
. . Sus labios rosados temblaban; intentaba no sonreír. Aunque ese chico parecía la encarnación misma de Adonis, la forma en que me miraba no auguraba nada bueno.
—¿Sí? —pregunté. Mi voz sonaba tranquila, pero mi cara se estaba poniendo colorada.
Sus ojos recorrieron mi cuerpo de arriba abajo. Ya podía sentir cómo me llamaba gorda o algo incluso peor.
—¿Y bien? —dijo, llamando mi atención.
—¿Eh?
Sonrió con burla; mi cara se puso aún más roja.
—Te preguntaba que si eres nueva por aquí. Si te hubiera visto antes, seguro que me acordaría.
Me sentí avergonzada mientras sus ojos oscuros examinaban mi cuerpo, deteniéndose en mis piernas.
Su cara, cuerpo, actitud —incluso la forma en que se sentaba en su silla como un rey en su trono— me recordaba a todos los niños pijos que se creían los dueños del mundo, los que siempre se burlaban de gente como yo.
—Sí, soy nueva. ¿Y qué? —Mi voz sonó más brusca de lo que pretendía. Intentaba no parecer débil, pero acabé sonando borde. Genial.
—Pues que no puedo dejar de mirarte.
Me quedé de piedra. Sus ojos estaban clavados en los míos. No pude sostenerle la mirada y la aparté, tartamudeando. Ya había escuchado esto antes, sobre todo esta frase.
Sonaba bien hasta que añadían después: ¿Cómo voy a poder dejar de mirarte cuando ocupas tanto espacio?
Cogí mi cuaderno de debajo de su mano.
—Bueno, me alegro de que disfrutes mirándome. Parece que no tienes nada mejor que hacer.
Giré la cabeza y empujé mi silla hacia atrás, preparándome para irme. Ya había decidido que no quería estar cerca de este Haynes ni tener ningún motivo para hablar con él.
Hizo un ruido y, sin mirar, supe que me estaba fulminando con la mirada.
—Con toda esa grasa rebotando, sí que tienes carácter. —Sus palabras me hirieron.
De verdad quería responderle algo, pero no pude hablar, y en su lugar, me levanté y recogí mis libros.
—Oh, y ahora también se sonroja. El rosa te queda bien, Cerdita.
Sus crueles palabras me persiguieron hasta el pasillo.
¡Menudo imbécil!
Metí mis libros en la taquilla y la cerré de un portazo. El insulto de Haynes aún me escocía, haciéndome sentir fatal.
Como tenía miedo, mi taquilla recibió el golpe en lugar del chico que me había sacado de quicio.
—¡Keily! —Addison venía caminando rápido hacia mí, con otra chica que se había presentado como Lola esta mañana.
—¿Qué tal te va el día? —pregunté cuando llegó hasta mí.
—Bien, hasta ahora.
Miré a Lola, no queriendo que se sintiera excluida.
Ella solo se encogió de hombros. Lola no era muy habladora.
—Venga, vámonos. Sadhvi debe estar esperándonos —dijo Addison, enlazando sus brazos con los nuestros y corriendo hacia la cafetería.
—En fin, ¿qué ha pasado? —preguntó—. ¿Alguna historia interesante que nosotras las animadoras debamos comentar?
Solté una risa seca.
—Ya te contaré.
—Oí que tu clase de Literatura la da el Sr. Crones.
Asentí.
—Es un tipo bastante majo. Pesado, pero majo. Aunque con él vas a tener un montón de deberes, así que prepárate. A nosotras nos ha tocado el viejo Whitman, ese vejestorio gruñón.
El olor a comida me golpeó la nariz al entrar en la cafetería. El ruido de los estudiantes hablando llenaba la gran sala. Me sentí mejor hasta que vi a Haynes.
Ya me estaba mirando. Estaba en la mesa junto a la ventana, sentado allí como un rey en su trono.
Entrecerró los ojos y aparté la mirada. Idiota.
—Déjame presentarte a los chicos —dijo Addison. Saludó con la mano a los chicos de su mesa. ¡No! Aparte de él, había otros cuatro; dos de ellos nos devolvieron el saludo.
—Está bien. No hace falta molestarlos —dije, pero Addison ya había empezado a arrastrarnos hacia su mesa.
Aunque no quería, me arrastró con ella como si no pesara nada, lo cual era sorprendente. ¡¿Qué come esta chica?!
—Te caerán bien, excepto James. Es un capullo.
Llegamos a su mesa. Addison chocó los cinco con un chico rubio. Lola los saludó a todos con un simple gesto de cabeza. Y yo miré a cualquier parte menos a él, sintiendo cómo me fulminaba con la mirada todo el rato.
—¿Es ella la prima de la que hablabas? —le preguntó el chico rubio a Addison.
Addison asintió.
—Keily, este es Lucas. Lucas, Keily.
—Hola. —Sonreí tímidamente, sintiendo la atención de Lucas sobre mí. Era muy guapo, con facciones marcadas, ojos verdes y labios en forma de corazón. Tenía el tipo de cara que probablemente volvía locas a las chicas.
—Es bueno tener una cara bonita por aquí —dijo Lucas con una sonrisa genuina—. Espero que tengamos algunas clases juntos. Si eres prima de Addison puedes considerarte amiga mía.
—Más te vale que siga siendo solo tu amiga. No queremos que nos dejes en mal lugar saliendo con una vaca —dijo una voz. Haynes.
Mi sonrisa se desvaneció. Eso dolió.
—Cierra el pico, James. —Addison lo fulminó con la mirada. Así que se llamaba James—. ¿Quieres que todos sean tan infelices como tú, verdad?
James Haynes puso los ojos en blanco. Aun así, la tensión que había causado permaneció en el aire, haciendo que todos se sintieran incómodos.
Lucas intervino, mirando entre James y Addison.
—Vamos, tío. ¿Qué mosca te ha picado hoy? Llevas de mal humor desde clase de Historia.
—Estoy bien —dijo James en voz baja, pero sus ojos volvieron a mirarme.
Addison hizo un sonido de enfado, poniendo su brazo alrededor de mis hombros. Me sentí pequeña, pero agradecida. Ella me había defendido. Ojalá yo pudiera hacer lo mismo por mí misma.
—Nos vamos —dijo enfadada—. De todos modos, Sadhvi nos está esperando.
Cuando empezamos a alejarnos, Lucas nos detuvo.
—Eh, no dejéis que este gruñón os arruine el día. Sadhvi ya debe haber encontrado a otras chicas. No os vayáis —me miró—. Keily, lo siento por él. Está teniendo un mal día.
—Eso no es excusa —dijo Lola en voz baja.
Lucas sonrió arrepentido.
—Tiene razón. Mirad, ¿por qué no os sentáis con nosotros? Quiero conocerte, Keily. —Su sonrisa ahora era juguetona, un poco más coqueta, y pude sentir cómo mi cara se calentaba por la atención.
Noté que James se tensaba, sus nudillos se volvieron blancos, agarrando el borde de la mesa. Probablemente estaba conteniendo algún comentario cruel sobre mi peso y lo mucho que debía comer.
Addison, después de pensarlo un momento, cedió.
—Está bien. Pero vosotros invitáis. —Había esperado que no lo hiciera, pero a estas alturas, todas sabíamos que ella era nuestra líder. Hacíamos lo que ella decía.
Lucas sonrió, feliz de haber ganado.
—Por supuesto. Lo que sea por Keily.
Me senté en el asiento junto a Lucas, muy consciente de cuánto espacio ocupaba. No ayudaba que James estuviera justo frente a mí, mirándome como si quisiera hacerme daño por sentarme junto a su amigo.
¿Tan mala soy?
Los otros chicos se presentaron. Matt llevaba gafas, lo que le daba un aspecto más maduro. Él, Axel y Keith fueron a buscar nuestra comida. Era su invitación, después de todo.
Lucas volvió a llamar mi atención mientras se inclinaba más cerca, bajando la voz como si estuviéramos compartiendo un secreto.
—Entonces, Keily, ¿cómo va tu primer día? ¿Aún no te has aburrido de todo esto?
—No mucho. Los profesores aquí son bastante buenos.
Sonrió de nuevo.
—Me alegro. Y si alguien aquí te causa problemas —miró a James— me lo dices. Yo me encargaré.
James gruñó de nuevo, más fuerte esta vez, pero no dijo nada. Vi que tenía la mandíbula tensa y parecía más enfadado cuando Lucas se inclinó más cerca de mí. Parecía que quisiera gritar, pero se estaba conteniendo.
—No tienes que actuar como un héroe, Lucas. Ya me tiene a mí para eso —dijo Addison.
—Sí, pero Addy, quiero impresionarla. —Lucas puso una cara de falsa tristeza, guiñándome un ojo, lo que hizo que mi estómago diera un vuelco. ¿Por qué estaba siendo tan amable?
Me reí un poco de su comportamiento adorable, pero me detuve rápidamente cuando vi a James mirándome con los ojos entrecerrados.
Matt, Keith y Axel regresaron, cargando comida para veinte personas para solo los ocho que estábamos allí.
Todos empezaron a comer como animales hambrientos, que es lo que son los adolescentes, pero yo tuve cuidado de no coger demasiado, especialmente con James sentado aquí. No quería darle más razones para ser cruel.
Sentía que todo lo que hacía estaba controlado por cómo él reaccionaría.
Mientras comíamos, todos en la mesa comenzaron a hablar.
Me enteré de que Lucas era el quarterback de nuestro equipo de fútbol. Todo encajaba, sus músculos y lo alto que era.
James también estaba en el equipo. Los dos parecían ser buenos amigos. Me di cuenta porque Lucas no paraba de decirle cosas malas a James en broma y James le respondía igual.
Según Matt, James y Lucas eran sus mejores jugadores. Le creí.
Keith y Axel estaban en el equipo de atletismo. Addison pasó la mayor parte del tiempo hablando con ellos sobre su próxima competición.
Lola escuchaba en silencio mientras Matt le susurraba al oído. Estaba tan cerca que casi estaba sentado en su regazo.
—Están saliendo —me dijo Lucas cuando me vio mirándolos.
Lucas me preguntó sobre mi ciudad y mi antiguo instituto. Respondí a todas sus preguntas y él me escuchó atentamente. Era agradable que un chico como él me prestara atención. Su naturaleza amistosa me dio el valor para hacerle preguntas también.
Cuando vio que tenía problemas para hablar de fútbol, cambió la conversación a las asignaturas que estaba cursando. Descubrí que teníamos Cálculo y Educación Física juntos.
Esta comida habría sido la mejor que había tenido en mucho tiempo de no ser por James Haynes. Intenté ignorarlo, pero era difícil cuando su cara de rabia al otro lado de la mesa daba más miedo que cualquier palabra que pudiera haberme dicho.
Afortunadamente, no dijo nada más cruel sobre mí. Ni siquiera me dirigió una sola palabra, solo me lanzaba miradas que decían “no me importaría matarte”.
Este iba a ser un año muy largo.