Gemma Rue
MAISIE
El chasquido del látigo en mi espalda se vuelve demasiado real esta noche. Su risa retumba con cada nuevo azote.
—Ríndete —me susurra al oído, justo antes de que caiga otro golpe.
Mi cuerpo se estremece, el miedo y el dolor hacen que mi corazón lata desbocado.
—¡No! Por favor, déjame ir.
Su carcajada resuena con fuerza.
Me despierto de golpe, jadeando. Tranquila, Maisie, me digo a mí misma. Solo ha sido una pesadilla. Tres horas de sueño tendrán que bastar por hoy.
La noche se me hace cuesta arriba. Sin nada que mantenga mi mente ocupada, es fácil que Él se cuele en mis pensamientos. Nuestras mentes se conectan de una manera que siempre acaba igual: yo sufriendo y él disfrutando.
No estoy segura si son recuerdos o cosas que él imagina. Pero cada noche, mis sueños están llenos de horrores, cada uno peor que el anterior.
Hago lo imposible por no dormir. Leo libros, veo la tele o pongo música a todo volumen toda la noche. Pero al final, siempre caigo rendida, y eso me deja a merced de las pesadillas.
Echo un vistazo a mi pequeño apartamento de una habitación y enciendo todas las luces, inundando el espacio de claridad.
Me encanta mi nuevo hogar. Es pequeño, pero luminoso. Lo he llenado de tantas cosas coloridas y bonitas que casi logran espantar los recuerdos oscuros. Casi.
Cuando veo los primeros rayos de sol en el cielo, me calzo las zapatillas para salir a correr. Llevo mi cuerpo al límite, intentando dejar atrás las pesadillas y los miedos.
Mientras corro, pienso en la noche anterior. En el Alfa Kieran. Cómo se sentían sus manos en mis caderas. La intensidad de su mirada. Cómo mi cuerpo se sentía atraído hacia él. No le dijimos a nadie en la mesa que nos habíamos conocido antes; fue como si nunca hubiera pasado.
Tal vez no pasó. Mi mente agotada podría estar intentando pensar en otra cosa. Y Kieran definitivamente es algo en qué pensar.
Recuerdo cómo corrió a alcanzarme, y esa sensación especial en mi cuerpo cuando nuestras miradas se cruzaron. No tengo tanta imaginación como para inventarme eso. Realmente sucedió.
Intento quitármelo de la cabeza. Kieran es un Alfa, lo que lo hace peligroso. No voy a pasar por eso otra vez.
No sé cuánto tiempo se quedará por aquí, pero trataré de mantenerme alejada de él. Ya he tenido suficientes cosas raras de hombres lobo para toda la vida.
Corro más rápido.
El ejercicio es lo único que realmente me ayuda a aliviar el dolor. Correr por la mañana. Levantar pesas y boxear durante el día entre los dos trabajos. Vídeos de entrenamiento en casa por la noche.
La membresía del gimnasio es el único capricho que me permito, donde va todo mi dinero sobrante. Necesito ser más fuerte. Necesito poder protegerme, por si acaso Él finalmente me encuentra.
KIERAN
—¿Alfa... Alfa, me estás escuchando? —La voz de Lochlan, mi Gamma, me saca de mis cavilaciones.
—No —respondo, masajeándome las sienes en un intento por concentrarme. ¿Qué demonios me está pasando?
No logro sacarme de la cabeza a la camarera morena. Sigo recordando cómo se mecía su melena al acercarse a nosotros, las curvas de su cuerpo y el rubor que tiñó sus mejillas cuando nuestras miradas se encontraron.
Y tampoco puedo olvidar la sensación de tenerla entre mis brazos.
¿Por qué la sostuve así? Ayudarla estaba bien, pero abrazarla durante tanto tiempo fue excesivo. No suelo comportarme de esta manera, pero sentí que no podía controlarme, como si ella me atrajera con una fuerza invisible.
Seguramente la asusté. Es humana, y los humanos no actúan así. Probablemente por eso evitó mirarme el resto de la cena.
Me apena recordar cómo esquivó mi mirada cuando tomó mi pedido. Solo quería verla y comprobar si volvíamos a sentir esa chispa. Pero ni una sola vez me miró a los ojos.
Tengo que dejar de darle vueltas. Seguramente no fue nada; no podemos tener un futuro juntos. En alguna parte, tengo una compañera predestinada. No es bueno pensar en nadie más.
Pero aun así, me muero por volver a verla.
—¿Va todo bien? —pregunta Lochlan, con expresión de saber algo—. Estás raro desde la cena. ¿El Alfa Dawson hizo algo?
—No, qué va. Estoy seguro de que pronto cerraremos el trato. —Montaña Azul y Luna de Sangre siempre se han llevado bien. Lochlan y yo solo estamos aquí unos días para ultimar algunos detalles sobre negocios y planes de protección.
—¿Es por la camarera? ¿Cómo se llamaba... Maze, Mazel, May...?
—Maisie —digo su nombre antes de poder morderme la lengua.
Mi gamma suelta una risita.
—Vaya, vaya, parece que alguien está colado. O quizás...
Gruño, haciendo que Lochlan se calle de golpe.
—No soy un crío. No me enamoro así como así. No es nada. Ahora, centrémonos en el trabajo.
Levanta una ceja, pero no dice ni mu. Los dos sabemos que soy yo el que no puede concentrarse.
—Está bien; hemos repasado lo necesario. Hagamos un descanso —digo malhumorado, poniéndome de pie.
—Vale, Alfa. ¿Qué quieres hacer entonces? Creo que Luna de Sangre sirve el desayuno a las diez.
Sintiéndome inquieto, me alejo.
—Voy a correr un rato. Volveré para el desayuno.
Correr me ayudará. Correr siempre ayuda.
Me dirijo al linde del bosque y me quito la ropa antes de transformarme. En seguida, echo a correr, dejando que mi lobo me guíe.
Normalmente, no dejaría que Blitz tomara el control cuando no estamos en nuestro territorio, pero mi cabeza necesita un respiro, y Luna de Sangre es como casa. Puedo confiar en ellos.
De repente, me llega un aroma delicioso, como a cítricos y menta. Blitz se para en seco, girando hacia el olor para investigarlo. ¿Quizás hay un huerto de cítricos cerca? Eso seguro que me ayudaría a despejarme.
Corremos hacia el aroma, pero parece alejarse por mucho que aceleremos.
Lo perseguimos, pero es como el juego del gato y el ratón, y voy perdiendo. Llego al borde del bosque sin encontrar de dónde viene ese olor.
No puedo ir más allá. Un lobo llamaría demasiado la atención corriendo por las calles del pueblo, y no puedo volver a mi forma humana y pasearme en cueros. A los humanos no les hace gracia que la gente ande desnuda por ahí. Son un poco raros con eso de la ropa.
De todas formas, es poco probable que haya un huerto de cítricos en medio de la plaza del pueblo de Townsend. ¿Tal vez una loba con un olor agradable estaba de patrulla y luego entró al pueblo? Tendré que preguntarle al Alfa Dawson sobre eso después de nuestra reunión.
Mientras vuelvo a la casa de la manada, no puedo quitarme ese aroma de la cabeza. Todavía puedo olerlo, una y otra vez.
Blitz aúlla en mi mente, queriendo que dé media vuelta y busque por la manada, el pueblo... incluso por todo el mundo a la dueña de ese olor. ¿Podría estar pasando por fin? ¿Está mi compañera predestinada cerca?
MAISIE
Mi última noche en vela me está pasando factura esta tarde, y no tengo fuerzas para negarme cuando Elisa me suplica con ojos de cordero degollado:
—¡Por favoooor!
Insiste:
—¿Porfa, porfa? ¡Hazlo por mí! —Hace un puchero y junta las manos como si rezara—. ¿De qué sirve tener una mejor amiga si nunca sale de marcha conmigo?
Meneo la cabeza.
—Que no, que no —digo mientras sigo a lo mío, limpiando las mesas.
Elisa siempre intenta arrastrarme a fiestas. Fiestas a las que no debería ir ni en broma. Aunque quisiera ir, que no quiero, ¿para qué? No voy a bailar ni a ligar con tíos buenos. Tengo demasiados líos en la cabeza ahora mismo.
No me fío de la gente así como así, check. Curro demasiado y no tengo tiempo para novios, check. Guardo secretos y no me abro, check. Tengo un ex pirado que podría hacernos daño a ti, a mí o a las dos, check. Y para colmo, me estoy muriendo, check.
De repente, me vienen a la mente los ojos azules del Alfa Kieran. Me pongo como un tomate. Intento sacármelo de la cabeza rápido. Si no puedo hablar con tíos normales de por aquí, ni de coña puedo pensar en un hombre lobo de esa manera.
Elisa no se rinde.
—¡Venga ya! Seremos solo nosotras. ¡No tienes que hablar con ningún tío, palabra de scout!
Vuelvo a negar con la cabeza.
—No puedo. Pídeselo a Emma o Hailey.
—Están ocupadas. ¡Anda! Necesitas divertirte un poco, y yo quiero presumir de ropa nueva ante mis viejos colegas del insti.
Frunzo el ceño y niego otra vez. A Elisa le encantará conocer gente nueva, pero yo he aprendido a no hacerlo. La última persona nueva en quien confié... me dejó esta fea cicatriz en el cuello.
Durante las siguientes tres horas, Elisa me sigue como una sombra, dándome la lata una y otra vez. Sus razones se vuelven cada vez más disparatadas.
—¿Quién será tu amiga cuando me vaya a la universidad?
—¿Y si conoces al tío de tus sueños?
—¿Y si vamos solo a escuchar música?
—Hay menos probabilidades de encontrarte con zombis en la fiesta que en el pueblo.
Al final, dejo de pensar con claridad y acepto ir con ella esta noche a unas aguas termales en el bosque a las afueras del pueblo, a una fiesta donde no conozco ni al tato. Quedamos en estar una hora y luego pirarnos.
Puedo aguantar una hora sin problemas. ¿Verdad?