Lazos con la mafia - Portada del libro

Lazos con la mafia

Marie Hudson

Emergencia

SHAY

Cuando fui a sentarme, los hombres estaban terminando sus bebidas. Los miré: cada uno era igual de corpulento que el otro.

De repente, un hombre se precipitó a través de las cortinas y uno de los dos guardaespaldas lo agarró.

—¡Zane! Tenemos un gran problema. —Estaba sin aliento mientras hablaba.

Zane se dio la vuelta y asintió con la cabeza para que los hombres le soltaran. Estaba cubierto de sudor y se sentó, nervioso.

—¿Cuál es el problema, Michael? —Zane lo escaneó.

—¡Los Caballeros! Están aquí y están buscándote. Apenas pude escapar de ellos, pero me dieron un mensaje para ti.

Se levantó la camisa y dejó al descubierto un enorme tajo a lo largo del costado por el que derramaba la sangre.

—Uno de ellos me dio un tajo rápido mientras huía.

Entonces, un hombre apareció de la nada con vendas y todo tipo de material médico. Me levanté de un salto y corrí a su lado. Primero, ayudándole a sacar el kit médico y luego limpiándole la herida a ese tal Michael.

Cogí unas gasas, le limpié la herida y le vendé lo más rápido que pude, intentando presionar la hemorragia para que se detuviera. Me levanté y miré mis manos ensangrentadas.

—Esto debería aguantarte hasta que te lo vea un médico. Vas a necesitar puntos.

Michael temblaba. Se le pusieron los ojos en blanco y se dejó caer en el sofá.

Había entrado en estado de shock. Cogí una toalla, me limpié las manos y lo tumbé, colocándole algunas almohadas bajo sus pies.

—¡Zane, tienes que traer a alguien aquí! ¡Ahora! —dije, señalando con un dedo cubierto de sangre en su dirección.

No tardó ni un minuto en descolgar el teléfono y un médico ya estaba entrando en la sala. Retrocedí, temblando, mientras él se hacía cargo de la situación.

—Oye —dijo Conner, poniendo su mano en mi hombro—. Vamos a limpiarte.

Me guió de vuelta al baño y entró conmigo. Por fin pude mirar mi ropa. Estaba manchada de sangre.

—¿Cómo sabías hacer eso? —preguntó, señalando hacia la puerta con una pequeña sonrisa en la cara.

—Fui a la universidad unos años para estudiar enfermería, pero nunca llegué a terminarla. Cuando mi madre enfermó, tuve que dejarlo y ayudar a cuidarla.

Me miró con severidad.

—Tu familia tiene dinero; ¿por qué tu padre no contrató a alguien?

—No confiamos en mucha gente el tema de su enfermedad. Tiene una enfermedad de huesos frágiles que empeoró cuando yo estaba en la universidad. Nadie podía tocarla sin romperle un hueso.

»Yo era la única que podía saber más o menos qué hacer con ella y que sabía cómo atenderla adecuadamente. Aún así le rompí algunos huesos, pero para ella no fue tan traumático como si lo hubiera hecho un extraño.

Terminé de limpiarme las manos cuando alguien llamó a la puerta. Connor la abrió y cogió lo que parecía ser una bolsa.

—Date una ducha rápida y quítate esa ropa. Nuestros hombres están gestionando el problema con esa banda, pero date prisa por si tenemos que salir de aquí. —Dejó la bolsa sobre la encimera y salió.

Me desnudé y me metí en la ducha, frotándome toda la sangre que cubría mis brazos y piernas.

Sólo había productos para hombres, pero cogí el jabón que había y me lavé el pelo y el cuerpo rápidamente.

Cuando el agua dejó de salir roja, cerré el grifo y cogí una esponjosa toalla dorada para secarme. Luego me envolví el pelo con otra.

Llamaron a la puerta justo cuando terminaba de ponerme el vestido que había dentro de la bolsa; me quedaba perfecto. «¿Cómo es que ya lo tenía y, sobre todo, cómo sabía mi talla?»,pensé.

Abrí la puerta y encontré a Conner allí de pie.

—¡Tenemos que irnos ya! Están abajo y se dirigen hacia aquí. Zane nos espera al final de las escaleras.

Me miró y negó con la cabeza. —Deja eso en el suelo. Tenemos que largarnos ya.

Me solté el pelo. Conner lanzó la toalla al suelo y me condujo hasta una pared sobre la que colocó la palma de la mano para escanearla. La pared se movió y apareció una escalera.

Connor me cogió suavemente del brazo y bajamos rápidamente las escaleras mientras la pared volvía a su sitio detrás de nosotros, emitiendo un pitido al cerrarse.

—Está asegurado hasta el punto de que nadie puede entrar en este pasadizo —dijo.

Miré hacia él, recordando que Tony estaba de guardia junto a las cortinas.

—¿Qué pasa con Tony?

—Está bien; le dijimos que se fuera en cuanto vimos que se movían por la zona de abajo. Fue por otra escalera para ponerse a salvo.

—¿Y todos los que estaban abajo? —Esperaba que Tammy no estuviera metida en ningún problema.

—Todo el mundo está saliendo de la discoteca; ella fue a tu taquilla y cogió tus llaves para llevarte el coche a casa.

Cuando llegamos a una enorme puerta metálica al final de la escalera, puso la mano en otro escáner y la puerta emitió un pitido al abrirse.

Zane estaba allí de pie y me estrechó entre sus brazos, abrazándome con fuerza.

—Bien, estás a salvo, mi amor. Ven, debemos irnos ahora —dijo, hablando en tono firme.

Me arrastró hasta un garaje vigilado en el que había montones de coches caros. Sacó una llave con un mando a distancia, se encendieron las luces de un coche y me abrió la puerta para que entrara.

—¿No puedo...?

Me levantó y prácticamente me empujó dentro del coche. Cerró la puerta, se acercó rápidamente al otro lado y subió.

Pulsó un botón que abrió una puerta a una rampa que conducía directamente a una salida, y luego salimos muy rápido del garaje. Llegamos a un callejón que desembocaba en una calle bulliciosa.

Zaned aceleró a fondo en cuanto encontró un pequeño claro en el que meterse, y fue entonces cuando por fin pude ver cómo era realmente el coche negro y lo lujoso que era en realidad.

—Es un coche muy bonito —dije pasando los dedos por el salpicadero dorado que tenía delante.

Zane no hablaba; mantenía los ojos fijos en la carretera, intentando avanzar entre el denso tráfico. Cuando por fin llegamos a una carretera más tranquila, pisó a fondo el acelerador.

Mientras el coche volaba por la carretera, un todoterreno negro salió de un camino lateral detrás de nosotros.

—¡Mierda!Conner, me han encontrado. Estoy en la Avenida Ellington moviéndome hacia el almacén. —Estaba hablando por el Bluetooth conectado a Conner y Noah.

—¡De camino, jefe! —Escuchamos la voz de Conner mientras avanzábamos por la calle a toda prisa.

En ese momento, las balas empezaron a pasar zumbando junto al coche. Grité y me llevé las piernas al pecho. Más todoterrenos negros aparecieron detrás de nosotros.

—¡Os necesito ahora! —ordenó Zane con un tono de voz duro y severo.

—Estaré allí en unos diez segundos con ellos.

Zane aceleró con más fuerza, pero los todoterrenos negros que venían detrás nos siguieron el ritmo de alguna manera. Sonaba como si las balas estuvieran golpeando el coche, y miré nerviosa a mi alrededor.

—No te preocupes, el coche es a prueba de balas. Saldrán rebotadas —dijo Zane mientras me miraba de reojo.

—¿Cómo nos siguen el ritmo? —pregunté, temblando en mi asiento. Todo esto era nuevo para mí.

—Deben tener un motor especial en sus coches. Este coche es de gama alta y vuela, pero ellos lo saben. Seguramente tengan un motor diseñado para seguir el ritmo del mío.

Ocho coches bajaron volando por la carretera y se detuvieron junto a los que nos perseguían. Mi cabeza iba de un lado a otro, mirando detrás de nosotros por el espejo retrovisor y por la ventanilla trasera.

—Estamos aquí, jefe, ¿qué quiere que hagamos? —dijo Noah motivado.

—Sácalos de en medio, y el que sobreviva, ya sabes qué hacer hasta que pueda hablar con él.

—¡Por supuesto! ¡Allá vamos! —Conner sonaba muy entusiasmado con esto.

Zane aceleró todavía más. Los faros detrás de nosotros se balanceaban por toda la carretera y se hacían cada vez más pequeños a medida que nosotros avanzábamos por la carretera.

Al cabo de un rato, redujo la velocidad, pulsó un botón y giró hacia una larga carretera de un solo carril.

Después de pasar por una enorme puerta de hierro unida a una valla de metal, parecía que la carretera siguiera expandiéndose eternamente, hasta que llegamos a un enorme patio que desapareció en una zona boscosa.

Atravesamos lo que parecía ser un bosque y finalmente aparecimos frente a otra enorme verja de hierro lo suficientemente grande para un semirremolque.

Pulsó unos números en un teclado situado junto a la puerta y luego saludó con la cabeza a los hombres que estaban en la garita. Le miraron y le devolvieron el gesto mientras sostenían armas en sus manos.

Continuamos por un largo camino de entrada, yendo hacia la izquierda cuando se dividió. El otro camino era más ancho y desaparecía por una colina.

Recorrimos la carretera más pequeña, que finalmente llegó a una enorme mansión. Mientras miraba la casa más grande que había visto en mi vida, me sonrió.

—¿Admirando mi casa? —preguntó, entrando por el camino de la entrada. Le rodeaba una enorme fuente, que cambiaba de color cuando el agua salía de una casita montada encima.

Había hombres por todas partes y miré nerviosa a mi alrededor.

—¿Qué es este lugar? ¿Es como una fortaleza? —pregunté, mirando a Zane con pánico en mi cara.

—Este es mi hogar; estos hombres están aquí para protegerme con sus vidas y ahora también para protegerte a ti.

Sonrió mientras abría la puerta del coche y luego se acercó a mi lado, abriendo la mía y tendiéndome la mano. La cogí despacio.

Un joven adolescente salió de la casa y corrió hacia él.

—¿Sus llaves, señor?

Zane le entregó las llaves y luego me ayudó a salir, cerrando la puerta tras de mí.

—Es el hijo de un amigo que trabaja para mí. Es demasiado joven para patrullar, así que le dejo que aparque los coches por nosotros.

Entrelazando sus dedos con los míos, empezó a guiarme hacia la puerta principal más grande que jamás había visto.

Puso la palma de la mano en un escáner y las puertas dobles se abrieron dando pie a una impresionante entrada principal.

Siguiente capítulo
Calificación 4.4 de 5 en la App Store
82.5K Ratings
Galatea logo

Libros ilimitados, experiencias inmersivas.

Facebook de GalateaInstagram de GalateaTikTok de Galatea