Llamas en el hielo - Portada del libro

Llamas en el hielo

Sofia Jade

Capítulo 4

EMMA

Para cuando por fin llego a la oficina de Max, estoy hecha un manojo de nervios.

Toco suavemente, esperando que responda. Ojalá esté en una reunión, porque ahora mismo, preferiría mil veces lidiar con Trevor que con Max.

Pero él abre la puerta en un santiamén.

—Adelante, toma asiento —dice, señalando dos sillas cómodas frente a su escritorio.

—Sería más fácil ver las muestras allí —digo, apuntando a un sofá y una mesa al fondo de la habitación. Quizás no sea la idea más brillante sentarme cerca de Max, pero quiero extender los diseños y acabar con esto cuanto antes para poder irme pitando.

Él se encoge de hombros, como diciendo «como quieras», y se dirige al sofá verde.

Respiro hondo antes de abrir la carpeta y colocar los diseños sobre la mesa frente a él.

—Esto es lo que he hecho hasta ahora. Mi diseñadora, Liv, aún está dándoles los últimos retoques, así que estos son sólo bocetos.

Los examina con atención, uno por uno. Toma cada papel, lo estudia y lo vuelve a dejar, separando las coronas en dos grupos.

Pienso que esto nos llevará una eternidad —le hemos metido un montón de detalles—, pero él parece estar de mal humor, como si no quisiera estar haciendo esto. En cuestión de segundos, dice —: Me gustan estos diez —señala diez del montón como si fuera un simple trámite.

Suspiro, intentando no dejar ver que estoy molesta, porque creo que apenas les ha echado un vistazo.

—Terminemos los últimos cambios de diseño y presentémoslos a los jefazos hoy mismo —dice—. Como se acercan las fiestas, no quiero más retrasos.

Me muerdo el labio y asiento, sin decir lo que realmente pienso. Si Trevor se entera de que estamos empezando a hacer esto sin mostrarle estas diez selecciones, seguramente me pondrá de patitas en la calle. También temo que me despidan si digo lo que pienso, así que me quedo calladita.

Max se recuesta en el sofá, cruzando sus brazos musculosos. Sus ojos marrones me escrutan de arriba abajo.

—¿Qué pasa? Parece que te has quedado con algo en el tintero —pregunta.

Dudo un momento, porque aunque este es Max —mi Max—, sigue siendo mi jefe y el nuevo dueño de la empresa para la que trabajo. Hacerlo enfadar no sería nada bueno. Sería aún peor si deja de apoyar mi organización benéfica.

A la porra.

—Bueno... No creo que a Trevor le haga mucha gracia si empiezo a hacer estos diseños sin mostrárselos primero.

Él se ríe como si le importara un bledo lo que Trevor piense.

—Vale. Muéstrale los treinta diseños ahora mismo, por favor. Dile que ya te he dicho mis diez favoritos, aunque tú no querías que lo hiciera, y que necesitamos una lista completa para el final del día.

Asiento de nuevo, mordiéndome el labio mientras intento imaginar cómo se lo tomará Trevor.

Él se queda mirando mis labios más tiempo del necesario. Dejo de morderme el labio, y cuando vuelve a mirarme a los ojos, es como si viera a través de mí, como si, de repente, supiera quién soy.

—Bien. ¿Necesitabas algo más? —pregunto, porque el ambiente se ha puesto muy tenso.

—Sí —se detiene, mirándome más de cerca—. Tengo una cosa más. Cena conmigo, Em.

Que Max use mi apodo es suficiente para dejar claro que sabe quién soy. Pude notar que me reconoció en la reunión de esta mañana, pero no pensé que lo demostraría invitándome a salir.

El corazón me da un vuelco ante su propuesta, pero mi cerebro me recuerda que esto no es una buena idea, por un montón de razones.

—No creo que sea buena idea, Max —digo—. Estoy saliendo con alguien ahora, y, bueno, eres mi nuevo jefe y el dueño de la empresa donde trabajo. ¿Te imaginas cómo se vería para mis compañeros y tus empleados si se enteran?

Max frunce el ceño, dando golpecitos suaves con el dedo en sus labios carnosos. Sus ojos marrones parecen pensativos, como si estuviera intentando encontrar la manera de salirse con la suya de todos modos.

Maldita sea, siempre ha tenido unos labios de infarto.

Intento no tocarme los labios, recordando cómo se sentía tener su boca sobre mí hace años.

—¿Qué tal un café, entonces? —dice—. Podemos decir que es una reunión de negocios con el jefe de tu jefe para hablar sobre el plan de marketing para los nuevos diseños.

No puedo evitar poner los ojos en blanco. Max siempre supo cómo darle la vuelta a las reglas, incluso cuando éramos críos, y veo que eso sigue siendo así ahora que es adulto.

—Normalmente, dejamos que nuestro equipo de marketing tome esas decisiones.

—Vi que estudiaste marketing en la universidad. Tal vez puedas darme una visión externa del departamento. Necesito cambiar las cosas para que funcionen mejor después de las fiestas. Piénsalo como... dar consejos dentro de la empresa. Una reunión con alguien de arriba.

Buen punto... Así que ha estado husmeando en mis antecedentes.

—¿Sólo hablaremos de trabajo en esta reunión de café? —pregunto, sabiendo que es poco probable para nosotros, pero también demasiado asustada para decir que no.

—Claro, si eso es lo que quieres. Pero no creo que eso sea realmente lo que quieres, ¿verdad, Em? —dice, regalándome una de esas sonrisas de infarto que parece haber perfeccionado en sus treinta.

Me remuevo incómoda en el sofá, alisándome la falda para distraerme y luego sentándome más derecha.

—Está bien. El sábado —digo—. La cafetería de la Quinta Avenida. A las diez. Nos aseguramos de terminar a las once.

Él sonríe, feliz de conseguir lo que quiere. Creo que siempre lo hace.

—Me parece perfecto. Nos vemos entonces.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea