La princesa perdida - Portada del libro

La princesa perdida

Holly Prange

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Chapter
15
Age Rating
18+

Sinopsis

Everly ha vivido con miedo toda su vida, pero las cosas comienzan a empeorar cuando su abusiva madrastra la vende como esclava. Obligada a subsistir en un sórdido submundo de monstruos sedientos de su sangre virginal, Everly se siente desesperada, hasta que consigue escapar a la manada de la Luna Roja. Allí se encuentra cara a cara con el apuesto alfa Logan, su compañero predestinado. Pero sus antiguos amos le siguen el rastro. ¿Podrá su nueva manada derrotarlos?

Calificación por edades: 18+

Autora original: Holly Prange

Nota: Esta historia es la versión original de la autora y no tiene sonido.

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130 Capítulos

Capítulo 1

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 4
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Capítulo 1

Everly

—¡Everly! ¡Levanta tu perezoso trasero! ¡Tengo hambre! —La voz fuerte y odiosa de mi tía me llama por las escaleras.

Dejo escapar un gemido de cansancio mientras tiro hacia atrás la fina funda que pica antes de apresurarme a vestirme.

Me pongo rápidamente el vestido marrón descolorido que está doblado en la silla del rincón.

Es uno de los tres conjuntos que tengo, todos heredados de mi tía Lutessa.

Ella recibe un pago mensual de las cuentas que mis padres dejaron para mí. Se supone que el dinero se utiliza para comprarme las cosas que necesito.

Sin embargo, afirma que solo alcanza para la comida y las facturas que mantienen el agua, la electricidad, y un techo sobre nuestras cabezas.

No obstante, sé que está mintiendo. Cada vez que le pagan, llega a casa con bolsas de ropa y joyas nuevas para ella.

Me miro en el espejo agrietado que está apoyado en la pared y suelto un suspiro antes de recoger mi largo y oscuro pelo en una coleta.

Me apresuro a bajar los escalones y entrar en la cocina, donde encuentro a mi tía sentada a la mesa hablando por el móvil.

No estoy segura de lo que está haciendo, aunque sé que no será nada importante.

Por lo que puedo ver, está navegando por una de sus cuentas de redes sociales.

—Ya era hora, mocosa inútil y desagradecida —comenta al verme entrar en la habitación.

—Lo siento, tía Tessa. Me he quedado dormida —murmuro mientras inclino la cabeza en señal de sumisión. Hago lo posible por no sacar su lado malo, o debería decir, peor lado.

—¡No quiero excusas, pequeña zorra! ¡Solo hazme un maldito desayuno para que pueda ir a trabajar! ¡Algunos de nosotros necesitamos ganarnos la vida!

—Sí, señora. Lo siento, señora —respondo rápidamente mientras empiezo a sacar ingredientes de la nevera.

Llevo todo a la encimera mientras comienzo a prepararle una tortilla de jamón y queso con tomate y espinacas.

Se me revuelve el estómago y se me hace la boca agua mientras veo cómo se cocina la comida en el fogón. Me gustaría poder comer un poco.

Mi tía solo me permite comer lo que sobra de su plato, que no suele ser mucho. Hago todo lo posible por ir cogiendo lo que puedo, pero tengo que tener cuidado.

Una vez me pilló comiendo algunas de sus sobras en la nevera y me dio una paliza. Acabé herida y apenas pude moverme durante días.

Ahora odio mi vida. Solía tener una gran vida. Mis padres eran increíbles y cariñosos.

Siempre me hacían reír y me decían lo mucho que me querían. Me consolaban y me abrazaban siempre que estaba dolida o triste.

Siempre hemos estado muy unidos. Pero hace seis años tuvieron un accidente de coche en el que ambos fallecieron.

Se suponía que debía estar con ellos, pero acabé quedándome con un amigo esa noche. Ahora, cada día me arrepiento de no haber estado con ellos. Los echo de menos.

Echo de menos mi antigua vida. Echo de menos mi gran y hermosa casa con el gran jardín trasero en el que jugaba. Por aquel entonces tenía amigos, padres; era feliz.

—¡Deja de soñar despierta, vaca gorda! — la tía Tessa grita, sacándome de mis pensamientos.

Paso la tortilla a un plato y se la llevo antes de servirle una taza de café con su crema preferida, y un chorrito de leche.

Empiezo a alejarme para comenzar el resto de mis tareas del día cuando ella me detiene.

—Tengo un invitado esta noche. Más vale que la casa esté impecable. Y mientras esté aquí, será mejor que no salgas de tu habitación. No hagas ni un ruido -me ordena, señalando con el dedo amenazadoramente en mi cara.

Asiento rápidamente con la cabeza antes de salir corriendo.

Frecuentemente vienen diferentes hombres y la llevan a pasear; a menudo vuelven, y se dirigen a su dormitorio.

Mientras tanto, hago como si no existiera en mi supuesta habitación, que en realidad es un pequeño espacio del ático sobre la sala de estar.

El resto del día lo paso limpiando. quito el polvo, barro, friego, lavo los platos,la ropa,limpio los baños y todo lo que haga falta.

No necesito darle a mi tía otra razón para una paliza. Estoy terminando cuando oigo el timbre de la puerta.

Dando un salto de sorpresa miro la puerta principal, debatiendo si debo abrirla o no.

Normalmente no quiere que ninguno de sus "invitados" sepa que estoy aquí, pero seguro que se acabará enfadando conmigo si se van porque no les he dejado entrar.

Me quedo allí un momento antes de soltar un suspiro y dirigirme hacia la entrada. Abro la puerta y me encuentro con un hombre de pie frente a mí, con barba oscura y bigote.

Tiene entradas en el pelo y es solo unos pocos centímetros más alto que yo.

Sus ojos marrones se entrecierran rápidamente cuando me ve, mientras recorren mi cuerpo, haciéndome sentir náuseas.

La comisura de su fina boca se inclina hacia arriba en una sonrisa, y mi cuerpo se tensa al instante.

No me siento cómoda con la forma en la que este tipo me mira, y ahora me arrepiento de haber abierto la puerta.

La cierro ligeramente para estar preparada para golpearle en la cara si es necesario.

Estirándome para parecer más alta y haciendo acopio de toda la confianza que puedo, pregunto: —¿Puedo ayudarle?

—Estoy aquí por Lutessa. No sabía que tenía una criada… —comienza a decir mientras se acerca un paso y yo lucho contra el impulso de retroceder.

-Todavía no está en casa -respondo antes de hacer una pausa, sin saber qué más debo decir. ¿Debo pedirle que deje un mensaje? ¿O que vuelva?

¿Le ofrezco algo de beber? ¿Debo dejar que espere en la sala de estar?

No me gusta la idea de quedarme a solas con él, pero no estoy segura de lo que hará Lutessa si le digo que se vaya

—Está bien. Esperaré —comenta el hombre mientras se abre paso hacia la habitación delantera, haciéndome tropezar hacia atrás.

Me coge por la cintura y me acerca, haciéndome estremecer por el olor a cigarrillo rancio.

Se acerca más de lo necesario, y yo me retuerzo rápidamente para soltarme de sus manos mientras aprovecho para alejarme.

—De a—acuerdo, entonces pu—puedes esperar a—aquí —tartamudeo, en el momento en el que los nervios empiezan a dominarme.

Me sonríe, parece disfrutar del hecho de ponerme nerviosa.

Se acerca a mí mientras yo sigo retrocediendo hasta chocar con la pared.

Sus manos suben por ambos lados de mi cuerpo, aprisionándome mientras se inclina hacia mí y me habla suavemente cerca del oído.

—Se me ocurren algunas formas de pasar el tiempo...—comienza mientras su mano empieza a subir por mi muslo y bajo el dobladillo de mi vestido.

Le agarro la muñeca, deteniendo su avance, y sus ojos se encuentran con los míos.

—Para —respondo con fuerza.

—Deja de tomarme el pelo — me dice antes de soltar su mano de mi tensa sujeción.

—No lo estoy. Es que no me interesa -empiezo a decir antes de respirar profundamente para recuperar la compostura.

— Lutessa llegará pronto a casa, y tú puedes esperar en el sofá —le informo con severidad antes de darme la vuelta para marcharme.

Me agarra de la muñeca,me tira hacia él, e instintivamente le golpeo con la mano libre.

Un fuerte impacto resuena en la pequeña casa, seguido de un tenso momento de silencio.

Mis ojos se abren de par en par cuando su cara se pone seria y se vuelve para mirarme. —¡Pequeña zorra!— Comienza a avanzar hacia mí de nuevo y me doy la vuelta para empezar a correr.

Me tira de la cabeza hacia atrás y me agarra del pelo. Suelto un gemido antes de que me estrelle contra la pared.

Unos puntos oscuros danzan en mi visión mientras caigo de rodillas.

A ciegas, extiendo las manos, tratando de forzarme a levantarme, pero su puño me golpea en la cara y caigo hacia atrás.

Dejo escapar un gemido mientras me retuerzo en el suelo por el dolor.

—¡Por favor! —le ruego—. ¡Para!

Hace caso omiso y me pone de espaldas. Se sube encima de mí para pegarse sobre mis caderas.

—Oh, putita, cállate.. Solo dame lo que quiero —me exige antes de agarrar el cuello de mi vestido y abrir la parte delantera, dejando al descubierto el sujetador liso que llevo debajo.

Mis manos se extienden delante de mí mientras intento apartarlo.

Mientras él lucha por agarrarme de las muñecas, yo consigo finalmente acercar la mano a un pesado cenicero de cerámica que se encuentra sobre la mesa de la entrada.

Se lo aplasto en la cabeza y se cae sobre mí.

Me levanto rápidamente para huir, pero su mano sale y me agarra por el tobillo, haciéndome caer de bruces.

En ese momento, oigo el sonido del pomo de la puerta principal girar y abrirse. La tía Tessa entra y se queda paralizada al vernos.

—¡¿Qué demonios está pasando aquí?! —grita marchando hacia nosotros mientras el hombre se esfuerza por ponerse en pie.

Intento ponerme en pie pero mi tía me tira del brazo.

—¿Te estás insinuando a Dean, vagabunda despreciable? — grita mientras me sacude bruscamente.

—¡N-NO! ¡Intentó violarme!

—¡Mentirosa! —grita mientras me sacude de nuevo.

—¡¿Qué hombre iría detrás de una puta gorda e inútil como tú?! ¡No eres nada! ¡Y es hora de que lo aprendas!

Me levanta delante de ella antes de darme una bofetada en la cara.

El escozor es instantáneo, mi mano vuela hasta cubrir mi mejilla y las lágrimas llenan mis ojos.

Su rostro se tranquiliza ligeramente antes de volverse hacia el mugroso que está allí de pie observando el desarrollo de la escena.

—Dean, espérame en el coche. Necesito darle una lección a esta zorra antes de nuestra cita. Ahora mismo salgo.

Me lanza una mirada fulminante y asiente con la cabeza antes de darse la vuelta para marcharse.

Me limpio las mejillas mojadas mientras oigo cómo se cierra la puerta. Mi tía va al armario de los abrigos y vuelve con un cinturón.

—Por favor, tía Tessa —le suplico—. ¡No estoy mintiendo! Entró a la fuerza. Me golpeó...

—¡¿Por qué siempre me arruinas la vida?!—grita por encima de mí mientras hace caer el cinturón como un látigo.

Instintivamente levanto los brazos delante mía para protegerme y el cinturón choca contra los antebrazos.

Me agarra, me tira al suelo y caigo boca abajo antes de que el cinturón me golpee de nuevo.

Me agrede una y otra vez mientras me acurruco en el suelo, intentando proteger mi cabeza y mi cuello de su ataque.

Cuando por fin se cansa, deja caer el cinturón al suelo y se inclina sobre mí.

—¡Cuando vuelva, ¡más vale que este desastre esté limpio! ¡¿Me oyes, zorra perezosa?! —

Empiezo a sollozar y solo consigo asentir levemente con la cabeza.

Se da la vuelta y me deja tirada en el suelo con moratones y cortes que cubren mi cuerpo.

Permanezco allí mientras mi cuerpo se estremece con mis gritos desgarradores. Todo mi cuerpo está resbaladizo y pegajoso de sangre.

Me duele moverme, pero no quiero que me den otra paliza.

Después de lo que parece una eternidad, consigo levantarme y limpiar el destrozo antes de meterme en la ducha para limpiarme.Al final me derrumbo en mi cama, que es un viejo y sucio colchón tirado en el suelo. Me hago un ovillo y me tapo con la manta que pica.

Todos mis movimientos son lentos y dolorosos, y si no fuera por el puro agotamiento que siento ahora mismo, no estoy segura de si sería capaz de quedarme dormida.

Afortunadamente para mí, estoy demasiado cansada y la oscuridad no tarda en apoderarse de mi ser. No sé cuánto tiempo llevaba dormida antes de que la voz de mi tía llenase de nuevo la habitación.

—¡Levántate, Everly! ¡Vístete! Tenemos que irnos! — exige.

Mis ojos se abren y miro a mi alrededor, confundida. Todavía está oscuro.

—¿Qué pasa? ¿Adónde vamos?—pregunto somnolienta, intentando aún encontrar un sentido a lo que está sucediendo.

—¡Date prisa y haz lo que te digo, mocosa inútil! —grita antes de dar un portazo y volver a bajar las escaleras.

Mi cuerpo se queja mientras me obligo a levantar y me pongo un sucio vestido blanco.

Calzo los zapatos y bajo las escaleras, donde encuentro a la tía Tessa esperando junto a la puerta con el abrigo puesto.

Su pie golpea el suelo con impaciencia y me mira cuando empiezo a descender las escaleras del ático.

—¡Ya era hora! ¡Deprisa! No tenemos toda la noche!

Abre la puerta principal y hace un gesto hacia su coche, que está aparcado delante. —Tía...

—¡Cállate! ¡Solo ven! Sube! —Sacudo la cabeza y me meto en el asiento del copiloto antes de abrocharme el cinturón.

Apoyo la frente en la ventanilla mientras mi tía se acerca y se sube al asiento del conductor.

El frío cristal le sienta bien a mi piel y cierro los ojos, respirando profundamente.

Conducimos un rato y en algún momento me vuelvo a dormir.

Cuando me despierto no tengo ni idea de dónde estamos, pero veo que han pasado tres horas desde que salimos de casa. ¿Adónde me lleva? ¿Qué está pasando?

Empiezo a ponerme nerviosa. Me siento recta y empiezo a mirar a mi alrededor, intentando averiguar si hay alguna señal o punto de referencia que reconozca.

Pronto, entramos en una gran ciudad y ella serpentea por las carreteras.

Mi ansiedad sigue creciendo mientras sigo intentando averiguar a dónde vamos. Cada vez que le pregunto me dice que me calle o que la deje en paz.

Se me revuelve el estómago al observar los edificios que nos rodean. Parecen estar cada vez más deteriorados a medida que avanzamos.

Finalmente, nos detenemos frente a un edificio de ladrillos que parece un almacén con una puerta negra y sólida. Mi tía me arrastra hasta ella y llama al timbre.

Un hombre corpulento con una camiseta negra ajustada y unos vaqueros responde con los brazos cruzados contra el pecho. —Diga su nombre y su negocio—dice con brusquedad.

—Lutessa Andrews. Tengo una reunión con Lord Vlad Lacroix—afirma mientras agarra fuertemente mi brazo.

El guardia asiente y retrocede, permitiéndonos el paso antes de conducirnos por un pasillo oscuro.

Parece un almacén cualquiera, excepto por todos los sonidos que puedo oír procedentes de unas habitaciones que no puedo ver.

La música a todo volumen atraviesa las paredes como si hubiera una discoteca al otro lado.

Mientras seguimos caminando, oigo gemidos y gritos que salen de varias habitaciones. Con cada paso, mi sensación de temor aumenta. ¿Dónde diablos estamos?

Nos conducen a través de unas puertas dobles y, de repente, el espacio se transforma en gruesa y lujosa alfombra de color rojo intenso y unas paredes blancas y negras.

Al llegar a una puerta al final del pasillo, el hombre la golpeay una voz desde el interior grita: -Entra.

El guardia abre la puerta y nos hace un gesto para que entremos antes de cerrarla tras nuestro paso.

Otro hombre está sentado en una silla de respaldo alto, en un enorme escritorio de caoba..

Su piel es mortalmente pálida y su pelo negro está peinado hacia atrás. Es atractivo, con una constitución alta y delgada y ojos grises, pero también es muy... extraño..

Las comisuras de su boca se tuercen hacia arriba en una sonrisa maligna cuando entramos, se levanta de su escritorio y sale a nuestro encuentro.

Mi tía me empuja hacia delante y el hombre comienza a rodearme mientras sus ojos recorren cada centímetro de mi cuerpo.

—Entonces, ¿ es esta la chica?— dice en voz baja, y me pregunto si se trata de una pregunta retórica.

—Sí. Esta es l la que te dije—responde ella.

Él asiente con la cabeza mientras se acerca de nuevo.

—Bien. Lo hará bien—Se da la vuelta y camina hacia su escritorio mientras coge una pequeña bolsa marrón y se la lleva a mi tía, dejándola caer en su mano.

—Y su pago. Tal como lo habíamos discutido.

—Gracias, señor—responde la tía Tessa.

Me vuelvo hacia ella con confusión.

—¿Pago por qué?

—Él te lo dirá. Ya no eres mi problema— Con eso, mi tía se da la vuelta y se aleja de mí, dejándome sola en esta habitación con ese extraño hombre.

Le miro, esperando una explicación.

—¿No es obvio, querida?—pregunta en tono burlón. Mis cejas se fruncen mientras intento encajar todo, pero no acabo de entender qué está pasando.

Si no lo supiera, diría que parece que mi tía me ha vendido a este hombre. Pero eso no puede ser cierto. ¿No es así?

El hombre sonríe. —Muy bien, pequeña. Tenías razón— Mis ojos se abren de par en par mientras mi atención vuelve a centrarse en él. No había dicho nada en voz alta.

¿Acaba de leerme la mente? —Otra vez tienes razón—dice con una sonrisa malvada.

—¿P-Pero c-cómo? ¿Por qué? Esto es ilegal. Es...—empiezo a argumentar, tratando de encontrarle un sentido a todo lo que está pasando.

—Las leyes humanas no me conciernen—comenta mientras su malvada sonrisa se extiende por su rostro, mostrándome sus dos afilados colmillos.

Sus ojos se vuelven de un rojo carmesí brillante, y un grito de sorpresa se desliza por mis labios antes de que todo se vuelva negro.

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