
El matrimonio concertado 2
Julia ha vuelto, pero ya no es la mujer que Alexander conoció. Su matrimonio se basa en el poder, la pasión y los secretos, demasiados secretos. A medida que la verdad se revela, también se desmorona el imperio que construyeron juntos. Con las emociones a flor de piel y la traición acechando en las sombras, el amor podría no ser suficiente para mantenerlos unidos. Pero alejarse no es tan sencillo, especialmente cuando Alexander se niega a dejarla ir.
Capítulo 1.
Libro 2
JULIA
Julia se detuvo al escucharlo hablar.
—Aquí estáis los dos, tenemos que volver —dijo Ava.
Las dos miraron a Ava, pero el corazón de Julia latía como loco por lo que Alexander acababa de decir.
—Vale —respondió Julia.
Ava se acercó a Alexander y lo ayudó a levantarse. Julia se recostó en su silla, observando cómo Alexander se sentaba justo a su lado.
Él acercó la silla de ella hasta que quedaron pegados.
—¿Oíste lo que dije? —preguntó Alexander en voz baja.
—Sí —contestó Julia.
El resto de la noche pasó volando. Julia solo podía pensar en esas tres palabras: «Te amo».
—Julia.
Ella salió de sus pensamientos.
—Leo.
Leo, el bueno de Leo. ¿Cómo pudo olvidarse de él?
—Leo, perdona. Seguro que estabas preocupado por mí.
—Pues sí, te fuiste sin decir ni mu. ¿Todo bien?
—Sí, ¿por qué?
—Pareces en las nubes.
—Solo estoy molida. Ha sido una noche larga.
—Vamos a sentarnos fuera.
Ella asintió y miró a Alexander. Estaba charlando con Ava, así que no lo molestó.
—Vamos —dijo bajito.
Salieron y Leo se quitó la chaqueta para ponérsela sobre los hombros.
—Gracias —murmuró ella.
—Lo que sea por ti —bromeó él—. Ahora dime la verdad, ¿qué pasa? A lo mejor puedo echar una mano.
—Estoy bien, Leo.
—Te veo aquí, pero es como si no estuvieras.
—No quiero mentirte.
—Vale. Pero prométeme que me lo contarás cuando estés lista.
—Te lo prometo.
—Julia —era la voz de Alexander.
Ella se giró de golpe, sintiéndose inquieta.
—¿Me necesitas dentro?
Alexander negó con la cabeza.
—Nos vamos.
—¿Ya? —preguntó Leo, sorprendido.
Alexander ni miró a Leo; solo tenía ojos para Julia.
—Vámonos.
Julia se levantó y abrazó a Leo, quien la estrechó con fuerza.
—Ya nos veremos. Gracias por quedarte conmigo.
Leo sonrió con cariño.
—Cuando quieras. En serio, Julia, cuando quieras.
Ella caminó hacia Alexander, notando que tenía la mandíbula tensa. Antes de irse, Alexander le quitó la chaqueta de Leo de los hombros y se la devolvió.
Luego se quitó su propia chaqueta y se la puso a ella. Abrazándola cerca, la guió hasta el coche.
Ya sentados y mirando por la ventana, ninguno de los dos abrió la boca. Estuvieron callados todo el camino a casa.
Al llegar, fueron directos a su habitación. Julia entró al baño e intentó bajar la cremallera de su vestido, pero estaba atascada.
Julia siguió intentando hasta que escuchó su voz detrás de ella:
—¿Qué haces?
Se giró para ver a Alexander parado en la puerta.
—Se atascó la cremallera. Llevo un rato intentando.
—¿Por qué no me pediste ayuda?
—No se me ocurrió —mintió, sabiendo que sonaba tonto.
Alexander se acercó, poniendo sus manos suavemente en su cintura. La giró para que le diera la espalda.
Despacio, bajó la cremallera de su vestido, y Julia rápidamente lo sujetó. Sin decir nada más, Alexander salió del baño.
Julia terminó de desvestirse, se duchó y se puso el pijama. Cuando volvió a la habitación, su corazón latía a mil por hora.
Pero la habitación estaba en silencio, con solo su lamparita encendida. Alexander parecía estar ya dormido.
Se metió en la cama, sintiéndose impactada y hecha un lío. ¿De verdad se iba a dormir después de decirle algo tan importante?
¿No iban a hablar sobre lo que dijo? Quería despertarlo, pero no, él fue quien lo dijo, ¿por qué debería importarle tanto a ella?
Pero le importaba. Estaba a punto de despertarlo cuando su teléfono hizo un ruido.
A la mañana siguiente, Julia se despertó y Alexander ya se había ido. ¿Hablaba en serio?
¿La estaba evitando? ¿Deseaba no haber dicho esas palabras?
¿No las decía de corazón? ¿Por qué le hacía esto?
Sintiéndose molesta, Julia se vistió y fue directa a casa de Blake. Blake abrió la puerta, con pinta de recién levantada y cansada.
—¿Por qué estás aquí tan temprano?
—Necesito hablar contigo.
—Más vale que sea importante. Son las siete de la mañana.
—Te necesito, Blake.
Blake asintió, haciéndose a un lado.
—Pasa.
Fueron a la habitación de Blake y se sentaron en la cama.
—¿Qué pasó? —preguntó Blake, frotándose los ojos.
—Alexander me dijo que me ama.
La boca de Blake se abrió de par en par.
—¿Qué?
—Eso mismo.
—¿Estás segura de que lo oíste bien?
—Sí.
—¿Lo dijo así sin más?
—No, bueno, anoche estaba actuando raro...
Julia tomó aire y comenzó a explicar todo lo que había sucedido.
—Solo necesito estar segura, Julia. ¿Estás completamente segura de que dijo que te ama?
—Sí. Tú eres la que dijo que está enamorado de mí.
—Cierto. Entonces, ¿estaba borracho?
—Sí.
—Entonces seguro que lo decía en serio.
—¿De verdad lo crees?
—Ya.
—Bueno, ¿y qué te dijo cuando llegaron a casa?
—Ahí está el problema, Blake.
—¿Qué pasó?
















































