Clementine (español) - Portada del libro

Clementine (español)

Senora Danah

Capítulo 3

CLEMENTINE

¡Oye, tú! —le digo a la voz en mi cabeza mientras salgo de la casa de la manada. —~Respóndeme. ¿Adónde has ido?~

De repente, me siento estupida. ¿Y si no hay una voz? ¿Y si es solo mi conciencia interior? ¿Y si estoy alucinando?

La cosa es que no sé cómo luchar, así que debe haber algo dentro de mí. Nunca podría haber luchado contra todos esos guardias yo sola. De eso estoy segura.

Pero si la voz no es una alucinación, ¿por qué ha aparecido ahora? No es que no me haya hablado antes, pero esta mañana ha sido la primera vez que ha dicho algo más que mi nombre. Y esta tarde ha sido la primera vez que ha hecho algo, como si estuviera impaciente por salir.

Tengo que preguntarle a alguien por la voz, o me volveré loca. Pero la única persona que me dará respuestas es Malcolm, el mago de la manada.

Suspirando, me dirijo rápidamente a casa, asegurándome de que nadie me vea. Después de advertirme varias veces que me quedara en casa, no quiero que mi hermano me pille afuera a estas horas.

Por el camino, rezo para que el alfa no le cuente a nadie lo sucedido. La última vez que ayudé a un rebelde, mi madre me echó, y solo accedió a que me quedara después de que mi hermano se lo rogara insistentemente. Esta vez, no creo que sea tan amable.

Aun así, me eche o no para siempre, no me arrepiento de nada. Lo haría todo de nuevo.

***

Me siento en mi habitación y contemplo las hermosas y titilantes estrellas que cubren el cielo nocturno. Unos cuantos pájaros vuelan a casa, sabiendo que no pueden quedarse fuera mucho más tiempo.

Es extraño ver pájaros volando de noche aquí en Big Bear Lake, California. Normalmente, los lobos rondan por el bosque, asustándolos, pero supongo que ahora todo el mundo está en la fiesta.

De repente, cae un pájaro y mis ojos se abren de par en par. Cierro las cortinas, temiendo que haya alguien ahí fuera y que pueda verme.

Alguien o algo ha debido matarlo.

Mientras intento calmar los latidos de mi corazón, oigo que alguien me llama por mi nombre. Al principio, creo que es la voz de mi interior y me emociono, pero luego me doy cuenta de que es la voz de mi madre que resuena en la casa vacía.

—¡Clementine! ¡Baja aquí, chucho!

Bajo corriendo y me encuentro con una mujer enfadada. Está en posición de combate, lista para atacar.

—Alfa Jake nos acaba de contar lo que has hecho. ¿Cómo has podido? —grita, obviamente con ganas de abofetearme.

Mi padre está a su lado, pero no dice ni una palabra, como siempre.

No hablo mucho de mi padre porque no hay mucho de qué hablar. Él no habla conmigo y yo no hablo con él. De hecho, hace mucho tiempo que no le dirijo la palabra.

Mi padre esperaba que consiguiera mi loba cuando cumpliera dieciséis años, pero no fue así. Desde entonces, apenas me ha reconocido, pero honestamente... Me parece bien.

Me mantengo firme. —Tenía que hacerlo —digo.

Por primera vez, no tengo miedo. Algo se apodera de mí, la misma sensación que sentí en las celdas.

Coraje.

—Fuera —dice mi madre, apretando tanto la mandíbula que creo que se le van a romper los dientes.

—¿Qué? —pregunto, sorprendida. Aunque esperaba que me echara, me sorprende su enfado.

—He dicho que te largues —grita, haciéndome estremecer.

Miro a mi padre robótico, que no parece tener ninguna emoción en la cara, y le ruego en silencio que diga algo. No lo hace.

Asiento con la cabeza y me dirijo hacia la puerta principal. La abro, la atravieso y la cierro tras de mí. Echo un vistazo al sendero vacío y los aullidos de los lobos resuenan por todo el bosque.

Mis piernas me llevan a la casa de la manada. No sé por qué voy allí, pero sospecho que es porque ese olor es demasiado fuerte para ignorarlo.

Dentro, hay un montón de ruidos procedentes de todos los rincones de la casa. La gente grita, chilla y canta excitada. Pero lo que más noto es que el olor se ha vuelto más intenso. Puedo sentir al hombre en algún lugar cercano.

Avanzo hasta llegar al centro de la casa, donde se está celebrando el evento. Quiero irme, pero no puedo. Mi cuerpo quiere estar aquí, en esta sala, así que abro la puerta y entro.

Entre la multitud de gente que bebe, habla y baila, veo a mi hermano con el alfa y al hombre de cuyo aroma no puedo apartarme. Los ojos de Alex se posan en mí, se agrandan y se excusa.

Una vez que el alfa me ve, su rostro se endurece, pero lo extraño es que los ojos del hombre me encuentran primero. Los veo brillar un poco, pero me alejo de los dos.

—¿Qué haces aquí? —susurra Alex, luego mira hacia atrás para comprobar si el alfa me ha visto.

—Me han echado de casa —respondo, indiferente.

Me fulmina con la mirada. —Me he enterado de lo que has hecho. Te dije que no hicieras nada, Clementine.

—No podía quedarme ahí sentada viéndolo morir. Es solo un niño —me defiendo, intentando que mi hermano lo entienda. Sé que lo hace, pero no puede hacer nada contra las costumbres de nuestra manada.

Alex gime. —Mira, puedes pasar la noche con Nikki y conmigo. Hablaré con mamá mañana.

Nikki, diminutivo de Nikita, es su compañera. Ambos viven en la casa de la manada, aunque Alex a veces se queda en nuestra casa cuando Nikki se va a visitar a su familia. Ella es de otra manada que no está muy lejos de Big Bear Lake.

—De acuerdo. Gracias, Alex —respondo con una sonrisa.

Se cubre la cara con las palmas de las manos. —Por cierto, el alfa está muy enfadado contigo.

Resoplo. —Ya lo veo —Miro a su alrededor, al hombre del aroma celestial—. Entonces, ¿quién es ese que está con el alfa?

—¿Por qué lo preguntas? —Alex baja la voz—. Mantente alejado de él. Es peligroso.

—Lo haré, pero ¿quién es? —vuelvo a preguntar, ganándome una mirada fulminante.

—Es el rey alfa.

***

Antes de ir a la habitación de Alex y Nikki, recorro la casa de la manada, ya que apenas la conozco aparte de la enfermería y el despacho del alfa. Aunque la casa principal de la manada tiene diecisiete habitaciones, no todos viven aquí, solo los miembros más cercanos al alfa. Hay otra casa de la manada cerca de esta, y ahí es donde residen todos los miembros restantes.

Olvidé mencionar que mi hermano vive en la casa principal de la manada porque es el delta, el tercero al mando.

Mientras camino por un pasillo muy largo, oigo voces. Me acerco y huelo el aroma celestial, lo que significa que el rey alfa está en esta habitación.

Cuando los ruidos se hacen más claros, oigo una voz de mujer. Se me acelera el corazón sin motivo alguno y me siento mal. Me apresuro a ir a la habitación de Alex, irrumpo en su cuarto de baño y vomito.

Nikki se acerca y se queda en la puerta. —¿Estás bien? —pregunta preocupada.

—Sí, me he sentido mal de repente —me limpio la boca con un pañuelo y empiezo a lavarme la cara.

—Espera, te traigo un vaso de agua —me dice.

Cuando Nikki se va, vuelvo al dormitorio y me encuentro a mi hermano sentado en la cama.

—¿No podías pedirle al alfa que me preparara una habitación? —refunfuño.

—No, ya está enfadado contigo. ¿Por qué? —pregunta ingenuamente.

—No quiero oír tus gemidos por la noche —suelto, haciendo que Alex se ría y se ruborice ligeramente.

Un minuto después, Nikki vuelve a la habitación con un vaso de agua. —Aquí tienes —me dice.

Acepto la bebida. —Gracias, Nikki —después de beber un sorbo, le pregunto a Alex: —¿Qué vas a hacer mañana? No puedo quedarme aquí para siempre.

—Hablaré con mamá y papá —me asegura por segunda vez.

—Pero no estarán de acuerdo: me odian, Alex —mi voz se quiebra al final porque es la verdad.

—No digas eso... No te odian, es solo que... —Alex se detiene y se mira el regazo, avergonzado. Evita mirarme a los ojos.

—No deberías avergonzarte de nada, no es culpa tuya —le digo.

Es mi culpa.

—Y tampoco tuya, Clem.

Una lágrima escapa del ojo izquierdo de Alex y cae sobre su mejilla roja. Nikki se mete en la cama a su lado y lo abraza con fuerza.

Mi hermano me quiere mucho, y el hecho de que tenga conciencia me basta. El hecho de que lo intente me basta. Pero, por alguna razón, se culpa de que yo haya nacido humana. No sé por qué.

Sin saber qué decir, dejo el vaso de agua sobre la mesa y me tumbo en el sofá. Estoy muy cansada y no quedan muchas horas para que empiece mi turno. Al menos no tengo que hacer quehaceres.

Mi mente vuelve al hombre que vi con el alfa. El rey alfa.

¿Quién es? ¿Y por qué me siento atraída por él? ¿Por qué siento que necesito conocerlo? Parece aterrador, pero no me asusta. Todos parecen tenerle miedo, pero yo no.

¿Podría ser mi pareja?

Pero solo soy una humana, e incluso si no lo soy, definitivamente no soy una mujer loba. ~No creo que la Diosa de la Luna sea tan estúpida como para emparejar a ese hermoso, apuesto y sexy hombre conmigo. Además, incluso si él fuera mi pareja, si él es tan importante como Erika afirmó, y tan peligroso como Alex afirmó, él no me aceptaría.~

¿Por qué estoy pensando en esa posibilidad?

Intento apartar estos pensamientos y dormir. Tengo mucho trabajo que hacer mañana, ya que Erika y yo haremos nuestro chequeo general mensual a todos los de la manada.

Suspiro, cierro los ojos y me quedo dormida.

***

Al día siguiente, me despierto sin la ayuda de esa voz. Es la primera vez en mucho tiempo que duermo cómodamente, sin sentirme paranoica, pero de repente la echo de menos.

Me levanto, asegurándome de no despertar a mi hermano y a su compañera. Duermen plácidamente, con las piernas enredadas. Los envidio porque siempre he querido tener una pareja, alguien que me quisiera y me cuidara.

¿Es mucho pedir?

Quizás lo sea.

Me dirijo al baño, me lavo los dientes y me doy una ducha rápida. Cuando salgo, me pongo la ropa que me puse ayer, ya que no tengo ropa extra conmigo.

Tendré que pedirle algo a Nikki.

Salgo del baño y los encuentro despiertos. —Buenos días —saludo.

—Buenos días, Clem —responden los dos.

Les sonrío antes de salir de la habitación. No quiero llegar tarde a mi turno y quiero darles un poco de intimidad, ya que anoche no pudieron hacer nada por mi culpa.

Mientras me dirijo a la enfermería, rezo a la Diosa de la Luna para no encontrarme con el alfa. No me asusta, pero después de lo que he hecho, debo ser cautelosa. Lo último que quiero es que me eche de la manada.

¿Haría eso?

—Clementine —dice una voz, parándome en seco.

Me doy la vuelta y miro a mi alfa. El rey alfa está a su lado, y su olor golpea mi nariz, haciéndome sentir mareada.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Jake, desconfiado.

Suspiro pesadamente y respondo: —Es una larga historia, pero me he quedado con Alex —esto se gana un gruñido profundo del rey alfa.

¿Qué le pasa?

—Ven a mi despacho —dice el alfa, indicándome que lo siga.

Mientras camino, siento los ojos del rey alfa clavados en mí. No sé cuál es su problema, pero ahora mismo no me gusta.

¿Qué está haciendo aquí? Ni siquiera sabía que había un rey alfa. ¿Eso significa que puede comandar a mi alfa con su voz de alfa?

Es demasiado confuso.

—Siéntate —dice el alfa Jake, mirándome.

¿Cuándo llegamos a su oficina?

—Ahora dime, Clementine, ¿por qué lo has hecho?

—Te lo dije, alfa, tuve que hacerlo —murmuro, mirando al suelo. No sé por qué sigue haciéndome la misma pregunta; él ya sabe por qué.

—¡Sabes que los odio! No son bienvenidos aquí. ¡Deberían morir! ¿Por qué lo ayudaste a escapar? —mientras grita, el alfa golpea la mesa con las manos con un fuerte pum, pero no me inmuta en lo más mínimo. Usa su voz de alfa y ni siquiera pestañeo.

Me giro hacia el rey alfa y veo diversión en sus hermosos ojos.

—¡Era un chico de diecisiete años! No podía dejarlo morir —le grito, sorprendiéndome a mí misma y al alfa.

El rey alfa, sin embargo, no parece sorprendido. Es como si supiera que iba a gritar. Como si esperara que lo hiciera.

¿Quién coño es?

—¡Debería haber muerto! —grita el alfa— ¡Es un rebelde!

—¿Y si su manada abusaba de él? ¿Y si no pudo soportarlo más y tuvo que huir? —mi voz se quiebra, y los ojos del alfa Jake se suavizan. Sabe que tengo razón, pero nunca lo admitiría; su ego es demasiado grande.

El alfa no dice nada durante un rato. Entonces, respirando agitadamente, me doy la vuelta para salir de la habitación.

—¿A dónde crees que vas? —la voz del alfa Jake retumba, deteniéndome.

—Tengo pacientes que ver —respondo en voz baja. Me doy la vuelta de nuevo para marcharme, pero lo que dice a continuación me congela en el sitio.

—Estás despedida, Clementine.

—¡No puedes despedirme! —chillo, ganándome un gruñido del alfa. Miro al rey alfa una vez más, y la diversión vuelve a bailar en sus ojos. Recuerdo las palabras de mi hermano, pero no me parece peligroso.

¿Por qué no le tengo miedo?

—¿Y eso por qué? —pregunta Jake, sonriendo.

Respiro con dificultad, intentando decidir qué hacer para recuperar mi trabajo. Lo único que se me ocurre es el secreto del alfa. Pero si lo chantajeo, seguro que me mata. Ni siquiera sabe que lo sé.

No tengo otra opción. Si me despide, acabaré viviendo con otros humanos, y no quiero eso.

Intentando ignorar al rey alfa, digo: —Porque no quieres que toda tu manada, especialmente tu compañera, sepa que la estás engañando.

Me tapo la boca con la mano en cuanto suelto las palabras, pero es demasiado tarde. Los ojos del alfa se abren de sorpresa y miedo.

¿Creía que no sabría que se ha estado tirando a mi hermana? Ella no ha conocido a su pareja, pero él ¿cómo ha podido engañar a la suya, a su alma gemela, su otra mitad? Luna Helen es la reina de esta manada; ninguno de ellos debería faltarle al respeto de esa manera.

El alfa Jake mira al rey alfa con los ojos muy abiertos, aparentemente intentando pensar en algo que decir pero sin encontrar nada. Me doy la vuelta y salgo precipitadamente de la habitación, temiendo que me haga pedazos.

Pero el rey alfa no se lo permitiría, ¿verdad?

¿Cómo puedo estar segura? Solo porque ayer evitó que el alfa me abofeteara no significa que vaya a protegerme. ¿Quién soy yo para él?

Nadie.

***

Mientras camino rápidamente hacia la enfermería, veo a un montón de gente haciendo cola, esperando a que Erika y los médicos les dejen entrar. El olor a sudor llega a mi nariz, y me estremezco ante el horrible olor. Odio que la gente venga a la enfermería sudorosa y sucia. ¿No podrían al menos ducharse antes?

Antes de que pueda empezar a trabajar, me llega a la nariz un dulce olor a cerezas, bosque y mango, e inmediatamente sé que es el rey alfa. Miro detrás de mí y lo veo de pie con el alfa y esa mujer con la que estaba ayer.

Dios. Al menos, el alfa Jake parece haberse calmado.

Me dirijo al interior y saludo a Erika y a los demás médicos. El doctor Klaus me guiña un ojo y me sonríe, y empieza a dejar entrar a los miembros de la manada.

Empezamos poniendo una inyección a cada persona. Es como una vacuna para evitar que los hombres lobo contraigan enfermedades en la naturaleza. También les hacemos revisiones rápidas para asegurarnos de que están sanos; si no, les recomendamos que ajusten sus dietas y hagan otros cambios en su estilo de vida.

Al cabo de un rato, entran el rey alfa y los demás. El alfa Jake siempre insiste en que sus miembros se hagan los chequeos primero porque afirma que se preocupa más por ellos.

Lo odio por engañar a su mujer, eso es cierto; pero es un buen alfa.

El alfa Jake me fulmina con la mirada antes de caminar hacia el doctor Klaus. El rey alfa, sin embargo, camina hacia mí, dejando a su dama sola, se queda sin saber adónde ir.

Sin decir una palabra, el rey alfa se sienta en la silla frente a mí y se remanga la camisa. Parece divertido, como si yo fuera lo más divertido que ha visto en su vida.

Desinteresada en jugar a su juego, tampoco digo nada. Cojo una jeringuilla despacio (-por alguna razón, no quiero que se acabe este momento) y lo cojo del brazo.

El contacto repentino enciende algo dentro de mí. Mi llama interior estalla y mis hormonas me dicen que tengo que soltarle el brazo ahora mismo o de lo contrario...

Le doy la inyección rápidamente, suelto el brazo del rey alfa como si me quemara y tiro la jeringuilla vacía a la basura.

Oh, dulce misericordia, Clementine...

Me sobresalto al oír esa voz de repente.

El rey alfa me mira, desconfiado, antes de bajarse la manga. Se levanta, aspira una gran bocanada de mi aroma y cierra los ojos, aparentemente de puro placer.

Чертовски красиво —murmura.

Eso ha sido caliente —murmura la voz de mi cabeza.

Miro al rey alfa con los ojos muy abiertos, sin saber qué decir porque no he entendido nada de lo que ha dicho. Me devuelve la mirada y se marcha.

¿Ahora decides aparecer? —le pregunto a la voz misteriosa.

Bueno, me aburrí todo el día, así que dormí —responde, sorprendiéndome.

¿Aburrida? ¿De qué? ¿Y cómo?

Es porque no has sido la mejor anfitriona —continúa.

La oigo bostezar.

¿Quién eres? —pregunto.

Pronto lo sabrás, Clementine.

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