Nicole Riddley
LAYLA
—No, no voy a volver a casa este fin de semana. Mamá, no envíes a Kaleb a recogerme —le digo a mi madre mientras intento abrir la puerta de la oficina de Servicio de Limpieza de Elly Maid con el teléfono encajado entre la oreja y el hombro, y las manos llenas de libros y una gran taza de café.
—Te dije... ¡Mamá! ¡Mamá! No voy a volver a casa... ¡Adiós, mamá! ¡Mamá! Tengo que ir ahora. Adiós —cuelgo.
¡Dios! Mi madre sí que es persistente.
Quiere que vuelva a casa este fin de semana y, por supuesto, Kofi estará allí de nuevo.
Ahora está allí todo el tiempo, tanto que creo que deberían cobrarle el alquiler. Sigo diciéndole que no, pero sé que pronto volverá a llamarme para intentar hacerme cambiar de opinión.
Me esfuerzo por no ser una pusilánime. Lo que pasó el fin de semana pasado con Kofi solo demuestra lo fácil que soy. Lo he sido toda mi vida.
Lo sé y aun así sigo cediendo, sobre todo con mi familia. Sarah sigue diciéndome que tengo que tener más agallas.
De hecho, estoy pensando en tener una cita este fin de semana. Derek, uno de los chicos de mi clase de esta mañana, me ha invitado a salir hoy. Hicimos planes para salir un par de veces antes, pero siempre he terminado cancelando porque mi madre se las arregló para regañarme lo suficiente como para ir a casa el fin de semana.
Me sorprende que me lo haya pedido de nuevo después de toda la debacle de la tarta de crema de donuts. Tengo que ser fuerte y no ceder ante mi madre esta vez. Mi estúpida reacción al aroma en el ático me ha convencido lo suficiente como para tener una cita cuanto antes.
—Tienes un aspecto duro —comenta Jess cuando me ve.
—¡Hola para ti también, Jess, y gracias! Tú también estás muy guapa —le digo mientras dejo todos mis libros, la bolsa de la cámara y la bolsa de mensajería sobre una mesa.
Sigo teniendo sueño incluso después del litro de café que me tomé después de clase. Estoy tan cansada que me siento como un zombi.
—Buenas tardes, Layla —dice Sarah— ¿No has dormido nada al llegar a casa esta mañana?
—Buenas tardes, Sarah. Layla no está aquí ahora mismo. Está muerta. Te habla un litro de café —le digo.
Miro a Sarah casi con envidia. Tiene un aspecto fresco, como si acabara de dormir bien.
—He dormido unas tres horas esta mañana antes de tener que volver a trabajar —además, no he dormido bien desde que limpié el ático.
El olor me persigue.
Sarah sonríe y sacude la cabeza. —Tal vez deberíamos considerar la posibilidad de solicitar el trabajo de camarera en ese club, del otro lado del edificio que estuvimos limpiando anoche. Apuesto a que la paga es mejor.
—Seguro que el uniforme es más pequeño —le digo.
—Apuesto a que la propina es mejor —replica Sarah.
—Oye, ¿has oído? —dice Jess, susurrando.
Es la hora del cotilleo. Me alejo pero Sarah se inclina hacia mí.
—Esto no es nada jugoso —dice Jess, mirándome. Conoce mi aversión a los chismes —. A Marnie la han llamado ayer para reunirse con el residente del ático que ha estado limpiando.
Mis oídos se agudizan. Mi corazón salta de repente en mi pecho y siento que el estómago se me revuelve ante la mención del ático.
—Si no es nada jugoso, ¿por qué estamos susurrando? —pregunta Sarah.
—Marnie está ahí dentro con Beth ahora mismo —responde Jess, inclinando la cabeza hacia la puerta del despacho de Beth.
—Entonces, ¿qué pasó? —pregunta Sarah— ¿Empeñó su vajilla de plata? ¿Rayó sus muebles?
—El tipo solo quería darle las gracias por hacer un gran trabajo —informa Jess—. He oído que hay una gran propina de por medio.
—Espera, ¿no es ese el lugar que limpiaste para ella el otro día, Layla? —pregunta Sarah— Si hay una propina, ¿por qué no estás recibiendo nada?
Vaya, ¿una gran propina que se suma a la que ya se deja después de cada día de limpieza? Me encojo de hombros.
—Tal vez porque solo lo limpié una vez. Ella ya lleva haciéndolo una semana.
—Eso es solo una o dos veces más que tú. Además, si la hubieras liado seguramente te habrías metido en problemas. Ella, en cambio, no. Así que, ¿por qué no compartir el mérito? —Sarah no parece muy contenta— Vamos, Layla, tienes que exigir lo que es tuyo.
No estoy segura de eso. No me siento con derecho a exigir nada, sobre todo cuando ya recibí mi propina el otro día.
—Ya sabes cómo es Beth. Marnie es su empleada favorita —dice Jess cuando ve lo incómoda que estoy.
La puerta de la oficina de Beth se abre y Marnie sale, seguida por Beth.
—Mira, nos lo va a restregar por la cara —susurra Jess.
—Hola, chicas —dice Marnie. Hoy parece más alegre que de costumbre, a pesar de su nariz roja que gotea y su voz, que suena rara.
—Chicas, ayer uno de nuestros clientes expresó su agradecimiento a nuestra Marnie por su trabajo duro y su dedicación. Espero que podáis imitar su ética de trabajo—dice Beth—. Estoy orgullosa de vosotras. Buen trabajo, Marnie.
Sarah me da una patada en el pie por detrás. Sé lo que quiere decirme, pero niego con la cabeza.
Anoche se burlaba de cómo Beth habla de nuestro trabajo, como si estuviéramos subiendo la escalera corporativa. Anoche estaba defendiendo a Beth.
Ahora no tengo ganas de defender a Beth en absoluto. Me siento un poco cabreada. En primer lugar, quiero conocer al residente del ático.
Eso está tan mal.
Ese aroma me llama.
En segundo lugar, Marnie puede elegir dónde le gustaría trabajar. Apuesto a que Sarah y Jess podrían haberlo hecho igual de bien, si no mejor, si se les diera la oportunidad. Ambas podrían usar el dinero, especialmente Sarah, que es madre soltera.
—Entonces, ¿ya has vuelto al trabajo? —le pregunto a Marnie.
—Le encantaría, pero todavía no —responde Beth—. No hasta que esté totalmente recuperada. No quiero que esté esparciendo gérmenes por la casa de nuestro cliente.
Como para demostrarlo, Marnie suelta un gran estornudo. Luego se suena la nariz con un pañuelo. Suena como un poderoso elefante soplando su trompa, solo que más húmedo... y más baboso.
Jess frunce el ceño y mira a Sarah.
Bien. No necesito oírla decir eso en voz alta para saber lo que significa.
—Bueno, tendrás que limpiar el ático hoy, Layla. Tengo algunas cosas que hacer primero. Salgo en un minuto, chicas —dice Beth, ya caminando hacia su oficina.
Nos va a dejar en los lugares donde vamos a limpiar hoy. —Ve a casa y descansa mucho, Marnie. Te veré más tarde.
—Hasta luego, Beth —responde Marnie.
—Oí que tenías mononucleosis —solté.
Gira la cabeza para mirarme. Su rostro alegre se vuelve feo y su cara roja se vuelve más roja ante mi comentario.
Me recuerda a la niña de El Exorcista. Pillo a Jess intentando no sonreír demasiado y a Sarah sonriendo detrás de ella.
¿Ves? Por eso odio escuchar los chismes.
—No tengo mononucleosis —me mira fijamente—. De todos modos, ayer conocí al residente del ático.
Se vuelve hacia Jess y Sarah, sonriendo de nuevo. Normalmente, no sonríe ni habla mucho con nosotras, a no ser que sea para decirnos algo desagradable.
—Deberíais haberle visto... está tan bueno. Es un tío fuera de serie. Como, ¡oh Dios mío, está guapísimo! Debe ser muy rico también... como un millonario o algo así —se detiene para estornudar de nuevo, antes de continuar.
—Creo que es extranjero. Tiene un acento muy sexy... y, como te digo, con una cara y un cuerpo…, podría sonar como la rana Gustavo y me seguiría pareciendo sexy. Desgraciadamente, vive con su novia o su prometida, o algo así.
—¿Estás segura? ¿Segura de que no es su hermana? —le pregunto de repente. No quería decirlo en voz alta. Marnie me lanza una mirada divertida.
—Por supuesto, estoy segura. Llegó a casa mientras hablábamos, y es preciosa. Una hermana no le llamaría “cariño” ni le besaría así.
Mi corazón se hunde en mi pecho y mi estómago se siente hueco. Por alguna razón, sentí que era mío. Esperaba que la otra habitación estuviera ocupada por su hermana o su prima.
Qué estúpida soy.
Aunque sea soltero, no hay manera de que un hombre así le dedique una segunda mirada a una mujer como yo. ¡Ni hablar!
—Oh, bueno... aunque no esté soltero, me treparía a él como a un árbol si tuviera la oportunidad —continúa.
***
No, mi memoria no ha exagerado el increíble aroma que olí ayer. En todo caso, en realidad huele mejor de lo que recuerdo.
He limpiado toda la casa excepto esta habitación. He decidido limpiar su dormitorio a lo último porque ese increíble aroma es más fuerte aquí. Todavía tengo mucho que hacer. Tengo que limpiar el baño, quitar el polvo, cambiar la ropa de cama, aspirar el suelo...
Entro, arrastrando la aspiradora conmigo. Cuanto más me adentro, más me afecta el olor. Mi respiración se agita, mi corazón late rápidamente y mi estómago da vueltas.
Mi cuerpo vibra y siento la electricidad.
Nunca me he sentido tan emocionada y a la vez tan en paz. Anhelo esta sensación cuando no estoy aquí. Mi corazón anhela... algo o alguien. Ya no lo sé.
Mi cerebro me dice que esto es una locura pero mi cuerpo no me escucha.
Me tumbo en la cama. Aprieto la nariz contra la almohada y respiro profundamente. Oh Dios... ese olor. Quiero nadar en él. Quiero sumergir todo mi ser en ese aroma.
Respirar. Respirando.
Solo un minuto más... tan calmante, tan suave...
Mis párpados se sienten tan pesados. Solo un minuto más...
Algo me toca la cara, el cuello... tan ligero y suave, apenas un susurro. Todo mi cuerpo zumba de placer.
Mis párpados se abren para mirar un par de ojos brillantes de color amarillo dorado. Tan hermosos. Tan hipnotizantes. Tan inusuales. Tan intensos. Tan centrados en mí.
Estoy en graves problemas.