
Suspiré, golpeando el pie en el suelo.
Seth había llamado a su hermano hacía más de una hora.
Durante toda esa hora de espera, Seth se puso a revisar unos papeles con la ayuda de Jewel, mientras yo estaba de pie o sentada aburrida.
No había traído nada para entretenerme, y con las miradas que me lanzaba Seth, me sentía increíblemente incómoda.
Después de una hora. Finalmente decidí salir y observar mi entorno.
Me sorprendió encontrar a Cole fuera fumando un cigarrillo. Lo reconocí al instante.
Su pelo era casi negro y sus ojos de un azul brillante, un gran contraste con los ojos dorados y el pelo castaño de su hermano.
Sus rasgos eran idénticos, aunque Cole parecía ser quizás un poco más alto y más delgado y Seth un poco más compacto.
—Hola, mujer bruja. Me preguntaba cuánto tardarías en salir a abrazar árboles o algo así, —dijo Cole, dándole una calada a su cigarrillo.
Creo que quiso ser ofensivo.
Entrecerré los ojos y me crucé de brazos. —Nos gusta estar enjaulados tanto como a los de tu clase —respondí, con la amargura y el sarcasmo goteando como veneno.
Cada palabra que salía de mi boca era dura como un látigo. Quería que supiera lo enfadada que estaba con él. —¿Te importa decirme qué tontería te hizo romper el acuerdo del aquelarre?
—Acordamos hospedarte, no pasar tiempo contigo, muñeca —dijo, dando una larga calada a su cigarrillo de nuevo. Había una sonrisa socarrona en sus labios.
—El acuerdo era que me reuniría con vosotros después de que vuestro Beta me trajera hasta aquí. Hablaríamos sobre el hechizo y pasaría el día de hoy y dos más para encontrar un terreno sagrado.
—Cuanto más tiempo os entretengáis, menos tiempo tendré para buscar el lugar preciso para realizar el hechizo.
—¿No podemos retrasarlo un día? —preguntó Cole, poniendo los ojos en blanco antes de tirar el cigarrillo y aplastarlo con el pie.
Entrecerré los ojos hacia él, cruzando los brazos mientras avanzaba y le miraba con rabia a los ojos.
—Eso es como decirle a una tormenta de nieve que se detenga o a un bebé que no nazca. Si quieres sacar el máximo partido a tu dinero, haz lo que te digo, joder, para que yo pueda hacer mi trabajo —dije, pinchando su torso para enfatizar las últimas palabras.
Los ojos de Cole se clavaron en los míos y pude ver cómo se agitaba su lobo, lo completamente enfadado y molesto que estaba conmigo.
Estreché aún más la mía, sin retroceder incluso cuando oí que se abría la puerta y salían tanto Jewel como Seth.
—¿Todo bien? —preguntó Seth. Parecía casi divertido mientras Cole seguía mirándome, sus ojos se volvían más acalorados a medida que me absorbía.
Sentí que mis mejillas se sonrosaban involuntariamente mientras volvía la mirada y me alejaba de Cole.
—Bueno, ahora que estáis aquí os hablaré a los dos. Jewel, puedes marcharte —dije, dándome la vuelta y caminando unos pasos más antes de despedirla.
Me permitió calmarme y ponerme a trabajar. A los lobos les gustaba eso a veces, tanto como a cualquier sobrenatural con ego.
Sabía que no debía alentarlos, pero eran muy tentadores.
Además, podría sacar provecho de esto; no es que fuera a importarles de todos modos una vez que encuentre a sus Lunas.
Jewel me miró con furia en los ojos al ver que le daba órdenes.
Uy.
Ella miró primero a Cole, pero Seth la miró con atención y asintió.
Echó una última mirada a Cole, cuyos ojos seguían fijos en mí, antes de dirigirse al coche y emprender la marcha.
Esperé a que se pusiera en marcha antes de dirigirme a ellos. —¿Por qué habéis roto deliberadamente nuestro contrato?
Ambos pares de ojos se clavaron en mí ante mi pregunta directa. Una carga eléctrica llenó el espacio, haciendo que se me cortara la respiración.
Estos dos Alfas eran peligrosos, y su presencia era difícil de soportar por la cantidad de energía que me rodeaba.
Cole me respondió con una sonrisa socarrona. —Bueno, realmente dijimos antes de la ceremonia, no especificamos exactamente cuánto tiem…
Levanté la mano para cortarle. Parpadeó, confundido.
—No —dije con fuerza—. Las condiciones están clarísimas. Necesito tres días para mirar y preparar esto, pero tenía que reunirme con vosotros primero.
—Así que no te hagas el tonto, el que tiene poder, o el lobo de mierda —continué, levantando la voz—. O me voy ahora.
—No vas a ir a ninguna parte —gruñó Seth, mirándome con gravedad mientras daba un paso adelante.
Debería haberme aterrorizado, y mi corazón se agitó, pero no me eché atrás.
En su lugar, me quité la camiseta, mostrando mi sujetador negro de encaje. Tiré la camiseta a un lado y me di la vuelta.
—No vuelvas a amenazarme o me voy ahora —gruñí, señalando mi columna vertebral.
A lo largo de ella había una larga hilera de diminutas runas negras que me pasé dibujando durante algo más de un mes, por si necesitaba una escapada rápida.
Reponía su energía cada luna llena y nueva.
No importaba la situación, todo lo que necesitaba era un poco de sangre cruzada entre mis muñecas o brazos y estaría en casa.
Es cierto que las secuelas de ese hechizo me dejarían enferma durante tres días, como una desagradable gripe, pero bien valía la pena el esfuerzo en un apuro.
—Vuelve a mentirme y lo usaré. Y el aquelarre no volverá a trabajar contigo —dije, añadiendo la última parte para mi satisfacción. Después de todo, tenía el poder de hacerlo.
Me volví a dar la vuelta, cruzando los brazos de nuevo con la camiseta quitada intentando parecer seria a pesar de estar semidesnuda delante de dos desconocidos.
Los dos me miraron fijamente. Pude ver el hambre en sus ojos y me dieron ganas de temblar.
Carne nueva y fresca, eso era todo en lo que sus lobos podían pensar. Una nueva y posible compañera de cama.
Eso era bueno. Podría aprovecharme de ello.
Sabía que no me había imaginado su deseo antes.
—¿Estáis ya listos para discutir lo que necesito de vosotros?
Cole y Seth se miraron, y después de un momento ambos asintieron.
—Bien. Ahora, durante los próximos tres días, recorreré los bosques con uno de vosotros o con ambos para protegeros. Intentaré encontrar el mejor lugar para el hechizo.
—En esos tres días, sólo consumiré alimentos sencillos y el último día sólo líquido. Así que disculpadme si me pongo nerviosa cuanto más nos acerquemos a la ceremonia. Vosotros también tendréis que poner de vuestra parte.
—Tres días sin comida serán un problema —respondió Seth, frunciendo el ceño.
—Nuestros lobos requieren que comamos más —convino Cole, frunciendo el ceño.
Levanté un dedo. —No, lo vuestro no va de comer Vosotros sois libres de comer cualquier cosa. Vuestra tarea es la abstinencia...—Respiré hondo; ésta era siempre la parte más difícil del hechizo.
—...sexual —confesé, separando los dedos.
Cole negó con la cabeza, mirándome con una mirada inquisitiva.
Seth parecía estar a punto de atragantarse con su saliva mientras tartamudeaba: —¿Os lo repito?
—Abstinencia sexual. Si tenéis pareja, no podréis acostaros con ella durante los próximos tres días. Cuanto más lo deseéis y anheléis, más alimentará el hechizo.
—Normalmente, cuando encuentras a tu pareja, tienes sexo para solidificar el vínculo. Pero si tu pareja no se ha transformado aún o nunca has tenido sexo con ella
—Nunca podríamos saber si realmente la conocíamos o no —atajó Cole.
—Exactamente, así que como no tenemos ni idea de quiénes son esas personas, alimentamos el vínculo con la frustración sexual que proviene de la abstinencia.
—Esto hará que vuestras Lunas también se sientan atraídas por vosotros. Cuanto más tiempo estéis separados, más fuerte será el hechizo que os atraiga.
—Sí, pero digamos que mi compañera aleatoria es humana y está en Escocia. ¿Cómo diablos va a arreglar eso el hechizo? ¿Cómo vamos a saber a quién estamos buscando? —Cole me cuestionó, frustrado por mi respuesta anterior.
—Confía en mí, lo sabrás. Será como el oasis en el desierto y estarás en una nebulosa hasta que finalmente tengas sexo y completes la ceremonia de apareamiento, incluyendo el marcarla —dije, apoyando las manos en mis muslos.
—Sin embargo, si la Luna es menor de edad, este hechizo no funcionará. Sólo funciona si han sangrado. Lo he usado muchas veces y funciona siempre que la Luna sea mayor de edad.
La última parte era una mentira. A veces no funcionaba.
No funcionaba con las personas que no tenían alma gemela, tampoco si su pareja no estaba en este mundo.
Pero todos querían creer que tenían una. Mejor que creyeran que simplemente era menor de edad.
O podría resultar ser un varón, si esa era su verdadera preferencia secreta. Era raro, pero ocurría.
—¿Estás diciendo que no tendría opción de convertirse en lobo? —preguntó Seth con el ceño fruncido.
—Así es —dije, asintiendo.
—Es exclusivo de su vuestra especie ser compañeros, pero todos los hechizos tienen una consecuencia. Esta es la de éste. Estoy segura de que vuestros compañeros os perdonarán si al principio les molesta no tener elección.
Ambos se quedaron en silencio durante unos instantes pensando en ello.
—Ahora bien, en cuanto a la abstinencia sexual, como os he dicho ya no podéis acostaros con nadie. A veces, esto molesta a las amantes, y entonces la frustración sexual no es bien recibida. En ese caso estoy... disponible y a vuestro servicio también.
Me aclaré la garganta dejando que el doble sentido de la frase se asentara por un momento.
—Tengo múltiples cataplasmas que provocarán frustración y deseo sexual, pero deben tomarse con precaución. Por ahora, sin embargo, uno de vosotros me acompañará al bosque —dije, recogiendo mi camisa.
—¿Quién de vosotros quiere ser el primero?