Elfy G
TAYLOR
Me siento furiosa, no triste. Estamos en nuestra cita y él está besando a una rubia con un vestido rojo. Miro más de cerca y veo que es la mujer que me estaba mirando cuando entramos al restaurante.
—No os cortéis por mí —digo, intentando sonar tranquila.
Él se gira y parece sorprendido de verme. Se lo nota preocupado.
—Ay, perdón —digo, llevándome la mano al pecho—. ¿He estropeado vuestro momento especial?
—Taylor...
—¿Qué vas a decir? ¿Que no es lo que parece? A lo mejor dirás que ella se estaba cayendo, intentaste ayudarla y vuestros labios se juntaron por casualidad. Venga ya. ¿Me tomas por tonta? —Me rio un poco mientras me alejo.
Antes de que pueda irme lejos, me agarra del brazo.
—Espera...
—¡No me toques! —grito, apartando el brazo con fuerza. Esto hace que Elliot se caiga hacia atrás.
Pierde el equilibrio justo cuando una camarera sale de la cocina cerca de él. Lleva una bandeja con copas de vino. Intenta apartarse, pero es tarde: choca contra ella. La bandeja se voltea. El vino tinto le cae encima mientras las copas se hacen añicos en el suelo con un gran estruendo.
Todo el restaurante se queda boquiabierto. El ambiente se vuelve tenso y huele a vino. Elliot está ahí sentado, empapado y con cara de pasmarote.
La del vestido rojo corre a ayudarlo. Parece preocupada mientras intenta levantarlo. Elliot se aparta de ella.
—¿Y tú quién eres? —le pregunto.
—Soy su compañera de trabajo y, últimamente, me he estado acostando con él —dice. No parece nada arrepentida.
¿Últimamente?
¡Menudo sinvergüenza!
—¡Clara! —le grita Elliot.
—Os merecéis el uno al otro —digo, echando chispas.
—¡Taylor! —grita Elliot.
Ni lo miro. Cojo mi abrigo y mi bolso. Mientras salgo, abro la app de Uber para pedir un coche.
Fuera, el frío de la noche me da en la cara. Oigo a alguien corriendo hacia mí.
—Taylor, por favor, déjame explicarte —dice Elliot, sin aliento por la carrera mientras intenta que me detenga.
Ni hablar. No voy a escuchar las excusas baratas de Elliot. Sigo mirando al frente y paso de él.
—Taylor, por favor. Tenemos que hablar.
—No hay nada que hablar —le contesto.
—Elliot, aquí estás —dice Clara, acercándose—. Ahora que ella lo sabe, podemos estar juntos en público.
Siento que voy a llorar, pero no quiero hacerlo. No aquí, y desde luego, no delante de ella.
Respiro hondo, intentando mantener la calma.
Elliot se vuelve hacia Clara y le dice que se largue. Empiezan a discutir, y justo entonces, veo llegar mi Uber.
Ni se dan cuenta cuando me subo al coche.
Sólo quiero irme a casa. Se me escapa una lágrima mientras intento no llorar más. Al conductor parece darle igual. Supongo que ha visto esto antes.
***
Estoy plantada frente a mi apartamento, con las llaves en la mano, mirando la puerta como si tuviera todas las respuestas. Aprieto las frías llaves con fuerza, pero no me muevo.
No quiero entrar.
Cuando entre, estaré sola, con mis pensamientos, sintiéndome como una idiota y dándole vueltas a todo lo que acaba de pasar. Seguro que Elliot vendrá pronto, queriendo dar explicaciones, como si hablar pudiera hacerme olvidar lo que vi.
No puedo hablar con él. No ahora. Quizás nunca.
Me duele el pecho una barbaridad. Aprieto los labios, intentando no llorar. Toda mi relación y mi confianza se han ido al garete en un segundo. ¿Y lo peor? Ni siquiera parecía arrepentido. Clara tampoco parecía arrepentida.
Cierro los ojos y tomo aire, temblorosa. Necesito ir a algún sitio donde Elliot no me busque.
Entonces, se me ocurre una locura.
Sé que me arrepentiré después. Pero ahora mismo, es mi única opción.
Antes de que pueda cambiar de idea, voy hacia la puerta de al lado. Dudo un momento antes de llamar a la puerta de Owen.
¿Y si esa chica de antes sigue aquí?
Empiezo a acobardarme y me doy la vuelta, justo cuando la puerta se abre.