A. L. Smith
KIANA
Volví adentro, muy sorprendida, y le mostré la tarjeta a Mia.
Ella parecía tan confundida como yo. —¿Quién te daría tanto dinero, y por qué? —preguntó.
—No lo sé, ¡pero 50.000 euros es una barbaridad! —Tenía que haber gato encerrado con esta oferta, seguramente algo turbio ya que el pago era tan alto.
Empecé a pensar con más claridad a medida que pasaba el asombro. —No. Da igual de quién sea o por qué. La oferta es para Jade. No la quiero —dije con firmeza.
—¿Estás segura? Es un montón de dinero. Podrías hacer muchas cosas con él. Te pagaría la universidad los próximos años, y podrías ahorrar el resto para montar tu propia clínica veterinaria cuando termines —dijo ella.
—No sabemos qué tipo de «oportunidad» es esta. Prefiero salir adelante por mis propios medios —dije, rompiendo la tarjeta por la mitad y tirándola.
—¡Anda ya! —exclamó Mia, corriendo al cubo de basura y sacando la tarjeta.
La miré con los ojos como platos. —Ni hablar —dije tajante.
Ella sonrió mientras me ponía la tarjeta en la mano.
—¡Que no, Mia!
—¿Por qué te opones tanto? Ni siquiera sabes lo que están ofreciendo —dijo, sonando frustrada.
—No quiero ser el juguete de nadie a cambio de regalos y dinero —dije demasiado bruscamente.
—¡Vaya! —exclamó Mia, y la noté herida.
—Lo siento. Eso no es justo. No quise gritarte.
Me disculpé, cubriéndome la cara con las manos mientras me sentaba en el sofá.
—Sabes que no estoy en contra de lo que haces. Si acaso, te respeto por ello. Es sólo que es demasiado para mí. Todo lo que quiero es vivir una vida sencilla donde vaya a la universidad, estudie y mantenga mi trabajo de media jornada sirviendo café y pasteles. Además, no tengo madera para ser una sugar baby. No soy segura y confiada como tú.
—Deja de menospreciarte. Eres lista y guapa, cosas que muchas personas en mi trabajo no tienen. —Mia se sentó a mi lado, tomando mi mano para reconfortarme—. Mira, creo que al menos deberías escuchar su oferta. Podría sorprenderte. Además, he oído hablar de ellos. Son una empresa de verdad —dijo, tratando de animarme.
La miré, dándome cuenta de que no tenía más opciones. Tal vez, debería darles una oportunidad. —Vale —accedí, suspirando.
—Apenas son las cinco. Podrías llegar allí en media hora si te das prisa.
Después de que asentí levemente, Mia prácticamente me empujó fuera de la puerta.
Ni siquiera me dejó cambiarme de ropa. Parte de mí quería hacerlo, pero no estaba tratando de impresionar a nadie. Sólo iba a escuchar. Así que salí con mis vaqueros azul oscuro, camiseta blanca y chaqueta corta vaquera.
Cuando llegué a «Winters Security», no podía creer lo enorme que era el edificio.
Un portero me abrió la puerta. «¿Un portero en un edificio de oficinas? Eso es nuevo»~.~
Entré y de inmediato me sentí fuera de lugar. Todos vestían ropa de marca carísima. Se veían como si encajaran, y sus caras mostraban que sabían que yo no.
Estaba pensando en largarme cuando una mujer se me acercó.
Llevaba una falda negra hasta las rodillas y una blusa verde oscuro. Su pelo castaño claro estaba recogido en un moño impecable, sin un solo pelo fuera de sitio.
—¿Puedo ayudarte? —preguntó amablemente.
«Seguro que piensa que estoy perdida»~.~
—Estoy aquí para ver a Chase —dije en voz baja.
Sus ojos se agrandaron y pareció asustada por un momento. —Oh. Por supuesto. Usted debe ser la señorita Ailana —dijo nerviosamente—.¡Por aquí!
«¿Por qué reaccionó así?».
Me llevó a un ascensor privado al final del pasillo. Una vez dentro, me dio una rápida sonrisa nerviosa y pulsó el botón del último piso.
La seguí fuera del ascensor y por un pasillo estrecho y oscuro. Unas elegantes lámparas plateadas proyectaban suaves sombras en las paredes.
Llamó suavemente a la puerta al final del pasillo. Su frente estaba ligeramente húmeda y movía las manos nerviosamente.
—Adelante —dijo una voz firme desde el interior.
Ella abrió la puerta y me hizo pasar. Estaba tan impresionada por el aspecto de la oficina que no noté que cerraba la puerta silenciosamente detrás de mí.
La oficina era preciosa. A diferencia del oscuro pasillo exterior, la habitación era amplia y luminosa. Las paredes eran de cristal del suelo al techo, ofreciendo una vista de toda la ciudad.
Un gran escritorio de roble blanco dominaba el centro de la habitación, llamando la atención. Detrás del escritorio había una silla blanca mullida que parecía muy cómoda.
Junto a una de las ventanas había un gran sofá blanco y una suave alfombra plateada. Una pequeña mesa de cristal frente al sofá completaba el elegante ambiente. Un enorme televisor colgaba de la pared opuesta.
Aunque la habitación era muy lujosa, noté que no había objetos personales. Todo estaba impecable y ordenado, desde el escritorio hasta el sofá y el televisor. Era evidente que el dueño de la oficina apreciaba la limpieza y el orden.
De repente, percibí un aroma especiado con un toque de madera que me resultaba familiar. Hizo que mis rodillas flaquearan y mi pecho se tensara.
—Me alegra que hayas venido —dijo una voz profunda y áspera.
Me giré para ver al intimidante desconocido saliendo de detrás de una puerta. ¿Tal vez era un baño?
Entonces caí en la cuenta...
¡Era el mismo hombre de anoche!
¿Qué querrá de mí?
Llevaba una simple camisa blanca con las mangas remangadas y los tres primeros botones abiertos, dejando ver parte de su fuerte pecho. Sus brazos parecían a punto de reventar la tela, y la pequeña porción de su pecho que podía ver era muy musculosa.
Tragué saliva con dificultad.
Tal vez, era la luz natural de la habitación, pero era aún más atractivo de lo que recordaba.
Su pelo castaño claro estaba despeinado de una manera muy sexi. Sus brillantes ojos azules se clavaron en los míos como si intentaran ver algo más profundo dentro de mí.
La habitación parecía estar calentándose por momentos. Jugueteé nerviosamente con las mangas de mi chaqueta mientras más y más preguntas llenaban mi mente.
Decidí romper el silencio con las mismas palabras que funcionaron con la mujer en el vestíbulo —: Estoy aquí para ver a Chase.
—Lo has encontrado —dijo, sonando ligeramente divertido.