La pequeña compañera del Alfa - Portada del libro

La pequeña compañera del Alfa

Myranda Rae

Albóndigas y pasteles de carne

RHIANNON

Caminamos en silencio desde el edificio en el que dormía hacia un enorme edificio tipo cabaña de madera. Es más bien una mansión de troncos, si es que eso existe.

Pasamos por una gran zona al aire libre; hay hogueras rodeadas de sillas y una enorme cocina exterior.

Cuando llegamos a la puerta de la monstruosidad de troncos, Hunter se vuelve hacia mí. —Esta es la casa de la manada. Todos viven aquí, menos yo. Yo vivo en una casa separada al final de la calle, con mi Luna.

—¿Tu Luna?

—Mi compañera.

Me estoy hartando de todas estas palabras de hombre lobo.

Niego con la cabeza.

Cuando entramos, Flo me coge del brazo y camina conmigo.

—La Luna es la compañera del alfa. Es como la madre de la manada. Las parejas son como matrimonios, más o menos. Hay más que eso, pero es complicado. Seguro que tu cerebro ya está al máximo de su capacidad.

Me rio secamente. —Eso es quedarse corto.

La casa de la manada es preciosa. No hay duda de que la decoración está dedicada a los lobos; hay cuadros y estatuas de lobos por todas partes.

Atravesamos una gran sala de estar, con la chimenea más grande que he visto nunca. Oigo conversaciones y risas en un pasillo.

A medida que nos acercamos a una puerta parcialmente abierta, el ruido aumenta. Es buen ruido, gente disfrutando de la compañía de los demás. Cuando Hunter abre la puerta, todo se queda en silencio.

Todos asienten con la cabeza y le sonríen. Al pasar, también sonríen a Flo. Me miran con curiosidad.

Hay tres mesas largas, cada una con capacidad para, al menos, cien personas. Hunter se detiene y nos acerca sillas a Flo y a mí al final de una mesa.

A continuación, se sienta en una mesa más pequeña en la parte delantera de la sala. Una mujer embarazada y una pareja lo esperan de pie. Cuando se acerca, besa a la embarazada. Su Luna, sospecho.

Después de sentarse ellos, se sientan todos los demás. Hay enormes fuentes llenas de pasta, diferentes salsas, albóndigas y pan de ajo.

Hunter levanta su vaso hacia la sala y asiente. Debe de ser algún tipo de señal, porque todo el mundo se pone manos a la obra.

Me siento en silencio, esperando a que la gente a mi alrededor termine de servirse y de servir a sus hijos.

—¿Toda esta gente son lobos? —le susurro a Flo.

—Sí, y lo creas o no, esta es sólo parte de la manada.

Se me abren mucho los ojos.

La mujer sentada frente a mí se inclina, con una cuchara de servir en la mano extendida. —No seas tímida. Híncale el diente.

La reconozco de la biblioteca. Trae a dos niños pequeños para que escuchen los cuentos de Flo.

—Soy Lily, ya nos conocemos —dice con una sonrisa.

—Sí, de la biblioteca. —Intento devolverle la sonrisa. ¿Cuántos de los clientes de mi biblioteca son gente lobo?

—Flo, ¿dónde estamos? —De repente, me doy cuenta de que no tengo ni idea de dónde están las «tierras de la manada».

—Estamos a media hora de Shelby —responde.

Todo este tiempo, había una enorme manada de lobos viviendo justo al final de la carretera.

—Estamos en unas cincuenta hectáreas —dice Lily con una pequeña risa—. Necesitamos espacio.

—¿Por qué no vives aquí, Flo?

—No soy un lobo, cariño —se ríe—. Hubo un incidente, hace once años, cuando mi pobre Irv murió. —Ella asiente con la cabeza tristemente—. Los descubrí. Me cuidan y los ayudo de vez en cuando.

Asiento con la cabeza. Ahora mismo no sé cómo asimilar nueva información.

Elijo pastel de carne y albóndigas. Están deliciosos.

—¿Cómo estás? —me pregunta Lily suavemente, con sus ojos estudiando mi cara.

—No estoy segura —me rio—. Estoy procesando. Mi vida ya es rara, ahora parece que también es peligrosa. Y acabo de descubrir que existen los hombres lobo. Es mucho.

—Si tienes alguna pregunta, dímelo. No me importa responder.

—Gracias —asiento.

Miro a mi alrededor, intentando no llamar la atención. Todas las mujeres son muy guapas. La mayoría también son bastante altas, mucho más que yo.

Los hombres son muy guapos, todos y cada uno de ellos. Hombres monstruosamente altos, musculosos y guapos. La mayoría lleva el pelo largo y muchos, también, barba.

También me he dado cuenta de que muchos de ellos tienen tatuajes. No sólo uno o dos, sino mangas completas que llegan hasta el cuello.

Un chico rubio, unos asientos más abajo, me sorprende con la mirada. Me guiña un ojo y me ruborizo.

—Déjala en paz, Dylan —se ríe Lily.

Sonríe y se concentra en su comida.

—Es el hermano de mi compañero —explica—. Jason está en la patrulla fronteriza.

—¿Tienes pareja? —pregunto—. Entonces, ¿eres su Luna? —Estoy tratando de entender toda esta jerga.

—No, sólo la pareja del alfa es una Luna. Jason y yo no somos miembros de rango.

—«¿Rango?» —Mi cara debe parecer muy perdida porque ella y Flo se ríen ligeramente.

—Alfa, beta y gamma son los tres primeros miembros de la manada. Sus compañeras son la Luna, la hembra beta y la hembra gamma. El resto, somos parte de la manada, pero no tenemos títulos.

—Interesante. —Estoy completamente fascinada. Quiero hacer más preguntas, pero Hunter y su mujer se acercan a la mesa.

—Annie, esta es mi compañera, Luna Elana —dice Hunter.

Me coge la mano entre las suyas. —Encantada de conocerte. Siento mucho no haber venido antes. —Se pasa la mano por el estómago—. Necesito comer o me pongo... desagradable —se ríe.

Parece genuinamente dulce. Hay algo en ella que me tranquiliza.

—Gracias por recibirme —les digo—. Gracias por protegerme. No lo dije antes. Creo que estaba en estado de shock. Os agradezco de verdad que hayáis estado pendientes de mí. —Miro entre ellos y Flo.

Elana sonríe. —Si has terminado, me encantaría enseñarte tu habitación de invitados.

—¡Sí, por favor! La cena estuvo increíble, por cierto.

—Gracias —dice Lily riendo—. Soy una de las cocineras de la manada.

—¡Oh! ¡Fue excelente!

Me levanto para seguir a Elana y a Hunter. Aprovecho para mirar un poco más a mi alrededor mientras salimos.

Todos parecen felices y cómodos. Es obvio que todos se quieren y se sienten seguros aquí. Y, entonces, pienso algo que nunca creí que pensaría.

Estoy celosa de los hombres lobo.

Mi habitación de invitados es preciosa; pequeña, pero muy hogareña y acogedora. Es más acogedora que mi apartamento.

—Te dejaremos que te instales —dice Elana—. ¡Por favor, siéntete libre de pasear por la casa! Nadie te molestará. —Sale de la habitación.

—Mañana enviaré a unos tipos a tu apartamento para que te empaqueten algunas cosas. ¿Hay algo específico que quieras que cojan? —pregunta Hunter.

—Mm... hay un cuaderno, debajo de mi almohada. Por favor, pídeles que me lo traigan.

Asiente y me dejan en la pequeña habitación.

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