En las sombras - Portada del libro

En las sombras

Kelsie Tate

Capítulo 2

Josie se sentía como en las nubes a la mañana siguiente. Se arregló en un santiamén, se echó un vistazo en el espejo para admirar su larga melena castaña y rizada. Jugueteó con su pelo mientras se contemplaba, deseando que luciera de maravilla.

—¡Josie!

Se volvió al oír la voz de su madre. Dio un último repaso a su imagen y respiró hondo antes de bajar las escaleras.

Allí estaba Gideon, tan tranquilo como un lago, charlando con su madre sobre el buen tiempo. Comentaban que hacía un sol de justicia para la época del año. Él se quedó mudo al ver a Josie.

—¿Lista? —preguntó, con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Listísima! —ella le devolvió la sonrisa y cogió su bolso. Le plantó un beso en la mejilla a su madre para despedirse y siguió a Gideon afuera.

—Bueno —dijo mientras se dirigían a la casa de la manada—, ¿qué te apetece ver?

Él se encogió de hombros.

—Todo lo que haya que ver.

—Pues... —dijo ella, dando una vuelta con los brazos extendidos—, esto es todo lo que hay.

Él soltó una carcajada que llenó el aire.

—Gracias por la visita guiada.

—Un placer —le guiñó un ojo.

Lo llevó bordeando el bosque que rodeaba la zona principal de la manada, caminando sin prisa bajo la sombra de los árboles.

—¿Te criaste aquí? —preguntó él, caminando a su lado.

—Así es —sonrió—. Eres el primo de Julia, así que debes haberte criado cerca, ¿no?

—Qué va —dijo con una sonrisa tímida—. Vengo de una manada de la Costa Oeste. Me llevó dos días llegar hasta aquí en coche.

—Vaya —Josie lo miró con los ojos como platos—. Te has ido al quinto pino, ¿eh?

—Bueno, vale la pena encontrar a mi compañera, ¿no crees? —dijo, metiendo las manos en los bolsillos.

—Supongo que tienes razón —asintió—. Mi hermano vuelve mañana de visitar otra manada. Me dijo que me llevaría de viaje para conocer algunas otras manadas cuando regresara.

—¿Crees que tu compañero puede estar por ahí? —preguntó.

—Eso espero —respondió, sonriendo.

Él se detuvo y la miró a los ojos.

—Espero que encuentres a tu compañero —dijo con sinceridad.

Josie lo miró, notando su honestidad.

—Gracias. Espero que tú también encuentres la tuya.

Esbozó otra sonrisa tímida antes de apartar la mirada, consciente de que lo había mirado más de la cuenta.

No quería encariñarse demasiado cuando su compañero andaba por ahí en algún lugar.

Se dio la vuelta y siguió caminando, charlando un poco mientras recorrían el borde de la zona principal de la manada.

Justo cuando se acercaban de nuevo a la casa de la manada, se sobresaltaron por el sonido de un claxon detrás de ellos. Ambos miraron el coche, lo observaron pasar y detenerse frente a la casa.

A Josie se le iluminó la cara cuando un hombre alto, pelirrojo y con pecas salió del coche con una sonrisa de oreja a oreja, riéndose por haberla asustado. Corrió y abrazó a su hermano antes de apartarse y darle un puñetazo en el estómago.

—¡Qué tonto!

—Ay —gimió, fingiendo dolor—. Más te vale ser amable o no te llevaré de viaje.

Ella negó con la cabeza.

—No estoy segura de querer ir contigo ahora.

—Mentirosa —dijo, guiñándole un ojo, antes de volverse hacia el hombre que se acercaba a ellos.

—Ah —dijo Josie torpemente—. Eddie, este es mi amigo Gideon.

—Encantado de conocerte —sonrió Gideon, extendiendo su mano hacia Eddie—. Josie me ha estado enseñando el lugar.

—Vaya —dijo su hermano, estrechando la mano de Gideon y mirando a Josie de manera extraña—. ¿Es él...?

—En realidad, es el primo de Julia —dijo ella rápidamente—. Está de visita.

—¡Ah! —suspiró como si lo entendiera todo— ¿Otra cita a ciegas?

Sonrió al ver la vergüenza en el rostro de su hermana.

—Así es —Gideon se encogió de hombros, sin parecer importarle—. ¿Qué te llevó lejos de aquí?

—Asuntos de la manada —dijo Eddie escuetamente, sin querer compartir más con alguien ajeno a su manada.

—Entiendo.

—Eddie será el próximo beta cuando Lucas se convierta en alfa —le contó Josie con orgullo.

—Oh, no sabía que tu familia era...

—No lo somos —dijo Eddie, negando con la cabeza—. Nuestro beta actual es genial pero no tiene hijos, así que Lucas puede elegir a su propio beta sin que nadie arme un lío. El muy tonto me eligió a mí.

Josie se rio de las palabras de su hermano y tosió cuando él le lanzó una mirada divertida.

—Ya veo —asintió Gideon—. Felicidades.

—Gracias —sonrió Eddie, señalando hacia la casa de la manada—. Debería entrar. Tengo que hablar con el alfa.

Josie sonrió mientras él le apretaba los hombros.

—Tú y tu hermano pareceis muy unidos —dijo Gideon cuando Eddie se fue.

—Sí, lo somos —sonrió. Había echado de menos a su hermano.

—Bueno —dijo Gideon, mirando el elegante reloj en su muñeca—, supongo que debería dejarte ir. Ha sido genial ver todo esto. Gracias, Josie.

—No hay de qué —dijo ella, sonriendo.

—Probablemente volveré de visita en algún momento, así que... ¿nos vemos por ahí?

—Tal vez la próxima vez que te vea, tengas una compañera —dijo ella, tratando de ser optimista.

—Tal vez —sonrió.

***

—¡Hola! —gritó Josie al ver a Gideon cruzar el campo hacia ella unos días después— ¿Qué haces por aquí?

—Acabo de terminar de correr —dijo, respirando con dificultad—. Pensé que ya te habrías ido —añadió con una sonrisa, recuperando el aliento. Su cuerpazo sin camiseta brillaba de sudor bajo la luz temprana del sol.

—Él acaba de regresar, así que pensé en darle unos días con Hanna antes de hacerlo partir de nuevo —se encogió de hombros.

—Eso fue muy considerado de tu parte —dijo, secándose la cara con una toalla.

—Entonces, ¿estás entrenando con nuestra manada ahora? —preguntó Josie mientras caminaban hacia un banco.

—De alguna manera hay que mantenerse en forma —le guiñó un ojo.

Y vaya que está en forma, pensó para sus adentros. Su loba estuvo de acuerdo.

—¿Estás...? —se interrumpió al tropezar con una piedra en el césped.

Se sorprendió cuando Gideon la atrapó, sus fuertes manos firmes alrededor de su cintura para evitar que cayera. Ella se aferró a sus brazos, sintiendo los duros músculos moverse bajo su toque.

—Gracias —dijo en voz baja, mirando hacia sus ojos marrones.

—No hay de qué —respondió. Se enderezó y la soltó—. ¿Qué ibas a decir antes?

—Yo... —tartamudeó, sintiéndose acalorada por la tensión entre ellos—. Iba a preguntar qué te parece esto.

—Me gusta mucho —sonrió—. Especialmente después de conocerte.

El rostro de Josie se sonrojó ante sus palabras y miró hacia el césped.

—Anda ya.

—Es la pura verdad —le guiñó un ojo. Su sonrisa era cálida.

Ella no pudo evitar sonreír. Decidió que era hora de irse.

—Será mejor que me vaya —dijo—. Estaba de camino a casa.

—De acuerdo. Hasta luego, Josie.

—Nos vemos —dijo en voz baja antes de alejarse.

—¡Josie!

Casi había llegado a casa cuando lo escuchó llamarla. Se giró para verlo corriendo detrás de ella, respirando con dificultad por la carrera.

—¿Gideon? —preguntó, un poco sorprendida.

Él sonrió, tomando su mano y llevándola hacia un lado de la casa.

—¿Qué... qué estás haciendo? —preguntó mientras la arrastraba hacia los árboles.

Se detuvo y se volvió, tomando ambas manos de ella entre las suyas.

—No estoy seguro de si te volveré a ver, así que quería despedirme como es debido. Me alegro mucho de haberte conocido.

—Eh... gracias —respondió, sin estar segura de lo que estaba pasando. Antes de que pudiera darse cuenta, él se inclinó y le dio un suave beso en la mejilla.

—Gideon, yo... —tartamudeó, sorprendida por lo que había hecho.

—Adiós —sonrió y, tan rápido como la había besado, la dejó sola entre los árboles.

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