Asume el riesgo - Portada del libro

Asume el riesgo

Mars Mejia

Capítulo 8

KARA

Para cuando las clases terminaron, me dolía la cabeza. Todo por el mal genio de Adam, y la estúpida bocaza de Jason: todo el mundo se preguntaba si estábamos en algún triángulo amoroso.

Salí al exterior del instituto, dejando que la brisa me llamara.

El Jeep gris de mi hermano se puso delante de mí y se detuvo bruscamente. La música de reguetón sonaba a todo volumen.

—Hola, Charlie —saludé, saltando al asiento del copiloto.

—Hola —mi hermano mayor me dedicó una amplia sonrisa. Me sorprendió un poco lo amable que se mostraba Charlie.

Que nadie me malinterprete, nunca me había tratado mal, pero al ser mi hermano mayor siempre se metía conmigo, y hacía bromas a diestro y siniestro.

Una vez, cuando no me desperté, Charlie me echó agua por encima.

Grité y le dije que era sábado y que no teníamos clase. El idiota dijo que se había olvidado, y gracias a él, estuve con resfriado durante una semana.

—¿Tienes hambre? —preguntó. La sonrisa de mi hermano seguía presente. Charlie pisó el acelerador y comenzó a conducir hacia nuestro destino.

Echaba de menos cuando Charlie y yo íbamos al mismo colegio. Era un tipo al que todo el mundo quería. Charlie podía golpear a alguien hasta hacerlo pedazos, y aún así lo querían. Y no es que soliese hacerlo.

Todo el mundo sabía que yo era su hermana, y solía salir con él y sus amigos. Todavía los veía por ahí, pero no era lo mismo sin Charlie.

—Deja de pensar tanto —Charlie me miró mientras aparcaba en la mejor cafetería de nuestra pequeña ciudad. Mi hermano me conocía mejor que yo misma, y por eso le resultaba fácil gastarme bromas.

—Un largo día —murmuré mientras salía del Jeep.

El aroma llenó mi nariz en cuanto entré en la cafetería, y mi estómago rugió con fuerza. Aquel establecimiento era el lugar al que iban todos los del instituto, y probablemente la razón por la que Charlie venía aquí.

Una adorable pareja mexicana llevaba el restaurante y servían la mejor comida tradicional.

Vi a un grupo de chicos en la parte de atrás y a unas cuantas chicas haciendo sus deberes en un reservado a nuestra izquierda.

Antes de que Charlie se marchara a la universidad, teníamos la tradición de venir a comer tacos todos los domingos a la una de la madrugada. Nos ayudaba a tranquilizarnos porque los dos somos noctámbulos. Aquello nos mantenía unidos.

Seguí a Charlie y nos acomodamos en el cubículo de madera. El cojín rojo reconfortó mi dolorido trasero. Estaba cansada de estar sentada en sillas duras todo el día.

—Me muero de hambre —mi hermano cogió inmediatamente un menú y lo hojeó—. He intentado preparar algo en casa, pero me olvidé de encender los fogones cuando fui al salón. Así que al volver a la cocina he encontrado todo ahí crudo.

Él sonrió tímidamente y yo puse los ojos en blanco, cogiendo también un menú.

—¿Charlie? —preguntó alguien. Mi hermano y yo giramos la cabeza y vimos a Quintin sonriendo salvajemente mientras se acercaba a nuestro puesto. No lo había visto desde la fiesta de Layla, cuando fuimos interrumpidos bruscamente por Karina.

—Mierda —Charlie le devolvió la sonrisa y se levantó para saludarlo. Me quedé helada cuando vi a Jason acercarse a ellos. Nos miraba a Charlie y a mí de forma extraña.

Mi estómago seguía rugiendo y quería que se dieran prisa y dejaran de hablar para poder pedir mi comida.

Mi temperamento experimentaba tendencia a agotarse cuando tenía hambre.

—Jason, quiero que conozcas al legendario Charlie Acosta —Quintin rodeó a Charlie con un brazo. Charlie sonrió a Jason cuando se encontraron—. Éste es Jason Kade.

Quintin retiró su brazo y golpeó juguetonamente a Jason. Jason miró a Quintin, pero estrechó firmemente la mano de mi hermano.

—Creo que me acuerdo de ti. ¿No eras el corredor más joven del equipo? —preguntó. Charlie levantó la ceja, mostrando su diversión.

No pude evitar poner los ojos en blanco, pero nadie se dio cuenta. Me quedé en el reservado, completamente ignorada, y los tres siguieron de pie. Mis ojos se fijaron en los de Jason, que mostraba su sonrisa deslumbrante.

—Ese soy yo —admitió. Jason no rompió el contacto visual mientras respondía a mi hermano, pero puse los ojos en blanco ante su arrogancia. No me impresionó en absoluto.

Charlie volvió a sentarse frente a mí y Quintin se unió a él. Vi que Jason miraba el asiento a mi lado, pero me desplacé rápidamente hasta el extremo para que no pudiera sentarse. Me reí de su expresión de sorpresa.

—Kara, muévete —dijo Charlie, sin mirar siquiera hacia mí. Quintin le estaba mostrando algo en su teléfono y seguían riendo juntos.

Mi risa murió en mi garganta y refunfuñé, deslizándome hacia atrás, y Jason se sentó inmediatamente con una sonrisa victoriosa.

—¿Sigues compitiendo? —le preguntó Charlie a Jason, entablando una conversación. Me quedé curioseando el menú, ignorando a Jason, que me miraba de reojo.

—Sí, aunque es mi último año —respondió Jason con frialdad.

—Oh, no sé si tú y mi hermana os conocéis —comentó. Jason me pinchó en la pierna, haciendo que lo empujara con ella, y seguí tratando de decidir lo que quería comer.

Charlie terminó justo cuando le di un puñetazo en el muslo por debajo de la mesa.

—No.

—Sí.

Ambos respondimos al mismo tiempo, contradiciéndonos.

Charlie nos miró alternativamente y yo fulminé a Jason con la mirada. Sus ojos azules centellearon divertidos y se volvió hacia mi hermano.

—Más o menos —respondí finalmente por los dos. Jason sonrió sabiendo que yo odiaba admitirlo.

Mi corazón saltó de alegría cuando vi que una camarera se acercaba a nuestra mesa, pero mi sueño murió cuando giró a la izquierda y procedió a dirigirse a otro reservado.

—Genial —opinó Charlie asintió—. Deberías venir algún día para que podamos ponernos al día.

—¡No! —grité accidentalmente, haciendo que los chicos saltaran—. Perdón, quería que la camarera nos atendiera.

Los tres muchachos confundidos volvieron a su conversación.

—Me encantaría —Jason extendió los brazos detrás de él, apoyando su brazo en el respaldo de la cabina junto a mi cabeza. Sentí que su calor me rodeaba, e hice todo lo posible por reprimir la oleada de placer que me produjo.

Por suerte, Charlie no estaba mirando. Aproveché para darle un codazo que le hizo gruñir.

La camarera, que era una chica menuda de pelo negro, se acercó y tomó nuestros pedidos, siendo el mío una hamburguesa al estilo mexicano. Cuando se fue, Quintin y Charlie empezaron a calificarla en una escala del uno al diez.

—Sois unos superficiales —gruñí ante sus ignorantes comentarios.

—¿Cómo? —Charlie levantó una ceja, pareciendo divertido por mi expresión irritada. El imbécil engreído me estaba desafiando. Siempre discutíamos, sólo para demostrar quién tenía razón.

Sin embargo, yo siempre tenía razón.

—No puedes juzgar a una chica por su aspecto. Hay algo llamado personalidad —señalé. Quintin se rió, Jason parecía divertido, y bueno, Charlie no iba a caer sin luchar—. Una cara bonita no es nada si se tiene un corazón feo.

Aunque sonase a cliché, lo sabía muy bien por experiencia. Adam tenía la apariencia, pero le faltaba la personalidad.

—La apariencia es lo que te atrae de una persona, ¿no es así? —replicó mi hermano. Los otros dos fingieron actuar como si me hubieran despreciado, pero poco sabían que el argumento de Charlie sólo ayudaba al mío.

—Es cierto que la apariencia atrae a una persona, pero la personalidad es lo que hace que una persona se quede a tu lado —apostillé. Los chicos no parecían convencidos—. Y por los rasgos de tu personalidad, mi querido hermano, quizá por eso todas las chicas con las que hablas salen corriendo hacia las colinas.

Le regalé a Charlie mi dulce e inocente sonrisa mientras Quintin y Jason estallaban en carcajadas como hienas.

—Charlie, cero. Kara, uno —bromeó Quintin. Charlie me miró fijamente, y yo me mordí el labio, tratando de contener mi propia risa. Me encantaba hacerle aquello a Charlie, especialmente delante de sus amigos.

Charlie y Quintin empezaron a hablar de nuevo, y justo cuando llegó la comida mi estómago hizo un ruido que parecía el de una ballena moribunda.

—Alguien tiene hambre —se rió Jason a mi lado, pero le ignoré y empecé a devorar mis patatas fritas como si mi vida dependiera de ello. El sabor de la deliciosa comida solo me hizo querer más.

Todos seguimos comiendo tranquilamente.

La mano de Jason se posó en mi muslo desnudo. Gruñí y traté de apartar su mano, ignorando la pequeña descarga eléctrica que me produjo.

—¿Os apetece echar una partida en mi casa? —preguntó Quintin una vez que terminó su comida. Charlie también había terminado.

Dios, habían comido rápido.

—Me apunto —respondió Charlie, y pagó por los dos. Los otros se pusieron de pie, y me atraganté con la comida al ver a mi hermano levantarse.

—¿Puedes llevarme a casa primero? —pregunté. Levanté una ceja hacia Charlie. El gilipollas sonrió, y supe que iba a hacer algo para cabrearme.

—No es posible, hermanita. Parece que te vienes con nosotros —contestó. Charlie cogió su chaqueta y se dirigió hacia la salida.

—Charlie. Son tus amigos —repliqué. En serio, no quería ir a ningún sitio donde estuviera Jason. Los tres probablemente unirían sus fuerzas contra mí.

Además, no sería divertido para mí: iban a jugar a los videojuegos todo el tiempo.

—No pasa nada, estoy seguro de que no les importará.

—Claro, no me importa —Jason sonrió a mi lado. Murmuré algunas palabras coloridas antes de abandonar mi asiento y seguir a los chicos fuera.

***

Sólo había estado en la casa de Quintin una vez, en la fiesta que organizó con Jason. Allí donde todo había comenzado.

La primera vez no había prestado mucha atención, debido a que estaba llena de vasos rojos y adolescentes borrachos.

Aquella vez me di cuenta de que era una casa bonita y acogedora.

Seguí de cerca a Charlie mientras caminábamos por un pasillo. No tuve mucho tiempo para mirar el interior, porque Quintin nos metió a toda prisa en su habitación de toda la vida.

Enseguida me fijé en el gigantesco sillón azul que había a los pies de su cama.

Además de eso, su dormitorio estaba decorado con algunos pósters y había una cama doble cubierta por una manta de Looney Tunes. Frente a ella había un pequeño televisor de pantalla plana.

Había un escritorio en la esquina, con un ordenador portátil sobre él, y un pequeño y desgastado sillón junto a su cama.

Quintin se quedó con la cama, Charlie se sentó en el puf y, lamentablemente, yo me quedé con Jason en el sofá. Mis ojos se clavaron en Charlie, que me había arrebatado el puf en la que me moría por sentarme.

Los chicos pasaron los siguientes minutos hablando de videojuegos mientras yo me aburría como una ostra, pero seguía escuchando lo que hablaban.

—Tengo que mear —anunció Charlie y se levantó, dirigiéndose hacia la puerta.

—Gracias por compartirlo —dije con disgusto mientras se marchaba con una sonrisa, sintiéndose satisfecho de sí mismo por haberme irritado.

—¿Queréis algo de beber? —preguntó Quintin, mirándonos a los dos. Miré a Jason a mi derecha, quien empezó a asentir, las ondas rubias sucias cayendo sobre su frente.

—Sí, agua, por favor —respondió Jason, pero yo negué con la cabeza. Lo único que quería era ir a casa.

La pantalla de mi teléfono se iluminó con el nombre de Jess. Miré la hora y fruncí el ceño al ver que eran casi las cinco.

Le puse al día y aparté el teléfono para volver a prestar atención a Quintin.

—Ahora vuelvo —dijo. Quintin se levantó de la cama y se dirigió a la puerta de su habitación. Me puse rígida ante la idea de quedarme sola en un dormitorio con Jason.

De ninguna manera iba a dejar que eso sucediera.

—Puedo ayudar —me ofrecí y me levanté, pero Quintin negó con la cabeza.

—No, eres mi invitada, no te preocupes —replicó. Quintin salió por la puerta, dejándome atrapada a solas con Jason.

Ni siquiera un momento después, sentí que un fuerte brazo me rodeaba la cintura y me tiraba hacia atrás. Mi culo aterrizó en el regazo de Jason.

—Y solamente quedaron dos —susurró Jason desde detrás de mí, mientras su brazo seguía rodeando mi cintura. Intenté apartarlo, pero mis intentos fueron débiles.

Podía sentir cómo su polla se endurecía contra mi culo, y puse mis manos en sus rodillas, presionando intencionadamente más contra él.

La humedad se acumuló entre mis piernas cuando Jason deslizó su otra mano hasta mi pecho y lo sujetó con firmeza. Dejé escapar un suave gemido y me eché hacia atrás para que mi espalda quedara totalmente presionada contra su pecho.

El brazo de Jason que rodeaba mi cintura seguía sujetándome con firmeza, ejerciendo presión sobre mi culo mientras él levantaba suavemente sus caderas. Mi clítoris palpitaba y me odié por haber cedido tan fácilmente.

Pero, joder, sus manos eran muy agradables en mi cuerpo.

Jason me rozó lentamente los pezones a través del sujetador. Se endurecieron bajo su contacto y mis ojos se cerraron. Me manoseó el pecho y luego lo soltó, bajando la mano hasta deslizarse entre mis piernas.

Deseaba que tocara mi punto dulce. En cambio, me frotó el interior de los muslos, provocándome.

La parte lógica de mí desapareció y aparté sus manos, poniéndome de pie para girar y montarme a horcajadas sobre él.

—Aún mejor —exhaló Jason y colocó sus manos en mis caderas, apretándome contra su dura polla. Me agarré al respaldo del sofá, siguiendo el ritmo de Jason. La presión contra mi clítoris aumentó y gemí.

Mi mente repasaba todas las cosas sucias que Jason podría hacerme en aquel momento. La idea de que nos descubrieran sólo me ponía más cachonda. Sabía que debía ser lógica, pero mi mente estaba llena de pensamientos guarros.

Adam nunca me había hecho sentir de aquella manera. Ahora que estaba fuera de una relación, era libre de hacer lo que quisiera con quien quisiera.

Pero él acaba de salir de una relación.~ Mi conciencia había hablado. La culpa me abofeteó.

—Acabas de salir de una relación —siseé como una serpiente de cascabel, y me bajé de él. ¿Cómo podía coquetear si básicamente seguía teniendo una relación?

Se había acabado entre Adam y yo, pero había pasado un mes. Jason seguía hablando con Sarah, y aunque hubieran roto, no hacía ni veinticuatro horas de aquello. Sarah no iba a dejarlo ir tan fácilmente.

Sarah conseguía lo que quería, y vaya si quería a Jason.

Aquello pareció sorprenderle y su mano salió volando como si hubiera tocado una estufa encendida. El rostro de Jason se volvió serio.

—No sabes nada de eso —dijo. Mantenía la mirada perdida. Las respiraciones pesadas seguían saliendo de los dos. Mi cara se endureció mientras miraba al chico de pelo desordenado.

—Probablemente no te importe, pero yo, en cambio, no quiero ningún drama innecesario en mi vida —señalé.

Sus ardientes ojos azules me quemaban y se quedó mirándome en silencio durante unos segundos.

—¿No quieres drama, o no quieres que Sarah te moleste?

Mis puños se apretaron al notar que había dado en el clavo. El fuego dentro de mí no hizo más que crecer, sobre todo porque él sabía exactamente por qué.

—Desde que te conocí, mi vida no ha estado llena más que de drama y rumores. Eso se acaba aquí —afirmé. Desestimé su pregunta y me marché furiosa.

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