Grayson no dijo ni una palabra después de pillarme en mi habitación. Se comportó como si nada hubiera ocurrido.
No había salido desde entonces, y estaba demasiado avergonzada para sacar el tema cuando estábamos juntos. Empecé a preguntarme si de verdad había sucedido o si solo lo había soñado.
Nuestros padres iban a volver en cualquier momento y Grayson no mencionó que les fuera a contar lo que vio. Bajé las escaleras y, con cada escalón que bajaba, me sentía más inquieta. Jugueteé con mi vestido al llegar abajo.
Lo encontré en la cocina. Estaba sentado y comiendo. Me mordí el labio y me arreglé el pelo mientras me acercaba a él.
—Oye, ¿Grayson? ¿Podrías no contarle a Emily o a papá lo que me viste hacer el otro día?
Él levantó la mirada y sonrió.
—Claro, Kassia. Por supuesto que le voy a contar a mi madre cómo te pillé corriéndote mientras fantaseabas conmigo.
Me puse como un tomate al oírlo decirlo así. Me sentí tonta por haberlo preguntado siquiera.
«Pues claro que no se lo va a contar».
La puerta principal se abrió antes de que pudiera decir nada, y di un respingo, sonriendo forzosamente cuando entró mi padre.
—Ven fuera, Grayson. Tu madre tiene una sorpresa para ti.
Grayson dio un último bocado a sus macarrones con queso antes de levantarse. Me guiñó un ojo al pasar junto a mí, y seguimos a mi padre afuera.
En la entrada, junto al coche de mi padre, había un Aston Martin negro. Emily estaba parada a su lado, con cara de ilusión.
—¡Sorpresa, Grayson! —dijo Emily con una gran sonrisa—. Conseguí que tu padre te devolviera el coche.
Sorprendentemente, Grayson le devolvió la sonrisa. Desde que llegó, era la primera vez que lo veía mirar feliz a su madre. La cara de ella se iluminó aún más cuando él se acercó.
—Gracias, mamá —dijo en voz baja.
Emily tenía lágrimas en los ojos mientras le entregaba las llaves y lo abrazaba. Él le dio unas palmaditas en la espalda torpemente; se notaba que no le gustaba el contacto cercano.
Emily lo soltó de inmediato.
—Lo siento —dijo rápidamente—. Bueno, pensé que te vendría bien. Normalmente llevo a Kas al instituto, pero ahora que tienes tu propio coche, podéis ir juntos. Si te parece bien.
Grayson asintió.
—Vale, mamá.
Lanzó las llaves al aire y se metió dentro del coche mientras el resto entrábamos en casa. Emily preguntó sobre nuestro fin de semana mientras mi padre subía las maletas.
—No pasó gran cosa —dije rápidamente—. Estuvimos por casa. Nada del otro mundo.
—Hoy ha sido amable —dijo ella—. Tal vez si pasáis más tiempo juntos, tendremos más días como el de hoy.
Apreté los labios y asentí.
Me agarré con fuerza a mi asiento mientras Grayson zigzagueaba a toda pastilla entre los coches en la autopista.
—¡Vas como una bala, Grayson!
Él se rio.
—Y tu uniforme del instituto es demasiado corto.
Rápidamente intenté bajarme la falda, pero no pude hacer mucho. La falda era demasiado corta.
La había comprado al principio del verano y en aquel momento me quedaba bien, pero desde entonces tuve que crecer un poco. Podría haberme comprado una más grande, pero era mi último año. ¿Para qué gastar el dinero?
Lo miré. Él estaba impecable con el suyo. Las mangas de su chaqueta azul marino estaban un poco arremangadas, dejando ver algunos de sus tatuajes. También se había anudado bien la corbata, con nuestro escudo escolar en el centro.
«Apuesto a que a nadie más de la Blue Horizon Academy le queda tan bien el uniforme como a Grayson».
Se coló bruscamente en el carril izquierdo de la autopista, y me faltó poco para gritar mientras mi pie pisaba instintivamente un freno imaginario. Grayson puso su mano en mi pierna. Bajé la mirada hacia ella. Sentir sus anillos fríos hizo que me estremeciera.
—¿Q-qué estás haciendo? —pregunté mientras me acariciaba la piel de la pierna.
Él se rio mientras adelantaba a un camión. Grité cuando se acercó peligrosamente a un todoterreno negro, tapándome los ojos.
—¡Por favor, baja la velocidad! —exclamé, quitándome las manos de la cara para mirarlo enfadada.
—Tócate como lo hiciste el otro día y lo haré —dijo, mirándome.
Me removí en mi asiento.
—Eso fue un error, Grayson. N-no sé por qué lo hice.
Su mano subió más, rozando el bajo de la falda de mi uniforme mientras seguía mirándome mientras serpenteaba entre los coches. Se inclinó un poco sobre la consola central.
—Sabías perfectamente lo que estabas haciendo, Kassia, y te encantó —dijo en voz baja, volviendo a mirar la carretera.
Apreté mis piernas mientras subía su mano bajo mi falda. Sus palabras y sus caricias me estaban poniendo a cien, así que cuando su mano llegó a mi vagina, supe que podía notar lo húmedas que estaban mis bragas.
Intenté no hacer ningún ruido cuando con su pulgar me rozó a través de la fina ropa interior.
Sonrió levemente.
—Vale, hagamos un trato. Quítate las bragas y dámelas, entonces conduciré más despacio.
—¿Por qué?
—Haz lo que te digo, Kassia —dijo, pisando el acelerador y yendo más rápido.
Lo miré mientras me quitaba las bragas negras de algodón. Él redujo la velocidad, observando cómo las hacía un ovillo y se las entregaba. Se las llevó a la nariz, inhalándolas profundamente antes de metérselas en el bolsillo.
—Buena chica —susurró.
Aquello me excitó.
«Madre mía. ¿Por qué me ha puesto tanto?».
—No me mojes el asiento —ordenó—. Es un cuero caro.
«Demasiado tarde», pensé mientras intentaba bajarme la falda de nuevo.
