Luna herida - Portada del libro

Luna herida

Ahanaa Rose

Prólogo

DESCONOCIDO

LIBRO 1: Luna herida

LICOA, GRECIA - 373 A.C

Tumbado en el duro suelo de mármol de mi casa, los ecos de la destrucción reverberan en el aire.

La visión de mi antaño hermosa ciudad, ahora envuelta en llamas y desmoronándose ante mis ojos, es absolutamente desgarradora. El dolor y la desesperación son palpables mientras contemplo las secuelas de la batalla.

Mi espada, fiel compañera durante toda la lucha, yace a mi lado, símbolo del valor y la fuerza que reuní.

Pero a pesar de los incontables licántropos que he abatido, es demasiado tarde. El daño ya está hecho, y mi ciudad, mi hogar, ha quedado reducida a cenizas.

一Litus 一susurro, mi voz apenas se oye entre el caos y la destrucción.

Mi mentor y amigo aparece ante mí, y le observo asimilar la devastadora escena.

Una vez registrado el horror, camina hacia mí, con pasos deliberados y medidos, hasta que llega a arrodillarse a mi lado, encontrándose con mi mirada a la altura de los ojos.

La palabra que pronuncio está llena de agotamiento, pena y anhelo: 一Selene.

Mantengo la mirada fija en Litus, el hombre que ha estado conmigo en las buenas y en las malas, inquebrantable en su lealtad y guía.

Y sin embargo, es en este profundo momento, mientras las llamas consumen nuestra ciudad, cuando sacude la cabeza, con los ojos llenos de una mezcla de tristeza y determinación.

Me doy cuenta de que hay algo diferente, y las dudas se agolpan en mi interior mientras cuestiono sus acciones e intenciones. 一Lo sabías.

No dice una palabra, pero su silencio lo dice todo.

Suelto una pequeña carcajada y aparto la mirada de él. 一Ella lo sabía.

Mi amigo susurra: 一Cuando me enteré, ya era demasiado tarde. El hecho estaba consumado.

Cierro los ojos suavemente mientras me dejo consumir por el dolor abrasador de lo más profundo de mi ser.

En la oscuridad, detrás de mis párpados, se suceden ante mí los recuerdos de mi hermosa compañera y de nuestras preciosas hijas.

Sus radiantes sonrisas, rebosantes de amor y alegría, iluminaban mi mundo cada vez que volvía a casa.

Aún puedo saborear las deliciosas comidas que mi compañera preparaba incansablemente, volcando su corazón y su alma en cada plato.

Pensar que, tras siglos de soledad, sería bendecido con un regalo tan impresionante, solo para que me fuera arrebatado sin piedad ante mis propios ojos.

¿Y por quién? Mi sangre, mi propio hijo, convertido en un monstruo que rondará para siempre los pasillos de mi corazón.

La devastadora verdad de su brutal desaparición persiste como una herida abierta, un espectro fantasmal que se niega a desaparecer.

Cada detalle de aquella terrible noche se repite sin cesar en mi mente: los gritos desgarradores, el olor a sangre mezclado con el hedor acre de la traición.

Siento como si los muros de mi mundo se hubieran derrumbado y se vinieran abajo en un crescendo de desesperación.

El peso de la pena se asienta como una carga eterna sobre mi pecho mientras lidio con la inimaginable tragedia que ha alterado para siempre el curso de mi existencia.

A través del dolor y la angustia, intento aferrarme a recuerdos más felices: los momentos que compartimos, el amor que fluía entre nosotros como una llama eterna.

Puede que se hayan ido físicamente, pero sus espíritus residen en lo más profundo de mi ser, y no me cabe duda de que me guiarán en las noches oscuras que se avecinan.

El dolor es crudo e implacable, pero me consuela pensar que su luz brillará siempre, por muy negro que se vuelva el mundo.

一¿Qué voy a hacer, Litus? Mi hogar ha sido destruido, me han arrebatado a mi familia y mi hijo se ha ido con más de la mitad de nuestro pueblo empeñado en destruir a los humanos.

Litus se levanta y se vuelve hacia mí con una mirada decidida. 一La destrucción de tu ciudad no es el fin; tu pueblo vive.

»Puede que te hayan arrebatado a tu familia en esta vida, pero habrá muchas otras en las que podrán volver a ti.

Litus extiende la mano. 一Pero si te rindes ahora, nunca volverás a ver a tu gente o a tu familia.

Llevo mi confusión y curiosidad en la mirada al encontrarme con los ojos de Litus. 一¿De qué estás hablando?

一A los hados les gusta jugar sus juegos, especialmente con aquellos que creen que les han desairado.

一Puede que lo hayas perdido todo en este día, pero recuperarás todo lo que te quitaron. Te lo prometo. 一Da un paso más hacia mí一. Ahora, levántate y lucha.

Miro su mano extendida, mi mente se arremolina de emociones contradictorias.

¿Debo aferrarme a él, dejando que me guíe a través de este tormento, o debo sucumbir al dolor que amenaza con engullirme?

En el fondo de mi corazón, ya conozco la respuesta. A pesar de que tengo la suerte en mi contra, debo reunir fuerzas para seguir luchando, aunque la victoria parezca imposible.

Me aferro con fuerza a la mano de mi amigo y siento cómo me levanta sin esfuerzo. Mientras me levanto, cojo mi espada y la uso como improvisado apoyo para estabilizarme.

Litus me pone la mano en el hombro y de su contacto emana un resplandor radiante. La energía luminosa empieza a envolver mi cuerpo, extendiendo calor y curación por cada fibra de mi ser.

En un instante, el dolor atroz y las heridas mortales desaparecen y son sustituidos por una renovada sensación de fuerza y vitalidad.

Me detengo un momento para contemplar la sombría escena. La sala, antaño alegre y animada, es ahora un inquietante recordatorio de la desesperación y el temor que nos acecha.

Me vienen recuerdos de risas y fiestas, un marcado contraste con los cuerpos sin vida que ahora yacen ante mí.

Pero entonces, en medio de la quietud, un movimiento llama mi atención. Sin pensarlo, levanto la mano y me encuentro agarrando la garganta de un hombre suspendido en el aire.

La ira y el dolor se apoderan de mí, alimentando mi fuerza mientras aprieto. Me consume una mezcla de emociones que no puedo identificar del todo. 一Me he dejado uno.

El hombre empieza a arañarme la mano. 一¡Níctimo! Por favor.

Cierro los ojos y miro en la mente de este ser depravado.

Puedo sentir el peso de esos recuerdos, el dolor y la ira. Es difícil expresar con palabras lo que sentí cuando esos traidores irrumpieron en mi casa, cogiendo desprevenidos a mi compañera y a mis hijas.

Luchamos con todas nuestras fuerzas, derribando enemigo tras enemigo, pero era una batalla imposible. Su gran número nos superaba.

Recuerdo haber visto a mi compañera, erguida e intrépida, dispuesta a sacrificarlo todo, solo para ser sometida a torturas y violaciones indecibles delante de nuestras hijas.

Todas corrieron la misma suerte, una tras otra.

Abro los ojos y fijo la mirada en el hombre que tengo delante. El miedo baila en sus ojos, reflejo del peligro inminente.

En un momento de cruda intensidad, aprieto con fuerza su garganta, sintiendo el poder correr por mis venas.

Entonces me suelto y, con un movimiento rápido y decidido, blando mi espada, corto al hombre por la mitad. Dos trozos distintos caen al suelo, y la sangre mana de sus mitades superior e inferior.

Levanto la espada y me limpio la sangre con la manga. 一¿Y ahora qué?

一Selene y Axioma lograron poner a salvo a los que te son leales 一dice Litus desde detrás de mí一. Solo yo conozco su ubicación, y se les ha ordenado que se mantengan en movimiento hasta que se les diga lo contrario.

一¿Axioma?

一Muerto. 一Hay finalidad en su voz.

Me concede la gracia de un pequeño momento para mí, y luego se acerca para ponerse a mi lado.

一Perifetes cree que estás muerto. Aprovéchalo. Espera tu momento hasta que seas fuerte de nuevo. Hasta que tu pueblo vuelva a ser fuerte.

Me vuelvo hacia mi mentor, mi amigo, dejándole ver el dolor y la angustia en mi ceño fruncido. 一Entonces, ¿qué? Lo he perdido todo. Mi pareja, mis hijas, mi hogar. Nunca recuperaré lo que una vez tuve.

Litus pone su mano sobre mis hombros, su voz llena de sabiduría y compasión.

一Somos meros hilos en el vasto tapiz de la vida y, como individuos a los que se ha confiado la fuerza, es nuestro deber proteger a los vulnerables, aunque ello suponga sacrificar a los más cercanos.

»Pero no temas, porque el destino no es injusto. Lo que se os ha quitado os será devuelto, de un modo u otro.

Las palabras resuenan en mi mente, su resonancia se hace más fuerte con cada repetición.

一Lo que ha sido tomado será devuelto 一murmuro suavemente como si tratara de entretejerlos en el tejido mismo de mi ser一. Vengaré esta pérdida, aunque me lleve mil vidas.

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