Skylar Greene
JASPER
Sabía que la escurridiza amiguita de Freya no era buena. Cuando mi compañera nos dejó solos en el pasillo, Penélope me plantó un beso antes de que pudiera alejarme. La empujé hacia atrás y le dije que no volviera a intentarlo, pero no tenía ni idea de que se lo contaría a sus padres.
Ahora me vuelvo hacia Penélope, que sonríe con suficiencia, y sus padres, que parecen aliviados de que Freya se haya ido. Al menos los hermanos de mi compañera ya no intentan amenazarme; todo lobo sabe que nadie puede ir en contra de la Diosa de la Luna.
La Diosa de la Luna me emparejó con una mujer preciosa, y nadie en este reino me la arrebatará. Solo me siento mal por el dolor y la ira que involuntariamente le causé. Tendré que explicarle lo que realmente pasó, pero primero...
―Su hija es una mentirosa ―les digo a los padres de Penélope―. Nunca la besé. Ella intentó besarme, pero yo la aparté. Nunca elegiría a su hija antes que a mi mujer. ―Quería decir compañera, pero el rey me dijo que nadie sabe que sus hijos son hombres lobo.
Los padres de Penélope se vuelven hacia ella y ella baja la cabeza.
Vuelvo a centrar mi atención en el rey Oscar.
―Si me disculpáis, necesito ir con Freya.
Antes de que pueda irme, carraspea.
―No tienes excusa. Quiere estar sola, y lo estará el resto de esta noche. Puedes probar suerte mañana.
Me señala un asiento junto al suyo y yo me siento.
***
El resto de la cena es incómoda. Primero, llamé doncella a Freya después de recibir información errónea por parte de mi guardia; luego sus hermanos pensaron que yo era un mentiroso, así que tuve que aclarar las cosas con Penélope por haber mentido. No estoy dando una buena primera impresión al rey ni a su reino.
Tengo que encontrar la manera de arreglar las cosas.
Una vez en mi habitación, llamo a mi hermano. Contesta al primer tono.
―Un primer día duro, ¿eh?
Seguro que uno de los guardias ya le contó a Ezra todo lo que pasó hoy.
―¿Qué has oído? ―pregunto.
Se ríe entre dientes.
―Es mejor que lo escuche de ti, ¿no crees?
Me acomodo en la cama y se lo digo, pensando en que nunca he tenido que luchar tanto por una mujer. Normalmente suplican tener sexo conmigo, pero mi compañera actúa como si no quisiera que la tocase. Es como si ni siquiera sintiera el vínculo de pareja, aunque sé que lo siente por la forma en que se estremece cuando estoy cerca.
―Parece que tu boca y tus acciones te metieron en problemas ―dice Ezra, riéndose. ―Tu compañera no es como una de tus conquistas habituales.
Hablamos un poco más y entonces mi hermano me recuerda que no puedo volver a casa sin Freya. Sé que solo quiere que uno de los dos sea feliz, pero yo estaba bien sin pareja, y ahora me parece un trabajo horrible quedarme con la que he encontrado.
FREYA
Horas después de que mi padre se fuera, me despierto sobresaltada por el peso de un brazo musculoso alrededor de mi cintura. Intento apartar el brazo de Jasper, pero él tira de mí para acercarme.
Siento el contorno de sus abdominales perfectamente marcados y me quedo helada.
«No lleva camiseta». Tiemblo, aunque su piel está caliente.
―Deja de moverte, Freya ―murmura Jasper.
―¿Qué haces aquí? ―le exijo.
El príncipe hunde la cabeza en mi cuello y aspira profundamente. Se nota que disfruta con ello.
―No podía dormir sabiendo que estabas enfadada conmigo. Vine aquí para hablar, pero al verte dormida me dieron ganas de acostarme a tu lado también.
Hace una pausa.
―Lo siento. No besé a tu amiga, ella me besó a mí. Sé lo mal que suena, pero es verdad. Cuando nos dejaste hablando, intenté alejarme, pero ella intentó besarme. La empujé y le dije que no volviera a hacerlo. No es tu amiga.
«¿Cómo puede decirme quién es y quién no es mi amiga cuando ni siquiera me conoce?».
―No deberías estar aquí ―le digo―. No es propio de una dama tener en su cama... desnudo…
Jasper se ríe y me rodea con el brazo.
―No estoy desnudo. Llevo calzoncillos. ¿Estás desnuda?
Me ruborizo al darme cuenta de que su mano está sobre mi vientre desnudo y me alegro de que la habitación esté a oscuras para que no me vea. Miro hacia abajo y veo que se me ha levantado la camiseta y que llevo pantalones cortos. La señorita Greta debió de entrar y me cambió de ropa cuando me fui a dormir.
―¿Estás comprobando que no estás desnuda?
Si no estuviera tan enfadada con Jasper, su risa sería una de las cosas que más me gustarían de él. Tengo que recordarme a mí misma que solo me quiere por mi título.
A pesar de mi inquietud, vuelvo a dormirme y solo me despierta un grito procedente de la puerta abierta. Cuando abro los ojos, la señorita Greta me mira fijamente con la mano sobre la boca y me doy cuenta de que estoy tumbada sobre un cuerpo duro. Levanto la cabeza y veo a Jasper sonriéndome.
―Sí que te mueves rápido ―bromea.
Salto rápidamente de encima de él y de la cama.
―Seguro que me has puesto encima tuyo ―le digo.
Sacudiendo la cabeza, Jasper se incorpora, dejando a la vista todo su cuerpo. Casi me desmayo. El príncipe no tiene pelo en el pecho y los calzoncillos le cuelgan de las caderas. Sus muslos son tan musculosos como sus abdominales, y todo su cuerpo está tan bronceado como su cara. No parece tener ni un solo pelo fuera de lugar, a pesar de que acabamos de despertarnos.
«¿Cómo es posible que un hombre tenga tan buen aspecto al despertarse?».
Si no hubiéramos empezado con mal pie, me haría ilusión decir que es mío.
Estaba tan absorta mirando su cuerpo que me olvidé de la señorita Greta. Ni siquiera me doy cuenta de cuándo se va. No es hasta que oigo una burla que me alejo de él.
Penélope está ahora en mi puerta, con lágrimas en los ojos.
―¿Cómo has podido? ―me pregunta antes de salir corriendo.
Me vuelvo hacia Jasper, que me sonríe.
―¿Te gusta lo que ves, Freya? ―pregunta en tono ronco y con una erección asomándose en sus boxers.
―No ―le digo―. Y guarda esa cosa, Jasper. No voy a acostarme contigo.
Jasper se limita a mirarme de arriba abajo, con los ojos encendidos. Siguiendo su mirada, me doy cuenta de que llevo una camiseta blanca de tirantes sin sujetador.
Cruzo rápidamente los brazos sobre el pecho y Jasper suelta una risita. Se quita las mantas de las piernas y se acerca a mí.
―Puede que ahora no te acuestes conmigo, pero pronto lo harás, Freya ―me susurra al oído.
Me estremezco por el calor de su aliento en mi oreja. Sonriendo, recoge su ropa y se la vuelve a poner antes de salir de mi habitación.
Yo tampoco puedo evitar sonreír un poco.
Lupa está en las nubes sabiendo que nuestro compañero durmió con nosotras.
―¿Crees que su lobo es tan sexy como él? ―pregunta una vez que se ha ido.
―Incluso después de anoche, ¿todavía no has conectado con su lobo? ―le pregunto sorprendida.
La pregunta la hace callarse de nuevo.