La segunda oportunidad del rey Alfa - Portada del libro

La segunda oportunidad del rey Alfa

Skylar Greene

Capítulo 3

FREYA

Después de dejar a Penélope con el príncipe Jasper, entro en mi habitación y cierro la puerta tras de mí, furiosa porque Lupa casi cede ante ese hombre, Haciendo que yocasi cedaante él.

«Odio haber estado a punto de ceder ante él».

El aroma del príncipe me envolvió cuando me acercó a él, y sus finos labios parecían tan besables cuando se inclinó hacia mí… Pero quiero reservar mi primer beso para mi compañero.

―Él es nuestro compañero.

―Lo sé, Lupa, pero él no nos quería hasta que se dio cuenta de que yo era una princesa. No podemos ceder ante él tan fácilmente.

―¿Por qué no podemos? Él es nuestro compañero. ¡Hemos encontrado a nuestro compañero, y él nos quiere!

―Lupa, solo nos quiere por el título. No nos quiere de verdad. Su lobo no te quiere de verdad.

Mi loba gimotea al oír esas palabras, e inmediatamente me arrepiento de habérselas dicho.

―Lo siento, Lupa ―le digo, sentándome en mi cama, pero ella ya se ha retirado al fondo de mi mente.

No quería ser tan dura con mi loba, pero necesito que entienda que no caeremos de rodillas ante el príncipe Jasper simplemente por el vínculo de pareja. Sí, es difícil luchar contra el vínculo, pero sé que podemos hacerlo.

Merecemos tener a alguien que quiera querernos y amarnos por lo que somos, no por ser de la realeza. Quiero tener el amor verdadero que tuvieron mis padres, el que hizo que mi madre dejara su manada sin dudarlo. Quiero un amor para siempre.

―¿Podemos al menos tratar de darle una oportunidad mientras esté aquí esta semana?

»Si nos demuestra que realmente nos quiere, entonces podremos aceptarlo.

―Vale ―respondo, aliviada de que mi loba me hable―. ~Le daremos al príncipe Jasper y a su lobo una oportunidad. Si nos demuestran que realmente nos quieren, entonces los aceptaremos. Pero no le besaré ni tendré sexo con él pronto, Lupa.~

Da un aullido de felicidad en mi cabeza y sonrío. Es una romántica empedernida. Yo también lo soy, pero también soy una persona lógica con sentimientos que no giran en torno al vínculo de pareja.

Mientras Lupa se retira de nuevo al fondo de mi mente y empieza a proyectarme imágenes del príncipe, oigo que llaman a la puerta de mi habitación. La señorita Greta se cuela y se sienta a mi lado en la cama.

―¿Te encuentras bien, Freya?

Greta es la única humana, además de mi padre, que sabía que mi madre era una mujer loba. Y desde que mi madre murió, ella ha sido como una madre para mí.

Apoyo la cabeza en su hombro y ella me rodea con el brazo.

―La echo de menos ―murmuro.

―Lo sé, cariño. Yo también ―responde ella.

Nos quedamos en silencio un segundo, y entonces empiezo a llorar.

―Necesito que me guíe. Necesito su ayuda.

Greta se acerca y me frota la espalda.

―Está bien, cariño.

En ese momento, mi puerta se abre de golpe y entra el príncipe, con cara de desconcierto. Me incorporo y me seco las lágrimas.

―¿Qué haces aquí?

Ignorando mi pregunta, se acerca.

―¿Por qué lloras? ―Antes de que pueda responder, me levanta y me aleja de la señorita Greta. Me rodea con los brazos y apoya mi cabeza en su pecho.

Sin decir nada, mi madrina se escabulle de mi habitación.

Después de calmarme, me alejo del príncipe Jasper.

―No deberías estar aquí. Va contra las reglas estar en mi habitación con la puerta cerrada.

Mi padre es muy anticuado. A mis hermanos se les permite tener invitados del sexo opuesto en sus habitaciones, pero a mí no; no es que me importe, ya que estoy esperando a mi pareja.

―Dime por qué llorabas, Freya ―dice el príncipe.

Mi nombre suena maravillosamente al salir de su boca, y tengo que recordarme a mí misma que es solo por el vínculo de pareja. Pero le miro a los ojos y respondo de todos modos. ―Echo de menos a mi madre.

Percibo algo diferente en su mirada y yo bajo la cabeza. No quiero su compasión; la tengo de todo el mundo.

Intento zafarme de sus brazos, pero me sujeta con más fuerza.

―Siento lo de tu madre.

Me aclaro la garganta.

―No pasa nada. ¿Qué haces aquí?

Por fin consigo que me suelte.

―Bueno, iba por el pasillo, buscándote para decirte que era hora de cenar, y entonces sentí una tristeza y un dolor extremos. Sabía que no venía de mí.

―¿Cómo puedes sentir mis emociones? ―pregunto, sorprendida.

Se frota la nuca y mira hacia abajo.

―Ya te he aceptado. Aún no nos lo hemos dicho, pero te acepté cuando me di cuenta de que te quería.

El príncipe suena vulnerable, pero no me importa.

―Oh, así que me aceptaste cuando te diste cuenta de que era una princesa. No quieres volver a tu reino con las manos vacías, ¿eh?

Lupa da un gruñido bajo.

―Dijiste que le darías una oportunidad. Esto no es darle una oportunidad, Freya.

Pongo mentalmente los ojos en blanco, pero vuelvo a intentarlo en un tono más suave. ―Olvida lo que acabo de decir. Te daré una semana para que demuestres que realmente me quieres por lo que soy y no por mi título. Si puedes convencerme, entonces volveré contigo a tu reino.

Jasper, aliviado, me coge de la mano.

―Vámonos. Es hora de cenar y quiero que todos sepan que eres mía.

***

Todas las miradas se posan en nosotros cuando entramos en el comedor cogidos de la mano. Intento ignorar las chispas que se propagan de nuestras manos por todo mi cuerpo, y me recuerdo a mí misma que él no me desea de verdad.

―Deja de pensar así, Freya. Él nos quiere a nosotras, y yo los quiero a ellos.

―Lupa, ¿has conocido ya a su lobo?

No contesta.

El hecho de que el lobo de Jasper no esté ansioso por conocer a la mía dice mucho de ellos. Normalmente, cuando los de mi especie se encuentran con sus compañeros, nuestros lobos están casi desesperados por encontrarse en su espacio lobuno y conocerse. A su lobo probablemente le gusten los títulos tanto como a él.

Mientras caminamos por el comedor, veo a Penélope y a sus padres mirándome. Entiendo que ella quisiera estar con el príncipe, pero nunca hubo garantías de que él fuera a elegirla, así que ¿por qué está enfadada? Además, ¿por qué están aquí sus padres? Nunca cenan con nosotros a menos que mi padre los invite.

Mi padre se aclara la garganta y a mis hermanos se les borra la sonrisa al verme la cara. La madre de Penélope ni siquiera espera a que lleguemos a la mesa para abrir la boca.

―¿Por qué le coges la mano después de que besara a mi hija?

Eso me detiene en seco. Intento soltar la mano de Jasper, pero él aprieta la mía con más fuerza.

Al notar mi malestar, mis hermanos se levantan y caminan hacia nosotros. Nicholas me tiende la mano, pero Jasper me rodea la cintura con el brazo. El aire parece volverse más frío mientras me acerca.

Lance se acerca lentamente.

―No estoy seguro de cómo tratas a las mujeres en tu reino, pero aquí cuando una mujer quiere que la dejes ir, la dejas ir. Deja ir a mi hermana.

Jasper me mueve detrás de él, y Nicholas se burla.

―¿Por qué intentas retenerla después de besar a su amiga?

―Es mía ―dice con una voz ronca que reconozco como la de su lobo.

Mis hermanos dejan de moverse y se quedan mirándolo un momento. No puedo ver la mirada que Jasper les dirige, pero sí veo cuando su confusión se convierte en comprensión. Puede que los humanos del comedor no sepan lo que está pasando, pero a los hombres lobo siempre nos han enseñado a no interferir en el vínculo de pareja. Entonces, Nicholas y Lance se dan la vuelta y vuelven a sus asientos.

Pero no podría importarme menos el vínculo de pareja ahora que sé que Jasper besó a mi amiga.

Paso por detrás de él y me dirijo a mi padre.

―Padre, discúlpeme por esta noche. Volveré a mi habitación.

Antes de que mi padre pueda decir nada, me doy la vuelta. Jasper me agarra del brazo, pero me niego a mirarle.

―Suéltame ―le susurro. Lo hace y camino a toda velocidad hacia mi habitación.

«¿Cómo pudo intentar reclamarme después de besar a mi amiga? ¿Cómo pudo venir a mi habitación y ayudarme a calmarme después de besar a mi amiga? ¿Cómo pudo pensar que yo estaría de acuerdo con eso?».

Mi loba gimotea mientras me tumbo en la cama y la reprendo.

―Lupa, ya basta. Nos ha demostrado varias veces que no nos quiere. Le di su oportunidad y la desperdició.

Lupa pone un bloqueo mental, pero estoy demasiado cansada para preocuparme. Las lágrimas empiezan a caer de mis ojos, y lo odio.

―No puedo creer que esté llorando por alguien que se supone que me quiere incondicionalmente.

***

En algún momento de la noche, oigo abrirse la puerta y siento una mano en la espalda. Me doy la vuelta y veo a mi padre, que me hace señas para que me levante.

Le acompaño a la sala de estar de mi habitación y me siento a la mesa, donde mi padre ha puesto algo de comida.

―Come, cariño ―me dice.

Cuando acabo de comer, papá se acerca para secarme las lágrimas que me quedan en los ojos. Me coge de la mano, me guía hasta el sofá y recuesto la cabeza en su regazo.

―Es tu compañero. ―No es una pregunta, sino una afirmación. Asiento con la cabeza. ―Sabes, no tienes que aceptarlo si no quieres. Sé que hablo mucho de aceptar a nuestras parejas, pero si no crees que sea el adecuado para ti, no lo aceptes.

―¿Pero no se supone que debo sentir que él es el indicado para mí? ¿No se supone que debo estar enamorada de él porque es mi compañero?

Papá me pasa los dedos por el pelo.

―Puede que sí o puede que no. No conozco los detalles. Aunque soy humano, cuando conocí a tu madre, me enamoré de ella al instante. Fue amor a primera vista. Ella sintió el vínculo, pero yo también sentí algo. Supe que ella era mi mundo.

Baja la voz hasta un susurro.

―Si no te sientes así, cariño, entonces tal vez él no es el indicado. Tal vez la Diosa de la Luna se equivocó.

Suspiro. Ambos sabemos que la Diosa de la Luna nunca se equivoca.

―No puedo decirte lo que tienes que hacer ―continúa mi padre―, pero quiero que seas feliz. Él afirma que el beso no es lo que parece, pero depende de ti determinar si debes creerle o no. Depende de ti decidir si quieres darle una oportunidad o no.

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