
Las Elegidas 3: Pareja
El amor florece donde nadie lo espera: entre feroces guerreros alienígenas y las mujeres humanas a las que no pueden resistirse. Los lazos se fortalecen, los corazones se enredan y ahora… una nueva vida despierta entre las estrellas. Lo que comenzó con desesperación ha encendido algo más salvaje, más dulce y completamente imparable. Pero mientras la pasión arde a través de las galaxias, los hombres de la Tierra podrían verse obligados a luchar para retener a las mujeres que creían que nunca se irían. Cuando el universo choca con los asuntos del corazón, todas las apuestas quedan canceladas.
Aisha y Quinton
Libro 3: Pareja
AISHA
Aisha soltó una carcajada mientras Quinton le acariciaba el pelo una y otra vez, sonriéndole con una alegría inmensa. El agua le corría por la cara y tenía el pelo empapado. La lluvia caía con fuerza sobre ellos.
Nunca lo había visto tan juguetón. Las cosas podían dar un giro inesperado. El vínculo entre ellos era muy especial.
Aisha agarró a Quinton por los costados y se acercó hasta que su pecho tocó el de él. Estaba mojado y enjabonado, cálido y agradable al tacto. Él la rodeó con sus brazos.
—¿Cómo te sientes? —preguntó en voz baja.
—Bien. No me duele —le dio un beso en el pecho—. Quiero hacerlo otra vez.
Quinton le acarició el pelo.
—Yo también quiero.
—No me vas a hacer daño.
—Ya lo he hecho.
Aisha hizo un ruidito.
—A lo mejor podemos hacer las siguientes dos etapas de otra manera.
—¿Cómo?
—Puedes tragar mi semen.
—¿Tragar? Te refieres a...
Quinton asintió.
—Ah —bajó la mirada, sintiendo que se le encendían las mejillas. Entre sus piernas, él seguía duro—y muy grande. Pensó en metérselo en la boca y probar su fluido. Le incomodaba más que el sexo. Algunas partes del cuerpo no estaban hechas para ir en las bocas.
Aisha le tocó el pecho, luego la boca. Quinton sonrió. Tenía el pecho mojado. Más agua le corría por el estómago. Sus ojos amarillos brillaban.
—Vale —dijo—. Si eso es lo que quieres.
Cerró el agua y se secaron juntos. Luego volvieron al dormitorio.
La miró.
—¿Estás segura?
—Sí. Lo más difícil ya pasó, ¿no?
—Tal vez. O tal vez no.
Le cogió la cara y la besó. La levantó y la llevó a la cama.
Aisha se rió cuando la dejó en la cama con las piernas colgando. Se reía y gritaba, agarrándole la cabeza mientras él le ponía la cara en el pecho y la boca en el seno.
—Quin-Qui-Qui... —se rió con ganas.
Le besó el estómago. Le besó las caderas y luego le puso la nariz en el ombligo. Ella volvió a reírse. Podía sentir su respiración. Le hacía cosquillas y dio una patada con un grito.
Quinton le atrapó el pie y le besó el tobillo. Puso la cara en él y suspiró. Luego le fue besando la pierna hasta llegar entre sus muslos.
Aisha echó la cabeza hacia atrás cuando él la lamió suavemente. Se sentía como electricidad por todo el cuerpo.
—¡Q-Quinton!
—¿Qué? —sonaba como si estuviera riéndose.
—S-se supo-supone que e-eres tú.
—Pronto —dijo—. Tú primero.
Aisha se agarró el pecho mientras él la abría. Tomó aire cuando la tocó. Luego le puso la boca encima. Después metió la lengua dentro de ella.
Aisha se incorporó de golpe, luego volvió a caer. Las piernas no paraban de moverse, pero él le sujetaba las rodillas con fuerza. Sentía calor por todo el cuerpo. El pecho le hormigueaba y los ojos le ardían.
Contuvo la respiración y agarró la cama mientras su cuerpo se movía solo. Cada vez que él la lamía, el cuerpo de Aisha daba un brinco. Hizo un ruido mientras sentía un gran placer por todo el cuerpo, una y otra vez hasta que la habitación pareció dar vueltas y no podía respirar.
No podía respirar. Aisha cerró los ojos y dejó que su cuerpo tomara el control. Se sentía acalorada por todas partes. La sangre le corría a toda velocidad. Tenía las piernas rígidas pero luego se relajaron.
—Ahora podemos hacerme a mí —le soltó las piernas.
Aisha abrió los ojos, mirando al techo. Entonces Quinton se inclinó sobre ella, sonriendo, con su largo pelo rubio enmarcándole la cara.
—¿Estás bien?
—S-sí.
Él se rió; una risa profunda que hizo que el estómago de Aisha se tensara. Nunca había creído de verdad que la risa fuera contagiosa, pero lo sentía ahora. Se llevó la mano a la boca, haciendo un ruido mientras él le ponía las piernas en la cama.
Riéndose, Quinton se sentó sobre sus caderas. Aisha observó, asombrada, cómo su pene se movía como un bicho raro.
—¡Ay D-Dios mío! ¡Ay D-Dios mío!
—Se me olvidó decírtelo.
—¿Tú... puedes moverlo?
Él asintió.
Aisha hizo un ruido, luego se rió.
—Mételo en mí —tomó aire, sorprendida por lo que dijo. ¿Cómo se había vuelto así?—. ¡Mételo en mí! —algo parecía tirar dentro de ella. Era como si su cuerpo intentara moverse hacia él. Hizo una mueca. ¡Le dolía!
Los ojos de Quinton estaban serios.
—Quiero hacerlo. De verdad que quiero.
—Yo quiero que lo hagas.
—No puedo.
QUINTON
Los ojos de Quinton ardían de deseo. Aisha lo miraba con intensidad, aferrándose a las sábanas. Quinton hizo una mueca y se llevó la mano a su entrepierna, que le palpitaba dolorosamente.
Recorrió con la mirada el cuerpo de Aisha, desde sus pechos hasta la zona entre sus piernas, donde su miembro descansaba sobre ella. Un rastro brillante de su excitación se notaba en el vientre de Aisha.
Sabía que no debería hacerlo. Se lo había jurado. Habían acordado que ella solo usaría su boca.
Estaba listo, pero anhelaba más. Ella también lo deseaba—podía sentirlo como un imán atrayendo sus caderas, intensificando su dolor. Y vaya si dolía.
Muchísimo. Volvió a hacer una mueca cuando sintió otra punzada. Tenía que hacer algo.
Ella le agarró la muñeca, mirándolo con ojos oscuros y suplicantes.
—Por favor.
—Vale. Pero dime que pare si lo necesitas.
Sus ojos brillaron mientras asentía. Él se echó hacia atrás y Aisha levantó las rodillas, abriéndose para él. No solo las abrió; las separó completamente.
Arrodillado entre sus muslos, Quinton contempló su intimidad. Aunque se había aseado, ya estaba húmeda. Su piel allí relucía.
No veía sangre—pero eso no garantizaba que todo estuviera bien. Podría haber algún problema interno. Pensó: «Con cuidado. Despacio. Entra con suavidad».
Con los pulgares, separó sus labios inferiores. Oyó que Aisha contenía el aliento. El miembro de Quinton estaba más que listo, apuntando directamente a su entrada, como si conociera el camino.
Sujetando sus caderas, Quinton la atrajo hacia sí hasta que la punta de su miembro rozó su abertura.
—Hazlo —dijo ella en un suspiro.











































