Galatea logo
Galatea logobyInkitt logo
Obtén acceso ilimitado
Categorías
Iniciar sesión
  • Inicio
  • Categorías
  • Listas
  • Iniciar sesión
  • Obtén acceso ilimitado
  • Asistencia
Galatea Logo
ListasAsistencia
Hombres lobo
Mafia
Multimillonarios
Romance abusón
Slow burn
De enemigos a amantes
Paranormal y fantasía
Picante
Deportes
Universidad
Segundas oportunidades
Ver todas las categorías
Valorada con 4,6 en la App Store
Condiciones de servicioPrivacidadImpronta
/images/icons/facebook.svg/images/icons/instagram.svg/images/icons/tiktok.svg
Cover image for Sounders Hockey 1: Defensa avanzada

Sounders Hockey 1: Defensa avanzada

Capítulo 3.

MEDA

El plan de entrenamiento del entrenador Lubeck era exigente, casi demasiado. Los ejercicios también eran muy duros. Meda estaba en buena forma, pero esto la obligaba a esforzarse como nunca antes.

No se quejaba. Era una jugadora de hockey profesional, y ese hecho la motivaba a trabajar más duro cada día.

También complicaba su vida. Desde que firmó el contrato, no había tenido ni un momento de tranquilidad. La gente siempre la abordaba con cámaras y micrófonos por la calle. Todos querían hablar con la famosa jugadora de la Liga Nacional de Hockey.

Y la temporada ni siquiera había comenzado.

A medida que avanzaron los primeros entrenamientos, su frustración iba en aumento. Sentía que sus compañeros de equipo la trataban con demasiado cuidado, como si temieran hacerle daño si la golpeaban muy fuerte o empujaban con demasiada brusquedad. Incluso Blake la trataba de manera diferente.

Al final de la semana, estaba que echaba chispas.

Embistió a Liam O'Connell con fuerza, empujándolo contra la pared tan fuerte que se deslizó varios metros por el hielo. Se giró para enfrentar a los demás, con una mirada que echaba fuego.

—¡Escuchad, cabezas huecas! ¡Ya estoy hasta la coronilla!

Estaba que trinaba.

—No soy una muñequita de porcelana. ¡Soy una jugadora de hockey! ¡He estado jugando y ganando desde que tenía cuatro años! ¡NO dejaré que ninguno de vosotros eche por tierra mi oportunidad de jugar en esta liga porque tenéis miedo de hacerme un rasguño!

Meda estaba tan furiosa que empezó a soltar improperios en griego, diciendo palabrotas que solo Apolo entendía. Él nunca la había escuchado hablar así.

Liam, aún en el hielo por el fuerte golpe, se incorporó con un quejido. La miró, sorprendido por las palabras en griego y por su furia.

—Meteos esto en la cabeza. Soy miembro de pleno derecho de este equipo y no quiero que me trataréis como a una niñita. El hecho de que tenga tetas en lugar de polla no significa que podáis tratarme diferente a cualquier otro jugador. No llegué aquí siendo una debilucha y dejando que los tíos me protegieran. ¡Llegué aquí porque soy una fiera en el hielo y aprenderéis a tomarme en serio!

El estadio quedó mudo cuando terminó. Se llevó la mano a la cara, sacudiendo la cabeza por la frustración, y miró a Blake con ojos que echaban chispas.

—Toda mi vida, lo único que he querido hacer es jugar al hockey. Mi padre me enseñó a jugar, a marcar y a ser parte de un equipo. También me enseñó a aguantar los golpes.

Patinó lentamente hacia ellos, asegurándose de que todos la escucharan.

—Se necesita de TODOS nosotros para ganar. Si no podéis dejar de ser unos machistas, tal vez no pertenezcáis a este equipo.

—Yo me quedo, voy a jugar, y definitivamente no necesito que me tratéis como a una princesita para hacerlo.

Blake permaneció en silencio observando. Joder, estaba impresionante cuando se enfadaba.

Espera. ¿De dónde había salido ese pensamiento?

Sacudiendo la cabeza, exhaló ruidosamente y golpeó su palo contra el hielo.

Meda lo miró con unos ojos furiosos que habrían hecho temblar a la mayoría de los hombres.

—Jugaré contra cualquiera de vosotros, pedazo de capullos, para demostrar lo valiosa que soy para este equipo. Si creéis que tenéis los huevos bien puestos para enfrentaros a mí, estaré aquí mañana a las cinco de la mañana, esperando.

APOLO

Los compañeros de equipo de Meda la vieron alejarse patinando con decisión y meterse en los vestuarios. Liam hizo una mueca de dolor y se frotó el cuello.

—Vaya, tiene la mano dura —dijo con voz quejumbrosa—. Creo que ya pasó el peligro, tíos.

Sin embargo, Apolo todavía podía sentir la rabia y la frustración de su hermana emanando de ella. Se temía que esto iba a pasar.

—Chicos, habéis despertado a la fiera —les advirtió—. Preparaos para sudar tinta en el entrenamiento de mañana.

MEDA

En la ducha, Meda seguía echando chispas. Dejó que el agua caliente la empapara, con la esperanza de que le calmara los ánimos.

—¡Maldita sea! ¡Me he dejado la piel para llegar hasta aquí!

Al final, se dio por vencida, se enjabonó rápidamente y salió de la ducha. Se secó, se envolvió en una toalla y usó otra para sus rizos rebeldes.

Cuando terminó, echó las toallas al cesto de la ropa sucia y fue a su taquilla. Suspiró mientras se ponía su ropa interior blanca de encaje. Se enfundó unos vaqueros ajustados y una camiseta que decía «El hockey es cosa de chicas». La camiseta era lo suficientemente corta como para dejar ver su vientre plano y su cintura de avispa, resaltando sus curvas.

Se calzó sus zapatos favoritos, cogió su bolsa y se marchó.

Necesitaba ver a su padre. Necesitaba hablar con Tess. Y también necesitaba una copa bien cargada.

Rápidamente, le mandó un mensaje a su mejor amiga para verse en el bar Mickie, y luego se dirigió a su coche.

Mientras salía del aparcamiento, ni siquiera miró hacia la pista. Todavía estaba que trinaba. No sabía cómo iba a hacer que esos tíos la vieran como una jugadora seria, y no solo como la única chica en la liga.

Y luego estaba Blake, al que le daban ganas de darle una buena tunda.

Decidió llamar a su padre. Él siempre sabía qué decir y podía ayudarla a ver las cosas con más claridad.

—Hola, papá —dijo cuando él contestó.

Su voz la hizo sentir mejor al instante.

—Hola, mi niña —respondió—. Justo estaba pensando en ti. —Notó que estaba alterada—. Venga, angélo̱s mou, cuéntame qué pasa.

Meda soltó un gran suspiro y se lo contó todo. Le habló de todos sus problemas, y las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. Cuando terminó, estaba llegando al bar Mickie. Encontró un sitio, aparcó y apagó el coche.

—Me lo temía —Damon suspiró—. Esto es lo más difícil que has hecho, Meda. Sabes lo duro que has trabajado para llegar hasta aquí. ¿Vas a dejar que unos imbéciles egoístas y sobrevalorados te impidan convertirte en una estrella?

—No, papá, no lo haré. Es solo que no sé cómo hacer que vean más allá de mis tetas.

Su padre se rio un poco.

—Esa es la parte difícil, cariño. Sigue trabajando duro, empujando fuerte y jugando con ganas. No te detengas solo porque ellos no pueden pensar con la cabeza. Hablaré con el entrenador y veré qué puedo hacer para echarte una mano.

—No, papá, yo me las apañaré. Solo necesitaba desahogarme, y tú siempre sabes cómo hacer para que me sienta mejor.

Casi podía oír su cálida sonrisa a través del teléfono.

—Eres una luchadora, Meda. Nunca lo olvides. Si fueras a tirar la toalla, ya lo habrías hecho.

Su padre tenía razón. Llevaba demostrando que la gente estaba equivocada desde que tenía cuatro años y le dijeron que no podía jugar a un juego de chicos.

—No te preocupes, papá. No voy a tirar la toalla. ¡Soy una Dakiedes! No sabemos lo que es rendirse. —Se rio un poco—. Tal vez quieras venir al entrenamiento mañana. Podría haber una buena trifulca.

Sus lágrimas se habían secado y volvía a sonreír.

—¡Esa es mi chica! —Damon se rio—. ¡Enséñales de qué pasta estás hecha, Meda, como siempre! Tengo una reunión, así que hablamos pronto, ¿vale?

—Vale, y gracias, papá... por todo. Te quiero.

—Yo también te quiero, angélo̱s mou. Óchi ypochórisi óchi parádosi! —Sin retirada, sin rendición.

—Óchi ypochórisi óchi parádosi! —Meda lo repitió.

Después de colgar, se quedó sentada en silencio unos minutos. Pasara lo que pasara, su padre siempre sabía qué decir. Se sentía mucho más tranquila después de hablar con él.

Se miró en el espejo del coche y salió.

Vio a Tess ya en el bar y se acercó. Un chupito de whisky y una cerveza la estaban esperando. Sin decir nada, las chicas levantaron sus vasos y se bebieron el whisky. El ardor le sentó bien mientras bajaba por la garganta de Meda.

—Dios, Tess, lo necesitaba —dijo.

—Me lo imaginé por tu mensaje. —Tess dio un sorbo a su cerveza y miró a Meda detenidamente—. Has estado llorando. ¿A quién tengo que partirle la cara?

Riendo, Meda dio un trago a su cerveza y pidió más chupitos.

—A todo el equipo de los Michigan Sounders. Me están tratando como si fuera una chica.

—Eh, Meda, cariño, es que ERES una chica —Tess se rio.

Meda le lanzó una mirada asesina, y Tess volvió a reír.

—Vale, vale, sé a qué te refieres. Pero no me sorprende. Nunca ha habido una mujer en la NHL antes. ¿Qué esperabas que hicieran?

—No lo sé, Tess. Supongo que pensé que sería como siempre. Al principio, se quedarían a cuadros... luego, una vez que me vieran jugar, se darían cuenta de que soy la leche y me tomarían en serio.

—Estos no son chavales de instituto, ni siquiera universitarios, cariño. Son hombres hechos y derechos que nunca han jugado con una mujer en su equipo antes. Apuesto a que esto es nuevo para ellos.

—Sí, supongo que tienes razón. Pero eso no lo hace más fácil. Me cabreé mucho con ellos hoy. Empujé a Liam contra la pared y les grité, hasta les hablé en griego.

—Vaya, realmente estabas cabreada, ¿eh? —Tess levantó su vaso de chupito—. Olvidémonos del hoy. ¡Brindemos por darles una paliza mañana y mostrarles lo buena que eres! ¡Óchi ypochórisi óchi parádosi!

—¡Joder, sí! ¡Óchi ypochórisi óchi parádosi!

Las chicas levantaron sus vasos de nuevo y se bebieron sus chupitos.

—Oh, sí, ahora me siento mucho mejor.

—Pues claro que sí. ¡Soy la mejor! —La cara de Tess tenía una sonrisa de oreja a oreja que hizo reír a Meda.

Pasaron el resto de la noche charlando y bebiendo.

Meda trató de olvidarse del entrenamiento y disfrutar la noche, pero por alguna razón, no dejaba de pensar en la reacción de Blake.

El muy imbécil tuvo la cara dura de parecer aburrido, suspirando ruidosamente y golpeando su palo contra el hielo. Era como si estuviera haciéndolo a propósito.

Pero, ¿por qué le molestaba tanto? ¡Siempre lo había odiado! Era justo lo que debía esperar de él.

Sacudiendo la cabeza, trató de dejar de pensar en Blake Reinholdt. Ya se las vería con él por la mañana.

Continue to the next chapter of Sounders Hockey 1: Defensa avanzada

Descubre Galatea

Beta Xavier CostaHaisleyInvestigaciones BlackEl Alfa y Doe 2La novia del dragón

Últimas publicaciones

Mason - Spin-off: ImpulsoTres. El número perfecto - Bonus: Blanco y doradoEspíritu navideñoEn la cama con el vampiroTruco o trato picante