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Sounders Hockey 1: Defensa avanzada

Capítulo 2.

MEDA

—Hoy, el mundo del hockey se sorprende al fichar a la primera jugadora de la NHL, haciendo historia. La gente se pregunta qué tipo de mujer querría jugar contra hombres mucho más grandes que ella —dijo el reportero.

Meda caminaba entre la multitud de aficionados cuando se detuvo y miró al hombre con el micrófono en la mano. Su padre y su gemelo parecían listos para saltar sobre él, pero ella los contuvo con una sonrisa. Luego se acercó al reportero, asegurándose de que la mirara.

—¿Por qué no preguntárselo a la mujer misma? —dijo con amabilidad. Extendió su mano y sonrió de oreja a oreja—. Soy Andrómeda Dakiedes.

La multitud se alborotó. El reportero se quedó de una pieza por un momento antes de estrecharle la mano.

—¡Parece que podríamos tener una entrevista especial esta noche, señores! —Antes de que pudiera decir más, Meda puso un dedo en sus labios.

—Preguntaste qué tipo de mujer querría jugar al hockey profesional —Su sonrisa se volvió traviesa, poniendo nervioso al reportero—. Soy el tipo de mujer que sabe lo que vale. Vengo de una familia de grandes jugadores de hockey. He estado jugando hockey desde que era una cría.

—Soy el tipo de mujer que ayudó a su equipo de secundaria a ganar dos campeonatos estatales seguidos, el tipo de mujer que aún tiene el récord de puntuación más alto en la NCHL.

—Soy el tipo de mujer que se ha dejado la piel para llegar a donde está hoy, no por su cara bonita sino por su esfuerzo y talento. Soy el tipo de mujer que quiere demostrar a las niñas de todo el mundo que pueden hacer lo que se propongan, sin importar lo que digan los chicos.

—Solo puedo decir... ¡vaya! —dijo el reportero—. Supongo que ahora solo queda ver si eres tan buena como dices.

Con otra sonrisa, Meda saludó a la cámara.

—Sin duda, lo veréis.

Las cámaras destellaron. Alguien en la multitud silbó. Meda se volvió hacia su padre y su hermano, que parecían llenos de orgullo. Damon la rodeó con el brazo y besó su frente.

—Esa es mi niña —dijo.

Juntos, se abrieron paso entre el resto de los aficionados emocionados y subieron a la limusina que les esperaba, que el tío Dom había enviado a por ellos.

***

El hermano menor de Damon, Dominic Dakiedes, a quien todos llamaban «tío Dom», era dueño de varios restaurantes populares y clubes de moda en Detroit. La fiesta de esta noche era en uno de sus clubes, el Perséfone.

Las hijas gemelas del tío Dom, Stella y Alexa, habían ayudado encantadas a Meda a prepararse para la fiesta. Meda sabía cómo combinar sus vaqueros favoritos con una blusa bonita, pero nunca se preocupó tanto por la moda como lo hacían sus primas. Ellas eran altas, como dos hermosas diosas griegas, y Meda siempre se había sentido un poco del montón a su lado.

Las gemelas habían hecho un trabajo estupendo con ella. Stella sabía exactamente cómo peinarla. Alexa había encontrado el vestido perfecto.

Sus rizos rubios oscuros, generalmente alborotados, se habían convertido en suaves ondas alrededor de su rostro. Su maquillaje era sencillo, con ojos ahumados y labios rojos. Su vestido del mismo color que sus labios se ajustaba perfectamente a su cuerpo. Era de manga larga y le caía desde los hombros en una forma de V que terminaba justo encima del pecho.

Meda tenía que admitir que se sentía como una diosa. Mientras entraba a Perséfone con su padre y su hermano, sonreía de oreja a oreja.

Al abrir la puerta, vio a su mejor amiga, Tessandra Ríchard, sonriéndole. Inmediatamente se abrazó a ella.

—¡MEDA, ESTOY TAN ORGULLOSA DE TI! —casi gritó—. ¡No me lo puedo creer!

—¡Tranquila, Tess! —se rio Meda—. Yo tampoco me lo creo.

Tess también era jugadora de hockey, pero había jugado siempre en los equipos femeninos tanto de su instituto y como de la UMich. Sus padres habían sido compañeros de equipo una vez.

Tess dejó de abrazarla y se fijó en su vestido rojo.

—¡Estás impresionante, Meda!

—Hola, preciosa —dijo Apolo, acercándose. Llevaba un elegante traje negro y camisa blanca sin corbata.

—Hola, Polo —dijo Tess, sonando un poco sin aliento.

Meda puso los ojos en blanco. Apolo y Tess llevaban años tonteando, pero ninguno de los dos había hecho nada al respecto.

Con su metro noventa y cinco de altura, Apolo llamaba la atención dondequiera que fuera. Era alto, moreno y muy guapo, igual que su padre y sus hermanos. A juzgar por su sonrisa cuando miraba a Tess, no había notado a las otras mujeres en Perséfone mirándolo embobadas.

El tío Dom se unió a ellos y los llevó a la sala superior, que no estaba tan oscura. El entrenador Lubeck y los demás jugadores de los Sounders estaban relajándose junto al bar mientras esperaban la cena.

Meda y Apolo aún no habían conocido a sus compañeros de equipo, pero reconocieron a Maxim Sidorov de inmediato. Él notó que se acercaban al bar. Volviéndose hacia los gemelos, extendió su mano y les sonrió cálidamente.

—Max Sidorov, Capitán. Estoy emocionado por ver lo que sois capaces de hacer sobre el hielo. Será interesante ver si sois tan buenos como todos dicen. Felicidades, por cierto, por ser la primera mujer en jugar en la NHL.

Meda sintió que se sonrojaba. Estaba muy interesada en los ojos gris tormenta y el suave acento ruso de su capitán. Parpadeando, sonrió lentamente.

—Si no fuera tan buena como dicen, no estaría aquí.

Max le sonrió cálidamente, recorriendo su cuerpo con la mirada antes de fijarse en sus labios.

—Debo decir, Andrómeda, que eres demasiado guapa para jugar a un deporte tan duro.

Y ahí estaba. Max, tan guapo como tonto, metiendo la pata.

Sin dudar, Meda retiró su mano y le dio un sorbo a su champán. Mirándolo directamente a los ojos, sonrió dulcemente.

Apolo gimió para sus adentros. Sabía lo que venía. Tess trató de no reírse, pero terminó haciendo un sonido de resoplido.

—¿Qué puedo decir? Llevo el hockey en la sangre. En cuanto a ser demasiado guapa para un deporte tan duro, podrás juzgarlo cuando te dé una paliza en el hielo.

Inclinó la cabeza hacia un lado y se echó el pelo hacia atrás, parpadeando con sus largas pestañas.

—¿Es esto lo suficientemente femenino para ti, grandullón?

Max echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

—Bienvenida al equipo, Andrómeda. Tengo la sensación de que vas a hacer las cosas muy interesantes.

—Por favor, llámame Meda. Solo mi padre me llama Andrómeda, cuando está enfadado conmigo... lo cual es a menudo.

***

En la cena, Meda se encontró sentada junto a Blake Reinholdt, lo cual no le hizo ni pizca de gracia. Sin embargo, él parecía feliz de ignorarla. Cuando Meda y Apolo se presentaron al resto del equipo, apenas asintió.

Parecía sombrío y malhumorado. No dijo nada, pero era obvio que no la había olvidado. Meda no podía evitar mirarlo de reojo de vez en cuando.

Sus primas y Tess estaban sentadas con los otros jugadores. A juzgar por las expresiones en sus caras, estaban encantadas de la vida.

La cena, por supuesto, incluía muchos de los platos griegos favoritos de la familia. Cada mesa tenía un plato con pan, aceitunas y una botella de aceite de oliva. Después de eso, sirvieron una ensalada griega tradicional, con aceitunas kalamata y queso feta fresco, así como el plato griego favorito de Meda, spanakopita.

—Madre mía —gimió Brandon—. ¿Qué es este sabor tan increíble? —Acababa de dar un bocado a la spanakopita.

Riendo, Apolo respondió:

—Es spanakopita. Un pastel relleno de espinacas y queso feta. El plato favorito de Meda, especialmente si lo ha hecho la Yia Yia.

Viendo la cara de desconcierto del portero, Meda se explicó:

—Yia Yia es abuela en griego.

—Esto está tan bueno que podría comerlo para siempre y morir feliz —dijo Brandon con la boca llena.

La conversación fue ligera y fluida durante la cena, con los gemelos explicando los diferentes platos y riéndose del entusiasmo de Brandon al comer.

Nikolai Volkov, a quien le gustaba que lo llamaran Niko, dijo:

—He estado en Grecia muchas veces. ¿De qué parte de Grecia es vuestra familia?

—El lado de nuestra madre es de Imathia en Macedonia Central. Nos gusta pensar que podemos rastrear nuestra familia hasta Alejandro Magno, pero ya sabes cómo son las historias familiares —respondió Apolo.

Miró por encima de su hombro. Sus ojos se detuvieron en Tess en la mesa de al lado.

—Qué interesante —dijo Niko.

Apolo gruñó, apenas prestando atención a la conversación. Nunca antes había notado cómo brillaban los ojos de Tess cuando se reía o lo bonitos que se veían sus labios cuando sonreía. Cuando le dio un trago a su vino, se encontró deseando ser esa copa.

Meda terminó la historia por su hermano.

—Es una buena explicación de por qué casi todos nosotros tenemos el pelo rubio y los ojos azules. Todas las descripciones de los primeros macedonios, incluido Alejandro, nos dan esas características.

—La familia de nuestro padre es de Creta. Por eso le puso a su única hija el nombre de la princesa que iba a ser sacrificada ante Kraken. Si alguna vez visitas Creta, probablemente conocerás al resto de la familia Dakiedes. La isla está llena de ellos.

Miró a Apolo, que se había quedado callado.

—Polo, ti tréchei? ¿Qué pasa? —preguntó Meda.

—Nada —murmuró Apolo.

Ella siguió su mirada. Cuando vio a Tess, soltó una risita.

—Den peirázei. No te preocupes —Ya no necesitaba una explicación.

—Es jodidamente sexy cuando hablas griego —un suave susurro vino de su izquierda. Era Blake. Sus ojos verdes la miraban—. No sé cómo espera el entrenador que nos concentremos en el juego contigo alrededor. Has crecido... y te has desarrollado... en todos los lugares correctos.

Meda sintió que le hervía la sangre. Blake no había cambiado ni un pelo.

—Eso no será un problema. Estarás demasiado cansado tratando de seguirme el ritmo como para preocuparte por otra cosa —le respondió, mirándolo directamente—. No me subestimes, Reinholdt. Soy metro ochenta y siete de mujer dura con un palo de hockey en la mano. Tú, más que nadie, deberías saberlo.

Se levantó y se dirigió al baño de mujeres, sintiendo su mirada clavada en ella mientras se alejaba.

APOLO

—¿Por qué tiene que ser tan guapa? —soltó Brandon con un suspiro—. No me molesta tener una mujer en el equipo, pero no esperaba que fuera tan guapa.

Los otros chicos asintieron, como si estuvieran de acuerdo con él.

—Pensé que tendría un aspecto más masculino.

—Bueno, muchachos —intervino Apolo—, es una Dakiedes y nuestra única hermana. Si algo le pasa porque alguien no puede jugar con una «mujer guapa», no puedo garantizar que mis hermanos y yo nos quedemos de brazos cruzados.

La mesa se quedó en silencio.

—Pero, en realidad, no deberíais de preocuparos por nosotros. Mi hermana sabe defenderse solita. Probablemente, os deje fuera de combate antes de que nosotros tengamos la oportunidad.

—Pero sigue siendo solo una mujer —soltó Blake con descaro—. No hay manera de que se desenvuelva bien jugando contra hombres. Esto no es el instituto.

Apolo se echó a reír con ganas, terminándose su vino.

—Todavía no os habéis dado cuenta, ¿verdad?

Puso los ojos en blanco y se recostó en su silla. Miró a los otros jugadores en la mesa.

—Esperad a que os estampe contra el cristal. Son 84 kilos de puro músculo y es rápida como un rayo. Ya juzgaréis vosotros mismos cuando estéis tirados en el hielo, intentando recuperar el aliento, si es lo suficientemente buena o no.

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