Destinada al alfa - Portada del libro

Destinada al alfa

Kelsie Tate

Capítulo 4

JACKSON

¡Compañera! —mi lobo, Blaize, casi gritó.

¡Eso es imposible! —grité en mi cabeza.

¡Nuestra compañera es tan hermosa! Y huele tan bien —Blaize había pasado de ser un alfa duro a un cachorro enamorado en una fracción de segundo.

Ella es una granuja. No podemos aceptarla... —murmuré mientras me sentaba en mi despacho. Una vez que la chica y Jim se marcharon, tuve que tomarme un minuto.

Había renunciado a encontrar pareja. Tenía casi veintiséis años. Ahora sabía por qué. Al parecer, mi compañera era una loca pícara, que se las arregló para entrar en mi compañía.

No confío en ella —gruñí.

¿Podemos volver a verla?

¡No! —grité. Les había dado mis condiciones. No iba a rechazarla todavía.

Le daría unos días a la situación, o al menos, le daría a ella unos días. No iba a durar mucho. Mis asistentes nunca lo hacían.

Sabía que lo dejaría en una semana, y entonces no tendría que preocuparme por rechazarla. Simplemente, se rendiría y se iría.

Suspiré, me levanté de la silla y cogí el teléfono mientras rodeaba la mesa.

—Srta. Lovett, a mi oficina.

—Sí, señor.

Un momento después, entró y volví a sentir la madreselva y la vainilla. Su olor me mareó. Quería inhalarlo todo.

—¿Qué puedo hacer por usted, señor Thorpe? —preguntó. Su tono de voz era frío, como si estuviera enfadada conmigo.

—Toma estos archivos y ordénalos donde corresponde en la sala de archivos. Luego, coge todos estos y haz copias. Necesito doce de cada expediente para una reunión mañana.

—Sí, señor —respondió ella.

—Sí, Alfa.

Me miró como si estuviera loco. —¿Perdón?

—Es Alfa para ti.

Pude ver la furia del fuego en sus ojos. —Sí, Alfa —gritó con una sonrisa antes de darse la vuelta y salir de mi despacho.

—Impresionante —murmuré para mis adentros. Cuando vi la rabia en sus ojos, pensé que tendríamos un espectáculo, pero se contuvo.

Unas horas más tarde, me di cuenta de que no había enviado el recordatorio de la reunión de la manada. —Mierda —murmuré.

Miss Lovett,

Envía un email sobre la reunión de la manada de mañana por la tarde.

7 p.m. en la Casa de la Manada. Cena a continuación.

Jackson Thorpe

Continué con mi trabajo cuando oí un pitido en mi escritorio.

Correo electrónico enviado.

Miré el reloj y vi que eran casi las cinco. Cogí mis cosas y salí de la oficina.

—Buenas noches, Srta. Lovett.

—Buenas noches, Sr. Thorpe —respondió. Su voz volvía a ser fría, cosa que no me gustó. Pero no se lo iba a decir.

Salí corriendo hacia el coche. Necesitaba salir de aquí y alejarme de aquella chica. Salí del garaje y conduje treinta minutos hasta casa.

Nuestra casa de la manada estaba a unos veinte acres de nuestra propiedad oficial, pero daba a un gran bosque. Era conveniente y seguro para nuestra manada.

Hacía décadas que no ocurría nada importante, y estábamos seguros y cómodos.

Cuando llegué a casa, sentí que me relajaba. Sabía lo que me tranquilizaría. En cuanto salí del coche, me cambié de ropa, sin preocuparme por el traje hecho jirones que había dejado atrás.

No ~entiendo por qué luchas contra esto~ —murmuró Blaize mientras corríamos—. ~Ella parece perfecta...~

Estoy ~tratando de no pensar en el día de hoy. ¿No podemos simplemente correr?~ —respondí, enojado.

Blaize respondió con un resoplido antes de emprender la huida a toda velocidad por el bosque.

Cuando volví al refugio, me puse unos pantalones cortos de repuesto y entré por la puerta trasera. Era tarde y la cena ya había pasado.

Busqué en la cocina algo que valiera la pena comer antes de subir. No había nada.

—Entonces, cereales —murmuré mientras cogía un bol y una cuchara. Después de comerme media caja de Cocoa Puffs, me dirigí a mi habitación para ducharme y cambiarme.

—Alfa —la voz sensual llenó mi habitación en cuanto entré.

—No tengo paciencia para esto esta noche. Vete —refunfuñé, pasando junto a la loba desnuda en mi cama y entrando en el baño.

No sabía por qué todas las mujeres de la manada pensaban que estaba bien entrar en mi habitación, pero nunca funcionó, y desde luego no iba a funcionar esta noche.

Siempre había alguna loba tratando de seducirme, con esperanza de gustarme y que la convirtiera en luna. Pero yo no funcionaba así. Me duché para quitarme el polvo de la carrera y la encontré todavía en mi cama.

—Vete. No volveré a pedírtelo —gruñí antes de entrar en el armario para cambiarme.

Me tomé unos minutos de más, esperando que se hubiera ido cuando salí. Afortunadamente, así fue, y pude meterme en la cama y dormir un poco antes de que amaneciera, demasiado pronto.

***

—¡Buenos días, Alfa! —cantaron todos cuando entré en la cocina de la manada.

—Buenos días —sonreí. Ojalá pudiera pasar aquí todo el día, todos los días. Pero tenía que dividir mi tiempo entre las tierras de la manada y los asuntos de la manada en la ciudad.

Hablando de asuntos de la manada... ¿Cuándo volveremos a ver a nuestra compañera?

Puse los ojos en blanco. Mi lobo se comportaba como un cachorrito enamorado de ese granuja. Me pasé las manos por el pelo. —Ni siquiera sé lo que voy a hacer con ella.

Incluso al mencionarla, mi mente se volvió loca pensando en esa mujer. Aunque era una pícara, no había duda de que era hermosa. Me sacudí el pensamiento de la cabeza.

No necesitaba enredarme pensando en ella.

Por suerte, era uno de los días que pasaba en la manada, y no tendría que volver a verla hasta el día siguiente.

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