E.J. Lace
Mari
—Gracias por venir conmigo —digo. Miro a Brittany mientras ocupamos una plaza de aparcamiento y observo el edificio que tenemos delante. Ella asiente echando un vistazo al espejo retrovisor.
La imito y me doy un repaso antes de salir del coche. Nunca he salido así, con mi ropa de trabajo.
Aunque he hecho fiestas y espectáculos privados, nunca me he vestido para no quitarme la ropa. Para actuar como si el Ángel del Pecado saliera para ver a su novio ganar su pelea.
Tras escuchar al señor James y la información que me dio sobre cómo era exactamente su atleta y, lo que se esperaba de mí, me he mantenido fiel a mi persona, decantándome por un vestido de encaje ceñido que termina a medio muslo.
Mi máscara blanca hace juego con el color del vestido y hace resaltar el rojo burdeos de mi lápiz de labios, las joyas y los tacones.
Mi peluca negra está plana en lugar de las suaves ondas playeras que suelo emplear para los espectáculos de los viernes y los sábados.
Tomando aire, Brittany y yo nos dirigimos hacia dentro. No esperamos en la fila como el resto de la multitud; nos reconocen cuando pasamos, gritan nuestros nombres en estado de conmoción.
Foxxy y el Ángel del Pecado han aparecido en el mundo real, haciendo que nuestros personajes parezcan sorprendentemente auténticos.
Cuando llegamos a la puerta principal, el equipo de seguridad nos hace pasar.
Un grupo de cuatro tipos altos y corpulentos, con trajes negros a juego, nos acompaña hasta un pasillo gris en el que el señor James me examina de pies a cabeza. Puedo ver el monstruo lujurioso que acecha en sus ojos.
Como todos los hombres que vienen a mis espectáculos.
El señor James nos estrecha las manos y me agradece de nuevo que haya aceptado su oferta. Me dice que su boxeador es un tipo grande, que le llaman La Bestia y que ya está en su vestuario esperándome.
Le pregunto cuánto falta para la hora del combate, a lo que responde que diez minuto con una risa baja.
Diciendo a Foxxy que nos guarde los asientos en el escenario, dejo que el señor James me guiara al vestuario de mi nuevo novio, La Bestia.
Siento que un enjambre de mariposas levanta el vuelo en mi vientre. No me sentía tan nerviosa desde mis primeras actuaciones en The Bunny. Normalmente me siento más segura cuando interpreto a mi personaje.
El señor James llama rápidamente a la puerta y al otro lado contesta una voz tan débil que no puedo escuchar lo que dice.
Con el señor James dirigiéndome, mantengo la boca cerrada, pero por dentro me deleito con el lugar, muy espacioso y tranquilo.
Pienso en mi camerino y en cómo lo comparto con el resto de las chicas con las que trabajo y en lo agitado, ruidoso y caótico que es. Especialmente comparado con este santuario de tranquilidad. Definitivamente me da envidia.
Se abre una puerta, inclino mi cuerpo para adoptar una postura más coqueta y seductora. La mano en la cadera, la espalda arqueada, los pechos en alto, el trasero fuera y el vientre metido. Una pose clásica
La señora Wynter me dijo que éste era el primer paso para seducir. Había que aprender la postura y, a partir de ahí, dejarse llevar.
En el milisegundo exacto en que veo a La Bestia salir con sólo sus ajustados (muy ajustados) calzoncillos, casi grito.
Me contengo, mi cuerpo vuelve a ser el de siempre, he bajado la palanca a tiempo. Lo reconocería en cualquier lugar.
La Bestia.
Mi Benny.
Mi mente estaba preocupada, por mí y por Ben. ¡¿Esto es por lo que ha estado entrenando todos estos años?! ¿Porque es un luchador sin guantes?
Como ocurría con los de Brad Pitt o Johnny Depp, la primera regla de un club de la lucha es no hablar de del club de la lucha y de las personas que forman parte de él.. Nunca había visto a Ben, tan, tan desnudo. Sabía que estaba tonificado y en forma, pero ¡Santa Madre de Dios!
No sabía que Ben tenía tatuajes. Su pecho y sus costillas presentan patrones intrincados y adornados que parecen conectarse con su espalda.
Ben no tiene el mismo aspecto que el dulce oso de peluche de mi infancia. Tiene pinta de… bueno, de bestia. Como el oso pardo que realmente era.
Ben me recorre con sus ojos azul claro. Rezo con todas mis fuerzas para que no pueda ver a través del disfraz. Rezo por que haya camuflado mi verdadero yo tan bien como creo haberlo hecho.
No me había encontrado con nadie conocido en el club de destape en los últimos tres años. Esta es mi primera prueba de fuego. ¿Puedo realmente engañar a un hombre que he conocido toda mi vida? Espero que sí, por Dios.
—Hola, soy... soy La Bestia. Encantado de conocerte —se presenta. Actúa como un niño nervioso, como uno de los adolescentes que vienen al club por primera vez. Esto no es propio de él en absoluto.
¡Oh, cáspita! ¡Tengo que hablar! ¡Mi voz!
Agitando mi mano en un pequeño saludo coqueto, me meto en mi papel. El encanto tiene que empezar con buen pie. Pero no puedo ser descubierta. No por Ben. Erik no puede enterarse nunca.
—Hola guapo, es un placer conocerte. Soy Ángel, tu acompañante personal esta noche —avanzo. No tengo ni idea de dónde ha salido esta voz, pero me siento agradecida a quien me la haya prestado. Nunca he coqueteado con Ben, nunca. Esto es de lo más extraño para mí, pero ya estoy muy metida. La única manera de salir de esto es seguir adelante y a fondo más. ¡Para recordar que nunca debo volver a arriesgarme así!
Ben sonríe con alegría y se frota la nuca mientras un pequeño tinte rosado colorea sus mejillas.
¡Le he hecho sonrojarse! Oh, Dios mío. Eso es muy lindo por su parte.
—Bueno, voy a salir, faltan cinco minutos. Sé que esta noche patearás culos como siempre. ángel, gracias de nuevo por esto —dice el señor James aferrándose a la puerta mientras nos echa una mirada más antes de irse.
Ahora, la parte difícil. ¿Cómo dejar una buena impresión sin dar ninguna señal a alguien que me conoce de toda la vida? Ben no puede mirarme, al menos no cuando yo lo miro. Noto sus ojos sobre mí. Conozco la sensación demasiado bien.
—¿Puedo hacerte unas preguntas, Beasty? —me inclino sobre mis talones, asegurándome de no torcer los dedos como siempre he hecho. Es demasiado fácil dejar que Mari emerja con Ben aquí.
—Sí, claro. Sí —responde. Traga saliva. Es muy tímido en este momento. Desearía poder meterme con él por eso.
—Nunca he estado en un evento de estos antes, ¿puedes guiarme por él?
Llevo la voz cantante, es como si a esa valiente zorra sexy que he estado interpretando estos últimos años le hubiera crecido su propia voz en un momento. Justo a tiempo, por suerte.
—Sí, bueno, sonará mi canción y saldremos juntos. El público siempre es muy ruidoso y las luces serán muy molestas, mi oponente ya estará ahí fuera. No hay cuerdas ni jaula. Es sólo un espacio abierto delimitado con cinta de color. No debería tardar mucho, tal vez diez minutos para acabar con él. Cuando suene la campana y mis brazos se levanten, el combate habrá terminado. Entonces podrás volver a acercarte —expone. Me mira las piernas con cierta intensidad y empiezo a sentirme nerviosa. Reprimiendo mi lado Mari y lo que conlleva, sigo con la farsa.
—¿Siempre ganas? —me intereso. Inclino la cabeza y me humedezco los labios mientras recorro su cuerpo con la mirada.
Se da cuenta. Gruñe y se aclara la garganta, sus manos se agitan a su lado. Le estoy afectando. Como todos los demás, ¡Ben se está excitando por mí!
—No he perdido en los últimos dos años. Estoy invicto —dice con orgullo. Me encanta ese brillo en sus ojos cuando habla de algo que le gusta. Ahí está, este es el verdadero Ben. El lado de él que a Mari no se le permite ver porque soy demasiado inocente y no puedo manejar lo malo del mundo.
Me gustaría poder quitarme la máscara y hacerle ver que le engañado, que puedo manejar cosas de adultos y que ya o soy una niña pequeña.. Pero eso sería lo peor que podría hacer.
—Mi valiente campeón, mi Beasty —le adulo. Puedo ver literalmente cómo se le pone la piel de gallina.
Veo la contención en sus ojos. Casi dejo escapar un jadeo cuando vi que se llenaban de lujuria por mí. Un golpe en la puerta nos interrumpe.
—Es la hora del espectáculo —dice alguien desde el otro lado. Ben sale de su aturdimiento y se pone en pie de un salto.
Abrimos la puerta juntos, comienzo a sudar a mares cuando Ben me tiende la mano para que la coja. Sonrío y rodeo su codo con mi brazo.
Puedo hacer que soy su novia, pero el Ángel del Pecado no va por ahí cogida de la mano. Tiene que aportar picante. Tiene su propia manera de hacer las cosas.
Aunque todo esto es nuevo y mis nervios están por las nubes y subiendo, todavía tengo que ofrecer un espectáculo. Diez mil dólares para Erik y su nuevo coche.
Ben y yo nos quedamos cerca, el calor corporal que desprende me calienta. Incluso con el lugar lleno de gente, continúa haciendo frío. Salimos, y yo sigo cada uno de sus pasos. El sonido de mis tacones es lo único que se oye.
Ben me conduce hacia dos puertas giratorias, la multitud es ruidosa, podía oírla claramente desde el camerino de Ben y ahora su rumor es ensordecedor.
—Tranquila —susurra Ben. Es dulce, piensa que estoy nerviosa por la multitud y quiere hacerme sentir mejor. Ese es el Ben que yo conozco.
La canción ‘Back For More’ de Five Finger Death Punch retumba en los altavoces y el público enloquece. Pensaba que mis fans se volvían locos, pero esto es irreal.
Sus partidarios le adoran, es como un dios aquí, igual que yo me siento una diosa en mi propio escenario. Su cara no lo muestra, pero sé que esto le gusta.
Exhibe un serio muro de piedra, como si fuera a por su mayor enemigo. Sonrío y saludo a la multitud, soplando besos a los que extienden la mano y gritan mi nombre.
Ver a La Bestia con el Ángel del Pecado les hace enloquecer. Como si estuvieran descubriendo un gran secreto. Como si los niños descubrieran a Papá Noel en sus propias casas. Era algo que provoca euforia.
El suelo está despejado en un círculo delimitado con cinta roja, azul y negra. El hombre al que se va a enfrentar Ben le iguala en altura, pero eso es todo. Ben es mucho más grande que él, mucho más intimidante. Este tipo parece estar aquí para divertirse y Ben está aquí porque es su trabajo. Está listo para ir a trabajar.
Camino con él hasta el lado de la cinta azul en el que hay un pequeño cuadrado.. Ben toma mi mano entre las suyas y deposita un dulce beso en la parte superior de la misma, luego entra en el ring. Le sonrío tomando sus manos entre las mías y uniendo nuestros dedos. Me los llevo a los labios y le doy dos suaves besos en cada mano. Luego me inclino y pongo una mano en cada hombro para darle un beso en la mejilla.
Me siento agradecida por haber cambiado a tiempo mis barras de labios por tintes labiales como estos. No se emborronan ni se manchan. Cuando lo suelto, la multitud enloquece, sus mejillas se encienden con un ligero color rosa ante mis acciones.
—Te estaré esperando, mi Beasty —le digo. Agito mis largas pestañas y le soplo un beso más antes de dar un paso atrás y tomar asiento junto a Brittany y el señor James en un reservado negro.
Cuando este se levanta para hablar con alguien importante, me apresuro a hacer las revelaciones correspondientes a Brittany. Sus ojos se abren como platos de comida, pero no hay nada que hacer.
El primer toque de la campana nos hace reaccionar y centrar la atención en Ben. Contengo la respiración mientras los dos luchadores giran sin perderse de vista el pandemónium.
El otro tipo, que responde al apodo de Tiburón, lanza el primer puñetazo, Ben lo bloquea y le golpea dos veces en el costado antes de que Tiburón se dé cuenta de lo sucedido.
El fulano se lanza al ataque, en lo que parece una demostración de fuerza, pero lo único que hace es girar a ciegas para golpear sin coordinación..
Ben ve la oportunidad y le hace un barrido de piernas, abalanzándose como el animal que es. Luego hace llover golpe tras golpe.
El público estalla en vítores, yo también lo hago. Estoy de pie, Brittany se aferra a mí mientras saltamos sobre nuestros talones gritando Bestia una y otra vez junto al resto del público. Nos volvemos locas cuando Ben se levanta, se lleva la mano al pecho y se agacha como un oso dispuesto a saltar sobre Tiburón, pero en realidad aguardando esperando a que vuelva a incorporarse y a participar en la pelea. El público guarda silencio, desafiando a Tiburón a dar a La Bestia la oportunidad que quiere.
Tiburón se agita, inclinándose como el hombre muerto que es; Ben espera. Deja que su oponente se ponga en pie, a pesar de su evidente falta de equilibrio.
Entonces, sin perder un instante, Ben se alza en toda su estatura, gira sobre una pierna y propina una patada con la otra, conectando con la cara de Tiburón.
Toda su cabeza se tuerce en un grado imposible, como si la patada de Ben le hubiera derretido el cuello. Los vítores en favor de Ben surgen por doquier.
Tiburón cae como un saco de patatas y golpea la colchoneta con un fuerte estruendo.
Esta vez Ben se queda en segundo plano, observando cómo se produce la cuenta atrás. Diez segundos y, si no se levanta, Ben gana. Tiburón ni siquiera ha podido conectar un golpe. Me preocupaba que Ben pudiera hacerse daño, pero no ha llegado a mancharse con la sangre ajena.. Ben es increíble.
Suena el timbre y sus brazos se levantan en señal de victoria. Salgo corriendo, olvidándome de ser sexy y seductora. Mi lado de Mari está en plena efervescencia mientras corro a sus brazos y me engancho alrededor de su cuello. Nos hace girar en círculo y yo le aclamo.
—¡Estoy muy orgullosa de ti! ¡Has estado increíble, Ben! ¡No tienes ni un rasguño! Ha sido sensacional —le felicito. Me abalanzo, inclinándome hacia él y abrazándolo. Perdida en el momento. Perdida en la alegría, en la locura de esta noche. Ben me abraza con más fuerza, acurrucando su cara en mi cuello y respirando con fuerza.
El señor James entra en el ring con nosotros, le da una palmadita en la espalda a Ben diciéndole que ha hecho un buen trabajo y nos dirige a la salida. La canción de Ben empieza a sonar, pero apenas se oye por encima del rugido de los fans.
Sin dejar de abrazarme, me lleva fuera y por el pasillo hasta su vestuario. No me baja hasta que el señor James cierra la puerta y aplaude para llamar nuestra atención.
—Ángel, qué excelente trabajo has hecho esta noche. Puedo ver por qué eres la mejor del club —sonríe, adulando mi habilidad para actuar como encarnación del pecado. Me recompongo, volviendo a convertirme en un ángel travieso mejor y ocultando a Mari.
—Gracias, señor, he disfrutado esta noche. Gracias por elegirme.
Me echo el pelo hacia atrás y le dedico una tímida y sexy sonrisa. El señor James asiente y me entrega un grueso sobre amarillo que saca del bolsillo de su chaqueta. Lo cojo, lo entreabro y miro dentro. Al ver los fajos de billetes de cien, le sonrío. Le doy las gracias de nuevo y me despido de él cuando sale de la habitación.
Caminando detrás de él, vuelvo a mirar a Ben, que esta vez sí me está observando. Por fin se siente cómodo en mi presencia como Ángel, y no aparta la vista cuando me giro hacia él.
—Ya sabes dónde encontrarme, si alguna vez necesitas otra bendición de un ángel —dejo caer. Sujeto el pomo de la puerta con la mano, provocando a Ben con un lametón de labios. Se queda tan quieto, tan tenso y rígido, que por un momento pienso que tal vez algo anda mal, hasta que da un paso vacilante hacia adelante y me mira de pies a cabeza.
Como si fuese a olvidar que he estado aquí una alucinación que nunca fue real para empezar.
—¿Beasty? —pronuncio su nombre como si estuviera llamando al verdadero animal que lleva dentro.
Ben cierra la brecha entre nosotros, en un paso de sus largas piernas está frente a mí, presionando su cuerpo pegajoso y sudoroso contra mí, inmovilizándome entre la puerta y él. Se me corta la respiración en la garganta.
Su mano, fuertemente encintada, se engancha bajo mi barbilla y la inclina hacia arriba para hacerme mirar con sus hermosos ojos azules. Veo que en ellos se arremolinan muchas emociones diferentes.
Excitación, confusión, asombro, lujuria, satisfacción y algo más que hace que mi corazón se detenga en mi pecho, el verdadero lado de Ben que brilla cuando mira algo que ama, algo de lo que está orgulloso, algo que realmente quiere.
Se oye un jadeo, pero queda amortiguado casi al instante cuando los labios de Ben chocan con los míos. Su beso me produce un cosquilleo por todo el cuerpo. Como una descarga eléctrica que me sacude con recortes a través de mi totalidad.
Mis labios trabajan con los suyos, como si los hubiera sincronizado, hechizándome con un beso singular. Mi boca se separa, dejando que la lengua de Ben se encuentre con la mía para probar algo verdaderamente pecaminoso.
Siento punzadas de calor luminoso por la columna vertebral, que se clavan en mis piernas haciendo que mis rodillas choquen entre sí y se tambaleen. La cabeza me da vueltas como si me hubiera dado un golpe de la droga más fuerte del mundo.
Puedo sentir el gen adictivo despertando de su hibernación absoluta y pidiendo más. Ni siquiera ha terminado el beso y ya soy una adicta en toda regla.
Su lengua me lame toda la boca, saboreándome como un plato delicioso hasta dejar el cubierto limpio. Un gemido se libera cuando siento que sus manos anchas y fuertes me agarran por las caderas y las acercan a su ingle.
Sus dedos prácticamente se tocan desde mi pequeño marco curvilíneo y sus patas de oso.
Su abultada erección, dura como una roca, roza la parte delantera del estómago, incitando otro gemido que Ben se come y bebe de mis labios. Esta extraña sensación me recorre y empapa mis bragas.
Una necesidad que me hace arder, como el beso de Ben, su tacto me calienta hasta la médula. Una necesidad que se me antoja extraña y a la vez muy primaria corre por mi torrente sanguíneo.
Ben gruñe en lo más profundo de su pecho cuando muevo mis caderas entre sus manos y hago que su ariete se me clave más profundamente en el estómago. No sé por qué, pero me siento como, como si tuviera hambre.
Estoy hambrienta de lo que sea que me esté dando Ben. Me siento famélica de cada toque de Ben, de cada remolino de su lengua, de cada segundo que está pegado a mí y reclamando mis labios.
Un fuerte golpe hace que nos separemos de un salto. Ben se da la vuelta y cierra la puerta de su cuarto de baño, dejándome sola y echándole de menos. Gimoteo cuando la ráfaga de aire frío me empapa como un extintor. Al abrir la puerta me siento aturdida, los preocupados ojos verdes y grises de Brittany me escrutan, el escozor del beso de Ben todavía me produce un cosquilleo.
—¿Lista para marcharnos? Tenemos que salir al escenario al menos una vez antes de que cierre The Bunny —me apremia. Salgo del camerino de Ben y tiro de ella. Llegamos al coche en un santiamén y meto el sobre amarillo manila en mi bolso. Brittany no me pregunta nada, llegamos al club en un abrir y cerrar de ojos y nos ponemos la ropa de faena.
El resto de la noche no queda registrado, todo ha pasado muy deprisa. Antes de darme cuenta estoy en casa, dándole las buenas noches a Brittany, saludando y entrando. Ya es tarde, pero Erik no llegará al menos hasta medianoche.
Todavía tengo una hora, todo está bien.
Cierro la puerta y me quito el bolso de encima, metiendo mi calzado en el zapatero y dirigiéndome a mi habitación.
Abro la puerta de golpe y busco a tientas la luz con la luz, pero no puedo evitar emitir un grito de sorpresa cuando Ben cierra la puerta tras de mí.