Luna bendecida - Portada del libro

Luna bendecida

KristiferAnn Thorne

Capítulo 10

El resto del viaje duró unas horas. Abby mantuvo los ojos cerrados, con la esperanza de poder dormir, pero en realidad solo se avergonzaba de haber permitido que el ronroneo del Alfa la reconfortara.

Según la ley de los lobos, ella no se merecía nada más allá de las necesidades básicas.

Definitivamente no debería tratarla tan bien.

No entendía esta nueva manada y sus reglas. El olor de la frontera la hizo incorporarse, sobresaltando al Alfa.

―Mis disculpas, Alfa ―Ella puso al descubierto su cuello hacia él―. Olí la manada.

La caravana se detuvo. Podía oír los aullidos a lo lejos. El Alfa estaba en casa y se lo estaba anunciando a la manada. Miró a Roman.

―¿Puedo preguntar sobre las reglas acerca de la discreción y el cambio de ropa para las mujeres?

―Tenemos contenedores en el bosque provistos de artículos básicos para hombres y mujeres. Abriré las puertas para que puedas cambiarte. Habrá una hembra con ropa para ti cuando nos acerquemos. ¿Cómo funcionaba en tu manada?

―No había reglas para los guerreros. Pero te aseguro que cumpliré todas las reglas de la manada.

―Eso en realidad tiene sentido. Logan, habla con Rye sobre esto. Podemos hacer algunos cambios. Aprecio que preguntes por nuestras costumbres, gracias ―dijo con una sonrisa en señal de agradecimiento―. Te veré en el bosque.

Salió del todoterreno, contento de salir del espacio cerrado. Se adentró en el bosque hasta perderse de vista, donde se desnudó y se cambió de ropa, dejando sus cosas para que Logan las recogiera.

Su enorme lobo observó cómo Abigail salía y se quitaba la ropa, doblándola ordenadamente.

Su lobo pataleó y sacudió su pelaje mientras la veía correr y moverse en el aire. Era hermosa y elegante. Parecía una guerrera, y lo sabía.

Sacudió su pelaje negro como la tinta y estiró las patas. Puso la nariz en el aire y olfateó, moviendo la cabeza de un lado a otro mientras establecía la frontera de la manada.

Varios de los otros machos se transformaron detrás de ella, y ella metió la cola hacia dentro y saltó hacia delante a causa de los ruidos que la pillaron desprevenida. Gruñó involuntariamente e inmediatamente después parloteó, demostrando que no quería hacer daño.

El Alfa salió de entre los árboles y ella lo saludó, poniéndose boca abajo en señal de sumisión mientras él se acercaba.

Su lobo era el doble de grande que los demás. Todo en él era enorme. Sus mandíbulas, su pecho y sus patas. El color oro se arremolinaba en la capa inferior de su pelaje negro. Sus ojos brillaban mientras la mordía en la oreja, mostrando su dominio.

Su cola se agitó y gimió en señal de reconocimiento. La empujó suavemente con el hocico y ella se levantó.

Echó a correr y se alegró por ella, que no tardó en llegar a su lado. El resto permaneció en formación a los lados y detrás de ellos.

Su lobo estaba impresionado con su velocidad. Se mantuvo detrás de él, pero sabía que podía hacer más. Le ladró y ella retrocedió.

Ella salió disparada, y él pudo oírla gruñir por lo bajo. Tenía la cabeza baja y corría a toda velocidad.

Se vinculó mentalmente con Gamma Rye.

―Rye, cronométrala la próxima vez que entrenemos.

―Es impresionante, la he estado observando desde la colina. Ve por ella, muchachote.

El lobo de Roman se puso en modo persecución y no tardó en correr hacia ella. Sus poderosas patas removían la tierra mientras corría. Pronto estuvo detrás de ella mientras ambos corrían por la hierba.

Le mordió la cola, y ella chilló y gruñó ligeramente, reconociendo que estaba jugando. Se puso en marcha delante de ella y ella salió tras él, mordiéndole también la cola.

Corrieron hasta que él aminoró la marcha y ella se puso a su altura. Se acercaban a las tierras de la manada, y ella podía sentir a más lobos.

Redujeron la velocidad al trote y finalmente se detuvieron. Rye salió del bosque en forma humana, con ropa para el Alfa, y le siguió una mujer, su compañera, con ropa para Abby. Logan estaba en la casa de la manada esperándolos.

Abby gimoteó y apretó la barriga contra el suelo, esperando a que Roman le dijera que se transformara.

Se adentró en el bosque y volvió a salir vestido. Se sorprendió al ver que ella no se había transformado y vestido. Frunció el ceño.

―Tu loba es preciosa. Gracias por correr conmigo.

Movió la cola y soltó una bocanada de aire por el hocico.

―¡Mierda! No me di cuenta de que estabas esperando permiso... Lo siento. Ve al bosque y transfórmate. Bell es la compañera de Rye. Ella tiene tu ropa.

Dio las gracias asintiendo con la cabeza antes de trotar hacia el bosque, donde la mujer la esperaba. Abby se transformó rápidamente, echando de menos sus sentidos de loba.

Como loba, podía correr, cazar y liberarse de los recuerdos de haber sido traicionada. En su forma humana, le dolía el corazón.

―Gracias ―dijo en voz baja a la mujer que sostenía su ropa.

Bell le dedicó una sonrisa solemne y asintió con la cabeza.

―Bienvenida a la manada Luko.

Ahora, Abigail y su loba eran miembros de la manada. Eso significaba familia. Abby esperaba que la Diosa de la Luna velara por ella y la ayudara a adaptarse a esta nueva vida.

―Te daré unos minutos para que termines ―dijo Bell y la dejó allí.

Rye saludó a su compañera cuando se acercó a ellas, y luego se volvió hacia Roman. ―Señor...

―Sí, Rye.

―¿Es una hembra Alfa?

Roman hizo una pausa antes de responder.

―No, ¿por qué?

―Puedo sentir... No sé, un poder en su loba.

―Lo sé. Necesitamos tener una reunión de manada después de que vea a la Profetisa.

―Alfa Roman, bienvenido a casa ―dijo Bell.

―Gracias, Bell. Aprecio tu ayuda para poner en orden su residencia.

―Es un placer. El tuyo también está listo. ¿Me permites decirte algo?

―Dime, Bell.

―Yo también siento su poder. También creo que tiene la atención de una buena parte de tus guerreros. ―Tan pronto como Bell vio a Abigail, supo que era diferente.

Iba a llamar la atención. Ver cómo el Alfa había jugado con la nueva miembro de la manada también le llamó la atención.

Roman se giró para ver numerosos pares de ojos puestos en la mujer, de pie a un lado, mirando las tierras de la manada y las casas que salpicaban la ladera. Les advirtió con un gruñido que dejaran de mirar y la manada empezó a dispersarse.

Vestida con la ropa que Bell le había dado, Abby salió del bosque. Se había recogido el pelo en lo alto de la cabeza, dejando algunos rizos oscuros sueltos para enmarcarle la cara.

La carrera la había hecho sentirse más ligera, pero tardaría mucho tiempo en recuperarse de lo que Carson le había hecho.

Roman la llamó.

―Abby, ven a conocer a mi Gamma y a su compañera.

Ella inclinó la cabeza.

―Sí, Alfa.

El aplomo y el respeto de Abby hacia Roman eran tan evidentes que tanto Rye como Bell enarcaron las cejas. Roman sospechaba que todos esperaban menos de una compañera rechazada.

―La entrenaron para ser Luna durante siete años.

―¿Cuántos años tiene? ―preguntó Rye.

―Veintiuno.

―Diosa… ―murmuró Bell mientras Abby se acercaba―. ¿Y fue rechazada?

―Mucho más que eso. ―Román se irguió.

Su formalidad sorprendió a Bell. Tanto ella como Rye se enderezaron, siguiendo el ejemplo del Alfa.

―Abby, este es mi Gamma, Rye, y su compañera, Bell.

―Sí, Alfa. ―Los saludó con un breve contacto visual y repitió sus nombres. Dio un paso atrás y bajó la cabeza.

―Abby... Relájate.

―Sí, Alfa.

―Los coches están listos para llevarnos el resto del camino a casa. Vamos a instalarte.

―Sí, Alfa.

Mientras iban hasta el coche, de nuevo la presión hizo eco en la base de su cráneo. Fue tan rápido y tan fuerte que se tambaleó. Una oleada de rabia la invadió y cayó de rodillas.

―¡REGRESA, ABIGAIL!

Jadeó mientras Carson rugía en su cabeza.

Los guerreros se pusieron en formación protectora mientras Roman soltaba un gruñido. Rye empujó a Bell detrás de él y soltó su propio gruñido grave.

El Alfa se puso de rodillas, con la cabeza de ella entre las manos.

―Respira, Abby, bloquéalo. Lleva a tu guerrera hacia adelante. Déjalo ir, como hiciste en el restaurante.

Ella agitó la cabeza entre sus manos, incapaz de rechazar a Carson.

―Puedes hacerlo. Libera a tu guerrera.

Él desprendió su poder Alfa sobre ella, y ella se estremeció. Un estallido más fuerte salió de ella, y una oleada de poder que derribó a varios guerreros y a Bell.

El lobo de Roman respondió con una baja advertencia.

―No te muevas, Abby. Tú controlas esto, no él.

Chasqueó la mandíbula y extendió sus garras mientras agarraba la tierra... Pero no terminó de transformarse.

La voz de Carson volvió a atravesar su cabeza. La habían educado para amar a su ex compañero. Para honrarlo y obedecerlo. Habían estado unidos, y parte de ese vínculo permanecía en ella, por mucho que ella luchara contra él.

Logan gruñó mientras se acercaba.

―¿Sentiste eso? Madre Tierra, ¿qué coño ha sido eso? Y él... ¿puedes sentirlo? ―Rye miraba, inseguro de si debía transformarse o no.

La nueva miembro de la manada se retorció en el abrazo de Roman. Él le murmuró algo reconfortante en el oído.

―Tenemos que hablar de algunas cosas ―dijo Logan en voz baja.

Rye y Logan compartieron una mirada. Su Alfa era compasivo y fuerte, y había cuidado de todos ellos. Pero nunca lo habían visto comportarse así. Se avecinaban grandes cambios en la manada Luko.

¿Quién era esa mujer y qué significaba todo aquello?

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea