Asume el riesgo - Portada del libro

Asume el riesgo

Mars Mejia

Capítulo 6

KARA

—Todavía no puedo creer que Liam haya vuelto. Deberíamos salir todos este fin de semana y hacer algo para celebrarlo. Como en los viejos tiempos —Layla sonrió y enumeró algunas cosas que podíamos hacer.

—Lo haré si mi madre no me mata. El director ya ha hablado con ella sobre el incidente con Jason, pero como nunca me he metido en ningún tipo de problema, me van a dejar sin castigo. Sólo tengo que redactar una carta de disculpa.

Me estremecí ante la idea de tener que escribir una sincera disculpa a Jason.

—No te preocupes, si tu madre no te deja salir este fin de semana, Jess y yo idearemos un plan para liberarte —Layla golpeó sus dedos juntos como un villano.

—Me alegro de poder contar contigo, pero ahora tengo que ir al castigo —recordé. Mis labios formaron un pequeño mohín, y Layla volvió a su ser normal.

—¿Vas a estar bien? —preguntó. Sus cejas se fruncieron mientras me miraba con preocupación.

—No te preocupes, estaré bien. Te veré mañana —me excusé y empecé a buscar la sala donde debía cumplir el castigo.

Nunca había tenido un castigo, y le habría preguntado a Layla, pero sabía que ella tampoco tendría ni idea.

Tras diez minutos de búsqueda por los pasillos, finalmente entré en el aula correcta.

—Llegas tarde —me espetó la profesora mientras me miraba fijamente. Tenía unas gruesas gafas redondas en el puente de su huesuda nariz.

—Lo siento, me he perdido —murmuré avergonzada.

Por supuesto, me di cuenta de que el imbécil sonreía ante mi incomodidad. Jason se había sentado en el fondo de la sala y algunos otros estudiantes estaban dispersos por la sala en sus pupitres.

—Toma asiento —espetó la malhumorada profesora y sus cortos rizos castaños rebotaron por todas partes. Parecía que ella quería estar aquí menos que nosotros.

Me senté lo más lejos posible de Jason (por desgracia, sólo dos asientos a su izquierda) y saqué mis deberes.

Ya estaba al día con todas mis tareas, pero prefería adelantar trabajo para tener más tiempo para ver Netflix.

La profesora malhumorada siguió haciendo lo que fuera que estuviera haciendo, y yo me tomé un momento para echar un vistazo al aula.

La mayoría de los estudiantes parecían aburridos y metidos en sus propios mundos, y luego estaba Jason, que me miraba fijamente.

Puse los ojos en blanco y volví a mi trabajo.

Un objeto ligero me golpeó en un lado de la cabeza y me giré para mirar a Jason. Parecía que siempre estaba cerca solo para contrariarme.

Apreté los dientes con fastidio y le hice un gesto con el dedo; no fue mi momento más brillante, pero estaba molesta.

Me devolvió el gesto guiñando un ojo. Jason me tiró otro papel y me indicó que lo leyera.

Lo abrí lentamente.

¿Cuándo y dónde?, leí en la pequeña nota amarilla.

¿Qué estás diciendo?,escribí de vuelta, y al lanzar el papel le di en la cara porque no estaba prestando atención, lo que me hizo reír.

Lo último que recuerdo es que ese dedo significa que me joda. Entonces, ¿cuándo y dónde? ;)

Mi cara se puso roja al leer su respuesta. La nota también me hizo humedecerme.

Por supuesto, se estaba comportando como un pervertido. Le lancé una mirada fulminante y se rió en silencio en su asiento. Tenía que pasar una hora sentada allí, sufriendo con aquel imbécil.

¿Tengo que recordarte lo que pasó en la clase de gimnasia?

Garabateé y le lancé el trozo de papel. La cara de Jason se puso pálida al leer mi respuesta y tiró la nota.

Mis ojos miraron el sencillo reloj que colgaba sobre la vieja puerta de madera.

Faltaban cincuenta y cinco minutos.

Si no hubiese sido por la aterradora bruja que estaba al frente de la sala, habría vuelto a patear a Jason.

Mi cara se frunció cuando me di cuenta de lo violentamente que estaba actuando. Supongo que había sacado a mi Hulk interior.

—Ahora vuelvo. No os mováis —escupió la señora Ollie, creo que se llamaba, y salió de la sala.

En cuanto se cerró la puerta, todos se levantaron de sus asientos y empezaron a hablar con los demás.

No tenía nada mejor que hacer, así que seguí haciendo los deberes como la buena estudiante que era.

—Hola, Bambi —Jason se puso a mi lado.

—¿Bambi? —salté. Me giré para mirarle, con curiosidad por saber por qué se refería a mí como un animal.

—Sí, ya sabes, el ciervo. Tiene los ojos marrones grandes y las piernas largas. Excepto que tú no eres mona —hizo como si pensara y mi boca se abrió ligeramente por su contundente comentario—. Eres sexy.

El segundo comentario hizo que mi cara se pusiera más roja que el culo del diablo. Intenté tapar mis mejillas con las manos, pero por supuesto, él se dio cuenta.

—¿Te estás sonrojando? —Jason se sentó en el pupitre vacío a mi lado. Sus ojos azules se iluminaron con diversión—. Qué adorable.

Me maldije por haberme sonrojado delante de él. Sobre todo porque sabía que él era la razón de ello.

—Vete —pedí. Bajé la mirada a mis deberes para ocultar mis mejillas rosadas.

—No —respondió Jason, y se recostó en su silla. El imbécil me miró fijamente hasta que me sentí tan incómoda que hubiera preferido tener la charla sobre sexo con mi hermano.

—Para ya —bufé, golpeándolo en la cabeza con mi lápiz. Jason se inclinó hacia delante frotándose la frente y me mostró su estúpida sonrisa.

—Me gustan las mujeres agresivas —aseguró. Ignoré sus comentarios de coqueteo—. Quiero decir, sé que quieres tocarme...

Esta vez le di un golpe en el brazo, notando lo musculoso que era.

—Ni siquiera termines esa frase —le avisé. Lo fulminé con la mirada, y su expresión de enfado fue sustituida por su sonrisa traviesa.

—Gilipollas —murmuré en voz baja.

—¿Qué has dicho? —Jason levantó una ceja.

—Nada —respondí, e intenté empezar mis deberes por tercera vez. Necesitaba terminar aquello, porque sabía que una vez llegara a casa sólo iba a posponerlo todo, como siempre. Jason negó con la cabeza.

—Estoy bastante seguro de haberte oído decir que Jason Kade es muy sexy y que....

Saltó cuando mi mano se posó en su muslo.

Sabía que no debía hacerlo, pero quería provocarlo. Era la única forma que conocía.

Mi mano se apoyó en el centro de su muslo y, por una vez, Jason se quedó callado. Me quedé mirando sus ojos oscuros mientras mi mano se acercaba cada vez más a su polla.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó. La voz de Jason era ahora ronca.

Sonreí, disfrutando de cómo se retorcía bajo mi contacto. Por mucho que me hubiera gustado chupársela allí mismo, me recordé a mí misma que aquello era solo una broma.

—Tienes razón —susurré suavemente—. Eres sexy. Desearía que fuéramos los únicos en esta habitación para poder rodear tu polla con mis labios.

Los ojos de Jason se abrieron desmesuradamente cuando las palabras salieron de mi boca. Mis manos estaban a centímetros de su miembro viril, ahora endurecido, y justo cuando estaba a punto de frotarlo, retiré la mano.

Jason gimió de fastidio y se desplomó sobre el escritorio.

—¿Por qué eres tan fastidiosa? —siseó Jason.

—¿Por qué siempre me molestas? —repliqué, sintiéndome engreída.

—Porque tus reacciones me divierten —indicó. Jason sonrió mientras recorría sus ojos desde mis labios hasta mis pechos.

—Y a mí tu sufrimiento también —repliqué. Le regalé una pequeña sonrisa.

Los demás estudiantes de la sala nos miraban de vez en cuando. No me había dado cuenta de que estábamos siendo los más ruidosos de la sala.

La profesora amargada volvió diez minutos después.

—Como todos os habéis portado bien, podéis iros antes —nos despidió sin siquiera dirigirnos una mirada.

Salí disparada de mi asiento, ignorando por completo el hecho de que ella ni siquiera nos estaba prestando atención todo el tiempo.

Jason me siguió por los pasillos de la escuela. Pasé de él y caminé hacia la salida con él detrás como un cachorro perdido.

El pasillo estaba oscuro y nuestros pasos resonaban en las paredes. Podía ver relámpagos cada quince segundos más o menos y entonces recordé que tenía que caminar.

Llegué a las puertas y me detuve a mirar la lluvia que caía.

—¿Necesitas que te lleve? —ofreció Jason mientras balanceaba sus llaves delante de mi cara. Mi orgullo no me permitió aceptar su oferta.

—No, gracias —respondí y dudé en moverme de sitio.

Me enrosqué la chaqueta alrededor de mí para mantener el calor. El mero hecho de mirar al exterior me hacía temblar. Podía sentir que mis pezones se endurecían, y no estaba segura de si era por el clima o por Jason.

—¿Estás segura? —Jason enarcó una ceja. Era caminar a casa en un clima húmedo y frío y resfriarme, o actuar con madurez y meterme en el coche con Jason.

—¿Dónde está tu coche? —murmuré, y él sonrió ampliamente mientras señalaba el modelo compacto negro. Mis cejas se alzaron al observar el vehículo de aspecto brillante.

—Vaya —dije. Lo miré con los ojos muy abiertos. Estaba asombrada; teniendo en cuenta que prácticamente no sabía nada en cuanto a coches, parecía bastante nuevo.

Además, cualquier coche me haría sentir asombro teniendo en cuenta que no tenía uno propio todavía.

—Ese es mi bebé —señaló. Jason se echó la capucha del jersey por encima de la cabeza y salió corriendo hacia la lluvia mientras abría el coche.

Le seguí y maldije mientras la lluvia torrencial me empapaba el pelo y la ropa. Tiré de la manilla y gruñí cuando no se abrió. Oí la risa apagada de Jason a través del sonido de los truenos.

—¿En serio? —grité por encima de la fuerte lluvia. Jason sonrió mientras pulsaba el botón de desbloqueo. En cuanto abrió el coche, me metí dentro y cerré la puerta de golpe, alejando la lluvia.

Estudié el interior del coche mientras le daba mi dirección. El asiento de cuero afelpado me reconfortaba. Un relámpago cruzó el oscuro cielo, haciéndome saltar en mi asiento.

Disfrutaba de la lluvia, pero las locas tormentas eléctricas eran una historia totalmente diferente. Me aterrorizaban.

—¿Alguien tiene un poco de miedo? —se burló Jason mientras empezaba a conducir.

Ignoré su pulla y me quedé callada mientras él seguía conduciendo. Sólo eran alrededor de las cinco y los rasgos oscuros de la tormenta en el cielo hacían que pareciera que eran las nueve de la noche.

Miraba por la ventana y contaba los segundos que transcurrían entre el rugido de los truenos y el brillo de los relámpagos. Aunque estas tormentas me aterrorizaban, también me fascinaban.

La madre naturaleza era una cosa hermosa y aterradora.

La mano de Jason se posó en mi muslo, enviando una sacudida de sorpresa a través de mi cuerpo.

Mis ojos parpadearon hacia su rostro.

Miraba al frente, ni siquiera me miraba mientras acercaba su dedo cada vez más a mi núcleo caliente.

Unos mechones de pelo rubio cayeron sobre su frente, y su cincelada mandíbula se apretó.

Mi clítoris palpitaba de excitación mientras sus largos dedos recorrían el interior de mi muslo. Sabía que debía detenerlo, pero no quise hacerlo. Estaba demasiado excitada para pensar en otra cosa.

Un pequeño gemido salió de mi boca cuando presionó mi punto sensible. Mi coño se apretó y la humedad se acumuló entre mis piernas.

—Joder —gemí mientras trabajaba con sus dedos a través de mis finos leggings. La presión que aplicaba era tan lenta que resultaba casi dolorosa. Quería más.

—Ya hemos llegado —anunció. Sus ojos azules se clavaron en mí mientras aparcaba el coche. Mi corazón se aceleró y mi cara se sonrojó cuando Jason bajó sus ojos entre mis piernas.

La tormenta había amainado un poco, pero seguía lloviendo. El coche se había detenido y había aparcado en la acera justo delante de mi casa. La pintura roja destacaba sobre el cielo oscuro.

—Gracias por traerme —le agradecí rápidamente y salí corriendo del coche. Me hubiera gustado darle las gracias de otra manera.

—Nos vemos mañana —se despidió. Jason me dedicó una pequeña sonrisa mientras salía, completamente aturdida.

Entré corriendo en mi casa e inmediatamente me di cuenta de que todas las luces estaban encendidas, cosa que nunca ocurría.

Mi chaqueta calada cayó en el perchero y me arranqué las botas mojadas. Realmente parecía que alguien vivía aquí.

Mis oídos se agudizaron cuando escuché voces, así que las seguí hasta la cocina.

Mi madre fue la primera en aparecer. Estaba hablando con…

—¿Charlie? —grité con entusiasmo al ver a mi hermano mayor de pie en medio de mi cocina.

Ambos se volvieron para mirarme y la cara de Charlie se iluminó inmediatamente.

—¡Kara! —exclamó. Mi hermano mayor me abordó con un abrazo de oso. Las lágrimas surgieron en mis ojos y la alegría invadió mi corazón.

Mi hermano estaba por fin en casa. Le había echado tanto de menos que me dolía. Me alejé y me sorprendí cuando vi que mi madre estaba sobria.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, sonriendo como el gato de Cheshire.

—He sacado un buen resultado en los exámenes finales, así que he decidido tomarme el semestre de otoño libre y volver a casa. Sé que ya es casi octubre, pero tenía que terminar las cosas en mi trabajo antes de poder volver. Lo he mantenido como una sorpresa.

Charlie me cogió la cara con las manos y me secó una lágrima que tenía en la mejilla.

Charlie era mi mejor amigo, y una parte de mí murió cuando se fue. Mi hermano y yo teníamos un increíble vínculo.

Por supuesto que teníamos nuestras peleas, pero nos conocíamos tan bien que no ocurría a menudo.

Mi hermano dio un paso atrás y me estudió con sus ojos marrones.

—Has crecido mucho. ¿Cómo va tu último año hasta ahora? ¿Ya tienes novio? Si lo tienes quiero conocerlo y hacerle saber que si mete la pata le daré una patada en el culo tan fuerte que...

—¡Charlie! —me reí de su repentino impulso de ser un hermano protector.

No tengo novio, ni pienso tenerlo. Mi hermano pareció satisfecho con mi respuesta y pasó al siguiente tema.

—¿Sabías que Liam también ha vuelto? —Charlie sonrió ampliamente y yo asentí.

Fue un placer saber que ambos habían regresado. La vida había dado de repente un giro positivo y sabía que iba a mejorar mucho.

Con aquellos dos alrededor la diversión era infinita.

Mi madre, que llevaba el pelo recogido en un moño apretado y algo más que su pijama, habló.

—He preparado la cena, Kara —anunció. Su voz me sonaba muy extraña. Estaba acostumbrada a los monótonos insultos que apenas se entendían.

Me quedé con un sentimiento agridulce, teniendo en cuenta que finalmente estaba en una forma estable desde que Charlie estaba aquí. El lado amargo era que ella no había estado así para mí.

—Me muero de hambre —interrumpió Charlie y atacó la comida que cubría nuestra mesa de madera de la cocina. Me reí de mi hambriento hermano, cuya boca enseguida quedó cubierta de migas de migas.

—Estoy muy cansada y tengo que terminar algunos deberes —recordé amargamente. Gracias a Jason, claro. Me había quedado con una sensación de frustración sexual—. Te veo dentro de un rato.

Me excusé y me dirigí a mi habitación de arriba.

Necesitaba aliviarme.

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