Un desconocido familiar - Portada del libro

Un desconocido familiar

Calista Rosch

La quiero otra vez

—Me muero por probarte ahora mismo. ¿Me permites que te pruebe, Ava? —la voz de Liam era grave.

—S-Sí… —el tono de voz de Ceylan era bajo, apenas un susurro.

Puso ambas manos en su cintura, a la altura de sus bragas y tiró de ellas hacia abajo. Con una mano, Liam le levantó el muslo, haciendo que se abriera de piernas.

La primera presión de su boca sobre su vagina la hizo jadear, su columna vertebral se arqueó mientras el calor salía de ella hacia la boca de él. El olor dulce de su vagina llegó a su lengua.

—Tu flujo sabe tan bien que podría comerte el coño toda la noche. —Entonces la besó más profundamente, usando su lengua, volviéndola loca.

—Por favor… —dijo, su voz sonaba rota—. Vintage, por favor...

—¿Me quieres dentro de ti, Ava? Porque ahí es donde quiero estar ahora mismo. Quiero penetrarte, sentir todo el calor húmedo de tu coño ordeñando mi polla. —Se iba a correr sólo de pensarlo. Su polla se puso más dura y empezó a apretarle en los pantalones.

—¡Te quiero dentro de mí, Vintage! —gritó.

Liam se echó hacia atrás y se quitó la camisa. Bajándose de la cama, se desabrochó los pantalones negros y se los quitó junto con los bóxers. Su pene erecto se liberó.

Caminó hasta el asiento en el que había estado sentado antes, cogió la chaqueta de su traje y sacó una caja de preservativos. Dejando caer la chaqueta, Liam sacó uno y puso el resto en la mesita de noche.

Se colocó al borde de la cama, rompió el envoltorio y se puso el condón en la polla.

Volviendo a la cama, la empujó hacia abajo, separándole los muslos mientras se colocaba entre sus piernas.

Su pene estaba duro y muy empalmado mientras lo encajaba entre su vagina, provocándola con su tamaño, haciéndola desearlo aún más.

—Vintage... —Ava estaba lista para él.

La besó mientras su erección rozaba el comienzo de su vagina. Pasó la lengua entre sus labios, dándole el sabor de sus propios flujos, que aún permanecían en su lengua.

Empujando su lengua más adentro, Ava le dejó entrar, devolviéndole el beso mientras arqueaba las caderas.

Exhaló con fuerza y su pelvis se agitó cuando sus cuerpos se convirtieron en uno solo. Sintió que estaba en el mismísimo paraíso.

—Me gusta tanto… —jadeó contra su boca.

Ella se aferró a él con avidez, y entonces, con un gruñido bajo, él empujó hacia delante, hundiéndose dentro de ella profundamente.

Liam la rodeó con sus brazos mientras iniciaba un ritmo lento y estremecedor.

Ava no tardó en llegar al orgasmo. Acababan de empezar y ya había tocado el cielo. Él la folló con más fuerza y ella se aferró a sus hombros.

Gritó de placer cuando la segunda oleada de su orgasmo la inundó. Él gruñó y la penetró con fuerza. Su ritmo era urgente, feroz, lleno de una fuerza apenas contenida.

Otro empujón dentro de ella y él gritó con fuerza, corriéndose.

Luego cayó sobre el mullido colchón.

—Gracias. —Liam oyó su voz en la oscuridad mientras acariciaba la curva suave de su hombro desnudo.

—Sólo estamos empezando, nena…

***

Liam se despertó en una cama vacía, su amante ya se había ido.

Nunca antes se había quedado dormido en Voluntas Tua, siempre era sólo sexo y luego volvía a su ático.

Hoy había roto sus reglas, no sólo una, sino tres: La de no besar y la de no chupársela a una mujer en Voluntas Tua.

Había empezado con la simple excitación, pensando que iba a ser el primer hombre en darle un orgasmo a Ava, que se le quedaría grabado en la mente para toda la eternidad…

Liam no dudaba de sus habilidades, incluso pensaba que podía convertir a una mujer homosexual en heterosexual.

Pero, cuando tuvieron su primer acercamiento, supo que se trataba de otro tipo de mujer. Con cada movimiento que hacía, había despertado en ella un deseo más profundo y había querido algo más que lo básico.

Ninguna de las mujeres con las que había estado le había hecho sentir como un dios, como si todo su placer sexual girara en torno a él. Esto era lo que había estado buscando toda su vida.

Liam no había podido detenerse cuando probó lo que se sentía al estar enterrado dentro de ella. La había llevado a lugares que nunca había conocido y la había seguido hasta allí.

La hizo gritar su nombre durante horas y, por primera vez, se arrepintió de haber tenido un apodo. Le habría encantado oír su verdadero nombre en sus labios.

Después de hacer el amor, no había tenido fuerzas para darse por vencido ni para apartarse de su contacto.

Pensar en esa misteriosa mujer le había puesto la polla dura de nuevo. Iba a salir de Voluntas Tua peor de lo que había entrado y con ganas de más.

Liam se despertó de la cama y encontró su ropa desparramada por el suelo. Buscó su teléfono y vio que eran las 4:54 de la madrugada. Había metido la pata hasta el fondo esta noche.

Rápidamente se vistió, se puso la máscara y salió de VT29, la habitación destinada exclusivamente a él.

No vio a Gabby cuando salió, probablemente se había retirado a dormir. Fue un alivio, Liam no sabía qué respondería si ella le preguntaba cómo le había ido la noche.

Había conseguido lo que ansiaba tener desde hacía tiempo, pero, sin embargo, no estaba satisfecho.

Condujo su coche en silencio por las carreteras casi vacías y en poco tiempo llegó a su hotel, el Chase Grand.

La recepcionista del vestíbulo le sonrió, pero esta vez él no le devolvió la sonrisa.

Una vez que el ascensor llegó al último piso, Liam deslizó la tarjeta de acceso y suspiró cuando la puerta se abrió. En cuanto entró en el ático, sintió frío; miró, pero el aire acondicionado estaba apagado.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que se había olvidado la chaqueta del traje. No había sentido el frío en todo el camino porque estaba sumido en sus pensamientos, en el sexo alucinante que acababa de tener.

Iba a llamar a Gabby por la mañana.

Caminó tranquilamente hasta el cuarto de baño.

En la ducha, Liam puso el agua fría, cayendo sobre su pelo y resbalando por su espalda.

Su mano fue directa a su polla medio empalmada. En cuanto la tocó, se quedó paralizado en un rictus de anhelo.

Cerrando los ojos, imaginó la boca de aquella desconocida alrededor de su polla, metiéndosela hasta el fondo, haciendo rodar su lengua alrededor de su grande y gruesa polla.

Imaginó sus manos cogiéndole del pelo. Liam sintió cómo el semen se deslizaba por la punta de su polla.

Visualizó cómo le daba un sutil empujón con la cabeza hacia delante, deseando que se la metiera más profundamente. Su ritmo aumentó.

Todo su cuerpo empezó a temblar de nuevo y soltó una maldición. Iba a correrse.

—¡Ah! —Le llenó la garganta con su semen... O más bien la mano. Era patético que tuviera que masturbarse después de haber tenido muchas horas de sexo.

Dejó que el agua bañara su excitación, que había empezado a disminuir.

Inmediatamente después se dejó caer en la cama, pero no consiguió dormirse. Se quedó tumbado, reviviendo la noche una y otra vez.

Lo siguiente que oyó fue el despertador de las siete. Si hubiera sido un día normal, se habría levantado a rastras de la cama, pero hoy era diferente.

No tenía horario para este domingo. Simplemente iría al gimnasio del hotel y luego pensaría qué hacer después. Pero ahora mismo iba a llamar a Gabby.

—Buenos días cariño —dijo Gabby en la otra línea—. ¿Quieres reservar otra cita ya?

Liam se rió entre dientes. —Incluso yo sé cuándo tomarme un descanso... Pero… Con cierta mujer misteriosa, podría hacerlo eterno.

»Me dejé mi chaqueta negra favorita en la VT29.

—Y yo que pensaba que querías colmarme de más dinero. Haré que la limpiadora te la planche y meta en una bolsa y la enviaré a Chase Grand.

—Gracias. Que incluyan cualquier otra cosa que pueda haberme dejado.

—Claro.

Tras la llamada, se puso la camiseta gris de tirantes y los pantalones cortos de gimnasia antes de coger el ascensor VIP para bajar al gimnasio. En el gimnasio había algunos invitados y trabajadores que le saludaron.

Sonrió y preguntó por los servicios del hotel antes de seguir con su rutina.

Tras minutos de correr en la cinta, varias flexiones, dominadas, agarres anchos y ejercicios con mancuernas, sus músculos no podían más y su cerebro le pidió parar.

Tenía hambre y necesitó mucha fuerza de voluntad para no ir directamente al comedor.

Liam se dirigió al ático, se quitó la ropa de gimnasia, abrió el grifo del agua fría y se enjabonó el cuerpo por segunda vez aquella mañana.

Hoy iba informal, con una camiseta azul marino de manga larga y cuello redondo y unos pantalones chinos verde oliva. Se le marcaban los músculos con la camiseta ajustada, como les gustaba a muchas mujeres.

Liam apenas se había sentado a su mesa en el elegante comedor del gran espacio cuando sonó su teléfono. Baris Aslan.

—Tío, estoy fuera de tu hotel, ¿dónde estás?

—En el comedor, esperando mi desayuno. —El camarero colocó una bandeja con tocino crujiente, huevos revueltos, pan tostado y café. Liam murmuró un gracias antes de concentrarse en la llamada.

—Voy para allá.

Apenas había empezado a devorar el desayuno cuando Baris se le unió.

—¿Cómo has estado, amigo mío? —Baris tomó asiento frente a Liam.

—Bien. —dijo Liam.

Estudiando su rostro, Baris concluyó: —No lo pareces. ¿Qué pasa?

—Te pediré algo para desayunar. —llamó a la camarera que pasaba cerca. No iba a decirle que al mujeriego de Liam Chase le gustaba una desconocida.

Baris sacudió la cabeza.

—Acabo de desayunar. Pasaba por aquí de camino a casa de mis padres. Mamá me tiene comprando algunas cosas para la cena familiar que tenemos todos los meses y que casualmente es hoy.

Liam siempre admiró que los Aslan fueran una familia muy unida, que se quisieran y se cuidaran tanto los unos a los otros.

No podía evitar preguntarse cómo habrían sido las cosas si sus propios padres siguieran vivos y él no se hubiera quedado solo en el mundo a los dieciséis años.

—¿Y Ceylan? ¿Y dónde está tu padre?

—Ceylan ha estado fuera desde ayer, creo que me está haciendo esto a propósito. Papá está en Turquía, visitando a mi abuela. La pobre ha estado tan sola desde que Dedefalleció.

Baris dejó de sonreír. Era evidente que seguía sufriendo la pérdida de su abuelo.

—Así que seremos sólo nosotros tres, y Savannah que nunca falta. Te habría pedido que me acompañaras, pero nunca aceptas mi invitación.

Y Liam tenía sus razones. Después de la muerte de los suyos, el Sr. y la Sra. Aslan habían sido lo más parecido a sus padres. Le encantaba ir a su casa, formar parte de su familia.

Hasta que Ceylan le besó y le gustó. Acababa de cumplir dieciocho años y era una preciosa chica joven con curvas en todos los lugares adecuados.

Necesitó mucha fuerza de voluntad para mirarla a los ojos color avellana y decirle que era como una hermana para él.

Su padre nunca habría aceptado que la niña de sus ojos estuviera con alguien como Liam, una persona con reputación con las mujeres.

No había querido perder su respeto y por eso se había alejado.

Sin embargo, Liam no se había alejado totalmente de ella. Nunca dejaba de comprar cualquier revista en la que apareciera. Había resultado ser una mujer muy guapa.

En su mente seguía grabada una foto de ella en la playa de Miami, con un bañador rojo y su figura de reloj de arena. Se enfadaba cuando veía a cualquier hombre mirar esas fotos con lujuria.

Ceylan estaba ahora soltera, eso lo sabía él y lo sabía todo el mundo. Llevaba tres años saliendo con su rival en la hostelería, Derek Blake, y habían terminado hacía dos meses.

Si él no se merecía estar con ella, desde luego no se la merecía el altivo y poderoso Derek. Ceylan no sólo era guapa, también tenía cerebro y llevó a su empresa familiar a lo más alto.

Todo el mundo sabía a cuántas personas influyentes había convencido para que invirtieran en Aslan Consolidated.

—Entonces… —Baris le sacó de sus pensamientos—, ¿qué te tiene tan aburrido? ¿Te ha roto el corazón por fin una mujer?

Liam se rió y dio un sorbo a su café.

—No me iré de aquí hasta que lo sueltes.

—De acuerdo. Bien —cedió—. Fui a Voluntas Tua anoche… —hizo una pausa.

—Y... —Liam tenía todo el interés de Baris.

—Pedí lo de siempre y me pusieron con una mujer increíblemente apasionada. Me la follé y quiero verla otra vez. Una noche más con Ava me curaría esta resaca.

—¿Y si otra noche no es suficiente? ​​—le preguntó su sabio amigo.

Temía que su amigo tuviera razón. Nunca se había sentido así con una mujer. Pero lo descartó con un «eso nunca pasará».

Hablaron hasta casi mediodía hasta que Baris se tuvo que ir. De regreso, la recepcionista le entregó un paquete. Gabby ya le había enviado su chaqueta.

Fue al ático a dejarlo con el resto de su colada, con suerte, las asistentas no habían recogido nada aún.

Al desenvolver el paquete, sacó la chaqueta y cayó algo más, un collar. Sonrió. Al parecer, no era el único que se había dejado algo.

Mientras lo miraba, llamó a Gabby.

—¡Hola, Liam! ¿Recibiste el paquete?

—Sí, pero hay algo que no... —se interrumpió. Podía ver la parte trasera del colgante y no podía creerse lo que estaba viendo. Sonrió.

—¿Liam?

—No importa —dijo—, gracias Gabby.

—A ti…

Cogió el colgante con la mano. Rozó las palabras grabadas y las leyó en voz alta.

—Ceylan Ela «Pinky» Aslan.

Era el collar que Baris le había regalado cuando cumplió dieciocho años (eso le habían hecho creer).

Liam había sido quien lo había comprado y había hecho grabar su nombre, y también con su apodo «Pinky».

Cuando era pequeña, su nariz se ponía rosa cuando se enfadaba y Baris y Liam le chinchaban. A los dieciocho años, ya no le ocurría, pero Liam quería seguir recordándole su apodo, de ahí el «Pinky» entre su nombre.

Ella le besó antes de que él pudiera darle el regalo y entonces, le pidió a Baris, sin darle ninguna explicación, que le dijera a Ceylan que el regalo era de su parte.

Y lo llevaba puesto desde entonces, lo pudo ver en todas sus fotos.

Ya se había alejado una vez de ella y ahora el destino le tentaba de nuevo. Esta vez no era lo suficientemente fuerte. No cuando ya había probado la dulzura de aquella mujer. No cuando ansiaba más.

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