
—Paris y mi amiga, Jade —le dijo Mia al hombre fornido que custodiaba la entrada.
—¿Paris y Jade? —pregunté desconcertada.
—Usamos nombres falsos en las fiestas de sugar babies. No tuve tiempo de consultarte, así que espero que no te importe. Elegí Jade porque combina con tus ojos —explicó con naturalidad.
«Así que soy Jade por esta noche».
Fantástico.
El guardia nos entregó a cada una un puñado de tarjetas mientras nos dejaba pasar.
Me quedé boquiabierta al ver el interior. El ático era impresionante. ¡Era enorme!
Había una larga barra en una esquina, y enormes ventanales ofrecían una vista espectacular de la ciudad. La estancia estaba en penumbra y tranquila, salvo por unas luces de colores en una pequeña pista de baile en el centro.
Había al menos un centenar de personas, en su mayoría hombres y mujeres jóvenes. Me sorprendió que todos parecieran estar en la veintena o treintena.
—Pensé que habría más gente... mayor —comenté.
—Muchos de los sugar daddies y ~mothers ~son bastante jóvenes. No tienen mucho tiempo para ocuparse de ellos mismos, y la mayoría viene a estas fiestas buscando a alguien que los trate como personas normales. Así que nuestro trabajo es ayudar con eso —explicó Mia.
Examiné el montón de tarjetas de presentación que me habían dado. Mi nombre falso de sugar baby estaba escrito en la parte superior.
—¿Para qué son estas?
—Podemos dárselas a cualquier sugar daddy o ~mother~ que nos llame la atención.
Asentí para mostrar que había captado la idea.
Un hombre atractivo que aparentaba unos treinta y tantos se acercó a nosotras mientras guardaba las tarjetas en mi bolso.
—Paris, no esperaba verte por aquí esta noche —saludó a Mia con calidez, dándole un abrazo amistoso.
Retrocedí instintivamente.
—¿Y tú tienes nombre? —me preguntó, mirándome de arriba abajo.
—Ki... quiero decir, Jade —tartamudeé, incómoda por su mirada.
—Ah, Jade. Qué nombre tan bonito.
—Lo siento, Frankie. Ella no está trabajando esta noche —intervino Mia con suavidad.
—Vaya, qué lástima. Me habría encantado conocerte mejor —dijo, guiñándome un ojo.
Recordé que Mia me había hablado de un hombre llamado Frankie. Ella era su sugar baby.
—Acompáñame, Paris. Tengo un trabajo para ti mañana por la noche, si te interesa —dijo, ofreciéndole el brazo a Mia como todo un caballero.
Ella me dirigió una mirada de disculpa mientras tomaba el brazo de Frankie.
—Lo siento —me dijo en un susurro antes de alejarse.
Sentí las miradas de la gente sobre mí mientras me quedaba plantada en medio de la estancia. Empecé a arrepentirme de llevar el vestido rojo chillón, que destacaba, incluso, en la penumbra del lugar.
Realmente, necesitaba un trago.
Me acerqué a la barra y pedí un martini con vodka porque no quería gastar demasiado.
Cuando iba a sacar mi cartera, el barman me detuvo.
—Su bebida ya está pagada por el caballero de allá, señorita.
Miré hacia donde señalaba y vi a un joven observándome. Estaba apoyado en la barra, sonriendo. Era mono de una manera algo empollona. Tal vez, le habría dado una de mis tarjetas, pero sabía que no estaba lista para eso esta noche.
Levanté mi copa para agradecerle y rápidamente me escabullí a un sofá en un rincón tranquilo de la sala.
Suspiré aliviada y di un sorbo a mi bebida, feliz de estar lejos del bullicio.
Pero mientras saboreaba el vodka de calidad, percibí un aroma intenso y especiado con un toque de madera. Era el mejor perfume que había olido en mi vida. Realmente embriagador.
Me di cuenta de que el olor provenía de un hombre sentado en el otro extremo del sofá, con un asiento vacío entre nosotros. Bebía tranquilamente un vaso de whisky y miraba al infinito.
Reparé en su traje de seda impecable, con una fina línea de diamantes rojos a lo largo del borde de su chaqueta que brillaba en la tenue luz. Sus músculos se marcaban a través de la tela.
Era evidente que se cuidaba mucho.
El hombre tenía el cabello rubio ceniza, peinado pulcramente hacia un lado, con los laterales cortos. Tenía una mandíbula fuerte y unos labios carnosos y atractivos que eran difíciles de ignorar.
Mirando alrededor de la sala, vi a muchas personas observándolo fijamente. No me extrañaba.
Debía ser un sugar daddy. Pero un hombre como él no debería tener problemas para conseguir mujeres. Parecía adinerado. Era muy atractivo. Y tenía un aire de importancia.
Quizás, tenía dificultades para encontrar a alguien auténtico, como Mia había dicho que les ocurría a la mayoría de los sugar daddies y ~mothers~.
Vi una gran pila de tarjetas junto a él. Era enorme, como si cada sugar baby de la sala le hubiera dado una.
¿Quién era este hombre misterioso?
—¿Vas a quedarte mirándome toda la noche o me vas a dar tu tarjeta, princesa? —preguntó, con un tono oscuro, indiferente y muy seguro de sí mismo.