Samantha Pfundheller
RAVEN
William Michael Woods nació en Elk Springs, Colorado. Hijo de Amy y Charles Woods, maestros de escuela.
Se graduó en el instituto de Elk Springs con las mejores notas y estudió en la Universidad de Colorado, aunque solo duró un semestre, pues dejó los estudios para iniciar su carrera profesional en el mundo de las ventas.
Trabajó como agente de ventas desde los veinticinco años hasta que fue arrestado y se estima que este oficio era una tapadera para su actividad como asesino en serio y le permitió viajar por todo el país y cometer crímenes sin ser detectado.
Aunque afirma haberse servido de fobias comunes como inspiración para sus asesinatos, su patrón resultaba impredecible.
No se le descubrió hasta que empezó a cometer asesinatos en su ciudad natal.
Me senté pegada al portátil, ignorando el pastel de carne que Grace había recalentado para mí cuando llegué a casa desde la playa, así como las burbujas de texto que iluminaban mi teléfono, probablemente de Emily.
Randy había estado desaparecido desde mi encuentro con Cade, pero estaba agradecida por tener una distracción menos.
Estaba demasiado absorbida.
Willy Woods, el padrede Cade, había matado a treinta y siete personas en seis años, cuatro de las cuales vivían en mi nueva ciudad.
Me estremecí.
Siguiendo la sugerencia de Amanda, había decidido investigar un poco, y por un instante comprendí por qué todo el mundo estaba tan escandalizado.
Willy tenía ese aspecto tan particular: unos rasgos perfectos y una sonrisa radiante que pertenecía a la portada de una revista.
No a una foto policial.
Solo había encontrado una foto en la que parecía realmente disgustado; el resto, incluidas las fotos francas tomadas después del juicio cuando lo llevaban en su traje naranja brillante, eran todas iguales.
Su rostro tenía una sonrisa incandescente.
Como si no tuviera ningún remordimiento en el mundo.
Más inquietante aún era el parecido con su hijo...
Aparte de sus ojos, y de la evidente diferencia de edad, que solo parecía complementar a Willy, él y Cade eran prácticamente dobles.
No es de extrañar que todo el mundo en Elk Springs desconfíe de Cade.
Era la viva imagen del hombre que había estado asistiendo a sus comidas al aire libre y enseñando a sus hijos a lanzar una bola curva.
Y que luego mató a sus hijas, a sus maridos, al cartero, a quien sea, por la noche.
No podía imaginarme la conmoción.
La traición.
Lo peor, sin embargo, fueron las otrasfotos.
Las que eran más difíciles de encontrar, y una vez que lo hice, no pude soportar ver por mucho tiempo.
Una animadora de instituto quemada viva, fundida hasta los huesos.
Un bombero, su cuerpo encontrado al lado de la carretera, su cabeza encontrada al otro lado de la ciudad en medio de un huerto de calabazas.
No habíaun patrón, no había forma de decir que estos asesinatos estaban relacionados.
Aparte de la confesión firmada de Willy y los recuerdos —trofeos de sus víctimas— encontrados en su cobertizo.
El único vínculo, de hecho, era la profesionalidad de todo. La falta de testigos o de pruebas.
Cada vez, lo había hecho de manera impecable.
Y aquí fue donde mi investigación se volvió aún más extraña.
Willy afirmó en una entrevista exclusiva en vídeo con Rachel Porter, una periodista local, que encontrar a sus víctimas y evadir a la policía durante tanto tiempo no había sido suerte.
Que había tenido algo que le ayudó en el camino.
Una especie de arma secreta, una herramienta que le decía a quién elegir y cómo hacerlo.
Sin fisuras.
Cuando Rachel le insistió en el tema, él mostró sus hoyuelos y bajó la cabeza con timidez.
—El destino —dijo finalmente.
Sin embargo, los rincones oscuros de Internet no se lo creyeron.
Cientos y cientos de sitios de fans y comunidades en línea dedicadas a liberar a Willy Woods o a elegirlo presidente, o a concebir a sus hijos: todos decían lo mismo:
Había un arma ahí fuera. Algo real. No algo ilusorio, como el destino.
Y Willy lo protegía.
Porque, tal vez, Willy creía que otra persona debía terminar su trabajo.
Mi atención se vio interrumpida, finalmente, por el repentino destello de luces rojas y azules que se esparcieron por mi dormitorio débilmente iluminado.
Mirando a través de la ventana de mi habitación, vi cómo dos coches de policía se detenían frente a la casa de Emily.
Luego dos más.
Un oficial —o al menos alguien que parecía estar al mando— se encontraba en los escalones de su porche, con el sombrero en las manos, balanceándose ligeramente hacia delante y hacia atrás, casi como un tic nervioso.
Emily contestó y salió junto a dos personas que solo podía suponer que eran sus padres.
Los agentes consultaron durante un momento con el responsable y, a continuación, rodearon el garaje con vacilación hasta el patio trasero vallado.
Los focos de la parte trasera de la casa se encendieron, iluminando el patio y lo que había detrás de la valla, justo fuera de la vista.
¿Está sucediendo algo emocionante en este lugar?
Me picó la curiosidad y bajé sigilosamente las escaleras.
Me escabullí silenciosamente hacia el porche trasero, teniendo cuidado de apagar las luces con sensor de movimiento desde el interior, segura de que la policía no vería con buenos ojos mi fisgoneo.
Pero la escena del crimen, o lo que sea que los haya llevado a la casa de Emily, estaba prácticamenteen mi patio trasero.
No podía «no» echarun vistazo.
Nuestra casa, como la mayoría del vecindario, tenía un pequeño cobertizo en la parte trasera, que decidí que tendría la vista perfecta del patio de Emily.
Atravesé el patio trasero, hasta la esquina donde el cobertizo estaba pegado a la valla vecina.
Me subí al alféizar de la ventana del cobertizo, me agarré al borde del techo e intenté impulsarme.
De repente, un par de brazos fuertes me rodearon el torso, tirando de mí hacia abajo, y una mano se movió para taparme la boca, ahogando mi grito.
Mordí, duro, y probé el cuero.
No puede ser...
El intruso me hizo girar, inmovilizándome contra el cobertizo.
Entrecerrando los ojos en la oscuridad para distinguir su rostro, ya sabía de quién se trataba.
Cade. El jodido Cade Woods.
—Voy a soltarte ahora, y necesito que me prometas que no vas a gritar —susurró— ¿Lo prometes?
Asentí con la cabeza, aunque no tenía intención de cumplir mi palabra.
—Solo estaba tratando de mantenerte fuera de la vista. Pareces un poco sospechosa, sabes
Me soltó, dando un paso atrás para dejarme espacio.
—¿Parezco sospechosa? ¡Esta es mipropiedad! ¿Qué ~estás tú~haciendo aquí? —susurré con los dientes apretados.
Ese chico tenía mucho valor.
—Escuché en mi radio de la policía que encontraron un cuerpo. Quería echar un vistazo más de cerca —lo dijo con indiferencia, como si ofreciera una explicación perfectamente lógica.
Como si todo el mundo tuviera una radio de la policía por la casa.
Preparándome para decir algo sarcástico, me detuve.
¿Un cuerpo?
—¿Qué-qué quieres decir con «un cuerpo»? —le susurré.
—Ya sabes, de los muertos
—Sí, creo que entendí esa parte
Intenté no pensarlo, no albergar ningún tipo de prejuicio contra él por su padre, pero no pude evitarlo.
Fue Cade.
¿Los asesinos no suelen volver a las escenas de sus crímenes?
Se me aceleró el pulso y casi podía oír los latidos de mi corazón en mis oídos.
Di un paso atrás, golpeando la parte posterior de mi cabeza contra el cobertizo.
—¿Qué has hecho? —susurré, sin querer decirlo en voz alta.
A pesar de la oscuridad, y de mi casi imposibilidad de ver su rostro, sentí que sus rasgos se endurecían.
—Yo no hice esto. Yo no la maté —dio un paso hacia mí y me encogí.
—¿Por qué otro motivo estarías aquí? ¿Por qué...?
—Te lo dije, solo quería ver de cerca. Este tipo de cosas no ocurren aquí
El haz de luz del proyector de la puerta de al lado rebotó con dureza en la parte superior de la cabeza de Cade, creando casi un halo a su alrededor.
—Yo también estaba a punto de echar un buen vistazo —añadió—. Pero entonces apareciste tú y lo arruinaste todo
—No lo hice —empecé, levantando accidentalmente la voz, hasta que él volvió a taparme la boca con su mano.
—¿Quieres ver lo que pasa o no?
Consideré la posibilidad de morderlo por segunda vez y correr hacia adentro.
Pero no pude resistirme a vislumbrar lo que había al otro lado de la valla.
Desenroscando lentamente sus dedos de mi boca, susurré: —Sí. Pero no lo arruines
Le seguí hasta el enorme roble que había cerca del límite de nuestra propiedad, cuyas ramas se inclinaban ligeramente por encima de la valla y del patio de nuestros vecinos.
Tienes que estar bromeando.
Cade se balanceó sin esfuerzo sobre la rama más baja y me ofreció una mano enguantada para subirme.
Una vez que estaba posicionado de forma segura, comenzó a subir a la altura del árbol por las ramas más robustas.
Intenté seguir el ritmo.
Cade se detuvo en una amplia rama a unos seis metros de altura, arrastrándose desde el tronco para dejarme espacio.
Bajando ligeramente la cremallera de su chaqueta, levantó un par de prismáticos que colgaban casualmente de su cuello —porque por qué no iban a estarlo—~hastasus ojos.~
—¿Qué ves?
Se detuvo un momento, concentrándose, antes de deslizar el hilo sobre su cuello y entregarme los prismáticos.
—Nada —dijo—. Están todos amontonados alrededor
Todo el escuadrón, al parecer, rodeó el cuerpo con fascinación.
Mi mirada se dirigió a la parte de la valla que se encuentra con el camino de entrada, donde el agente de policía que llamó a la puerta principal se adentró tranquilamente en el patio.
Al acercarse al lugar donde estaba reunido el grupo de curiosos, se apresuró a mirar el cuerpo antes de alejarse bruscamente hacia el porche, sacando su libreta para anotar algo.
Algo en él se sentía tan...
Ensayado.
—¿Quién es ese? —pregunté, devolviendo los prismáticos a Cade— Ese oficial que está parado solo
Cade lo estudió por un momento. —Es el nuevo oficial. Se mudó aquí la semana pasada. Oficial Larsson, creo que es su nombre
—Bueno, hay algo en él que es...
—Shh. Se están moviendo —susurró Cade con entusiasmo.
Tal vez un poco demasiadoemocionado.
—Dame eso —le devolví los prismáticos y observé cómo los agentes se alejaban, haciendo sitio a un médico forense.
Recuperé el aliento.
El cuerpo era una chica, no mucho mayor que yo.
Estaba tumbada de espaldas, con los ojos eternamente congelados por el horror.
Lo que quedaba de ella, al menos.
Se la habían comido viva.
Apreté los ojos, con el estómago revuelto. Cade me quitó los prismáticos de la mano y miró fascinado el cadáver destrozado.
—Hay algo dibujado en su mano —susurró fervientemente—. Parece una línea de tinta negra... o quizás el número uno
Eso no tenía ningún sentido, teniendo en cuenta que se la habían comido viva. ¿Qué clase de animal sabía escribir?
A menos que no fuera un animal.
Fue entonces cuando me di cuenta.
—Dijiste «ella»
Cade ladeó la cabeza hacia mí, confundido.
—Dijiste, «Yo no la maté». Sabías que era una chica incluso antes de ver el cuerpo
No iba a perder el tiempo haciendo preguntas.
Necesitaba alejarme lo más posible de Cade Woods, lo antes posible.
Agarrándome a la rama, me columpié y me dejé caer al suelo, con las rodillas dobladas debajo de mí.
Poniéndome en pie, corrí hacia mi casa.
Detrás de mí, el sonido de las ramas al partirse fue seguido por un breve gruñido cuando él también cayó al suelo.
Y entonces se puso en pie. Corriendo detrás de mí.
Porque tenía que hacerlo.
Él lo sabría mejor que nadie.
No debe haber cabos sueltos.