
¿Cómo pudo hacerme esto?.
Siempre le fui fiel. A pesar de que muchas mujeres me echaban el ojo, jamás le di motivos para dudar.
Ella retrocedió, pero no me importó. El tipo parecía muerto de miedo mientras intentaba subirse los pantalones.
De repente, caí en la cuenta de quién era. Uno de mis socios comerciales.
Jamás le pondría la mano encima a una mujer, pero este tío era harina de otro costal. Me abalancé sobre él y lo tumbé de un puñetazo. Trató de cubrirse la cara mientras lo molía a golpes, hasta que sus brazos cayeron inertes al borde del desmayo.
Cuando terminé, tenía los nudillos en carne viva y sangrando. Deberían dolerme, pero sólo sentía rabia.
—¡Chase! —gritó Joanna, hecha un mar de lágrimas.
—Ni se te ocurra abrir la boca —le espeté, acercándome a ella.
—Lo siento —sollozó.
—Recoge tus cosas —dije furioso—. Te quiero fuera para mañana. Que no quede ni rastro de ti cuando vuelva.
La oí llorar mientras salía del ático, pero me daba igual. Había traicionado mi confianza y me había humillado. Y cuando la confianza se rompe, no hay vuelta atrás.
No supe a dónde iba hasta que me planté en casa de Lucas.
Abrió la puerta en bata.
—¡Madre mía! ¿Qué te ha pasado?
Entré hecho una furia.
—Necesito un trago —dije, rebuscando en su bar hasta dar con algo fuerte.
Tenía que calmarme o acabaría haciendo una locura.
—Voy a por el botiquín —dijo, suspirando al ver mis nudillos ensangrentados y las manchitas rojas en mi camisa blanca.
Me dio el botiquín y se sentó en el brazo del sofá, a mi lado.
—No es mi sangre.
Echó un vistazo rápido a mi camisa, algo más aliviado.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, observando cómo me echaba desinfectante en los nudillos, que me escocían.
—He pillado a Joanna poniéndome los cuernos —dije, dando otro trago.
—Joder. Lo siento, tío —dijo, pasándose la mano por el pelo.
—Tú no eras con quien se estaba revolcando —dije enfadado.
—Puedes quedarte aquí todo el tiempo que necesites. Mi casa es tu casa —me dijo.
—Gracias. Sólo necesito un respiro —dije.
Me dejó a solas con mis pensamientos revueltos y la botella de licor.
Me bebí casi toda la botella antes de caer redondo.
Cuando desperté, tenía una resaca de campeonato. No recordaba mucho de la noche anterior hasta que vi mis nudillos magullados y en carne viva.
Me incorporé y vi que Lucas había dejado pastillas para el dolor de cabeza y agua en la mesita. Se lo agradecí en silencio y me las tomé.
La puerta principal se cerró justo cuando Lucas entró.
«¿Qué hora es?».
—Se ha ido. Me he asegurado de ello. El tipo con el que se estaba acostando va a tener problemas. He hecho algunas llamadas esta mañana —dijo Lucas, tratando de animarme.
—¿Cómo averiguaste quién era?
—Revisé las cámaras de seguridad de anoche —dijo.
Lucas siempre estaba ahí cuando lo necesitaba y siempre sabía qué hacer en momentos como este. No era sólo mi mejor amigo. Era como de la familia.
—Lucas, yo... —empecé, pero él me cortó.
—No hace falta que me des las gracias. Es lo que hacen los hermanos. Además, si fuera yo, harías lo mismo —dijo sonriendo.
—Tienes razón —asentí, pero no pude devolverle la sonrisa.
—Odio decírtelo, pero ella estará en el evento benéfico este jueves —me advirtió.
Mierda. Ni siquiera había pensado en eso.
Si tenía que verla, quería que sintiera el dolor que me había causado. Quería que se muriera de celos.
De repente, pensé en la mujer de rojo de anoche, y se me ocurrió una idea. Podría salir muy mal o muy bien. Pero a estas alturas, me daba igual.
—Había una mujer en la fiesta de anoche llamada Paris.
Lucas me miró como si supiera lo que estaba pensando.
—No, no la quiero a ella. Quiero a su amiga. Dijo que se llamaba Jade.
—No he oído hablar de ninguna Jade todavía. Debe ser nueva. ¿Alguna razón especial por la que tiene que ser ella? —preguntó.
Me encogí de hombros.
—Ninguna razón especial. Pero, definitivamente, es mi tipo, así que Joanna no debería pensar que es falso. ¿Puedes encontrarla y hacer que venga a mi oficina para mañana por la tarde?
—Me encargo —dijo Lucas, sacando su teléfono.
No estaba seguro de por qué quería a Jade, pero había estado pensando en ella desde ayer. Había algo en ella...
No quería un rollo de una noche. Pero necesitaba a alguien que pudiera interpretar bien el papel: una mujer hermosa que no quisiera acostarse conmigo ni enamorarse de mí. Jade parecía fuerte y segura, y no parecía muy interesada en mí. Sería perfecta para el trabajo.
La única duda era: ¿aceptaría?
Por supuesto que lo haría.
El dinero no era problema. Le haría una oferta que no podría rechazar.