Arri Stone
Marcus
Llevaba un par de años entrenándome para competiciones de culturismo, en parte porque tenía que cuidar de mi hermana Izzi.
Después del divorcio de nuestros padres, ella no quiso quedarse con ninguno de ellos. Tuvo la loca idea de que debíamos mudarnos juntos después de que su último novio se follara a media ciudad en la que vivíamos.
Solo esperaba que este sitio fuera mejor. Encontré un piso con una cama y un contrato a corto plazo, y ella consiguió un trabajo a tiempo parcial en un bar.
Con el culturismo ganaba algo de dinero. Por desgracia, no era regular, pero tenía mi sitio web de nutrición y fitness, que me proporcionaba unos ingresos estables y me permitía mantenernos.
―Ve al gimnasio de aquí. Se supone que es el mejor que vas a conocer en la puta vida ―Movió las pestañas, me puso ojos de cachorrito y me sonrió como una tonta.
Vale, Izzi no era una chica normal. Una de las razones por las que se quedó conmigo fue porque yo era lo único estable en su vida.
A la edad de veintiún años, todavía era un bebé a mis ojos, y definitivamente me necesitaba para asustar a cualquier tipo no deseado, especialmente después de su ex, el pichafloja de Dave.
Sacudiendo la cabeza, salí por la puerta, intentando reprimir mi enfado.
―¿Por qué nuestros padres no podían ser normales y quererse? ―murmuré mientras entraba en el gimnasio.
Había leído sobre Luciano, alias El Diablo Sucio y su retirada, pero no me di cuenta de que estaba en esta ciudad hasta que llegamos.
Mordiendo el anzuelo, entré en el gimnasio. Tuve que contener la respiración porque vi a la mujer que era el sueño de todo hombre. Estaba haciendo pesas.
Su larga melena rubia le caía sobre los hombros, recogida en una coleta. Una de la que me encantaría tirar mientras la inclinaría hacia delante y me la follaría.
Un tipo rubio le habló mientras ella dejaba las pesas.
―Si firmas aquí, podremos empezar ―El tipo, Luciano, me pidió que rellenase el formulario. En las paredes había fotos de él y de otro luchador.
―Si necesitas ayuda con las pesas, estamos aquí para cualquier cosa.
Puse los ojos en blanco. ¿Quién se creía que era? Tenía músculos más grandes que él.
―Sí, claro ―dije educadamente.
―Los vestuarios y las duchas están por allí. Tenemos taquillas disponibles si quieres usarlas, pero aquí somos como una gran familia ―Sonrió.
Me preguntaba quién le habría dado alguna satisfacción ya que estaba demasiado jodidamente feliz para mi gusto.
―Gracias, creo que dejaré mi bolsa y empezaré ―Quise acercarme a la única mujer que había. Guardé mis cosas y me dirigí hacia ella.
―¿Y si no soy lo suficientemente buena? ―su voz... Uff, ya podía imaginármela envolviendo sus labios alrededor de mi polla. Con solo verla ya podía decir que será lo suficientemente buena.
―Lara, si Kitt dice que estás lista, no te pondría a pelear si no lo estuvieras ―El rubio se sentó frente a ella.
―Mira, hermanita, tengo que volver al trabajo, pero te veré luego en casa. ¿Dijiste que Kitt volvería más tarde hoy?
―Sí, pero tiene que ocuparse de Seth ―La tristeza llenó sus ojos. Obviamente conocía a mucha gente aquí.
―Dijo que hablaría contigo más tarde. Sé lo comprometido que está contigo.
Una sonrisa se dibuja en su rostro; era especialmente guapa.
Moví los hombros y estiré los brazos mientras seguía escuchando. El chico seguía animándola, pero ella parecía dudar de sí misma. Al final, él chico se fue y ella continuó con unas cuantas repeticiones más.
―¿Disculpa? ―Me acerqué a ella.
Enarcó una ceja sin decir nada.
―Lo siento, soy nuevo en este gimnasio. Me preguntaba si podrías echarme una mano con el banco de pesas ajustable ―Podía hacerlo yo fácilmente, pero quería conocerla.
Miró a su alrededor, pero me aseguré de que todo el mundo estuviera ocupado antes de preguntarle.
―Sí, claro. ¿Qué peso levantas? ―Me echó un vistazo mientras tensaba los músculos sin alardes.
―Estoy levantando doscientas libras para empezar ―Quizá era demasiado para empezar, pero quería que viera lo bueno que era.
Colocamos las pesas y me tumbé en el banco. Ella sostuvo las pesas mientras yo me coloqué y empecé a levantarlas.
Varios segundos después, volví a colocarlas en la barra con su ayuda.
―Gracias por eso. No hay nada peor que quedarse atascado levantándolas de nuevo ―Me senté y me mojé los labios.
«Joder, es preciosa».
―No hay problema, encantada de ayudar ―Me dedicó una dulce sonrisa.
―Marcus ―Le tendí la mano.
―Lara ―Me dio la mano.
―¿A qué te dedicas? ―le pregunté, pasándome los dedos por el pelo.
―Estoy empezando como luchadora de MMA ―Sonrió y yo parpadeé varias veces sin poder creer lo que había dicho.
―Vaya, no es lo que esperaba que hiciera una bella dama como tú, pero mérito tuyo. Apuesto a que eres increíble ―Vale, me estoy pasando, pero es impresionante.
Se sonrojó y miró hacia otro lado. Joder, voy a convertir en mi misión conocerla. Es perfecta para mí en todos los sentidos.
―Bueno, ya he terminado por hoy ―Recogió su toalla y limpió las pesas que estaba usando.
―Encantado de conocerte, Lara. Espero verte por aquí ―Le sostuve la mirada y ella se sonrojó.
―Sí, nos vemos ―Se marchó hacia los vestuarios.
Volví a centrarme en las pesas para hacer fuerza en la parte superior del cuerpo antes de hacer algunas sentadillas y peso muerto. Recogí mis cosas antes de ducharme y cambiarme.
Cuando salí, estaba allí de nuevo, vestida con unos vaqueros pitillo negros y un chaleco blanco. Lleva el pelo suelto y le caía por la espalda.
Me tragué un nudo de la garganta al quedarme boquiabierto ante su belleza. La polla me palpitó en los pantalones. Me preguntaba si era demasiado ir a hablar con ella.
El grandullón, Luciano, salió de la oficina y la abrazó antes de conducirla hacia el despacho. Apreté la mandíbula mientras los celos me corroían.
―Kitt no debería tardar mucho. Puedes usar el despacho para que no te molesten ―Luciano le abrió la puerta.
―Gracias ―Ella le sonrió. Sus ojos recorrieron el gimnasio y me sorprendió cuando se posaron en mí.
«Mierda».Apretéconfuerza mi bolsa de deporte y caminé hacia las puertas. Le hice un rápido gesto con la mano ya que era demasiado evidente que estaba mirándola, cuando de repente Luciano abrió la boca.
―Hola, ¿qué tal tu primera sesión? Espero que hayas encontrado todo lo que necesitabas. Si no, dínoslo, porque siempre estoy dispuesto a hacer una selección más amplia del equipo de entrenamiento ―Me dio una palmada en el brazo.
―Bien. Tenéis un gimnasio fantástico, y la gente de aquí parece amable y servicial ―Miré hacia donde estaba Lara. Esta chica me dejaba sin aliento.
―Nuestro objetivo es complacer. ¿Qué te trae por aquí? ―Cruzó el brazo delante del pecho, hinchando los músculos del brazo.
―Mi hermana rompió con su novio. Me encargo yo de ella, así que hemos decidido cambiar de aires y aquí estamos ―Levanté una ceja, preguntándome por qué se interesaba por nosotros.
―Siempre es bueno ver caras nuevas. Supongo que te gusta el culturismo. No me importaría recibir algunos consejos. Estoy pensando en poner a punto mi cuerpo ―Flexionó uno de sus brazos.
Tal vez no sería tan mala jugada entrar con él. Significaría pasar más tiempo aquí, y con suerte con Lara.
―Me encantaría darte consejos. No debería resultarte muy difícil, puesto que ya estás en plena forma ―Le felicité por su físico.
―Hola, siento llegar tarde ―Un tipo subió corriendo las escaleras hacia Lara, y sus ojos se iluminaron.
―No te preocupes ―Le sonrió y me pregunté si ese tipo era su novio.
No la besó ni nada por el estilo, pero por la forma en que la miró me di cuenta de que sentía algo por ella.
Le puso la mano en la espalda y la condujo al despacho, y mis celos volvieron a aumentar.
―Una estrella en ascenso, esa chica ―la voz de Luciano me volvió a centrar.
―Sí, me ayudó un poco con el banco de pesas.
―Menos mal que no intentaste ligar con ella, aunque tiene fama de saber defenderse ―Luciano se rio.
―¿Dijo que estaba empezando? ―Podría averiguar más sobre ella.
―Sí, vino aquí con su hermano, Bobby, el chico de allí ―Señaló al chico de pelo rubio con el que vi a Lara hablando antes―. Kitt la ha contratado para entrenarla. Tiene su primer combate en un par de semanas.
―¿Kitt es el tipo que acaba de entrar? ―Me intrigó saber quién era mi competencia.
―Sí, no hace mucho que volvió de la pelea con Warrior. El cabrón de Jimmy lo mandó al hospital de un puñetazo en la nuca ―La cara de Luciano cambió de expresión y cerró el puño.
―Lo siento, tendrás que disculparme, no estoy muy al día de los combates de MMA. A veces veo boxeo, pero estoy más centrado en los canales de powerlifting y culturismo.
Sé que voy a ver más ahora.
―No te preocupes. De todos modos, tengo que volver al trabajo. Encantado de conocerte, Marcus ―Me tendió la mano para que la estrechara.
«Quizás este lugar no sea tan malo después de todo».
Le di la mano y me fui sonriendo. Kitt era su entrenador y parecía ser un profesional. Después de todo, puede que tenga una oportunidad.