Rescata mi corazón - Portada del libro

Rescata mi corazón

Tiffanyluvss

Nos vemos, ojos verdes

All the good girls go to hell (Todas las chicas buenas van al infierno)

‘Cause even God herself (Porque incluso la misma Diosa)

Has enemies (Tiene enemigos)

And once the water starts to rise (Y una vez el agua empiece a subir)

And heaven’s out of sight (Y el cielo esté fuera de la vista)

She’ll want the devil on her team (Ella querrá al diablo en su equipo) ―Billie Eilish.

Canción del capítulo: «All the good girls go to hell» de Billie Eilish.

HARMONY

El día amanece fresco y brillante, mientras el sol se cuela a través de la ventana abierta, cubriendo la habitación con su suave tono anaranjado.

Abro los ojos y miro el reloj que hay sobre la mesa de madera a mi lado.

Son las siete y cinco de la mañana.

Tengo clase a las ocho y no me gustaría llegar tarde a mi primera clase, así que, aunque me pesan los ojos y me siento como si hubiera corrido una maratón, tengo que reunir fuerzas para levantarme.

Sabía que ir a la fiesta de orientación de anoche había sido una mala idea. Sentirte aletargada el primer día no es algo con lo que quieras empezar el curso.

Durante todo este tiempo, había sido capaz de superar la innumerable presión de mis compañeros del instituto para salir, así que no estoy segura de por qué dejé que mi compañera de habitación me influyera tan fácilmente para asistir a esa reunión social de anoche.

No fue una orientación ―bueno, no del tipo al que estoy acostumbrada― y lo único que conseguí de todo aquello fue que un chico raro me mirara como si tuviera un moco en la nariz.

Desnudarse delante de un montón de chicas gritando no tiene nada que ver con el plan de estudios de Homewood. Es más, y no veo cómo me ayudaría a conseguir mi título. Esta es una universidad rara.

Una mano que se desparrama por la cama de arriba me indica que April sigue durmiendo.

Tenía grandes esperanzas de conseguir la parte superior de la litera, pero después de volver anoche y ver una araña gigante revoloteando sobre el cabecero, he decidido que un pequeño chirrido es mucho más óptimo que los insectos.

Cojo la bolsa de viaje que hay en el suelo a mi lado y empiezo a rebuscar algo que ponerme para ir a clase. Me decido por una falda beige y una camiseta blanca de manga larga.

Me levanto de la cama, hago una mueca ante las frías baldosas y me dirijo al cuarto de baño. El espacio es pequeño y consta de una ducha, un retrete, un lavabo y un armario de madera.

Dejo la ropa que he elegido sobre una mesita en un rincón y me desnudo rápidamente.

Me lavo los dientes y me meto en la ducha, abro el grifo y suspiro cuando el agua fría empieza a correr por mi cuerpo.

Las duchas mañaneras son las mejores. Reenergizan el espíritu y ofrecen un breve momento de meditación antes empezar un largo día. Hoy necesitaré energía más que nada.

La universidad no es el instituto, y sé que me va a costar un gran esfuerzo acostumbrarme al cambio de plan de estudios y de entorno.

Es especialmente difícil para alguien como yo, a quien se le eriza la piel al ver caras nuevas. Los cambios no son algo que me guste.

Tras un largo momento de autorreflexión, finalmente cierro el grifo y salgo de la ducha. Me seco y me visto antes de salir del baño con la ropa sucia en la mano.

April por fin se ha levantado y está haciendo la cama, y sonrío mientras guardo la ropa que me había quitado.

―Buenos días.

Gira la cabeza y sus ojos recorren mi atuendo. Me siento incómoda cuando me mira de pies a cabeza.

―Buenos días. ¿Vas vestida así a clase?

Mis cejas se fruncen perplejas mientras evalúo mi ropa.

―Uhm... sí. ¿Por qué?

Desde luego, no hay nada malo en mi elección de atuendo. Me visto de forma conservadora, con las piernas y el escote siempre cubiertos. Creo que siempre es mejor dejar las cosas a la imaginación de la gente.

―Nada... ―Frunce los labios―. Por nada.

―¿Estoy rara?

―No, no. Solo pareces... diferente... de la gente de aquí.

Ladeo la cabeza confundida y ella sonríe.

―No es nada malo. Creo que eres modesta, eso es todo.

Sonrío.

―Gracias. Uhm, ¿te espero?

Ella niega con la cabeza, bajando de la cama y abrochándose las cinturas.

―No, de todas formas no tenemos las mismas clases y no quiero que llegues tarde, así que podemos ponernos al día más tarde.

«Gracias a Dios. No parece que vaya a estar lista pronto y se me está haciendo tarde».

―¿Segura? ―pregunto, en un intento de ser cortés, pero secretamente espero que su respuesta siga siendo la misma.

―Sí, estoy segura. Hasta luego.

―Vale, adiós ―Sonrío mientras cojo mi mochila del suelo, despidiéndome torpemente con la mano antes de darme la vuelta y salir.

***

Las clases hasta ahora son tortuosamente aburridas. No sé qué esperaba de la universidad, pero la verdad es que no es para tanto.

La gente me la pintaba perfecta, quizá por eso tenía tantas expectativas. O quizás soy yo la que se niega a soltarse un poco la melena.

Estudio Filología Inglesa y siento un profundo amor por la literatura, la música y el arte. Ojalá pudiera dedicarme a todas ellas a la vez, pero sé que por ahora tengo que elegir una.

Mi madre cree que no es necesario tener un título en arte o música. Ella cree que esos talentos no se aprenden, sino que son algo que surge de forma natural.

Estoy sentada en clase de inglés, copiando diligentemente los apuntes que el señor Jones apunta en la pizarra. Oigo abrirse la puerta y la mitad de la clase gira la cabeza en esa dirección.

Mis ojos se abren sin querer en cuanto ven a Blaze Xander.

«¿Está en esta clase?».

Casi me da un latigazo por el movimiento brusco que hago hacia delante. Escribo con garabatos por la ansiedad que me produce recordar la innumerable cantidad de advertencias que me hicieron las chicas anoche.

«Aléjate de él».

«No dejes que se te acerque».

«Él no tiene corazón».

«Te arrepentirás».

―Hola.

Levanto la vista para verle sacar una silla de la gran mesa que hay a mi lado, y cruje estrepitosamente contra el suelo, haciendo que el profesor mire a su alrededor enfadado.

A Blaze no parece importarle la mirada de reproche del profesor y se sienta a mi lado con una sonrisa de oreja a oreja.

―Me alegro de verte aquí.

Su atractivo aroma de anoche domina la habitación climatizada y está aún más guapo de día.

Hoy lleva una camisa verde de manga larga que le sienta de maravilla y unos vaqueros negros ajustados. Un pequeño collar de plata cuelga de su cuello y ambas orejas están adornadas con pequeños pendientes de aro.

Lleva el pelo oscuro desteñido a los lados y gruesos rizos negros en la parte superior, y sus labios son tan rojos que estoy convencida de que lleva brillo de labios.

No sé qué decir a su saludo, así que vuelvo a centrarme en mi cuaderno para seguir tomando notas.

Frunce el ceño.

―Un simple «hola» estaría bien.

Me muerdo el interior de la mejilla en silencio, y él coge su libro de su mochila mientras vuelve a hablar.

―¿Cuántos años tienes?

«¿En serio?».

Lo miro. Quiero preguntarle por qué me ha hecho esa pregunta, pero creo que es mejor que no hable. Al final se dará cuenta de que esta conversación es unilateral y dejará de hablar. «Ojalá».

―Diría que tienes dieciséis ―continúa―. O quince por lo menos.

Parezco mucho más joven de lo que soy; es algo que detesto enormemente.

Cuando pareces menuda de tamaño la gente se lo toma como una invitación para intentar pisotearte. Ya me pasó unas cuantas veces en el instituto y no estoy dispuesta a dejar que los incidentes se repitan en la universidad.

―Tengo dieciocho años ―aclaro.

«¿Acabo de responder?».

«Guau, Harmony, la única vez que deberías estar callada decides hablar. Qué ironía».

Sonríe ampliamente y finge estar alarmado.

―Guau, pero si tienes voz.

Sus hoyuelos han vuelto a aparecer, y mis mejillas se ponen rosadas por alguna extraña razón. Vuelvo a desviar la mirada hacia mi cuaderno y agarro el bolígrafo con más fuerza. Me hace sentir muy rara.

―Tu voz es sexy ―comenta.

Mi cuerpo se pone rígido y un calor me recorre la cara. Nunca nadie había utilizado esa palabra para describirme. Sexy es un adjetivo impropio para alguien como yo. Bajita, menuda, callada, reservada... ¿Pero sexy? Es extraño.

Levanto la vista y veo que está concentrado en su cuaderno mientras lo abre.

Me fijo en una animación que tiene dibujada en una hoja y, cuando está a punto de pasar la página, le agarro la mano rápida e impulsivamente.

Me mira con los ojos muy abiertos y yo retrocedo, avergonzada de que un simple dibujo me haya sacado de mi caparazón.

Cuando se trata de mis intereses creativos, mi cerebro tiende a funcionar y a tomar decisiones sin mi permiso. A veces me reprendo a mí misma por lo repentinas y torpes que pueden ser mis acciones.

Blaze esboza una sonrisa.

―¿Quieres verlo?

Asiento un poco y me acerca el cuaderno.

Miro fascinada la ilustración. Es del personaje japonés Naruto. Me doy cuenta, pero la cosa es que la mitad de su cara sonríe y la otra mitad parece... ¿Triste?

¿Lo ha dibujado él? Es tan bonito y creativo. Cada línea está formada a la perfección, sin rastro de indecisión o falta de habilidad, y su saturación de color es limpia y bien definida.

No esperaría ese talento de alguien con su estatus social y apariencia.

―¿Esto es tuyo? ―pregunto, y él asiente, haciendo girar el bolígrafo en sus dedos con destreza.

―Sí, ¿te gusta?

Sonrío un poco. ¿Que si me gusta? Me encanta. Miro fijamente el dibujo, perdiéndome en los sentimientos que evoca.

La imagen parece alegre y a la vez innegablemente melancólica, como si sirviera para retratar una batalla emocional dentro de uno mismo. Es profundo. No sé por qué, pero me gusta mucho.

Tiene un talento extraordinario. Como yo. ¿Quizás podríamos ser amigos?

«Mantente alejada de él».

«No dejes que se te acerque».

O tal vez no.

Cierro el libro y se lo paso, mordiéndome el labio mientras vuelvo a mirar mi cuaderno.

Él sonríe.

―Te diré una cosa ―empieza, y yo le miro―. Ven a mi habitación más tarde y te enseñaré a dibujar eso. También podríamos trabajar juntos en algunas obras de arte.

«¿Su habitación?».

Él ve que mis ojos se entrecierran de inmediato y se ríe.

―No es lo que piensas. Mira, las palabras de April debieron asustarte anoche, pero no soy tan malo.

Me resulta extraño que de todos los lugares del campus haya elegido su habitación como el sitio más adecuado.

Parpadeo en silencio y él suspira. Extrañamente, sus ojos no reflejan lo preocupado que está a pesar de su exhalación. Tienen una mirada distante, un brillo vacuo que no puedo explicar.

Coloca las palmas de las manos en la nuca y se reclina cómodamente.

―Supongo que las chicas arruinaron mi imagen.

No es justo que alguien te dicte si debes o no relacionarte con una persona sin que tengas la oportunidad de conocerlo por ti mismo. Lo sé, pero no creo que sea correcto estar en un dormitorio de chicos.

Mi madre no lo aprobaría y mi conciencia no me lo permite aunque ella no esté aquí.

«Dios me está mirando».

―No es por April ​​―justifico―. Es que no me parece buena idea estar en la habitación de un chico... Sola.

Finalmente, sus orbes muestran algún tipo de emoción mientras un atisbo de asombro destella en sus iris. Asiente, sonriendo serenamente.

―Vale, tomo nota.

Aprieto los labios y vuelvo a mirar la pizarra mientras sigo escribiendo.

Lo miro de reojo cada diez segundos, y él está garabateando en el escritorio liso e inmaculado, jugueteando con el anillo que lleva en el dedo o tarareando algo en voz baja, cualquier cosa que no sea tomar notas.

Su página ha estado en blanco todo este tiempo, mientras que yo voy por la quinta. Pero cada persona es diferente. A lo mejor aprende escuchando.

La clase por fin termina y los alumnos se levantan de sus asientos mientras meto el cuaderno en la mochila.

―Nos vemos, ojos verdes ―Blaze sonríe mientras coge su mochila y sale corriendo de la clase.

No parece decepcionado de que haya rechazado su petición; parece indiferente e imperturbable. ¿Quizá tenga a alguien más con quien dibujar?

A juzgar por cómo las de primero se volvieron locas por él anoche, supongo que tiene varias opciones más. Estoy segura de que la chica pelirroja no desaprovecharía la oportunidad.

Cierro la cremallera de mi mochila mientras el señor Jones me mira desde su podio.

―Uhm, perdone, ¿señorita...?

―Skye ―reconozco―. Harmony Skye.

Sonríe y me hace un gesto con la mano.

―Venga aquí un momento.

Se ajusta la cintura de sus amplios pantalones mientras yo me coloco la bolsa sobre los hombros. De pie, camino hacia donde está mientras ajusto las correas de mi mochila.

Se rasca la nariz y mira en dirección a la puerta; probablemente comprobando si la clase está libre.

―Hoy le he visto sentada junto a Blaze Xander ―empieza, y yo me bajo las mangas de la camisa: es un gesto nervioso que tengo.

«¿Estoy en problemas por sentarme al lado de Blaze? Esto no es la guardería».

―Uhm, vale... ―murmuro cuando él no dice nada más durante un segundo.

Se ríe, mostrando arrugas en las comisuras de sus ojos color avellana. Por lo que veo, es un hombre de mediana edad, con un espeso pelo color negro y algunas canas.

―No se asuste tanto, Skye. Solo creo que debería mantenerse alejada de chicos como él.

Otra advertencia. Ahora sí que estoy confundida. ¿Qué tiene de malo? Antes parecía simpático. Incluso respetó mis razones al no aceptar su propuesta. ¿Por qué todo el mundo parece tener tan claro algo que yo ni siquiera puedo ver?

―¿Puedo preguntar por qué? ―pregunto, y él suspira.

―No tiene buenas intenciones. Tenga cuidado con él. Sé que es guapo y encantador, pero ésa es su arma. Es usted de primer año, así que puede que no lo sepa.

No soy quién para juzgar, pero ellos lo conocen desde hace mucho más tiempo que yo, así que seguir su consejo sería la decisión más inteligente.

Asiento con la cabeza.

―Ah, vale...

Él sonríe y hace un gesto hacia la puerta, y yo me doy la vuelta y me alejo.

BLAZE

―¡April! ―Gimoteo dramáticamente, echándole los brazos al cuello por detrás mientras hace cola para recoger su comida―. No quedan hamburguesas en la cantina.

Pone los ojos en blanco y se zafa de mi abrazo.

―Tú y tus hamburguesas. ¿Por qué no te conviertes en hamburguesa y te comes a ti mismo?

―Tengo chicas que hacen eso por mí ―Sonrío y dirijo mi atención a la camarera que lleva dos años sirviéndonos la comida.

Aparenta unos treinta años y siempre lleva el pelo oculto con una redecilla negra. El delantal grande oculta su figura madura, pero puedo decir que tiene un notable bajo la tela blanca.

―Buenos días, Pat ―Apoyo los codos en la encimera, enarco las cejas y la miro a la cara.

Sus mejillas se sonrojan notablemente, pero ella finge estar molesta, poniendo los ojos en blanco mientras remueve la olla de macarrones con queso. Hago esto cada día a la hora de comer y ella nunca da su brazo a torcer.

Pero no pasa nada, me doy cuenta.

―Me gusta tu delantal. Te queda bien ―añado, sonriendo ante su evidente incomodidad.

Tia mueve la cabeza divertida.

―Deja en paz a la chica. ¿Qué demonios te pasa, Xander?

―Es el hijo del diablo ―añade Yuna.

Pat sigue concentrada en su tarea y yo golpeo la mesa con los dedos sin dejar de mirarla. Ella mantiene la cabeza gacha para evitar mis ojos.

―Volveré mañana para ver cómo estás, ¿vale?

Se sonroja y yo me río en voz baja mientras me doy la vuelta y me apoyo en la encimera mientras James se desliza entre April y yo y la rodea con el brazo.

―Me gusta tu falda, April. Te queda muy bien.

James está obsesionado con reciclar mis frases para ligar. Está claro que acabo de usar esa con Pat. Le miro y finjo lástima mientras mi prima aparta su brazo.

―Quítame la mano de encima, James.

―Oye, ¿dónde está Harmony? ―pregunta Yuna, e inmediatamente empiezo a acechar la ruidosa cafetería.

La chica me interesa. Principalmente porque parece demasiado inocente. El mundo es un ying-yang equilibrado, una mezcla del bien y del mal.

Los humanos tenemos una combinación de ambos aspectos en nuestro interior ―excepto yo, que solo me funciona un lado―, por lo que no hay forma de que una persona sea completamente inocente o «buena».

La vida me ha resultado jodidamente aburrida estos últimos meses, y esta chica nueva tiene un aura con la que mis demonios se mueren por jugar.

Estoy decidido a romper ese caparazón suyo; será divertido para mí, y el hecho de que no pueda sentir ni una pizca de empatía hará que esto sea mucho más tentador.

―Sí, ¿dónde está tu amiga? ―pregunto, y April se gira hacia mí, cruzando los brazos contra el pecho. Esa es su postura sermoneadora, pero sus reprimendas normalmente me entran por un oído y me salen por el otro.

―Blaze, ya te lo advertí, aléjate de Harmony. Sabes que no será bueno que te juntes con ella.

Me paso una mano por el pelo y éste vuelve a posarse en mis ojos con obstinación.

―Mira, solo quiero iluminarla. Enseñarle lo que pasa cuando se pasea por Homewood pareciendo la Virgen María.

―Bueno, ella ya es la Virgen María, a juzgar por lo conservadora que viste ―dice James riéndose.

Me río entre dientes, y April niega con la cabeza, recuperando su bandeja de comida que le da Pat con un suave «gracias». Sus ojos se posan en mí y le guiño un ojo sutilmente. Ella aparta la mirada y pasa a servir el siguiente pedido mientras April me mira con el ceño fruncido.

―Vosotros dos, tú y James, sois dos criaturas desalmadas y detestables. No dejes que te vea cerca de Harmony, Blaze. Ella no es tu tipo, y puedo asegurarte que tú ciertamente no eres el suyo.

―Tonterías. Soy el tipo de todo el mundo ―Sonrío de oreja a oreja y ella pone los ojos en blanco mientras se dirige a su mesa habitual, al fondo de la sala.

Yuna y Tia son las siguientes en recoger sus almuerzos, y mis ojos localizan una figura menuda y familiar que entra en el comedor.

Harmony.

Mira a su alrededor con escepticismo, como si buscara un sitio donde sentarse, y me fijo en que lleva en la mano un bocadillo envuelto y un brick de leche. No tenía ni idea de que la gente de nuestra edad siguiera bebiendo leche en esas cajitas.

Me resisto a sonreír y hago ademán de acercarme a ella cuando Yuna me agarra del brazo. ―Déjala en paz.

―Relájate, concéntrate en tu almuerzo ―Suelto el bíceps y ella entrecierra los ojos ante mi desobediencia mientras me dirijo con paso firme hacia Harmony.

Todos saben que soy un hijo de puta testarudo. Cuando alguien intenta que haga lo que dice, suelo responder con un «Sí», «Oh», «De acuerdo», y luego hago lo que me da la gana.

No acepto bien las instrucciones.

No entiendo por qué no me dejan en paz; a veces no quiero hacer daño.

Me ve llegar y se da la vuelta, saliendo rápidamente de la cafetería. Suelto una risita y me meto las manos en los bolsillos.

―Hola, Harmony.

Se detiene al oír mi voz y se vuelve lentamente hacia mí. Ahora estamos en el silencioso pasillo y ella me mira interrogante.

Sus ojos color esmeralda revelan un matiz de miedo, algo que noté anoche. ¿No está acostumbrada a los chicos?

Por fin habla, con un tono suave.

―¿Necesitas algo?

«Sí. A ti».

Su tono es innecesariamente educado. No soy su profesor, así que ¿por qué tiene que hablar tan... formalmente? Aunque a pesar de eso tiene una voz sexy.

Me encojo de hombros.

―Puedes comer con nosotros.

Niega con la cabeza, rechazándome por segunda vez hoy.

―Prefiero comer sola.

―Vale... ―Asiento, acercándome a ella lentamente―. ¿Qué más haces sola? ―Me detengo bastante cerca de ella, y ella retrocede sutilmente, creando cierta distancia.

Aprieta la cajita que tiene en la mano y mis ojos se posan en eso que acaba de hacer; se nota que está nerviosa. No sé qué tengo que intimida tanto a la gente. Empieza a molestarme... O no.

―¿También duermes sola?

Su frente se frunce de desconcierto mientras inclina vagamente la cabeza hacia un lado. Un signo de inocencia y olvido. Perfecto.

―Quería decir si tienes novio.

―No.

―Genial ​​―Sonrío mirándola directamente a los ojos. Se agita incómoda y señalo el brick de leche abierto que tiene en la mano.

―¿Puedo probar?

Mira la caja cuadrada y luego vuelve a mirarme, parpadeando incrédula. Parece asombrada de que le pida algo así, pero estoy más loco que la mayoría de la gente y tengo una buena higiene dental, así que no pasa nada.

Levanto una ceja a modo de pregunta y ella traga saliva antes de asentir distraídamente.

Cojo el brick de su pequeña mano y rozo sus suaves dedos. No ha sido intencionado.

Mantengo los ojos fijos en los suyos mientras cierro los labios alrededor de la pajita y empiezo a beber.

Me observa nerviosa y, si no me equivoco, se sonroja.

«Ha sido fácil».

Se lo devuelvo y ella se queda mirando la pajita, sumida en sus pensamientos.

―Acabas de besarme ―le digo, y su mirada se eleva hacia la mía, alarmada.

―¿Qué?

Intento no reírme al ver su cara de horror mientras señalo la caja.

―Acabamos de compartir un beso indirecto; tú bebiste de la pajita y yo también. Así que prácticamente nos hemos besado, ¿no?

Sus mejillas se tiñen de color carmesí y sonrío por el éxito. Pronto la tendré entre mis dedos, o mis dedos estarán dentro de ella... Lo que ocurra primero.

Sonrojarse es la prueba de que una persona te siente, ¿no? Bueno, eso es lo que he oído. No soy necesariamente entendido en el tema de sentimientos y emociones.

Decidiendo parar aquí por hoy, sonrío.

―Gracias por la bebida. Me ha gustado. Nos vemos, ojos verdes.

Me doy la vuelta y vuelvo a la cafetería, dejándola completamente congelada.

The lion is most handsome when looking for food (El león es más guapo cuando busca comida) ―Rumi.

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