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Mestiza

Ojos Negros

NALA

Llegué al hotel, me duché y me puse algo más. Estaba de buen humor.

Mientras me ponía un vestido de algodón beige con zapatos de color tierra, pensé que tenía que hablar con mi hermana sobre la noche anterior. Tal vez ella podría darme algunas respuestas.

Me arreglé el pelo en una coleta alta, me maquillé y fui a la habitación de mi hermana. Llamé dos veces antes de que Maeve abriera la puerta.

—¿Por qué estás despierta tan temprano? —dijo ella, bostezando—. ¿Qué hora es?

—Creo que casi las nueve, —dije mientras entraba, y ella fue a acostarse de nuevo.

»¡Despierta! Tenemos que hacer algo. Te traeré el desayuno. Tienes que lavarte la cara, cambiarte de ropa y venir conmigo. —Me senté a su lado.

—¿Qué está pasando? —Ella sintió que algo no estaba bien. Esta bruja a veces podía sentir mis emociones más profundas. Incluso estando de buen humor, podía sentir si algo me molestaba.

—Anoche tuve un sueño.

—¿Lo mismo de siempre? —me preguntó en voz baja y adormilada, cubriéndose los ojos con el antebrazo.

—Más o menos. Este fue diferente. —Hice una pausa—. Me encontraba cerca de un lago. Estaba oscuro y una mujer me llamaba por mi nombre.

—¿Cómo era? —dijo sin cambiar de postura.

—Tenía el pelo blanco, los ojos negros. No parecía mayor que tú. Su piel era tan blanca como la leche, —recordé.

—¿Dijo algo? —Puso al descubierto sus ojos para mirarme.

—Sí, me preguntó que por qué cogí el collar. —Sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Te refieres al que te di la noche antes de venir aquí?

—Sí, ella lo sabía. No sé cómo, pero me dijo que no podía escapar de mi destino, y luego desapareció. Después de eso, recuerdo caminar por un bosque porque escuché algo.

»Encontré a la misma gente bailando alrededor del fuego, y entonces la vi de nuevo. Me pidió que le mostrara a ese hombre.

—¿Qué? —su voz sonaba un poco nerviosa.

—Maeve, creo que estaba manipulando mi sueño porque después de que me lo pidiera, lo vi junto a ella. Le dije que no lo conocía, y ella me dijo que pronto lo haría.

»Después de eso, mi loba me despertó porque estaba gritando. Sentí que mis manos y mi cuerpo ardían por dentro, —terminé frenéticamente.

—Cálmate, Nala. —Maeve trató de apaciguarme—. Déjame entrar en tu memoria para tener una idea clara de quién es.

Cerré los ojos, intentando relajarme. Podía sentir la presión en mi mente.

Maeve estaba ahora dentro.

«¿Es este el lugar?» Maeve preguntó.
«Sí». Ahora estábamos caminando alrededor del lago. ~
«Ella estaba allí». Señalé el lugar donde había visto a la mujer. Pero ella no estaba ahí. Guié a mi hermana hacia donde había estado la hoguera.
«Aquí estaba». Señalé el lugar.
«Bien, veamos si podemos encontrarla». Observamos atentamente nuestro entorno. Sentí que la mano de Maeve se aferraba con fuerza a mi muñeca. Al sentir su agarre, la miré y la vi mirando algo.
Estaba temblando de miedo. Moví mi mirada hacia donde estaba la suya.
Un flash...
Un grito...
Los ojos negros...

El grito de Maeve fue tan fuerte que apenas pude soportarlo. Cuando me liberé de su hechizo, la encontré chillando con las manos cubriendo sus ojos. Parecía que le dolía.

—¡Maeve!... Shh... ¡Maeve! —Intentaba calmarla. Tomé sus manos para poder ver sus ojos.

»¿Estás herida?

Maeve abrió lentamente los ojos, tratando de enfocar mi figura.

—¿Maeve?

—Nala...

—¿Qué ha pasado?

—La vi... Quiero decir, creo que la vi. Nala, esa entidad me sacó de tu mente. Era magia oscura. Definitivamente es una bruja y una mala —dijo de forma frenética, todavía frotándose los ojos.

—¡Mierda! —Fue la única palabra que logró salir de mi boca—. ¿Pero qué podría querer una bruja como ella de mi?

—Escucha..., —comenzó, agarrando mis hombros—. Si te mencionó el collar, es porque, de alguna manera, tu pareja está conectada a ella. Esta magia oscura te persigue.

»Tenemos que hablar con papá.

Mi mente estaba en blanco.

—No, ahora no. Hablaré con papá en cuanto volvamos a casa.

—Nala, eso no es un movimiento inteligente. Padre puede ayudarnos a encontrar la verdad detrás de tus sueños.

—Maeve, hablaré con él pronto. No creo que vaya a pasar nada malo por ahora. Tendré el collar conmigo todo el tiempo.

Suspiró, puso los ojos en blanco y me dejó sentada en su cama.

Al principio, me había sentido culpable por usar el collar. Estaba intentando esconderme de mi compañero.

Cuando mi hermana había venido a mi habitación esa noche, diciendo que había soñado conmigo y que me había visto sufriendo porque probablemente encontraría a mi pareja, me asusté.

Ella se dio cuenta y me dijo que podría no pasar nada, pero yo no quise arriesgarme.

***
HACE UNAS NOCHES

—¿Puedes ocultar mi olor? —le pregunté.

—¿Estás loca, Nala? No lo haré.

—Por favor..., —le rogué—. Mae, no quiero conocerlo todavía. —Respiré profundamente. Eso no era cierto.

»Quiero decir... —Bajé la cabeza, con las manos cubriendo mis ojos—. Quiero decir que quiero conocer a mi pareja, pero aún no estoy preparada, no después de lo que acabas de decir...

—Nala, sabes que mis sueños no siempre se han hecho realidad —dijo interrumpiendo mi frase.

—No me importa. Mae, por favor sólo... Sólo ayúdame.

Ella suspiró. —De acuerdo, te ayudaré. ¿Tienes algo que puedas llevar contigo todo el tiempo?

Le di el collar que mi madre me había regalado en mi último cumpleaños. Era sencillo y discreto.

—¿No se romperá cuando te conviertas en loba?

—No, es lo suficientemente largo como para no romperse en el proceso de transformación.

—Vale, voy a cogerlo ahora. Tengo que buscar en mis libros el hechizo para ocultar los olores. No puedo recordar todos los versos ahora.

»Lo único que necesito que sepas es esto, y escucha con atención. Una vez que empieces a usar este collar, ni tú ni él podréis oleros.

»Aunque os miréis a los ojos, no os reconoceréis como compañeros. Una vez que te quites el collar, el hechizo se romperá, aunque te lo vuelvas a poner. Ya no funcionará.

—Lo llevaré.

Me sentía como una cobarde haciendo esto. Pero me aterraba la idea de sufrir por algo o por alguien, sobre todo después de haber visto a mi hermana siendo traicionada por su compañero.

Cuando lo descubrió, la trató con tanta indiferencia que la hizo sentir peor.

Mi hermana estuvo días sin comer, apenas dormía y lloraba en su cama todas las noches. No había palabras para animarla.

Tenía el alma rota. Con el tiempo, retomó su rutina pero caminaba con una expresión ausente. Incluso si alguien hacía una broma, se reía sin que la sonrisa llegara a sus ojos.

Ni siquiera nuestro padre pudo ayudarla a sentirse mejor. Cuando tu alma se rompe, nunca vuelves a ser el mismo. Y mi hermana nunca fue la misma.

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