Gemma Rue
MAISIE
Cuatro meses después...
Entro en la cafetería donde trabajo, guardo mi abrigo y me tomo una pastilla para el dolor antes de empezar mi turno.
Como siempre, está a reventar. Los clientes hacen cola, mirando con impaciencia cómo los empleados preparan bebidas que no son las suyas. Me encargo de los pedidos para llevar y atiendo las mesas, intentando no perder el ritmo.
Hoy estamos cortos de personal, así que hay más jaleo de lo normal, pero no me importa. Me ayuda a no pensar en el dolor constante que siento.
—Hola, ¿qué le pongo? —le pregunto a una clienta en una de mis mesas. Sonrío aunque me duele la cabeza.
—¡Hola! Perdona, es mi primera vez aquí —dice ella, ojeando el menú—. ¿Qué me recomiendas?
Le sugiero algunos platos populares. La mujer sigue repasando el menú. Al final, se decide por un café con leche de lavanda y miel y un sándwich de queso. Seguramente sea una turista.
Townsend es pequeño, pero está cerca de las montañas, así que recibimos muchos turistas. Esto es bueno para mí como camarera, pero aterrador para alguien que se esconde. ¿Y si Él viene aquí de vacaciones?
Me digo a mí misma que estoy tan segura como puedo estarlo. La Luna Dorothy ha sido muy amable desde que nos conocimos. Incluso el Alfa Dawson me visita a veces, normalmente con su esposa.
Después de la primera semana, dejaron de preguntarme sobre Él o su manada, lo cual es un alivio. Sé que quieren saber más sobre lo que me pasó, Dorothy dijo que iban a seguir investigando. Pero no puedo decirles nada; los pondría a todos en peligro.
Estoy segura de que están molestos porque no les cuento nada. Pero no puedo preocuparme por cómo se sienten. Tengo que concentrarme en mantenerlo a Él fuera de mi mente. Si cometo el más mínimo error, ~Él~ descubrirá dónde estoy y vendrá a por mí.
Aunque no respondo sus preguntas, la Manada Luna de Sangre ha sido muy amable conmigo. Son muy diferentes a la manada de Él.
Me acogieron. Me ayudaron a encontrar un sitio para vivir y un trabajo. Siguen ofreciéndose a ayudar con la marca en mi cuello, y, aunque no hay mucho que puedan hacer, la crema que me da la Dra. Everett alivia un poco el dolor.
Nada puede ayudarme con los dolores de cabeza constantes o la sensación de frío que siento cuando Él piensa en mí. Pero estoy empezando a acostumbrarme, tanto como uno puede acostumbrarse al dolor intenso.
Ahora, solo trato de disfrutar el tiempo que me queda y ahorrar dinero para pagárselo a la Manada Luna de Sangre por ser tan amables.
El resto de mi turno transcurre sin incidentes. Cansada y con los pies doloridos, salgo del trabajo y me dirijo a la biblioteca local, el único lugar donde me siento segura.
Veo a una mujer confundida de pelo castaño a unas manzanas de distancia. Después de un momento, me doy cuenta de que es la turista a la que atendí antes en el café.
—Hola, ¿todo bien? —le pregunto, siendo amable como en el trabajo.
—Sí, lo siento. —Levanta la mirada—. ¡Oh, hola! ¡Eres la chica del café! ¿Podrías decirme dónde está esto? —Me enseña su teléfono con la web de una librería local.
—Claro, está subiendo la calle. Voy en esa dirección. —No es del todo cierto, la librería está un poco fuera de mi camino a la biblioteca, pero no me importa caminar más y me gusta ayudar—. ¿Quieres que vayamos juntas?
Ella asiente, sonriendo, y la guío hacia la calle principal.
—¿Estás aquí por la montaña? —pregunto, sacando conversación.
—No, en realidad no. Mi marido está aquí por trabajo y vine con él. Pensé en recorrer el pueblo. No salgo mucho. —La mujer parece nerviosa y juguetea con su chaqueta mientras caminamos.
Me cae bien, aunque habla principalmente de su marido y su trabajo. Parece controlarla mucho; dice que casi nunca sale de casa sin él.
Pero, ¿quién soy yo para juzgar su relación? Probablemente estoy demasiado paranoica con los hombres estos días, después de todo lo que pasó con Él.
—¡Que disfrutes tu visita! —le digo, dejándola en la librería. Probablemente nunca la vuelva a ver. Está bien. Tampoco es bueno que me encariñe con nadie, ya que de todos modos me estoy muriendo.
***
Corro por la calle, poniéndome el chaleco mientras acelero. Mi cuerpo protesta por el movimiento brusco.
El dolor ha sido muy intenso hoy; me palpita la cabeza. Él está intentando con todas sus fuerzas encontrarme. Tal vez piensa que puede agotarme y luego atravesar mis defensas mentales.
Estaba leyendo un libro para olvidarme del dolor y perdí la noción del tiempo. Ahora llego tarde a mi segundo trabajo en el Yardhouse. Es el restaurante más elegante del pueblo, principalmente para turistas y parejas.
También es muy estricto con sus empleados. Si llego tarde otra vez, me despedirán, y pagan demasiado bien como para poder permitírmelo. Además, el Alfa Dawson me consiguió el puesto; sería muy vergonzoso que me despidieran.
Miro mi reloj. Tengo cinco minutos para correr dos manzanas más y vestirme. Me recojo el pelo, tratando de atármelo rápidamente.
Mi pie resbala en el bordillo, torciendo mi tobillo mientras caigo hacia el suelo. Extiendo las manos, preparándome para el dolor de golpear la dura acera.
Entonces, dos manos fuertes agarran mi cintura, evitando que caiga y levantándome.
Mis músculos se tensan mientras miro hacia los brillantes ojos azules del hombre que me salvó. Todo lo demás desaparece y jadeo.
Él me devuelve la mirada, con su pelo negro desordenado sobre su rostro mientras sonríe. Mi corazón late más rápido y no puedo apartar la vista. Es increíblemente guapo.
—Hola —dice en voz baja, su voz me hace sentir emocionada.
Me muerdo el labio, acercándome a él mientras siento una chispa entre nosotros.
—Hola —respondo, incapaz de pensar en otra cosa. Solo puedo concentrarme en él.
Su rostro se ilumina aún más al escuchar mi voz, y se inclina más cerca de mí.
Respiro más rápido y me acerco más. ¿Debería dejar que este desconocido se acerque tanto a mí? Esto es peligroso. Pero incluso mientras pienso esto, miro sus labios y dejo de pensar con claridad.
Él es lo único que puedo ver, la única persona que importa en este momento.
Todo a nuestro alrededor está en silencio, y olvido mis preocupaciones. Su mano sube por mi costado hasta mi rostro, dejando una sensación de hormigueo en mi piel.
¿Sería tan malo salir con un humano? Podría hacer que el tiempo antes de morir fuera un poco más divertido.
—¡Oye, tú! ¡Aléjate de ella! —grita una voz que reconozco—. Maisie, ¿estás bien?
Me aparto del hombre misterioso y me giro hacia Elisa, otra joven camarera que trabaja conmigo en el Yardhouse. De repente, puedo pensar con claridad nuevamente.
Miro al suelo y asiento, incapaz de hablar. ¿Por qué estaba dejando que ese desconocido me tocara así?
—Lo siento, yo... lo siento —dice el hombre—. No sé qué me pasó. Por favor, perdóname, —Sin decir nada más, se da la vuelta y se aleja corriendo.
Elisa agarra mi brazo, arrastrándome hacia la puerta trasera del restaurante.
—¿Estás bien? —pregunta de nuevo, sacudiéndome un poco.
Asiento, finalmente capaz de hablar.
—Sí, no pasó nada; él solo... Me atrapó cuando me estaba cayendo. —Miro hacia atrás, pero el hombre ya se ha ido. Me siento triste. ¿Por qué huyó?—. Debería ir a trabajar antes de que me meta en líos por llegar tarde.
***
—Tienes gente pidiendo sentarse en tu zona otra vez —dice Elisa—. Están en la parte de atrás.
Elisa y yo nos hemos hecho buenas amigas. Ella es todo lo que yo no soy: divertida, despreocupada y alocada. Está ahorrando dinero para empezar la universidad en primavera. Tengo que admitir que la echaré de menos cuando se vaya.
—Uf, otra mesa. Está a tope —me quejo.
—¿Quieres que la atienda yo? —Se detiene, mirando mi cara. Elisa me ha estado observando de cerca durante este turno. Está preocupada después de lo que pasó en el callejón, lo cual es amable de su parte.
Continúa hablando:
—Es esa pareja mayor que siempre pide que los atiendas tú, así que no quise discutir.
Por supuesto, son Dawson y Dorothy. La manada generalmente se mantiene alejada del pueblo humano, pero a veces veo a algunos miembros importantes de la manada aquí. La comida es increíblemente buena.
Niego con la cabeza.
—Estaré bien. Gracias.
Me dirijo a mi zona. El Alfa Dawson, la Luna Dorothy, el Beta Blake y dos personas que no conozco están sentados en la mejor mesa.
—Me alegro de veros de nuevo —les digo a los tres que conozco. Luego, para los otros, digo lo que siempre digo como camarera—. Mi nombre es Maisie y seré su camarera esta no... —Me quedo sin palabras cuando reconozco a una de las dos desconocidas: la mujer de pelo castaño de antes.
Le sonrío.
—¡Esta es la tercera vez que te veo hoy! Qué casualidad. ¿Qué tal por la librería?
—¡Muy bien! Encontré algunos libros geniales. —Se gira hacia el hombre a su lado—. Cariño, esta es la amable mujer de la que te hablé, la que me ayudó cuando me perdí hoy.
Él debe ser su marido. Es alto, grande y parece fuerte, claramente un hombre lobo. Pero su pelo castaño rizado, su gran sonrisa y la forma cariñosa en que mira a su compañera me hace sentir tranquila.
Pone su brazo alrededor de ella y se ríe.
—¡Muchas gracias por ayudarla! Se pierde con facilidad.
Dorothy dice:
—Maisie es muy amable. Tu esposa está segura con ella. Maisie, estos son el Gamma Lochlan y su esposa, Lola, de la Manada Montaña Azul.
Tanto Dawson como Dorothy me observan para ver si reacciono cuando menciona el nombre de la manada. Siempre traen a sus invitados aquí, y parte de mí se pregunta si esto es parte de su investigación.
—Encantada de conoceros —digo, mirando hacia abajo en señal de respeto.
—¿Qué os gustaría... —Me quedo sin palabras cuando otro hombre se acerca a la mesa desde los baños. Es el hombre de pelo oscuro del callejón.
Él se detiene cuando me ve y sonríe rápidamente. Nuestras miradas se encuentran y siento esa misma atracción hacia él.
¿Quién es este hombre tan guapo y por qué me hace sentir así?
—Maisie, este es el Alfa Kieran, de la Manada Montaña Azul —dice Dorothy mientras lo señala.
Trago saliva y mi estómago da un vuelco.
Un Alfa. Bajo la mirada al suelo, tratando de no mirar sus poderosos ojos. Esto no puede estar pasando. No me había sentido atraída por nadie desde que escapé, pero ahora... me siento atraída por un hombre lobo.
Yo peor de todo es que es un Alfa. Realmente me gustan los hombres equivocados.