Marcello Mafia - Portada del libro

Marcello Mafia

Belle Dowson

Ojos de halcón y tipos malos

HAYLEY

Hayley nunca olvidaría cómo la había acorralado contra la pared, nunca olvidaría sus ojos color chocolate y nunca olvidaría su tono amenazante. Incluso habiendo pasado más de veinticuatro horas, no había dejado de pensar en él.

El vestido que Ava había elegido para ella era un vestido negro escotado con un cuello halter anudado. Era vaporoso y le llegaba unos centímetros por encima de las rodillas.

Llevaba mucho más maquillaje de lo normal —gracias a Ava— y se había rizado el pelo.

Hayley tuvo que admitirse a sí misma que estaba nerviosa; hacía mucho tiempo que no salía de fiesta; siempre temía que alguien de su pasado la encontrara.

Se puso la cadena de su pequeño bolso en el hombro y se preparó para salir.

Ava estaba guapísima. Llevaba un vestido de tirantes ajustado rojo, con unos tacones que la hacían más alta que la mayoría de los hombres. Ben estaba estupendo con una camisa blanca lisa y unos pantalones de vestir.

Todos estaban listos, y Ava les llevó a un lugar donde sabía que podrían saltarse las colas de entrada.

Vivace era una discoteca con un estricto código de vestimenta y con una cola kilométrica en la entrada. Ava se acercó despreocupadamente a los porteros y éstos los dejaron pasar.

Era similar al Veneciano; tenía reservados, un escenario y una pista de baile, pero el espacio era de color morado y negro en comparación con el Veneciano, que era de color rojo y dorado. Ben se dirigió a la barra y cogió una bandeja de chupitos.

—Señoras —dijo, mientras los tres se dirigían a una mesa alta y redonda y se colocaban alrededor de ella. Cuando Ben dejó la bandeja de chupitos, cada uno cogió uno y se lo bebió de una.

Todos pusieron cara de circunstancia y al tragar, hicieron como si fueran a vomitar, pero se rieron al ver las caras que ponían.

FRANKIE

—Nic. —Frankie llamó a su amigo que estaba sentado en el reservado. Nic miró a Frankie, que estaba de pie mirando por encima de la barandilla de metal que daba vistas a toda la discoteca.

Nic se puso en pie, excusándose por interrumpir la conversación que estaba teniendo con Luca y el inútil de su hermano, Marco.

Nic se puso al lado de Frankie. —¿Esa es Ava? —preguntó mientras Nic miraba la mesa donde estaba Ava riéndose con Ben Lusziak y esa chica nueva.

—Sí —dijo únicamente, observando cómo los tres de abajo se tomaban su segunda ronda de chupitos y lo dejaban de nuevo en la mesa. Nic sintió una presencia al otro lado; miró para ver que era Luca quien ahora estaba a su lado.

—¿No es la chica que te tocó las pelotas anoche? —Nic se rió mientras Frankie la miraba.

Luca ya se había fijado en ella. Se rió al ver cómo se tomaba su tercer chupito y Ava se agarraba rápidamente a su brazo para bailar.

—Nunca tuvo mis pelotas. Puedo hacérmela si quiero. —Frankie se burló, tratando de defender su hombría.

—Y como dije, no es una chica pluma. —Luca se dirigió a su amigo, mientras observaba cómo ella y Ava bailaban al ritmo de una canción de Pink que estaba a todo volumen.

Luca no podía apartar sus ojos de ella, de la forma en que se movía. Su sonrisa era ligera y reluciente, no tenía oscuridad en su interior, no como él.

—Sí, lo sé. Pero no está en el Veneciano ahora mismo —señaló Frankie. Luca se limitó a mirar a su amigo y Frankie se limitó a reírse. Luca vio cómo la chica se separaba de Ben y Ava y se dirigía a la barra.

HAYLEY

—¿Me das otro vodka con coca-cola? —le gritó al camarero, que se apartó para prepararle la bebida.

Por el rabillo del ojo, vio que había cerca un grupo de chicos y que uno de ellos se acercaba a ella.

—Hola, preciosa. —le dijo mientras se ponía a su lado.

Se puso demasiado cerca de ella, lo que le resultó bastante desconcertante y ella dio un ligero paso atrás, bueno, todo lo que pudo, ya que la barra del bar estaba llena de gente.

—Hola —dijo ella simplemente. Sus ojos se dirigieron al grupo que estaba detrás de él y que los observaba, riéndose. Ella sabía lo que estaba pasando aquí.

—Entonces, ¿qué...? —empezó él, pero ella le cortó.

—Escucha. —Lo miró a los ojos—. No me interesa, así que sea cual sea la apuesta que tengas con tus coleguitas de polla, búscate otra chica a la que engañar.

Sus palabras fueron contundentes, dejando claro que no estaba interesada.

Hayley escuchó cómo el grupo de tíos se reía cuando escucharon que lo rechazaba. Entonces él cambió su actitud y se puso serio, estaba claramente avergonzado y cabreado. Hayley se giró para volver a la pista de baile, pero él la agarró del brazo. Ella miró de su mano a su cara.

—Malditazorra, —Escupió, y ella retiró el brazo de su mano—. Te vas a arrepentir de haber hecho eso, puta. —se lo dijo en un tono bajo, oscuro y amenazante ante lo cual Hayley se rió.

—¿Crees que tengo miedo? —Puso la mano en su pequeño bolso negro que contenía su fiel navaja—. ¿Crees que no me han amenazado hombres más grandes y temerosos que tú?

Su corazón se aceleró al pensar en el pasado, en los hombres de los que había huído y en cómo anoche le había amenazado el hombre de ojos oscuros. Decidida, se alejó con seguridad del chico y volvió junto con Ava y Ben.

LUCA

—Es como el fuego. —Frankie se rió mientras él y Luca veían cómo la morena derribaba a un tipo que intentaba acercarse a ella.

Luca observó cómo Hayley volvía a caminar entre la multitud, tratando de encontrar a sus amigos.

—¿Dónde está Nic? —Frankie intentó cambiar de tema aunque sabía que probablemente Nic estaba haciendo algo «trabajillo» para su jefe, o sea, para Luca.

Luca ya no escuchaba a Frankie, sino que observaba cómo Hayley caminaba entre la multitud, buscando inocentemente a sus amigos.

Luego, volvió a mirar al tipo que ella había rechazado. Conocía la mirada de aquel tipo. Y ese tipo de mirada era el que hacía que su capacidad de protección interfiriera en su juicio. Mientras veía cómo el tipo seguía mirando a Hayley, Luca le observaba con atención.

HAYLEY

—¿Ben? —Hayley gritó para que se le escuchara. Ben estaba ocupado, bailando con una chica de pelo castaño—. ¿Dónde está Ava?

Él se encogió de hombros y ella miró a su alrededor. El club estaba llenísimo. No tenía ni idea de dónde podía estar, pero el baño sería un buen lugar para empezar.

Se abrió paso entre la masa de cuerpos que bailaban, con la cabeza dándole vueltas por el alcohol. Trató de tener controlada su bebida, pero con amigos como Ben y Ava, no era posible.

Entró en un pasillo formado por varias puertas de baños y sofás donde la gente se besaba como si fueran los únicos en toda la discoteca, algunos se creían de verdad que estaban solos llevándolo demasiado lejos para los ojos del público.

—Hola, preciosa.

La voz la hizo detenerse en seco y se giró para ver al sórdido tipo de la barra del bar. No podía negar que estaba temblando; el alcohol había nublado sus sentidos, e intuía que esto no iba a acabar bien.

Se acercó a ella. Por alguna extraña razón, sus pies se quedaron pegados al suelo. Se quedó paralizada mientras él se acercaba a ella y le agarraba del pelo.

En ese momento todo sucedió muy rápido. El tipo había conseguido localizar un armario de limpieza cercano, la metió primero y luego entró él, cerrando la puerta de golpe.

La empujó hacia unas estanterías de madera, haciéndola perder el equilibrio y terminando en el suelo. En el proceso se cayeron dos de las estanterías.

Le dolía la espalda por la caída y siseó de dolor. Él se acercó a ella, con un brillo maligno en los ojos.

Ella observó cómo se estaba desabrochando el cinturón, pero no iba a permitir que eso sucediera. Levantó su pie y le dio una patada en los huevos, y él se encogió por el dolor, sujetándose sus partes.

Hayley aprovechó para levantarse del suelo y correr hacia la puerta, pero él no iba a dejarla ir tan fácilmente.

Consiguió agarrarla de nuevo por el pelo y la estampó contra la pared con un golpe seco. La hizo girar de modo que quedara de espaldas a la pared y le dio una fuerte y brusca bofetada en la cara.

—Maldita puta. —Su cuerpo tembló de rabia mientras su mano, una vez más, pasaba por su mejilla. Entonces ella fue a por él, no iba a dejar que eso sucediera, no pensaba ser una víctima.

Le clavó las uñas en la cara, arañándole toda la piel y haciéndole sangrar. Al haberle hecho eso, el tipo gimió y maldijo, agarrándola del pelo y lanzándola violentamente contra el suelo.

Al caer, Hayley tuvo cuidado de no golpearse la cabeza, pero eso no mejoró el asunto cuando él se puso encima de ella.

—¡No! —Sintió que ya no podía seguir siendo fuerte y las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos. Él levantó la tela de su vestido hasta la cintura y entonces ella oyó el sonido de su cremallera.

—¡Deja de pelear, voy a follarte, perra! —soltó las palabras de forma contundente mientras apretaba los dientes. Estaba agarrándola con fuerza ya que ella no dejaba de moverse, intentando luchar por que no la violara.

Todos sus intentos estaban conduciendo al fracaso y pronto oyó cómo le desgarraba el vestido.

Mientras luchaba con el hombre que estaba encima de ella, tocó su bolso. De repente vio la manera de salir de esto. Sus manos se pusieron a rebuscar por dentro para sacar su pequeña navaja.

El indeseable tipo estaba demasiado distraído intentando sacar su pequeño pene como para darse cuenta de lo que ella hacía. Cuando lo encontró, le clavó la navaja, haciéndole gritar de dolor y desplomándose sobre su cuerpo. Ella aprovechó este momento para moverse y salir corriendo.

No miró hacia dónde iba; simplemente corrió hasta que dos manos, una en cada uno de sus hombros, la pararon. Miró hacia arriba para encontrarse con los ojos color chocolate de la noche anterior.

Luca había visto al maldito cabrón seguirla hasta el pasillo y llamó a los de seguridad, donde le informaron de que un tipo había empujado a una chica en un armario de limpieza, y que la ayuda estaba de camino, pero él había llegado antes.

Ella observó cómo él le quitaba la navaja de la mano, limpiándola rápidamente con un pañuelo que había sacado del bolsillo de su traje sastre antes de guardarla en el bolsillo de su pantalón de vestir. No estaba segura de lo que estaba ocurriendo

Entonces aparecieron dos caras conocidas. El engreído, Frankie, y el listillo, Nic. También vio aparecer a unos hombres que parecían gorilas. Sintió que se le revolvía el estómago; acababa de apuñalar a un hombre.

—Acabo de... —Luca la interrumpió. Parecía saber lo que había pasado aunque no hubiera visto directamente.

—Hay un tipo en el armario de la limpieza. Ricardo y Dominic, podéis ocuparos de él. Frankie, ¿puedes comprobar el CCTV, por favor?

Hayley estaba confundida con lo que estaba pasando. La gente los miraba. ¿Iban a arrestar a Hayley?

—Tú vienes conmigo. —sus palabras estaban impregnadas de dominación. Su mirada transmitía tranquilidad, al igual que su tono de voz. Entonces, se quitó la chaqueta y la colocó cuidadosamente sobre los hombros de Hayley.

La guió por la parte de la discoteca reservada al personal. Todo el mundo observó cómo Luca iba con Hayley por la escalera hasta el despacho desordenado de su hermano. Nic les seguía fielmente.

Hayley observó el despacho, que consistía en una gran mesa de cristal que era un caos, llena de papeles y archivos que cubrían toda la superficie.

Una enorme silla de oficina de cuero y otros dos sillones de cuero negro respaldaban la puerta y ambos estaban frente al escritorio. Había una pared de cristal que daba a la discoteca.

También había dos sofás de cuero negro, uno frente al otro; entre ellos había una mesa de centro de cristal, que estaba llena de copas vacías, un decantador y un cenicero en el que no cabía ni una colilla más.

Hayley observó cómo Luca recogía rápidamente la mesa de centro y ponía los objetos desordenados y el cenicero lleno en la mesa del despacho principal.

Le fastidiaba que su hermano pequeño tuviera un solo trabajo en la familia y que fuera controlar lo que pasaba en la discoteca, y sin embargo la oficina fuera un desastre, algo que Luca odiaba realmente.

—¿Vas a llamar a la policía? —preguntó Hayley; todavía llevaba su chaqueta. Miró a Luca, que tomaba asiento en uno de los sofás, y soltó una risita gutural cuando la oyó decir la palabra policía.

—¿Por qué iba a hacer eso? —su voz era tranquila mientras señalaba con la cabeza el sofá de enfrente—. Toma asiento, bella.

Ella se mostró escéptica al principio, antes de negar con la cabeza y apoyarse en el sofá. Los ojos de Luca recorrieron las marcas de su cara y de sus piernas, cubiertas por la falda rasgada.

—Podemos llamar a la policía si quieres presentar una denuncia. —Luca levantó una ceja.

Desde luego, no quería que la policía anduviera husmeando, pero si eso la hacía sentir mejor, no dudaría en hacerlo. Observó cómo ella negaba rotundamente con la cabeza.

—No puedo... Quiero decir que no, no quiero —contestó apresuradamente. ¿Cómo iba a presentar una denuncia a la policía? Se suponía que no estaba en Estados Unidos.

Luca la miró mientras ella mantenía su mirada puesta en las manos que tenía colocadas sobre las rodillas. Luca miró entonces a Nic, que parecía igual de desconcertado por lo que acababa de decir. ¿No podía presentar una denuncia a la policía?

¿Estaba asustada porque le había apuñalado? Ningún detective la detendría y, si lo hicieran, Luca tenía abogados que la sacarían inmediatamente alegando defensa propia, sin ningún problema.

Luca sabía que haría todo lo posible por ayudarla; la habían atacado en su discoteca, un lugar en el que debería estar segura y no lo había estado. Sabía que tomaría medidas al respecto: nadie salía herido bajo su cuidado y se salía con la suya.

—Nic, ¿puedes traernos algo de beber? —le indicó a su primo, que asintió y salió del despacho.

Hayley miró por encima del hombro y observó cómo el tipo llamado Nic salía de la oficina, y se quedaba a solas con él. Volvió a mirar a Luca, mientras él se sentaba, con bastante calma, en el sofá. Se quedó observándole.

Iba elegantemente vestido, con una camisa de vestir blanca y una corbata oscura. Sus pantalones hacían juego con la chaqueta que llevaba; sus zapatos también eran elegantes y todo lo que llevaba era de diseño.

Sus ojos eran oscuros, pero cuando le daba la luz, tenían un cálido color marrón, y sus rasgos estaban muy definidos. Era muy guapo. Se notaba que se cuidaba, eso estaba claro.

—He apuñalado a un hombre —dijo ella, todavía en shock mientras trataba de pensar en lo que acababa de pasar.

Sí, llevaba una navaja con ella, pero nunca esperó tener que usarla. La navaja era simplemente para una especie de tranquilidad.

—Intentó herirte primero, bella —dijo sin miramientos. En su mundo, la muerte y la violencia eran tan naturales como respirar. Observó cómo la chica se llevaba las manos a la cara, con el mismo aspecto angustiado de siempre.

Escuchó cómo murmuraba contra sus manos, repitiendo lo siguiente: «No volveré a ser una víctima, no volveré a salir herida».

Luca fue a preguntarle de qué estaba hablando, pero un ligero golpe en la puerta los interrumpió.

—Discúlpame, bella. —Se excusó para salir de la oficina hacia su primo que lo esperaba fuera.

—Luca, Dom y Ric tienen al tipo encerrado en el armario de la limpieza.

Entonces, Nic sacó sus manos de detrás de la espalda y Luca miró muy seriamente los dos objetos que tenía entre sus manos, ambos pertenecían a la chica. Uno era su bolso de mano y el otro era una ropa interior negra de encaje.

—¡Bastardo! ¿Crees que ha conseguido hacerle daño? —preguntó Luca mientras cogía el bolso y hacía lo que Siobhan siempre le advirtió que no hiciera: mirar dentro.

Había algo de dinero en efectivo, su móvil y un pasaporte británico. Lo abrió y miró su identificación. Se llamaba Hayley Tate y tenía veintitrés años.

Volvió a colocar la identificación en su bolso. Nic se sintió incómodo mientras sostenía la ropa interior de la chica.

—No lo sé, él afirma que no lo hizo. Frankie todavía está comprobando las imágenes —explicó Nic mientras Luca le quitaba de las manos la ropa interior de Hayley; entonces, Nic se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta para enseñarle algo más a Luca.

—El tipo vino buscando problemas.

Luca miró la pequeña caja de pastillas, reconociéndolas fácilmente como la droga de la violación. Esto cabreó todavía más a Luca.

El tipo planeaba agredir a una chica esta noche, lástima que eligió el lugar equivocado, la chica equivocada y el dueño del local equivocado.

—Llevadlo al calabozo —ordenó Luca con voz fría.

Nic asintió solemnemente. Luca se quedó mirando la ropa interior antes de que Nic volviera a hablar.

—He llamado al Dr. Luciano, está en camino. Los amigos de la chica creen que se desmayó en los baños. Metí a Ava en un taxi pero Ben Lusiak insistió en quedarse esperándola.

Luca se limitó a asentir, podía imaginarse a Ben Lusiak como un héroe.

—¿Jefe?

Escucharon una voz y Luca miró al hombre que había hablado. Él, como todos los que trabajaban para él, llevaba su mejor atuendo. Era el médico de la familia, un hombre que había visto mucho en los pocos años que llevaba trabajando para Luca.

—¿Qué ha pasado? Lléveme hasta la paciente, por favor —dijo el médico, cogiendo, con una mano la mano de Luca dándole un firme apretón de manos mientras que con la otra sujetaba un maletín de cuero marrón. No pudo evitar darse cuenta de que su jefe llevaba en la mano ropa interior femenina y un bolso de mano.

—Está en la oficina —explicó Luca.

Luciano parecía desconcertado. Normalmente le llamaban cuando un hombre había sido apuñalado, disparado o apaleado.

—La atacaron en la discoteca. Un tipo se las arregló para sacarle esto —explicó Luca en voz baja mientras le tendía la ropa interior. Algo en su interior se agitó y su estómago se revolvió.

—¿Tal vez deberíamos llamar a una doctora? —preguntó Nic.

Luciano sabía mucho, y negó con la cabeza antes de volver a mirar al jefe.

—Le insistirá en que lo denuncie —explicó Luciano. No era estúpido; sabía que a Luca Marcello no le haría ninguna gracia que los policías anduvieran husmeando por la discoteca.

—Eso no será un problema. El bastardo que ha hecho esto no volverá a ser visto —dijo Luca con firmeza, y Nic lo tomó como una señal para ir a decirle a Ricardo y a Dom que llevaran al bastardo al calabozo.

—Mire, jefe, entraré solo. Tengo mucha experiencia. Por desgracia, nos enfrentamos a menudo a agresiones como ésta. Hablaré con ella para saber qué ha pasado y miraré todo lo que tenga que mirar.

Cogió suavemente el bolso y la ropa interior que sostenía su jefe mientras éste suspiraba y asentía.

Luca se aseguraría de que la muerte del atacante fuera violenta y dolorosa. Pero por ahora, lo único que podía hacer era esperar.

HAYLEY

Hayley se movió en su asiento mientras el joven médico la interrogaba mientras le examinaba la cara donde su atacante la había abofeteado.

—Hayley… —Suspiró Luciano y le tendió la ropa interior de encaje negro, haciendo que se le desconfigurara la cara—. ¿Te ha hecho daño, en algún otro lugar? —dijo con voz tranquila.

Ella negó con la cabeza. —Nunca le di la oportunidad —dijo audazmente, a lo que Luciano sonrió. Había una chispa en esta pequeña británica, el brillo de sus ojos azules era embriagador y su atrevimiento era encantador.

—Mire, realmente me tengo que ir. Mis amigos estarán preocupados. —Ella sonrió, y él cerró su maletín.

—Bueno, si estás segura de que estás bien… —Observó cómo ella asentía y metía su ropa interior en el bolso y se levantaba, Luciano hizo lo mismo.

Salió y se encontró con Ben y Luca enfrentados. Ben exigía saber dónde estaba Hayley, y Luca le decía con calma, pero con firmeza, que se fuera a casa y que ya se habían ocupado de ella.

Los ojos de ambos se posaron en ella cuando salió del despacho.

—Ya estoy bien —le aseguró a Ben antes de volverse hacia Luca—. Y gracias, señor Marcello, por llamar al médico.

Luca sólo asintió una vez como respuesta. Pensó que era un hombre bastante frío.

Ben le pasó el brazo por los hombros y la condujo escaleras abajo y se dirigieron a casa. Luca apretó los dientes al ver a Hayley alejarse con Ben.

¿Qué le hacía sentir así? Era una chica bocazas e irrespetuosa, pero algo en su interior le hacía desearla.

—¿Sr. Marcello? —Luciano llamó desde atrás—. Nunca la tocó. Bueno, no de la manera que nos preocupaba porque ella nunca le dio la oportunidad, aparentemente. —Sonrió—. Buenas noches.

El médico se fue, dejando a Luca solo.

Suspiró y metió las manos en los bolsillos del pantalón y palpó su navaja. Sonrió, porque sabía que esa chica era como el fuego, y a él le gustaban las llamas.

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