Galatea logo
Galatea logobyInkitt logo
Obtén acceso ilimitado
Categorías
Iniciar sesión
  • Inicio
  • Categorías
  • Listas
  • Iniciar sesión
  • Obtén acceso ilimitado
  • Asistencia
Galatea Logo
ListasAsistencia
Hombres lobo
Mafia
Multimillonarios
Romance abusón
Slow burn
De enemigos a amantes
Paranormal y fantasía
Picante
Deportes
Universidad
Segundas oportunidades
Ver todas las categorías
Valorada con 4,6 en la App Store
Condiciones de servicioPrivacidadImpronta
/images/icons/facebook.svg/images/icons/instagram.svg/images/icons/tiktok.svg
Cover image for Su preciada posesión

Su preciada posesión

Tratando con el Diablo

TAYLOR

Owen frunce el ceño, con cara de pocos amigos al verme. —Tú otra vez.

—Perdona la molestia —digo, sintiéndome inquieta bajo su mirada.

Suelta un suspiro ruidoso. —¿Qué demonios quieres ahora?

La verdad es que ni yo misma sé por qué vine aquí. Apenas lo conozco.

Tragándome el orgullo, le digo: —¿Puedo pasar, por favor? Tuve una discusión con Elliot y no quiero verlo ahora mismo.

Sigue fumando su puro, sin quitarme ojo de encima.

Mientras exhala el humo, pienso que me va a mandar a paseo.

Pero me sorprende abriendo más la puerta para dejarme entrar.

Espero no arrepentirme de esto. Entro en su apartamento.

Está impecable y ordenado. La mayoría de los muebles son de madera.

Me pregunto si los habrá hecho él. Si es así, tiene buena mano.

—Bueno, hablemos de cómo me lo vas a agradecer —dice Owen con una sonrisita.

Me quedo perpleja. —¿Agradecerte? ¿A qué te refieres?

Deja el puro y se acerca a mí. Retrocedo hasta quedar atrapada entre él y la puerta.

Owen pone sus manos a ambos lados de mi cara y se inclina. No tengo escapatoria.

Trago saliva, muy consciente de lo cerca que estamos.

Tengo que levantar la vista para mirarle a los ojos.

¡Maldita sea! ¿En qué estaba pensando al pedirle ayuda?

—Si crees que puedes entrar aquí como si nada, estás muy equivocada —dice Owen, mirándome desde arriba.

Aclaro la garganta. —Vale... ¿Qué quieres?

Se acerca hasta que nuestras bocas casi se tocan. —Ya lo verás.

Lo miro fijamente. —¿No me das una pista?

Me coloca un mechón de pelo detrás de la oreja. —Las cosas buenas se hacen esperar, preciosa —susurra en mi oído.

Siento que me arde la cara mientras su cercanía hace que me recorra un hormigueo.

El corazón me late tan fuerte que creo que puede oírlo.

¡Tengo que parar esto!

Pongo la mano en su pecho.

¡Vaya! Tiene unos músculos de acero.

Intento empujarlo, pero es mucho más fuerte que yo. No consigo moverlo ni un milímetro.

Sorprendentemente, da un paso atrás cuando nota que lo empujo.

Parece muy satisfecho consigo mismo, lo que me dan ganas de darle un bofetón.

Necesito irme. Prefiero enfrentarme a Elliot que a él. Este hombre me saca de quicio.

Owen recoge tranquilamente su puro, como si nada hubiera pasado.

Fuma durante un buen rato, la punta brillando intensamente. Me mira con una sonrisita. Se relame los labios lentamente antes de exhalar el humo que flota en el aire.

La forma en que me mira me incomoda. Sus profundos ojos azules me hacen sentir como si pudiera ver todo sobre mí. No sé por qué, pero no puedo dejar de mirarlos.

Sacudo la cabeza.

Contrólate.

—Creo que debería irme —digo.

Se encoge de hombros. —Como quieras.

Me giro para abrir la puerta. Miro hacia mi apartamento y veo a Elliot esperando, llamando al timbre. Está de espaldas a mí. Retrocedo, cerrando la puerta de Owen.

Respiro aliviada. Elliot no me ha visto.

Owen se cruza de brazos. —Pensé que te ibas.

Niego rápidamente con la cabeza. —Elliot está en mi puerta, esperando que abra.

Owen pone los ojos en blanco. —Lo supe en cuanto te vi por primera vez. Eres un incordio.

Sus palabras me pillan por sorpresa.

¡Menudo cretino!

—¡Apártate! —dice Owen en voz alta, dirigiéndose a la puerta.

¿Qué está haciendo? Me pregunto mientras sale de su apartamento.

OWEN

Observo al imbécil mientras sigue aporreando la puerta de Taylor.

Qué pena me da.

No sé ni por qué dejé entrar a esa chica en mi piso. Normalmente, solo traigo mujeres para un revolcón y luego que se marchen.

He de admitir que jugar con Taylor fue entretenido. Era pan comido provocarla. Se nota que le gusto por cómo se comporta conmigo.

Las chicas son como un libro abierto.

—¿Te importaría dejar de armar escándalo? Algunos intentamos dormir —le digo. Le echo un vistazo y veo una mancha enorme y roja en su ropa.

—Vaya. El rojo te sienta de maravilla. ¿Siempre andas derramando tus bebidas? —Me entran ganas de tomarle el pelo.

Fumo mi puro tranquilamente, a ver qué hace ahora. Se da la vuelta con cara de pocos amigos.

—No te metas donde no te llaman —intenta sonar amenazante.

No puedo evitar soltar una carcajada. Es un blandengue.

Menudo gallina.

Me acerco a él, dando otra calada larga a mi puro.

—Esto sí que me incumbe. Vivo aquí —le echo el humo en toda la cara.

Tose y retrocede, alejándose de mí.

—¡Estás como una cabra! —grita, con los ojos como platos mientras respira hondo, tratando de calmarse.

Esbozo una sonrisa.

—Y tú eres patético —le contesto—. La chica ni siquiera quiere hablarte, y aquí estás, como un perrito faldero, esperando que abra la puerta.

Mira cómo se le ha subido la sangre a la cabeza. Si quiere pelea, aquí me tiene. Siempre me apetece un buen jaleo. Aunque sea con un pelele como él.

Me encantaría partirle la cara.

Pero como el cobarde que es, no hace nada. Se aleja de mí, largándose por fin.

Meneo la cabeza. Qué tipo más flojo. No entiendo qué ve ella en él. Ni siquiera es capaz de plantarme cara.

Como dije, un gallina de tomo y lomo.

TAYLOR

. . . . No puedo quedarme quieta. Voy de un lado a otro como un león enjaulado, esperando a que Owen vuelva.

¿En qué estaba pensando cuando le pedí ayuda con mi problema?

¿Y por qué aceptó echarme una mano?

«La paciencia es la madre de la ciencia, preciosa». ¿Por qué no puedo sacarme esas palabras de la cabeza?

Qué vergüenza, por Dios.

Debo tener la cara como un tomate.

Me doy la vuelta al oír a Owen abriendo su puerta.

—Ya está todo despejado. Puedes irte y dejarme un poco de paz y tranquilidad.

Suena bien. Ya le he robado bastante tiempo.

Además, se está haciendo tarde.

Me dirijo hacia la puerta, pero Owen me detiene agarrándome del brazo.

—No lo olvides, preciosa. Ahora me toca a mí pedirte algo.

—Bueno, tendrás que decirme qué quieres.

Sonríe mientras se acerca de nuevo a mi oído.

—Un beso. Y no creas que es en la boca donde quiero besarte.

Continue to the next chapter of Su preciada posesión

Descubre Galatea

El experimento de la híbrida 1MestizaEl jugador de hockeyCalor en el probadorLa novia del dragón

Últimas publicaciones

Tres. El número perfecto - Bonus: Blanco y doradoEspíritu navideñoEn la cama con el vampiroTruco o trato picanteToc, toc, lobo