
Hoy es un gran día. Lo noto. Hay una electricidad en el aire que no había ayer. Un crepitar de emoción. De anticipación.
Esta mañana, me he despertado de un sueño fuera de mi alcance. Un minuto estaba allí, y al siguiente, ya no estaba.
Elijo verlo como una señal de cosas buenas por venir.
Después del rechazo de Zeke, no pude quedarme con la manada. Me dolía demasiado.
Necesitaba un espacio seguro para curarme. Y mi tía Cheryl, la Gran Maga, me había estado instando a que pasara tiempo con ella, para entrenar y perfeccionar mis poderes bajo su vigilancia, de modo que estuviera preparada para tomar el relevo como Gran Maga cuando llegara el momento.
Era una distracción muy necesaria.
Vivir y entrenar en la Mansión Lila con mi tía y su hijo, Theodore, fue una bendición. Me distrajo de Zeke y me obligó a concentrarme en mis habilidades.
Mis poderes aparecieron pronto, a los cinco años, y no sólo me abrumaron a mí, sino también a mi familia. Mi madre y mis abuelos me ayudaron a controlar mis poderes a medida que crecía, pero pronto superé, incluso, sus capacidades.
No fue una sorpresa para la familia cuando la tía Cheryl me nombró su sucesora, aunque otros sobrenaturales se quedaron ciertamente sorprendidos.
Y después de tres años de entrenamiento con la tía Cheryl, estudiando bajo su techo, leyendo sus muchos tomos de historia mágica y hechizos, sé que tomó la decisión correcta. Puedo sentirlo en mí. Mi magia es más fuerte. Más centrada.
Tía Cheryl insistió en la importancia de mantener la mente en calma. Cuando tus emociones se alteran, es casi seguro que tus poderes también lo harán. Así que meditar mantiene esos poderes y emociones bajo control.
Aunque no puedo decir que no me haya quedado dormida mil veces durante estas «sesiones de meditación».
Poco después de llegar a la Mansión Lila de la tía Cheryl, con su gran escalera de mármol, sus lámparas de araña goteando cristales en forma de lágrimas, su alfombra púrpura de pared a pared y sus sirvientes entrando y saliendo silenciosamente de las habitaciones por puertas ocultas, me sentí abrumada por todo aquello.
Empecé a preguntarme por qué me dejaba pasar su barrera mágica, diseñada para detectar las intenciones del visitante y mantener alejados a los enemigos. Sabía que era una tontería, pero no todo el mundo tiene tanta suerte como yo. Muchos son repudiados por el rechazo de su pareja.
Pero entonces Theo, con su apariencia engañosamente delgada y su aspecto juvenil, me rodeó con sus brazos, me recordó que soy su hermana de hechizos y me exigió que me adueñara de mi poder en el mundo.
No me dio más confianza de inmediato, pero fue un comienzo.
Pero hoy no se trata de mí. Hoy es el día de la ceremonia de iniciación de los Cazadores, la noche en que los ancianos y líderes de las comunidades sobrenaturales honran a los nuevos reclutas. Los líderes de cada especie asisten al baile para felicitar a los nuevos estudiantes. Esto demuestra que los estudiantes cuentan con la bendición de sus líderes.
Hace un mes, ayudé a Theo a mudarse a su dormitorio en la Academia, donde pasará los próximos años, entrenándose para ser Cazador, uno de los pocos miembros de la élite encargados de garantizar la paz entre los mundos humano y el sobrenatural.
No es fácil entrar en el programa. Debes superar muchas pruebas escritas y físicas sólo para que te tengan en cuenta.
Fue un día de orgullo en la Mansión Lila cuando Theo recibió su carta de aceptación.
Mientras me preparo para la noche, pienso en el día de la mudanza de Theo a la residencia. Hubo algo de ese día que no he podido quitarme de la cabeza.
Nada más llegar, me invadió una hermosa sensación. Como chocolate caliente en una fría noche de invierno.
Era reconfortante, me envolvía en su abrazo.
Se intensificaba con cada paso que daba hacia el dormitorio de Theo. Y de repente, desapareció.
No he sido capaz de dejarlo ir. Viene a mí en mis sueños, pero siempre está fuera de mi alcance.
Sacudo la cabeza para aclarar mis pensamientos y me miro por última vez en el espejo. El vestido de satén jade con escote redondo me queda perfecto. Me doy un toque de brillo de labios rosa brillante antes de reunirme con mi tía en el vestíbulo.
La tía Cheryl luce regia con su vestido verde esmeralda y su anillo de boda en una cadena de oro alrededor del cuello.
Irradia poder y dominio, y está pletórica de orgullo de que su hijo se esté formando ahora para ser Cazador.
Me coge la mano con fuerza y nos teletransportamos a la Academia.
Llegamos al salón de baile y vacilo, con el cuerpo girado hacia la derecha. Miro por el pasillo, pero no veo nada. Pero el olor a chocolate está en el aire y me atrae.
Voy a dar un paso y la tía Cheryl me da un golpecito en el brazo, captando mi atención, mientras señala al otro lado del salón de baile.
Miro rápidamente las mesas y ahí están, Theo y mis padres. Mis tacones chasquean contra la brillante baldosa mientras corro hacia ellos.
Mi madre me ve primero y prácticamente salta de su asiento. —¡Mi bebé! —chilla, corriendo hacia mí con los brazos extendidos.
—¡Mamá!
Abro los brazos y la abrazo. Me aprieta hasta que estoy a punto de estallar. Hacía tanto tiempo que no la veía que no quiero dejarla marchar.
—Te he echado de menos, mamá —susurro.
—Yo también te he echado de menos, cariño —responde ella.
Nos quedamos así hasta que siento una mano en mi hombro. Rompo el abrazo para ver a mi padrastro, Ian. Salto a sus brazos y lo abrazo durante un buen minuto antes de separarme.
—Me alegro de verte, Ian. —Sonrío.
—¡Ian, no acapares a mi bebé! —grita mi madre, tirando de mí hacia sus brazos.
Ian se ríe, levantando las manos en falsa rendición. —Está bien, amor.
—Mamá —resoplo mientras me abraza con más fuerza—. No puedo respirar.
De mala gana, me suelta. —¡Oh!, lo siento, cariño. Es que hace mucho que no te veo. Busquemos un lugar tranquilo para charlar. ¿Te apetece?
Asiento con la cabeza y la sigo a la planta superior. Aquí hay menos gente, lo que nos da la intimidad que tanto necesitamos.
Salimos al balcón y la vista me deja sin aliento. Es precioso. El jardín de flores está iluminado con luces de hadas grandes y pequeñas. Las luces de los setos caen como gotas de lluvia.
Respiro hondo, disfrutando del aire fresco de la noche.
—Bueno —empieza mi madre, de pie a mi lado—. ¿Cómo estás, cariño?
—Estoy bien, mamá. —Le sonrío—. He progresado mucho.
—¿De verdad? Quiero oírlo todo.
Le cuento todo a mi madre. Desde mis estudios hasta cómo ayudé a Theo a mudarse. Hago una pausa y le cuento la extraña sensación que tuve cuando ayudé a Theo en la mudanza y los sueños que he tenido desde entonces.
Y mi antojo de chocolate. Todo lo que sea chocolate: tartas, helados, chocolatinas. Parece que no me canso de comerlo.
Me coge de las manos, con una gran sonrisa en la cara.
—Cariño, has encontrado a tu pareja de segunda oportunidad.
Sacudo la cabeza, sin entender. —¿Mi qué? —pregunto.
—Tu pareja de segunda oportunidad. Es raro que alguien que no sea un hombre lobo o un licántropo encuentre una pareja de segunda oportunidad, pero parece que tú has encontrado la tuya. El chocolate es el rey de todos los alimentos reconfortantes —explica—, por eso se te ha antojado.
Me aprieta las manos. —De tal palo, tal astilla.
—Espera —digo—. ¿De tal palo, tal astilla?
Se ríe. —Soy la segunda pareja de Ian. Su primera compañera murió poco después del apareamiento. Luchó contra el dolor y se dedicó a la Asociación de Cazadores. Se comprometió con la causa durante años, sin pensar que su corazón volvería a estar lleno. Entonces tú y yo nos mudamos a las tierras de la manada después de que tu padre se fuera, e Ian podía sentirme. Y ansiaba chocolate, mucho chocolate. ¿Recuerdas el día que conocimos a Ian?
Sacudo la cabeza. Tenía diez años y sé que es un día importante para mi madre, pero no recuerdo nada.
—Estabas corriendo con los otros niños, pero me invadió una sensación extraña. Una sensación de calma, como si estuviera exactamente donde debía estar. Levanté la vista y él estaba al otro lado del parque, mirándome fijamente. No podía apartar los ojos de él. Al ser un hombre lobo, supo inmediatamente que yo era su pareja de segunda oportunidad. Pero me llevó un poco más de tiempo creer que era verdad.
—¿Por qué no me dijiste esto antes? —le pregunto.
Se encoge de hombros. —Eras joven. Y el tiempo pasaba. Y no importaba si era su primera compañera o su compañera de segunda oportunidad, sólo que estaba con él.
Me vuelve a apretar las manos. —Y ahora tienes un compañero de segunda oportunidad.
Se me cae la cara de vergüenza. ¿Qué pasará si me entrego a mi pareja de segunda oportunidad? No quiero sentir el mismo dolor que sentí cuando Zeke me rechazó. No sé si sobreviviría una segunda vez.
—Emily —dice mi madre, rompiendo mi hilo de pensamientos.
—¿Y si es como Zeke? —murmuro—. ¿Y si odia a las brujas y decide rechazarme? —Ese dolor era insoportable. No se lo desearía ni a mi peor enemigo. Era como si te apuñalaran en el corazón con fuerza. Y dura mucho tiempo.
Aparto las manos de las suyas y cruzo los brazos sobre el pecho. —¿Cómo puedo volver a abrir mi corazón? Tal vez, debería lanzar un hechizo para enmascarar mi olor o algo así.
Alarga la mano y me limpia una lágrima de la mejilla. —Sé que Zeke te hizo daño. Sanar lleva tiempo. Sin embargo, no puedes dejar que eso te impida amar. Si tu nueva pareja acepta todo lo que eres y todo lo que ha pasado, creo que merecen una oportunidad. No tienes que aceptarlo de inmediato, pero no estaría de más darle una oportunidad.
—Sé que parece una tontería, pero cuando miré a Zeke a los ojos, creí ver un futuro con él. Felicidad. Matrimonio. Hijos. Todo... Estaba preparada para ir más allá por él. Como pensé que él haría por mí. Pero ahora... después de haber sido herida...
Me froto las comisuras de los ojos, negándome a dejar caer más lágrimas. Me he maquillado bien. De ninguna manera voy a dejar que se desperdicie por Zeke.
Respiro hondo. Mi madre tiene razón. Necesito abrirme de nuevo a la posibilidad del amor.
Asiento con la cabeza. —No puedo decir si amaré a mi compañero de segunda oportunidad después de lo que hizo Zeke, pero puedo decir que le daré una oportunidad. —Sonrío—. Esa persona es mi segunda oportunidad, así que también podría darle una.
Mi madre me abraza. —Mi niña valiente —dice, ahogando las lágrimas.
Le devuelvo el abrazo. —No arruines tu maquillaje, mamá.
—Por ti, vale la pena.
Suspiro. Mi madre siempre fue buena consolándome.
Me tiene en sus brazos unos minutos más antes de volver al salón de baile. Vuelvo a sentir esa sensación mientras nos dirigimos a nuestra mesa.
Gimoteo. Ahora quiero chocolate...
—Lo siento, mamá, primero voy a comer —digo, mientras me alejo y me dirijo a la mesa de los postres.
Se me hace la boca agua. Pastel de chocolate con virutas por encima.
Rápidamente, cojo un trozo y un tenedor. Lo corto y me relamo los labios con la lengua.
Abro la boca, dispuesta a disfrutar de este dulce postre, cuando, de repente, me detienen.
Hay una gran mano sobre la mía, apartando el pastel de mí.
Sigo el rastro de mi dulce pastel, y desaparece en la boca de otra persona.
Sus labios se cierran alrededor del tenedor, consumiendo mi pastel. El responsable se saca lentamente el tenedor de la boca y se pasa la lengua por los labios.
—¡Mi pastel! —grito.
Me doy una patada mental. De todo lo que podía haber salido de mi boca, tenía que ser algo sobre el pastel.
El ladrón de pasteles se ríe entre dientes.
Espera.
Alguien se aclara la garganta y mi mirada vuelve al ladrón de pasteles.
Miro hacia arriba, y hacia arriba. Muy arriba. Es alto. Más de metro ochenta. Ojos verde bosque, pelo negro azabache, labios rosados con un toque de rojo, una ligera barba alrededor de los labios, la barbilla y la mandíbula recortada. Esos ojos... Esos ojos me atrapan en su profundidad.
No puedo moverme. Sólo quiero mirar esos ojos todo el día.
Entonces, con una palabra, el hermoso momento se rompe.