Aimee Dierking
—¿Kathy, estás de broma? —preguntó Michael sin dar crédito a lo que escuchaba.
—Lo siento, Michael. Estoy en Las Vegas con Shawn. Nos hemos casado —dijo Kathy.
—¡Pero si nos vamos en dos semanas! ¿Qué voy a hacer sin niñera? —exclamó.
—Lo siento mucho, Michael... ¿Podrías despedirte de Ollie de mi parte? —preguntó Kathy en voz baja.
—Sí, claro... —dijo antes de colgar. Tiró el teléfono sobre la mesa y soltó—: ¡Maldita zorra!
—¿Qué ocurre, Michael? —preguntó Kim Morgan.
—¡Mi niñera acaba de dejarme plantado! —dijo enfadado mientras se echaba hacia atrás en la silla, pasándose los dedos por el pelo.
—¿Cómo? —Neil Morgan se acercó a la mesa; llevaba consigo a un pequeño niño que sujetaba un vaso de leche—. ¿Kathy se ha largado?
—¡Está en Las Vegas! ¡Casándose! —Michael gritó tanto que todos los vecinos se enteraron.
—Vaya... —dijo Kim.
Él suspiró.
—Tengo que llamar a mi madre. ¿Podríais echarle un ojo a Ollie?
—¡Por supuesto! ¿Quieres que te esperemos para comer? —preguntó Neil, alborotando el pelo del niño.
—No, empezad vosotros. Solo serán unos minutos —dijo Michael, y ellos asintieron. Luego se fue al fondo del jardín y llamó a su madre.
—¡Michael! ¡Hola cariño! ¿Cómo estás? —dijo alegremente Susan Whitlock, su madre.
—¡Mamá, estoy metido en un buen lío!
—¿Qué ha pasado? —preguntó preocupada—. ¿Ollie está bien?
—Ollie está perfectamente... ¡Kathy acaba de llamar y ha renunciado! ¡Está en Las Vegas, casándose!
—¡Pero si te vas en unas semanas!
—¡Ya lo sé! ¿Puedes echarme una mano? —preguntó.
—Cariño, puedo ir a ayudarte antes de que te vayas, pero sabes que no puedo irme a Londres contigo —dijo Susan con cariño.
—Lo sé, mamá, pero si pudieras quedarte hasta que encuentre a alguien, ¡te lo agradecería muchísimo! ¡Te compraré un regalo de cumpleaños estupendo! —dijo él.
Ella se rio.
—Déjame mirar vuelos a Chicago y pensar en lo que puedes regalarme por mi cumpleaños.
—¡Gracias mamá! Ollie y yo te recogeremos en el aeropuerto. ¡Gracias!
—De nada, cariño. Te aviso en cuanto sepa algo.
Michael volvió a la mesa y se sentó con su hijo y sus vecinos.
—Mi madre vendrá a cuidar de Ollie hasta que pueda arreglar algo.
—Michael, a Kim y a mí se nos ha ocurrido una idea. ¿Qué te parece nuestra hija, Anelise? —sugirió Neil.
—¿Qué pasa con ella? ¿No está en la universidad? —preguntó él, algo confuso.
—Sí, pero está terminando el semestre y le encanta cuidar niños —dijo Kim.
—¿En serio? ¿Creéis que querría hacer de niñera durante el verano?
—¡Creo que esto le vendría como anillo al dedo! Está haciendo un máster en literatura inglesa y está empezando su tesis.
»Es una buena chica, nunca se mete en líos y saca unas notas excelentes. ¡Y no sale de fiesta, aunque su compañera de piso lo intenta con todas sus fuerzas!
—¿Cuántos años tiene? —preguntó Michael.
—Tiene veinte. Cumplirá veintiuno en octubre —dijo Kim con orgullo.
Michael realmente necesitaba ayuda y se lo pensó un momento.
—¿Me podéis dar su número? La llamaré para ver qué le parece.
—¡Claro que sí! Le mandaré un mensaje para avisarla —dijo Neil mientras le servía a su vecino un poco de salmón a la plancha.
Cuando estaba a punto de irse, Michael echó un vistazo a las fotos de la hija de los vecinos en las paredes.
Era una joven rellenita con gafas, pelo rojo oscuro y una bonita sonrisa. Parecía la típica ratoncita de biblioteca y una buena opción para cuidar de Ollie cuando se fueran a Inglaterra.
Esperaba que la llamada saliera bien.
***
Anelise estaba tomando notas para la propuesta de tesis que escribiría durante el verano. Tenía que entregarla después de los exámenes finales, pero no estaba satisfecha. Quería aportar algo más, pero no sabía el qué.
Cuando hablaba de su propuesta con el profesor Andrews, sentía que le faltaba algo, alguna emoción o más pasión, algo que realmente le interesara.
El profesor Andrews dijo que lo que tenía era genial y sería un buen proyecto final. Pero Anelise no quería que fuera solamente un buen proyecto; quería que su tesis fuera asombrosa e impresionante.
Anelise suspiró mientras iba a por una taza de té, que solo se permitía tomar una vez al día. Pensaba que si no se controlaba, volvería a ganar el peso que tanto le había costado perder.
Dio un largo trago. Estaba contenta de que su compañera de piso y mejor amiga, Leslie, estuviera fuera tomando el brunch dominical con su familia y que el apartamento estuviera tranquilo para poder pensar en paz.
Estaba dando vueltas por la habitación, intentando aclarar sus ideas y prepararse para estudiar el resto de sus exámenes finales, cuando sonó su teléfono.
No reconocía el número, pero al ver que era de Chicago, pensó que podría ser el vecino que sus padres dijeron que podría llamar con una oferta interesante.
—¿Diga? —contestó.
—Eh... Hola. ¿Puedo hablar con Anelise, por favor? —preguntó el que llamaba; tenía una voz profunda, lo que la hizo sentir un cosquilleo.
—Soy Anelise. ¿En qué puedo ayudarte?
—Me llamo Michael Whitlock. Tus padres me han dado tu número. Soy su vecino —explicó.
—Ah sí, dijeron que podrías llamar con una oferta. ¿Qué puedo hacer por ti?
—Bueno, sé que esto es inesperado, pero estoy en un buen aprieto. Tus padres me han dicho que te gustan los niños y que podrías estar interesada en cuidarlos. Mi niñera renunció ayer y se está casando.
—Vaya, eso sí que es romántico —dijo ella con una sonrisa.
Él se rio.
—Estoy de acuerdo, pero el problema es que me voy tres meses por trabajo y ella iba a venir con nosotros para cuidar de mi hijo, Ollie, mientras yo trabajaba. ¿Te interesaría hacerlo? Te pagaré muy bien.
Ella se lo pensó, considerando que el dinero podría venirle muy bien. Había empezado a disfrutar mucho yendo de compras con Leslie ahora que había perdido tanto peso.
—Bueno, no estoy segura... Voy a estar escribiendo mi tesis de máster...
—Lo sé. Tus padres me lo han dicho. Pero también me han dicho que esto podría interesarte. Mi trabajo me manda a Londres durante el verano. Tendrías días libres para explorar e investigar para tu trabajo.
—¿En serio? —Anelise contuvo la respiración al oír eso.
—Sí, nos vamos en trece días, y te pagaré mil quinientos dólares a la semana. La comida y el alojamiento correrán a cargo de mi empresa. Pero debes saber que trabajaré mucho, y serías responsable de Ollie hasta altas horas de la noche.
Después de explicar los detalles, esperaba haberla interesado y no haberla asustado.
¿Estar en Londres durante tres meses? ¿Ganar una buena cantidad de dinero por cuidar de un niño? De hecho, ¡ganaría tanto que podría dejar la cafetería y no volver el próximo semestre!
—¿Sigues ahí? —Lo oyó preguntar, antes de darse cuenta de cuánto tiempo había estado callada.
—¡Ay, Dios mío, lo siento! Sí, sigo aquí, ¡y sí, lo haré! —dijo emocionada.
—¿De verdad? —dijo Michael, sintiéndose mucho más aliviado.
—Sí. Sé que no es lo ideal que no pueda conoceros realmente a ti o a tu hijo antes de irnos. Pero esto me parece un buen trato para ambas partes, especialmente si mis padres te han dado mi número. Y podría dejar mi trabajo actual gracias a tu generosa oferta —dijo, sintiéndose feliz.
—¡Dios mío! ¡Gracias! ¡No puedo decirte cuánto significa esto para mí! —casi gritó al teléfono, dando un puñetazo al aire.
Hablaron durante varios minutos sobre lo que tendría que hacer y sobre Ollie, que a ella le pareció un niño realmente genial.
—¿Te importaría si llevo a Ollie a algunos museos mientras estamos allí? —preguntó con cuidado.
—¿Quieres hacer cosas educativas con mi hijo? ¿Cómo podría decir que no a eso? —Michael se rio, lo que la hizo sonrojarse, dándose cuenta de que era una pregunta tonta.
—Dame tu dirección de correo electrónico. Te reservaré un billete a Chicago y luego podremos ir todos juntos a Londres. Un vuelo largo será una buena oportunidad para conocernos. Ah, espera, tienes pasaporte, ¿verdad?
—Sí, lo tengo, así que estoy lista. Sí, un billete a Chicago está bien. Te veré en el aeropuerto.
—¿Quieres venir el viernes por la noche y quedarte con tus padres? —preguntó, sabiendo que no se habían visto en mucho tiempo porque ella estaba estudiando en verano y trabajando.
—¡No! —Por poco gritó—. No... eh, necesito estar aquí el viernes para preparar las cosas. Sería genial si pudieras conseguirme un vuelo temprano el sábado por la mañana. No me importa si es muy temprano.
Se sorprendió un poco de que no quisiera ver a su familia, pero no preguntó al respecto.
—Vale. Me pondré manos a la obra y te enviaré por correo electrónico toda la información.
Hablaron unos minutos más antes de colgar. Anelise sentía que iba a estallar de emoción y no podía esperar para contarle a Leslie lo que acababa de pasar. ¡Iba a pasar el verano en Londres!
Siempre había querido ir allí, ¡y ahora su sueño se hacía realidad! Las fechas encajaban perfectamente con el final y el inicio de su curso, según el horario de Michael.
Tendría al menos un día de fin de semana libre para ella. Además, cualquier momento en que Ollie estuviera durmiendo, podría escribir, investigar o hacer lo que necesitara.
De repente se le ocurrió una idea, y corrió a la mesa y abrió un nuevo documento. Las palabras empezaron a salir de ella. Estaba escribiendo un correo electrónico al profesor Andrews, sonriendo de oreja a oreja, cuando Leslie llegó a casa.
—¿Por qué sonríes tanto? ¿Por fin les has cantado las cuarenta a tus padres? ¡Uy, mi madre estaba que echaba chispas porque no estabas allí! —Leslie tiró su bolso en el sofá.
Anelise puso los ojos en blanco.
—Todavía no, ¡pero escucha! —Le contó la historia de lo que había pasado y vio cómo los ojos de su mejor amiga se agrandaban.
—A ver si lo he entendido bien, ¿tus padres le han dado tu número a un vecino que necesita una niñera para el verano y ahora vas a pasar el verano en Inglaterra mientras escribes tu tesis y te pagan por hacerlo? —preguntó Leslie.
Ella asintió emocionada.
—¿Y dices que este vecino tiene una voz sexy...? ¡Joder, Ani! ¡Vas a tener un verano de película! ¡Qué envidia me das!
Ani bailó emocionada por su apartamento.
Leslie hizo un puchero.
—¡Me vas a hacer ir a fiestas de jardín y eventos benéficos yo sola!
—Estoy segura de que tu madre y tus hermanas se portaran de maravilla —respondió, sabiendo que Naomi Rothchild trataría a su hija como la increíble joven que era, estuviera Anelise allí o no.
Los Rothchild eran una familia rica y antigua de Tennessee, y por muy ricos que fueran, Naomi y Johnathan Rothchild eran muy normales y esperaban que sus hijos, los cinco, fueran buenos miembros de la comunidad y representaran bien a la familia.
Desde que se hicieron amigas en su primer año en Vanderbilt, Anelise y Leslie habían sido uña y carne, y los Rothchild la recibieron con los brazos abiertos. Realmente eran buena gente.
—¡Ya veremos! Entonces, ¿te vas el sábado después de los exámenes finales? ¿El viernes por la noche es noche de juerga? —Resopló Leslie.
Ella asintió.
—Sí, pero no puede ser demasiado loca. ¡Tengo que madrugar para coger el vuelo a Chicago!
—¿No vuelves el viernes para quedarte con tus adorados mamá y papá? —Leslie se rio.
Anelise le tiró un cojín.
—¡Ni de coña! Esto en realidad me da una excusa para no verlos antes de graduarme en diciembre. Con suerte, tendré un trabajo para entonces y tendré otra razón para no volver.
—Ani, en algún momento tendrás que hablar con ellos sobre cómo te sientes. Van a notar que has perdido unos diez kilos desde que te vieron hace año y medio, ¡y podrán ver lo guapa que estás y cuánto has cambiado!
—Lo sé, Lulu, pero simplemente no estoy lista para decir «Oye, me sobreprotegisteis, y no tenía ni idea de cómo vivir en el mundo real. ¡Así que gracias!».
Anelise continuó:
—Y solo para rematarlo, diría, «¡Ah, y mi mejor amiga que creéis que no es lo suficientemente buena es la mejor y me trata con cariño y respeto! ¡Su familia es maravillosa y me trata mejor que vosotros!».
Leslie sonrió.
—¡Échale la culpa a mi madre, ella puede cargar con el muerto de cómo me criaron y de cambiarte!
Anelise le devolvió la sonrisa.
—¡Bendita sea tu madre! ¡Venga, hagamos un vídeo de ejercicios y luego vayamos a cenar sushi!
Leslie gimió:
—¡Maldita sea la hora en que te enseñé ese programa! ¡Aunque si tú pagas el sushi, me apunto!
Se rieron y fueron a cambiarse.
***
Michael colgó, sintiéndose aliviado de que la joven estuviera dispuesta a cuidar de Ollie y pudiera dejar de preocuparse por eso. Inmediatamente se puso con el ordenador y encontró un vuelo temprano de Nashville a Chicago para ella.
Llegaría dos horas antes de que estuvieran listos para irse a Londres. Llamó a la gerente de oficina de su empresa y explicó los cambios de nombre, dejándolo todo preparado para que estuvieran realmente listos para irse.
Se recostó y observó felizmente cómo su precioso hijo jugaba en el suelo con sus juguetes, pensando cuánto lo quería. Entonces la voz de Anelise vino a su mente. Pensó que era bonita y que tenía una calidad casi musical.
Michael no iba a darle más vueltas, pero realmente quería saber por qué la tímida ratoncita de biblioteca de las fotos que vio no querría ver a su familia después de tanto tiempo. Parecía que había más detrás de esa historia.
Sacó su teléfono y le mandó un mensaje a su mejor amigo, Craig, que iba a ir a Londres con él: «He conseguido una nueva niñera. La hija del vecino. ¡Todo listo!». La respuesta llegó poco después:
«¡Toma ya, colega! ¡Una preocupación menos antes de irnos! ¡Salud! —como dicen los lugareños».
Riéndose, Michael se levantó, cogió a su hijo en brazos, lo lanzó al aire y salió a jugar con él afuera ahora que su trabajo estaba hecho. Por el momento.