Enamorada del Sr. Mafia - Portada del libro

Enamorada del Sr. Mafia

Goldy Lomotey

Capítulo 5: Familia

Me desperté en un dormitorio que definitivamente no era el mío y miré cautelosamente, admirando todo lo que había en él, desde las paredes de color gris acero hasta los pósters de coches, incluso el pequeño escritorio con un ordenador portátil.

Me acerqué a la cómoda junto a la cama y vi cómo mi mano se acercaba lentamente al pomo.

—De eso se encargará la criada. Vuelve a bajar aquí, ahora —oí que una voz decía con severidad, lo que hizo que mi mano se detuviera.

—No —Escuché decir a Giovanni antes de notar que la manilla de la puerta se torcía.

Corrí rápidamente hacia la cama antes de tirarme sobre ella.

—¡AHH! —grité mientras rebotaba de la cama y aterrizaba en el suelo.

—¿Qué estás haciendo? —Escuché a Gio preguntar con una risa. Me senté lentamente y miré hacia la puerta donde él estaba de pie mirándome tímidamente.

—Nada —comenté rápidamente, poniéndome de pie.

—Mmm… —dijo mientras entraba en la habitación y cerraba la puerta tras de sí.

—¿Qué pasa? —pregunté mientras se sentaba en la cama a mi lado.

—Nada. ¿Cómo lo llevas?

Me mordí el labio y me encogí de hombros. —Estaré bien —dije en voz baja, evitando su mirada.

—Puedes hablar conmigo —comentó gentilmente.

Respiré profundamente y sacudí la cabeza. —Estoy bien —mentí.

—No lo estás… Mírame —añadió mientras ponía su dedo bajo mi barbilla y giraba mi cabeza hacia él.

Levanté lentamente la vista hacia sus ojos y me mordí el labio mientras le miraba fijamente a los ojos.

—Veo su cuerpo cada vez que cierro los ojos —dije suavemente.

—Lo sé, principessa. Peroal final se te pasará, confía en mí —me dijo delicadamente. Apoyó suavemente su mano en mi mejilla y me sonrió con ternura.

Dejé que mi cara se hundiera en su mano y le devolví la sonrisa. Se quedó mirándome y empezó a inclinarse lentamente.

—Sus padres me dijeron que le dijera... Oh, lo siento —dijo una señora vestida de ama de casa al entrar en la habitación.

Giovanni puso los ojos en blanco, y era fácil darse cuenta de que estaba molesto; sin embargo, yo estaba feliz de que hubiera entrado. Giovanni seguía teniendo una novia, o lo que fuera.

—Está bien —dije mientras me alejaba de Gio.

—¿Qué querían mis padres que me dijeras? —le preguntó a la criada mientras seguía manteniendo la mirada fija en mí.

—La cena está lista —dijo en voz baja, mirando al suelo.

—De acuerdo. ¿Puedes llevar a mi invitada a la habitación de invitados para que pueda cambiarse? —preguntó, poniéndose de pie y dirigiéndose a una puerta situada frente a la cama.

La criada asintió y me miró tímidamente. Me levanté despacio, evitando los ojos de Gio, y seguí a la criada.

Atravesamos la habitación y el pasillo pasando por muchas, muchas habitaciones hasta que finalmente llegamos a la habitación de invitados. Seguí lentamente a la criada hasta la habitación, asombrada.

—Es preciosa —dije en voz baja.

—Lo es —respondió nerviosa.

—Soy Luna —dije, extendiendo la mano y sonriendo.

—Cataleya —respondió mientras estrechaba mi mano.

—Um, ¿dónde está la ducha? —pregunté en voz baja. Señaló una puerta frente a la ​​cama.

—Está ahí, señora —dijo suavemente.

—Llámame Luna, Cataleya —dije con una pequeña sonrisa.

—De acuerdo, doña Luna —dijo en voz baja.

—No, solo Luna —solté una risita, negando con la cabeza.

—Vale, solo Luna —añadió, con una medio sonrisa.

—¿Qué? No, yo...

—Sé lo que querías decir, Luna —dijo, riéndose.

Sonreí y me dirigí al baño. —Debería empezar a ducharme ya —le dije a Cataleya.

—De acuerdo —respondió.

Entré en el baño y me duché rápidamente con una esponja extra que me había dado Cataleya.

—¿Cataleya? —pregunté en voz baja mientras salía del baño. Miré a mi alrededor pero solo vi una habitación vacía.

Me dirigí hacia la cama cuando vi un precioso vestido de noche sobre ella. Me sequé e hidraté rápidamente el cuerpo antes de ponerme el vestido.

Me senté detrás del espejo y me apliqué un poco de brillo de labios y rímel. Me levanté y me miré en el espejo antes de darme cuenta de que el vestido tenía una cremallera en la espalda que no había cerrado.

Llevé la mano a mi espalda y empecé a dar vueltas mientras intentaba subírmela.

—¿Qué estás haciendo? —Escuché a Gio preguntar desde detrás.

Dejé de dar vueltas y le miré, mordiéndome el labio tímidamente. Estaba muy guapo. Llevaba una camisa blanca abotonada con vaqueros negros y se había peinado hacia atrás.

Me di cuenta de que se había dejado a propósito dos botones de la parte superior desabrochados y que se había metido la camisa por dentro.

Me volví a morder los labios y miré los tacones que Cataleya había dejado para mí, dándome cuenta de que él sabía que lo estaba mirando.

—Estaba intentando subirme la cremallera del vestido —dije en voz baja y me di la vuelta para mostrárselo.

Sentí sus cálidas manos en mi espalda y me tensé. Me dejé relajar mientras su colonia se apoderó de mis sentidos.

Sentí que mis rodillas flaqueaban y me habría caído de culo si las manos de Gio no se hubieran disparado hacia mi cintura para mantenerme en pie. Me di la vuelta lentamente para mirarle tímidamente.

—¿Estás bien? —preguntó con cara de preocupación.

—Mmm. Sí, gracias —dije suavemente. Levanté la mirada hacia sus preciosos ojos y me mordí el labio, haciendo que sus ojos se dirigieran a mis labios.

—Deberíamos irnos —murmuró cogiéndome la mano y guiándome hacia la puerta. Entrelazó nuestros dedos, y yo no me opuse, sino que me mantuve callada mientras lo seguía de cerca.

—¿Dónde está la chica? —Escuché una voz preguntar cuando llegamos al comedor. Me asomé tímidamente por encima de su hombro y me mordí el labio con nerviosismo.

—Hola —dije en voz baja. Levanté la vista para ver a Bebe caminando hacia mí y sonreí mientras me abrazaba con fuerza. Tomó mi mano entre las suyas y me sentó frente a ella con Gio a mi lado.

—Vaya, así que tú eres la que parece gustarle tanto a mi hijo.

Miré al padre de Gio, que era idéntico a él, y lo miré con los ojos muy abiertos antes de negar con la cabeza.

—Esta es ella —dijo Gio, apoyando su mano en mi muslo.

Mantuve la boca cerrada, esperando que sus padres no supieran lo de Brittany.

—No es tan gran cosa —dijo el padre de Gio, mirándome de arriba abajo.

Me mordí el labio y volví a bajar la mirada.

—Yo creo que es preciosa. Por dentro y por fuera. Además, es mejor que esa tal Brittany —dijo Bebe, ofreciéndome una cálida sonrisa.

Le devolví la sonrisa y jugué con los dedos en mi regazo.

—Claro que sí —murmuró el padre de Gio—. No me malinterpretes, es muy guapa, pero ¿se quedará cuando lo sepa todo? ¿O solo te quiere por el estatus y el dinero? —dijo el padre de Gio.

Gio se tensó a mi lado y pude notar que se estaba enfadando. Apoyé suavemente mi mano sobre la suya, que estaba en mi regazo.

—Con el debido respeto, señor, no quiero nada de Gio ni de nadie de su familia. Mi familia me crió mejor que eso.

»No necesito estatus ni dinero. No necesito nada de ustedes, y en cuanto a lo de quedarme por aquí, no tengo ningún plan —dije con toda la calma posible.

El padre de Gio me miró con los ojos muy abiertos antes de sonreír y dar una palmada, y juro que vi una mezcla de orgullo y respeto en sus ojos.

—Vamos a comer —dijo con una risa—. Me gusta —le dijo a Gio mientras le guiñaba un ojo.

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