
Pongo la mano en mi pecho, sintiendo cómo mi corazón late desbocado.
—¡Madre mía, Owen! ¡Menudo susto me has dado!
Él da una calada lenta a su cigarro, sin dejar de mirarme.
—Sabes, fumar eso te pasará factura algún día —le digo, señalando el cigarro.
Exhala el humo y sigue con los ojos fijos en mí.
Su mirada me pone nerviosa, pero también me gusta un poquito.
—A quién le importa cómo la palme. Todos nos vamos al hoyo tarde o temprano —. Echa un vistazo a mi vestido—. ¿Por qué vas tan arreglada?
Miro mi ropa.
—Iba a tener una cita con mi novio. Tuvo que cancelar por el trabajo.
Owen sonríe y se relame los labios.
—A lo mejor está con otra ahora mismo.
Cruzo los brazos, sintiéndome molesta.
—¿Por qué estás siendo tan desagradable hoy? Intento ser amable contigo. Además, confío en él. No haría algo así.
Arquea una ceja.
—Solo digo lo que pienso.
—Muy bien, me largo —digo, dando media vuelta.
—Perfecto. Así podré disfrutar la noche a mis anchas —le oigo decir.
Las palabras de Owen se me quedan grabadas. Confío en Elliot.
Es un buen chico. Owen solo intentaba sacarme de quicio.
Confío en Elliot. ¿Verdad?
Al día siguiente, estoy limpiando la casa mientras le doy vueltas a lo que dijo Owen. El timbre me sobresalta.
—Hola, cariño —. Elliot sonríe, con un ramo de rosas rojas.
¿Ves? Es un buen chico.
Me gustan las rosas. Son bonitas, pero no mis favoritas. Me encantan las flores de cerezo.
—¿Son para mí? —pregunto.
Sonríe.
—Pues claro. Solo lo mejor para mi chica.
—¿Y a qué se debe el detalle? —bromeo.
—¿Acaso necesito una excusa para regalarte cosas bonitas? —me sigue el juego—. Las vi y me acordé de ti.
De repente, oigo una risa detrás de Elliot. Owen está ahí con una mujer, entrando en su casa.
Cómo no.
—Así que este es el novio —. Owen mira las flores—. Justo lo que me imaginaba —. Se ríe y entra con la mujer.
No sé a qué se refiere Owen. ¿Está hablando de anoche?
¿Por qué me importa lo que quiera decir?
Owen no se merece que piense en él si va a ser tan borde.
Ya dentro de casa, Elliot pregunta:
—Bueno, ¿y quién era ese?
Guardo la escoba y cojo las flores.
—Owen Blake, mi nuevo vecino.
Asiente, pero parece molesto.
—¿Qué ha querido decir con «justo lo que me imaginaba»? ¿Has hablado con él?
Busco un jarrón en la cocina.
—Es mi nuevo vecino. Hablé con él ayer para darle la bienvenida.
Aunque sea un borde.
Le sonrío a Elliot.
—¿Qué te apetece hacer hoy?
Elliot sonríe y me besa.
—Tú confía en mí, tengo un plan. Primero salgamos. Luego, en mi casa, te enseñaré lo que he estado pensando.
Ayer me arreglé para una cita que no llegó a ser. Si quiere llevarme a salir ahora, tendrá que aceptarme como estoy.
Cojo mi bolso y la chaqueta.
—¿No vas a cambiarte primero? —pregunta, mirándome de arriba abajo.
Pongo la mano en la cadera.
—¿Estás insinuando que mi ropa no es lo bastante buena?
—No —dice rápidamente—. Es solo que me gusta verte con un vestido bonito.
Cruzo los brazos.
—Si no hubieras cancelado ayer, me habrías visto con uno.
—No fue culpa mía. Tuve una emergencia, ya lo sabes —dice, sonando frustrado.
No quiero que nos peleemos.
Me acerco y le doy un beso en la mejilla.
—Lo siento. No debería haber dicho eso. ¿Nos vamos ya?
Me besa en la frente.
—Yo también lo siento.
Elliot me coge de la mano y salimos de casa. Supongo que él tampoco quiere discutir.
Mientras caminamos, oigo un ruido que viene de la casa de Owen.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Blake, sí!
En el restaurante, el camarero nos lleva a nuestra mesa. Echo un vistazo alrededor. Todo el mundo va de tiros largos.
Este sitio es un lujo.
Debería haber hecho caso a Elliot y haberme arreglado más.
Me siento y veo a una mujer con un vestido rojo en otra mesa. Me mira, juzgándome - seguramente por mi ropa informal.
Me siento fuera de lugar. ¿Todo el mundo me está mirando? Intento no pensar en ello y miro la carta.
Elliot está atendiendo una llamada de trabajo. Ya estoy acostumbrada.
—No. No, esta no es una buena idea —dice Elliot, frunciendo el ceño. Suena molesto—. Nos ocuparemos de esto mañana —. Cuelga.
Lo miro, preocupada.
—¿Va todo bien?
—Mmhmm —murmura—. No hablemos de trabajo.
No insisto. Si quiere hablar, ya lo hará.
Una joven se acerca a nuestra mesa.
—Hola, soy Lucy. Seré su camarera esta noche. ¿Están listos para pedir? —pregunta, sonriendo.
Miro la carta y elijo algo ligero.
—Una ensalada César para mí.
Ella lo apunta.
—¿Algo de beber?
Niego con la cabeza.
—No. Solo agua, por favor.
Lucy se gira hacia Elliot.
—¿Y usted, señor?
—Tomaré el cordero y su mejor vino —. Le devuelve la carta.
Suspiro para mis adentros. No es su dinero lo que me molesta, sino cómo lo exhibe cuando salimos.
Podría haberme llevado a comer un bocata y yo estaría feliz. No necesito mucho. Estar con él es suficiente.
Después de que Lucy se va, Elliot me coge la mano.
—Bueno, ¿qué has hecho hoy?
Sonrío.
—¿No decías que no querías hablar de trabajo?
Se ríe.
—Supongo que me lo he buscado.
Miro a mi derecha, y la mujer del vestido rojo me está mirando otra vez. El hombre que la acompaña intenta hablarle, pero ella ni caso.
Pobre hombre.
Elliot también mira a la mujer, y su cara cambia por un momento.
Estoy a punto de preguntarle sobre eso cuando Lucy trae el pan y el vino de Elliot.
Mientras Elliot empieza a comer, dice:
—Tu nuevo vecino parece peligroso. Deberías mantenerte alejada de él. Mejor aún, vente a vivir conmigo de una vez.
Ya hemos hablado de esto antes. Él sabe lo que pienso. ¿Cómo puedo decir esto sin herirlo? Acabamos de llegar y ya estamos hablando de algo incómodo.
Suspiro y jugueteo con la servilleta.
—Ya hemos hablado de esto. No me voy a mudar contigo solo porque no te caiga bien mi nuevo vecino. Sé cuidarme solita.
Sé que no está contento con lo que he dicho, pero es la verdad. No estoy diciendo nunca. Estoy diciendo «ahora, no».
Elliot resopla, sonando frustrado.
—¿Las cosas siempre van a seguir igual contigo? ¿Alguna vez me darás más?
Arrugo la servilleta y la dejo sobre la mesa.
—Lo siento, es todo lo que puedo darte ahora mismo —digo en voz baja.
Elliot mira la mesa donde está sentada la mujer de rojo.
—Eso no es suficiente para mí. —Se levanta de golpe, armando jaleo.
—¿A dónde vas? —pregunto, mirándolo confundida y preocupada.
—Al baño —dice, enfadado.
«Genial».
Me froto la nariz, pensando en nuestra discusión. ¿Estoy equivocada por querer ser independiente?
Entonces, recuerdo lo que dijo Owen: «A lo mejor, está con otra ahora mismo».
No. Él no haría eso.
Miro la mesa donde estaba la mujer del vestido rojo, pero se ha ido; su cita también.
Frunzo el ceño. ¿Era capaz?
Me siento inquieta, así que decido ir a buscar a Elliot. Me dirijo hacia los baños, lejos de las mesas. Sólo porque hayamos tenido una pelea no significa que...
Mis pensamientos se cortan en seco cuando veo a Elliot abrazando fuertemente a otra mujer. Se están besando con pasión. Me quedo de piedra y con el corazón roto mientras retrocedo.