Alissa C. Kleinfield
CHRIS
Chris subió las escaleras de un salto cuando oyó que alguien irrumpía en la puerta principal.
—¡Chris! Chris, ¿dónde estás? ¡Ven aquí, ahora mismo!
Chris frunció el ceño y se dio la vuelta para ver quién se atrevía a ordenar a su Alfa de esa manera. ¡Nadie le daba órdenes al Alfa!
Vio a Danny caminando, muy desconcertado, lo que no era propio en él en absoluto. Chris volvió a bajar las escaleras rápidamente para reunirse con su amigo.
—Danny, ¿qué pasa?
—Necesito hablar contigo en privado. Creo que tengo un problema, uno muy grande.
—Ven a mi oficina —dijo Chris, y se dirigieron a su despacho. Cuando entraron en la sala, Chris se dirigió directamente a su silla de cuero y se dejó caer. Danny cerró la puerta rápidamente y comenzó a caminar de un lado a otro.
—Siéntate. Me estás poniendo nervioso, y estás desgastando mi alfombra. ¿Qué pasa?
—Acabo de conocer a mi compañera —dijo Danny, después de dejarse caer en una de las sillas detrás del escritorio y mirar al suelo, con la cara entre las manos.
—¿Qué? Son buenas noticias. —dijo Chris, y se levantó para darle una palmadita en la espalda a Danny. No entendía su comportamiento. Debería estar encantado.
»¿Por qué te pones tan nervioso? ¿Qué estás haciendo aquí? Deberías estar en las nubes. Deberías estar con ella ahora mismo, ¡reclamándola!
—Es humana —dijo Danny en voz baja, todavía mirando al suelo—. Mi compañera es Ava Johnson, la chica que está aquí para el puesto de enfermera.
Chris se detuvo y miró a Danny. —Vaya, no me lo esperaba. Eso es decepcionante —dijo, dejándose caer en su silla. Se frotó la cara con las manos—. ¿Qué quieres hacer? ¿Quieres una compañera humana?
»¿O quieres rechazarla? Ella no se dará cuenta si lo haces ahora. Los humanos no sienten lo mismo que nosotros cuando se trata de parejas. De cualquier manera, elijas lo que elijas, te apoyaré.
—No me importa que sea humana —dijo Danny en voz baja—. Es que... No sé... Tengo miedo de que se escandalice cuando se entere de lo nuestro. Además, no quiero ponerla en peligro.
»¿Qué harán nuestros enemigos cuando descubran que tengo una compañera humana? Ella nunca podrá defenderse de otros lobos. Siempre estará en peligro.
Chris se pasó la mano por la barba incipiente de la barbilla, sumido en sus pensamientos. Después de un par de minutos, habló de repente. —Creo que tienes que decírselo. —Miró a su amigo directamente a los ojos.
»Creo que tiene que formarse su propia opinión al respecto. Se merece tener una opinión propia. Especialmente si no te importa que sea una humana. Los dos os merecéis al menos una oportunidad, y se lo debes a tu lobo también.
»Hay una razón por la que ella es tu compañera. Hablaré con ella de que somos lobos si quieres. Piénsalo bien. No hagas nada apresurado.
—Lo haré. —Danny suspiró y se levantó. Miró a Chris con una mirada desesperada.
—Hazme saber lo que decides —le dijo Chris a Danny—. Estaré ahí para ti.
Chris cogió el teléfono cuando Danny cerró la puerta tras de sí. Llamó al número de la oficina de Adina. Aunque la vinculación mental era más fácil, prefería usar el teléfono.
Cuando se trataba de asuntos Alfa, no le importaba vincular a alguien que no conocía tan bien, pero cuando se trataba de asuntos personales, se sentía como si invadiera la privacidad de alguien.
Y aunque, como Alfa, debería conocer a todos en su manada, conocía a algunas personas un poco mejor que a otras. Simplemente no conocía a Adina personalmente.
—Clínica Miller Creek, habla Adina, ¿en qué puedo ayudarle?
—Adina, soy Chris —dijo. Cerró los ojos por un momento antes de continuar. Realmente no sabía qué decir—. Me preguntaba, ¿has tenido tu entrevista con la posible nueva enfermera?
—Acaba de salir de mi despacho —respondió Adina con un poco de sorpresa en su voz.
—¿Cuál es tu primera impresión de ella? —Quería saber.
—Bueno, veo mucho potencial. Está muy cualificada. Tiene las pericias adecuadas. Realmente espero que quiera quedarse —dijo Adina con sinceridad—. ¿De qué se trata, Alfa? ¿Por qué estás tan interesado?
—No puedo decirlo —dijo—. No te lo tomes como algo personal.
Después de conversar un poco, colgaron. Se acarició de nuevo la barba, sumido en sus pensamientos. Chris se alegró por su mejor amigo.
Aunque también sentía un poco de envidia; Chris aún no había encontrado a su pareja. Durante años, había estado buscando a su pareja, pero aún no había podido encontrarla. Como decían, un Alfa era más fuerte con su pareja a su lado.
Recibió el ejemplo perfecto de sus padres. Su relación era sólida como una roca, y siguió siendo fuerte hasta el final, a pesar de todo lo que había pasado.
Cuando su madre visitaba a sus padres, a unos quinientos kilómetros de distancia, su padre se sentía miserable y malhumorado hasta que ella volvía.
Y cuando su padre murió, su madre pareció languidecer, debilitándose cada día.
Su mente volvió a pensar en Danny y en su compañera. Decidido, se levantó de repente.
Salió de su oficina y se dirigió al garaje, donde tenía aparcada su camioneta, ignorando a la gente que le saludaba por el camino. Era un hombre con una misión. Subió a su camioneta y se lanzó a la carretera, dejando atrás una nube de polvo.
Chris detuvo su camioneta frente a la cabaña donde Ava y Jolena iban a pasar la noche. Llamó a la puerta y dio unos pasos atrás. Mientras esperaba a que la puerta se abriera, miró a su alrededor, escuchando su entorno.
Olfateó... ¿Qué era ese olor? Era muy tenue, pero estaba ahí. Tan dulce, tan adictivo, pero no podía identificarlo.
Su lobo estaba demasiado excitado, ¿qué le pasaba? Antes de que pudiera seguir pensando, la puerta de la cabaña se abrió.
—¿Sí? —La chica que apareció detrás de la puerta le miró interrogativamente.
Ella era pequeña, sólo medía 1,65 metros. Él se sentía enorme comparado con ella. Sus ojos color avellana recorrieron su cuerpo de pies a cabeza.
—Buenas noches, mi nombre es Chris. Soy el Alfa aquí —Se presentó y le tendió la mano para que la estrechara.
—Ava —respondió ella, y le estrechó la mano.
—¿Está todo a vuestro gusto? —preguntó—. ¿Hay algo que necesitéis?