M.H. Nox
SETH
Seth estaba recorriendo el perímetro con Nate, marcando su territorio. Era costumbre que el Alfa y el Beta hicieran esto una vez a la semana, para asegurarse de que todo el mundo en los alrededores sabía dónde empezaba el territorio del Alfa.
El olor de un Alfa era abrumador, y pocos se atrevían a pasar la línea del perímetro de otro Alfa sin permiso.
Los sonidos familiares del bosque eran reconfortantes, y el Alfa se sintió más ligero que en mucho tiempo mientras corría en su forma de lobo.
Corrieron en un silencio agradable durante un largo rato antes de que la voz de Nate irrumpiera en los pensamientos de Seth.
—Mamá dijo que llevaste a una chica a cenar la otra noche —dijo Nate usando su propio enlace mental privado, uno reservado sólo para el Alfa y el Beta.
Seth suspiró. Debería haber sabido que June acudiría a Nate para hablar de ello; al fin y al cabo, el Beta era su hijo y debía esperar que él supiera algo.
Su tono era quizá más duro de lo necesario, pero Seth estaba frustrado.
No le gustaba que la gente se metiera en su vida, especialmente en una situación incierta como ésta.
—Tío, vamos, sólo tenía curiosidad, ya conoces a mi madre. Además, nunca has llevado a una chica allí.
Era cierto, y debería haberse dado cuenta de que llevarla allí sería motivo de cotilleo y especulación.
Los otros hombres lobo que estaban allí probablemente también se lo habían preguntado; de hecho, dos de ellos habían estado discutiendo abiertamente mientras él estaba allí con Hazel.
—¿Es la elegida? —preguntó Nate cuando el olor a ira se desvaneció de su amigo.
Seth giró a la izquierda, comenzando a correr de vuelta hacia la casa de la manada.
Consideró no responder, pero tal vez hablar de ello era lo que necesitaba. Y Nate era su Beta y su mejor amigo. Se suponía que podía apoyarse en él, pedirle consejo.
—Sí.
—Amigo —la voz de Nate estaba llena de asombro.
—Lo sé... pero ella es humana y no lo sabe. No sé cómo abordar esta situación —su tono era angustioso.
Llevaba preocupándose por esto desde aquel día en el parque en el que se había dado cuenta de que se estaba apareando y la palabra mía se le había escapado de la boca~antes de que pudiera detenerla.
Ella pareció realmente confundida, y él se golpeó por ello después.
—Los hombres lobo también se aparean con los humanos, pocas veces pero sucede. Quiero decir que no es tan común, pero no es inaudito. Tenemos algunos casos en nuestra manada —razonó Nate.
—Los Alfas no lo hacen. Nuestro apareamiento es diferente al de los hombres lobo normales, más intenso, ya lo sabes.
Este era otro motivo de preocupación. Si hubiera sido un hombre lobo normal, entonces no sería un problema. Seguiría siendo difícil, pero considerablemente más fácil que sus circunstancias actuales.
—No puedo marcar a un humano.
Ya de vuelta en la casa de la manada, se transformaron y cogieron su ropa de las taquillas.
—¿Qué vas a hacer? No veo que te hayas alejado de ella, y la llevaste a cenar. Eso debe significar que tienes intención de quedarte con ella.
Seth había querido pasar un tiempo a solas con ella, para hablar y conocerla mejor. Quizá si pasaba más tiempo con ella sabría qué hacer.
Como ella no había elegido un lugar para que cenaran, él intentó inicialmente llevarla a su casa, donde tendrían más intimidad y los miembros de su manada no los verían juntos ni empezarían a cotillear.
Pero ella se negó, y el único lugar al que se le ocurrió llevarla, en el que se sintiera seguro, fue la cafetería June.
—¿Quedarme con ella? No es una mascota —refunfuñó Seth, y luego suspiró.
—Pero sí, de todos modos no es que tenga opción. No puedo alejarme de ella, cada parte de mí me grita que esté cerca de ella, que la cuide. Es imposible ignorarlo.
Había intentado, por supuesto, mantenerse alejado, pero cada noche se encontraba fuera de su casa, vigilando, como si una fuerza invisible lo atrajera hacia ella, como si fuera ella, y no la gravedad, lo que le retenía a la tierra.
Nate miró a su amigo con curiosidad. Nunca lo había visto así, tan inseguro de qué hacer.
Era de los que siempre tienen un plan, y están seguros de cuáles son sus próximos pasos. Es lo que le hacía ser un buen Alfa, pero el emparejamiento era un asunto complicado, especialmente si había un humano de por medio.
***
Más tarde, cuando Seth estuvo solo y libre para pensar sin interrupciones, trató de planear su próximo movimiento, para averiguar cómo manejar esta situación.
Deambuló por la ciudad y, como casi todas las noches, acabó frente al edificio de apartamentos de Hazel, como si ella fuera un faro que lo guiara a casa.
Miró al cielo, como si las respuestas fueran a revelarse de algún modo, a estar escritas allí arriba en las estrellas, pero no sucedió. ¿Cómo podía protegerla si él mismo era parte del peligro?
Y luego estaba el asunto de los rebeldes, los que la habían atacado y los que estaban bordeando sus fronteras y matando a inocentes que estaban de excursión al bosque.
Los rebeldes eran conocidos por ser más agresivos —más bestias que humanos— que los hombres lobo de manada.
Eran incivilizados y podían ser muy peligrosos, pero tendían a mantenerse aislados y no solían agruparse para atacar zonas específicas.
Seth nunca los había visto así. Había demasiados en un mismo lugar y no entendía sus motivos.
No había ninguna explicación lógica para su comportamiento actual, y eso le ponía de los nervios.
Escaló la pared del edificio de Hazel, encontrando fácilmente agarraderas en los pequeños huecos entre los ladrillos, y acabó en el tejado.
Miró la ciudad. Había tantos inocentes —tanto humanos como lobos— y sintió que el peso de la responsabilidad se asentaba más firmemente sobre sus hombros.
Eran su gente, aunque los humanos no lo supieran, y no pensaba dejar que nadie más entrara en su territorio e intentara hacerles daño.
Respiró profundamente y aisló el olor de Hazel del olor de la ciudad.
Si escuchaba con atención, podía oír el débil sonido de su corazón latiendo debajo de él, y se permitió relajarse un poco.
Estaba viva y estaba a salvo. Por ahora eso era lo único que importaba.