Ella no está nada contenta cuando su padre la envía de Londres a Nashville. Con sus modales británicos y sus gustos exclusivos, no encaja entre los sureños. Pero su actitud empieza a cambiar cuando conoce a un misterioso y taciturno vaquero. Ella no puede dejar de pensar en él, y su mundo pronto se pone patas arriba. Se enamora de Tobias, pero la vida se interpone en su relación. ¿Podrán esta princesa y su vaquero vivir felices para siempre?
Clasificación por edades: +18
Capítulo 1
Bienvenidos a NashvilleCapítulo 2
Encuentro con los hermanosCapítulo 3
La interminable búsqueda de Wi-FiCapítulo 4
Música countryEl cartel de bienvenidaque veo al atravesar el aeropuerto de Nashville me hace estremecerme y suspirar con fuerza.
¿Dónde coño me han enviado? ¿Y qué he hecho para merecer este castigo?
Mi padre dice que es para ir a la universidad, pero yo sé que es mentira. Quiere quitarme de en medio para poder casarse con su novia actual.
Todo el mundo sabe que la mujerzuela con la que planea compartirlo todo es una gran aficionada a la cacería de metales preciosos, sólo que mi padre es demasiado tonto para darse cuenta.
Soy la única persona que se lo dice directamente y él lo odia. Siempre lo ha odiado, pero esta vez ha llegado al extremo de demostrarme que va en serio.
Me apuntó para hacer un máster de economía en una universidad aquí en Nashville, a partir de agosto, por dos años - ¡dos años en este infierno!
Tengo veintitrés años, así que podría decirle que se lo metiera por el culo, pero conozco a mi padre y si no doy un poco el pego, las consecuencias serán mucho peores.
La última vez que se cabreó conmigo, me cortó todo el dinero e incluso se llevó mi coche la grúa porque dejó de pagar los impuestos y el seguro.
Me quedo con mi viejo tío Frankie. ¿Quién manda a una joven a quedarse con un viejo cualquiera? Es el hermano mayor de mi padre, y sólo lo vi una vez cuando tenía unos quince años, es literalmente un extraño para mí.
Me sorprendo al echar un vistazo a la sección de llegadas; pensaba que todo serían sombreros de vaquero y botas asquerosas, pero aún no he visto nada así.
Puede que la ciudad haya cambiado desde que mi padre vivía aquí. En sus viejas fotos, él y mi madre siempre iban vestidos de paisanos.
Voy jugando al veo veo pensando en cuánto tardaré en ver al primer cowboy, escuchando música en mis auriculares, cuando una anciana choca conmigo. Pongo los ojos en blanco, molesta, y ella gruñe; huele a vieja y parece recién desenterrada.
La gente mayor me fastidia: siempre piensan que se les debe algo de su juventud, como si tuviéramos que desvivirnos por dejarles pasar primero o cederles nuestros asientos. Al diablo con eso, ¡ya tendrán tiempo de descansar cuando estén muertos!
Saco mi teléfono y veo las fotos y vídeos que mis amigos de Inglaterra han ido colgando en sus redes sociales.
Salieron por ahí mientras yo estaba sola enla termindal de salidas en el aeropuerto de Heathrow, sentada en el avión junto a un molesto niño pequeño en primera clase y haciendo cola en el control de pasaportes.
Hay fotos de salas VIP, champán, cócteles y hombres sexys en mi teléfono que me hacen odiar aún más a mi padre.
Es la guinda del pastel cuando salgo de llegadas, sudorosa y nerviosa, y me encuentro con el hombre con el que voy a vivir.
Viejo es un eufemismo: parece antiguo, y me pregunto si el secreto de familia es que en realidad es el padre de mi padre y no su hermano.
También es el único que lleva un puto sombrero de vaquero. Tengo que tomar una foto, de no hacerlo, nadieva a creer mi vida en este momento.
Un anciano con doble pantalón vaquero y sombrero de vaquero me recogió en el aeropuerto... ¡Nadie se puede inventar algo asía!
—Isobella —dice y sonríe mientras intenta abrazarme.
Me alejo de su alcance. —Hola —le digo—. ¿Supongo que eres Frankie?
Se inclina la parte delantera del sombrero y sonríe. —Supones bien. ¿Qué tal el vuelo?
—Molesto y largo —respondo.
Coge mi maleta y se esfuerza por averiguar cómo moverla.
—Tiene ruedas debajo, sólo tienes que empujar.
—Ah, nunca he visto una tan elegante como esta. Las mías son maletas antiguas que se levantan con el asa.
Pongo los ojos en blanco y le dejo pasar. Aguantaré un par de meses, un par de meses antes de llamar a papá y decirle lo mucho que lo odio, que no puedo hacer amigos ni seguir viviendo aquí.
No sé por qué me sorprendo cuando Frankie se detiene ante una camioneta destatalada. Sacudo la cabeza. Seguro que a mi padre le hace gracia.
—Seguro que no es como los vehículos a los que estás acostumbrada —me dice mientras me abre la puerta del acompañante.
El asiento tiene mierda por todas partes, así que espero a que lo despeje antes de subirme.
—Son sólo algunas herramientas viejas que estoy limpiando —dice mientras las tira al suelo—. Tengo que pasar por el garaje de camino a la casa. Puedes comprar lo que necesites mientras estamos allí. No hay mucho en los alrededores una vez que llegas al rancho.
¡Genial, vive en el maldito desierto!
—¿Hay Wi-Fi? —pregunto.
—¿Que si hay qué? —pregunta.
¡Mierda!
Paso el resto del viaje con el teléfono. Hago llegar el mensaje a mis amigos de que en algún momento puede que solo me comunique mediante mensajes de texto.
También le mando un mensaje a mi padre para decirle lo gilipollas que es y recordarle lo mucho que le odio.
—Bien, hay tiendas aquí, puedes conseguir cualquier artículo de aseo o cosas de mujer que necesites. Yo estaré donde Bill, justo allí —señala a alguna parte. »¿Quedamos aquí en media hora?
—Lo que digas —suspiro. Media hora no es tiempo suficiente para ir de tiendas.
Al alejarme del Garaje de Bill, veo una calle con un total de dos bares y dos tiendas.
Un joven con sombrero de vaquero inclina la cabeza desde la puerta de una tienda cuando paso junto a él. Le hago una mueca, y su sonrisa amistosa se convierte en un ceño fruncido.
Me dirijo al pasillo de comida de una de las tiendas. Si voy a estar encerrada en una habitación, supongo que necesitaré algún tentempié.
Aquí hacen las cosas a lo grande: las bolsas de patatas fritas son enormes y todo viene en paquetes múltiples. Cojo lo que puedo y salgo al calor de lacalle.
He metido en la maleta muchas cosas que necesito, y en algún momento tendré un coche para conducir. Cuando eso llegue, podré conducir hasta Nashville, que sé que tiene mucha más variedad.
—¿Has encontrado el camino? —me grita Frankie cuando vuelvo al garaje después de diez minutos.
—No es un lugar muy grande, ¿verdad?— murmuro, pero no me oye.
—Mack, te presento a mi sobrina, Isobella —me dice cuando me acerco al garaje con mi bolsa reutilizable.
El viejo gordo que toma el sol me sonríe.
—Te pareces mucho a tu madre —comenta.
Frunzo el ceño. Ya nadie habla de mi madre, y se me hace raro viniendo de un viejo extraño.
—Saldremos de aquí enseguida —dice Frankie—. Sólo estoy esperando a Tobias, necesita que lo lleven al rancho.
Tengo calor, estoy cansada y muy agitada. El largo vuelo me ha quitado toda la energía, y ahora estoy de pie bajo el calor del verano junto a un viejo garaje grasiento esperando a que un tipo cualquiera me lleve.
Me pongo los auriculares y me apoyo en la pared, esperando.
Veo que Frankie dice algo pero no le oigo por encima de David Guetta. Cuando vuelvo a levantar la vista del suelo, veo al joven que estábamos esperando.
Es el vaquero de la tienda. Lleva unos vaqueros rotos de color azul claro, de los que ya no están de moda en el Reino Unido. Una camiseta blanca muestra sus músculos de vaquero, y lleva un estúpido sombrero.
Es una pena; si estuviera en el Reino Unido y vistiera decentemente, sería un tipo guapo. Me quito los auriculares y sigo a Frankie hasta su camioneta sin hablar.
—Gracias por quedarte —le dice el joven a Frankie, ignorándome.
—No hay problema, joven. Pero a cambio quiero que me hagas un favor —dice Frankie.
—Claro, ¿no será ese maldito tejado tuyo otra vez?
—No, es mi sobrina Isobella., No conoce a nadie. ¿Puedes ser su anfitrión?
Sacudo la cabeza en señal de protesta. —Estoy bien, gracias, no planeo quedarme mucho tiempo.
El vaquero entrecierra los ojos y me mira de arriba abajo.
—No creo que las de tu clase duren mucho por aquí.
—¿Mi clase?
—De donde venimos, trabajamos por lo que tenemos —dice mientras salta a la parte trasera del camión.
Subo a la cabina y me siento irritada por el vaquero.
¿Quién se cree que es para juzgarme? ¡No me conoce!