«Te deseo ya», me susurró al oído antes de llevarme a través de las gradas hacia los vestuarios.
Me apretó contra la taquilla, noté el frío metal contra mi espalda.
Mientras nos besábamos, levanté la mano y le pasé los dedos por el pelo, tirando de sus rizos. Se apartó un momento y sonrió tortuosamente antes de atraerme con más agresividad.
Me mordió el labio, tirando suavemente de él, antes de deslizar su lengua en mi boca.
Me pregunté cómo sería sentir su lengua en otras partes de mi cuerpo.
Cuando bajó frente a mí, me di cuenta de que pronto lo averiguaría.
Bia y Tanner son polos opuestos; él es el sexy capitán del equipo de hockey acostumbrado a conseguir lo que quiere, y ella es la patinadora sobre hielo que se niega a dárselo. Sin embargo, cuando sus cuerpos chocan, saltan chispas. ¿Qué ocurrirá cuando se encuentren solos sobre el hielo? ¿Cederá Bia a los encantos de Tanner?
BIA
Tanner Hart no dejaba de mirarme desde el otro lado de la pista de hielo.
Con el equipo de hockey puesto, parecía enorme. Su cuerpo musculoso era mucho más grande que el mío.
Tanner pensaba que ser el capitán del equipo de hockey significaba mandar sobre la pista.
Hoy se suponía que iba a poder practicar mi triple axel en privado. Me aseguré de dejarlo por escrito en el calendario, incluso lo hice con meses de antelación para poder entrenar sin que nadie me molestara y menos un grupo ruidoso de jugadores de hockey. Y sin embargo, aquí estaban todos.
Al parecer, Tanner necesitaba practicar su tiro para el gran partido que iba a tener.
Con una sonrisa de todo menos honesta, me pasó una nota escrita de parte de su entrenador. Si los jugadores de hockey eran malos, su entrenador era peor.
Nos miraba con desprecio a los patinadores sobre hielo y se aseguraba de que los jugadores compartieran sus opiniones.
―Lo que tú digas, Tanner ―Puse los ojos en blanco y me alejé patinando―. No te metas conmigo; acaban de alisar la pista con la pulidora de hielo.
No merece la pena pelear, me decía a mí misma, intentando mantener la compostura. Sabía que no debía de tener una bronca con él estando tan cerca de los campeonatos regionales. Tenía que concentrarme. Este iba a ser mi año. Iba a llegar a los nacionales... Y más allá.
―Claro que sí, princesa de hielo ―Resopló.
Lo único que tenía Tanner Hart era que siempre conseguía lo que quería.
Tiempo de formación.
Atención.
Especialmente de mujeres guapas.
Pero yo nunca le daría esa satisfacción.
Todavía podía sentir sus ojos clavados en mí espalda mientras empezaba con el calentamiento. De tanto que me miraba casi me quema la piel.
Por extraño que pudiera parecer, disfruté de ello. Es decir, lo que me gustaba no era su atención. Me gustaba demostrarle que yo también podía ganarle, o eso quería pensar.
Yo no era como las demás chicas que lo adulaban. En mi opinión, mis compañeras de patinaje sobre hielo se dejaban impresionar con demasiada facilidad. Estaba segura de que él esperaba que yo fuera como ellas.
Esperó a que terminara de hacer un axel antes de empezar a practicar. Aun así, de vez en cuando, miraba en mi dirección.
Volvió a hacer una pausa mientras yo me preparaba para intentar hacer un doble axel.
Me deslicé por el hielo con elegancia antes de lanzar mi cuerpo por los aires.
Estaba segura de que esos jugadores de hockey no podrían hacer eso. No con sus torpes patines.
Aterricé perfectamente en un arabesco. Cuando pasé a su lado, me di cuenta de que estaba impresionado.
Me tomé un descanso y bebí un poco de agua. Era difícil hacer que algo tan exigente físicamente pareciera fácil. Y todo ello con un aspecto precioso.
Eché un par de miradas furtivas en su dirección, preguntándome si él también sentiría mis ojos clavados en él.
Mientras estaba allí de pie, mi mente se preguntaba qué aspecto tendría sin todo ese voluminoso equipo de hockey. Empecé a imaginarme sus abdominales perfectamente cincelados descendiendo hasta esa infame formación en V.
Cuando marcó, se dio la vuelta y se dio cuenta de que le estaba mirando.
Desvié la mirada inmediatamente.
Maldita sea. Me ha visto.
―¿Impresionada, princesa? ―Me guiñó un ojo, patinando hacia mí.
―Oh, por favor ―respondí―. Podría patinar en círculos a tu alrededor.
Antes de darme cuenta, estábamos a centímetros de distancia.
―¿Estamos a punto de besarnos ahora mismo? ―preguntó.
―En tus sueños ―solté―. Sal de mi zona.
Cuando empecé a patinar hacia atrás, sentí un fuego creciendo dentro de mi cuerpo. Odiaba que tuviera ese efecto en mí.
Necesitaba canalizar esta rabia y cualquier otra cosa que estuviera sintiendo en mi salto de triple axel.
Me apreté la coleta. Respiré hondo y me preparé.
Esta vez, hice lo de siempre, pero con más fuerza. En el aire me fui, girando.
Una vez.
Dos veces.
Justo cuando iba a hacer el tercer giro, sentí que se me escapaba el impulso.
Fue entonces cuando me golpeé con fuerza contra el hielo. Justo en mi hombro izquierdo.
Un dolor punzante irradió desde el lugar del impacto.
Esa caída definitivamente me iba a provocar un moratón. Tendría que cubrirlo con maquillaje para las regionales de dentro de unos días.
Me quedé tumbada en el hielo un rato más. La superficie fría me alivió el cuerpo por un momento.
Inesperadamente, sentí un par de manos fuertes en mi cintura, levantándome del suelo.
Era Tanner.
―¿Estás bien? ―preguntó.
Ahora que estaba tan cerca, vi algo nuevo en sus ojos.
¿Podría ser preocupación? ¿Como si quisiera cuidarme quizás?
El gilipollas de siempre no estaba a la vista.
―Estoy bien ―tartamudeé, tratando de entender lo que estaba pasando.
Ese sentimiento dentro de mí explotó, apoderándose completamente de mi mente.
―Te caíste muy fuerte ―dijo―. Necesitas que te revisen.
―Me he caído un millón de veces ―insistí―. Te prometo que estoy perfectamente.
Cuando volví a estabilizarme sobre los patines, me estremecí y me llevé la mano al hombro.
―No estás bien ―espetó antes de levantarme y cogerme en brazos.
―Bájame ahora mismo, Tanner ―Me retorcí en sus brazos.
Patinó hasta el borde de la pista y me colocó en la valla.
Sin embargo, en lugar de dejarme en paz, sus brazos permanecieron sobre mi cuerpo.
Es la vez que más cerca habíamos estado nunca.
Apretó su cuerpo entre mis piernas y me recorrió una sensación de placer.
Nos fuimos acercando cada vez más y pude sentir su aliento en mi piel.
Mi corazón casi se detuvo cuando nuestros labios se tocaron.