Odiada por mi Alfa - Portada del libro

Odiada por mi Alfa

Nathalie Hooker

Capítulo 3

Wolfgang

No puedo creer que dejase que Max y Remus organizaran esta fiesta de mierda.

Mi cumpleaños había sido tres meses antes. ¿De qué servía celebrarlo en aquel momento?

Sabía que sólo buscaban una excusa para montar una fiesta.

—¡Vamos, Wolfgang, es sólo una noche! Quiero ver si por fin encuentro a mi pareja —se quejó Max. Apoyó su barbilla en mi escritorio, suplicando.

—Eso es lo que dices siempre. Y, en tu afán por encontrarla, te has acostado con casi el noventa por ciento de la población femenina —argumentó Remus. Sostenía un montón de papeles en sus manos.

—Oh, cállate. A ti no te importa, porque ya tienes pareja —le espetó Max a Remus, que era el mayor de los tres.

Max y yo teníamos veintiséis años, mientras que Remus tenía veintinueve.

Todos habíamos asumido los papeles que se nos habían asignado al principio de nuestras vidas, concluida ya la gran guerra.

La mayoría de los líderes, como mi padre, el difunto alfa, su mano derecha el padre de Max, o Gamma Craton, habían muerto en combate contra los renegado.

—El que esté con Aspen no tiene nada que ver. Me gusta disfrutar de un momento de relax tanto como a ti, Max, pero nuestras obligaciones son lo primero —señaló Remus.

—¡Pero quiero encontrar a mi pareja! —lloriqueó Max, sonando como un niño pequeño. A veces me preguntaba cómo demonios había conseguido el título de beta.

—La conocerás a su debido tiempo. Ahora mismo, tenemos que encontrar la manera de deshacernos del renegado Klaus y sus compinches —replicó Remus.

—¡Uf! ¡Hemos estado persiguiendo a esos imbéciles durante un año entero! Una noche libre no nos hará daño. Además, puede que por fin encuentres a tu pareja también, Wolfie —dijo Max, moviendo las cejas hacia mí.

—No me interesa —respondí. Y era la pura verdad.

Lo último en lo que pensaba era en emparejarme con una compañera para tener que preocuparme por ella y por la seguridad de mis hijos.

Lo que quería era atrapar a aquel bastardo llamado Klaus y poner fin a la guerra.

—¿Qué quieres decir? A este paso, empezaré a pensar que no te interesan las lobas —insinuó con una sonrisa, ganándose una mirada de reproche por mi parte.

—Debo decir, alfa, que Max tiene razón. Nadie te ha visto nunca interesado en una mujer. Ni siquiera te hemos visto hablar con una —metió baza Remus.

Lo fulminé con la mirada mientras Max se reía a mi lado.

—¡Está bien! Permitiré la estúpida fiesta a finales de mes —cedí, pellizcando el puente de mi nariz—. Pero después nos dedicaremos en cuerpo y alma a localizar y aniquilar a Klaus.

—¡Sí! —saltó Max, rebosante de alegría.

—A tus órdenes, alfa —dijo Remus—. Entonces con los preparativos para la gala.

Así fue como acabé aquí, en esta fiesta en la que ni siquiera quería estar.

En aquel momento, los líderes —el alfa de la Manada de la Luna Azul y su hija Tallulah, Remus y su compañera, Max y yo mismo— nos encontrábamos frente a la puerta del gran salón, esperando a ser anunciados.

Uno a uno, fuimos entrando a medida que se anunciaban sus nombres.

Me llamaron el último. Entré sin molestarme en mirar a las personas que estaban a mi alrededor.

Cuando llegué a mi mesa, eché un vistazo a mi alrededor y topé con un par de ojos grises que parecían mirar en lo más profundo de mi alma.

Era una simple camarera, situada en el rincón más alejado, a mi izquierda. Resultaba intrigante, con aquellos ojos grises demasiado grandes y el pelo castaño.

Sin embargo, aparté rápidamente la mirada y centré mi atención en otro lugar.

La fiesta transcurrió lentamente, para mi disgusto. Pronto me sentí aburrido como una ostra al tener que rechazar constantemente a las chicas que me pedían bailar con ellas.

Incluso la hija del alfa de la Manada de la Luna Azul, Tallulah, se acercó a mí, batiendo las pestañas mientras intentaba seducirme.

—Hola, Wolfgang —me saludó con su tono más dulce. Me limité a asentir mientras me quedaba con los brazos cruzados.

—Has organizado una velada muy bonita. No sabía que fueras de los que celebran fiestas de este tipo —dijo.

—Yo no he hecho una mierda. Max y Remus se han ocupado. Yo sólo autoricé todo esto —ladré, perdiendo la poca paciencia que me quedaba.

En aquel momento, fui abordado por un idiota borracho.

—¡Oye, cumpleañero! —dijo Max, pasándome el brazo por encima de los hombros mientras trataba de mantener el equilibrio.

—No sé si recuerdas que mi cumpleaños fue hace meses. Esto es sólo una manera de librarme de tu molesta insistencia —aclaré.

—Oh, vamos, aguafiestas. Es imposible que te estés aburriendo —conjeturó mientras bebía su cerveza.

—Y como una ostra, además. Sólo estoy aquí porque soy el anfitrión —aseguré, fulminándolo con la mirada—. ¿Ya has encontrado a tu pareja? Porque quiero terminar con esta fiesta pronto.

Me arrepentí de la pregunta en el momento en que salió de mi boca. Max empezó a sollozar mientras me rodeaba con sus manos.

—¡No! Empiezo a creer que no tengo pareja. ¡Oh, Diosa de la Luna! ¿Es mi destino ser un lobo solitario para siempre? —gritó, aferrándose a mí.

—¡Suéltame, idiota!

Pero él tenía un agarre de hierro sobre mí.

—¡No! ¡Consuélame, por favor! Tengo el corazón roto, porque no he encontrado a mi pareja.

—¡He dicho que te bajes! —ordené. Me detuve bruscamente cuando un aroma celestial se coló en mis fosas nasales. Empujé a Max a un lado, tratando de ventear el aire en busca del origen de aquel efluvio.

—¿Qué...? —empezó Max de nuevo, pero le corté en seco.

—¿Captas eso? —le pregunté.

—¿Captar el qué? —se interesó Tallulah. Me había olvidado por completo de que estaba allí.

—¿Eh? —vaciló Max, olfateando sin convicción—. No sé exactamente lo que se supone que debo captar, amigo.

Le ignoré. El olor era dulce y delicado, como a vainilla y malvavisco.

De repente, mi lobo, Cronnos, comenzó a aullar como un loco dentro mi cabeza. Se levantó de un salto y corrió de un lado a otro, husmeando también el aire.

Una compañera... puedo olerla. Huelo a mi compañera —anunció Cronnos desde mi mente.

Me quedé congelado en el sitio. Aquello no podía estar pasando. No había encontrado a mi pareja en ocho años. ¿Por qué sucedía de repente?

—¿Wolfgang? ¿Estás bien? —inquirió Tallulah.

—Sí, amigo. Te has puesto muy pálido. ¿Te pasa algo? —añadió Max.

—Eh... sí, sí. Me encuentro perfectamente —aseguré, todavía concentrado en el olor.

Nuestra compañera está finalmente aquí, muchacho. ¡Encuéntrala! ¡Puedo olerla! —gritó Cronnos.

Salí de mi trance.

—Yo... necesito ir al baño. Si me excusáis... —aduje. Me alejé de Max y Tallulah.

Tenía que encontrarla. Era como si el olor tirara de mí.

Caminé entre los invitados, sin reconocer a ninguno de ellos.

Lo único que tenía en mente era encontrarla. Cronnos seguía gritando que por allí andaba nuestra compañera.

Seguí recorriendo el salón hasta que mi mano agarró instintivamente una mano pequeña y suave.

Levanté la vista y me encontré cara a cara nada menos que con la camarera de ojos grises que había visto antes.

Mi pareja... —dijimos los dos al mismo tiempo.

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