E. J. Lace
Mari
—Por favor, den la bienvenida al escenario a nuestra bailarina más juguetona… ¡El Ángel del Pecado en persona! —el locutor pronuncia mi nombre y el club enloquece. Todo el local rebota, el público se pone en pie de un salto y se agolpa contra el escenario. Cuando empieza a sonar mi canción para esa noche, hago mi entrada.
Kelly won't kiss my friend, Cassandra Jessica won't play ball, Mandy won't share her friend Miranda doesn't anyone live at all...
Me pavoneo hacia el escenario, mis tacones blancos se deslizan sobre el suelo metálico. Mi vestido de tirantes rojo burdeos se ciñe a cada una de mis curvas.
Mi máscara de ojos de encaje blanco es mi pieza distintiva, siempre saben que soy yo cuando la ven. Mi peluca negra está bien sujeta al pelo, mis labios rojos hacen juego con mi vestido, sé que al público le encanta.
Amanda won't leave me empty handed, I got her number from a bathroom stall. Brandy just got way too much baggage and that shit just gets old...
Me sitúo en el centro del escenario, con la cadera ladeada, mientras recorro con la mirada sus rostros, puedo ver el hambre que acecha en sus ojos. Todos quieren que los emocione. Saben que no les decepcionaré.
But I got a girl who can put on a show...
The dollar decides how far you can go.
Todos miran fijamente, dispuestos a que les sorprenda y asombre. Puedo sentir su emoción.
She wraps her hands around that pole
Y empieza el espectáculo.
En cuanto mis manos conectan con el frío metal y me ponen boca abajo, el público grita su aprobación.
Mi pierna se bloquea alrededor de la rodilla, giro hasta llegar a la parte superior y me agarro de nuevo con las manos, dejando las piernas libres. Las abro. Quiero que los espectadores vean mis bragas.
She licks those lips and off we go, she takes it off nice and slow. Cuz that's porn star dancing!
Me dejo caer, mis talones aterrizan con gracia y mantengo una mano en el poste. Lo recorro con las puntas de los dedos y provoco al público.
Los billetes de dólar bajan flotando como pequeños copos de nieve verdes que se posan a mi alrededor.
She doesn’t play nice, she makes me beg.
Doy un salto, mi rodilla me aguanta mientras me estiro y cojo un billete de cien de las manos de un hombre demasiado ansioso y me lo meto en el sujetador mientras le mando un beso. El hombre aplaude y golpea el aire con el puño.
Sus compañeros se vuelven locos y empiezan a lanzar dinero al escenario.
Al caer en un split completo, me arrastro sobre mis rodillas y obsequio a la multitud detrás de mí con unos segundos de twerk que la hace gritar de alegría.
Los que están delante agitan billetes de cien, pidiendo ser los elegidos y que yo se los arrebate de las manos.
She takes it off nice and slow, she drops her dress around her legs. I'm sitting right by the stage for her porn star dancing.
Tras elegir al ganador, me pongo en pie y me quito la correa, burlándome mientras beso mi propio hombro haciendo que los hombres pidan más. El dinero sigue bajando desde las alturas hasta mi escenario.
El siguiente tirante cae y dejo que mis brazos se liberen. Cuando llega el ritmo me giro y me doblo por la cintura, me bajo el vestido y les ofrezco la vista que quieren.
Mi tanga blanco les hace entrar en un absoluto frenesí. El dinero cae como una ventisca verde a mi alrededor. Al levantarme y girar para mostrarles el triángulo delantero, estallan en vítores, pidiendo más.
Mi sujetador de encaje me ciñe el pecho para que no se suelte y les da un buen empujón. Trabajo en el poste, girando y ofreciendo un buen espectáculo.
Bailo, muevo mis caderas, me inclino en posición de vaquera y hago que se vuelvan locos por mí. Juego con el espacio vacío entre mis piernas y simulo experimentar algún tipo de placer sexual.
Finjo unos gemidos y echo la cabeza hacia atrás mientras jadeo y manoseo mi cuerpo.
Cuando termina la canción, caigo de lado y me tumbo como una estrella de mar. Miro hacia atrás mientras levanto las caderas y arqueo la espalda para que el público vea bien cómo sería para uno de ellos. Sin llegar a ceder, pero excitándolos sin piedad. Segundos después de que termine mi canción, Brittany (o Foxxy, como se la conoce aquí) sale para ayudarme con mi dinero. Mientras lo recogemos todo, los hombres intentan hablar con nosotras. Les provocamos más aún; cuando nos piden que nos casemos con ellos, hacemos aletear nuestras pestañas y les decimos que todavía es demasiado pronto para eso.
Cuando nos invitan a salir les proponemos que contraten un baile, para que podamos hablar sobre el tema.. Cuando nos suplican un beso les aseguramos que no pueden pagarlo. Cuando nos suplican más. les conminamos a volver el día siguiente y coger un buen sitio. Les preguntamos su nombre y, cuando lo utilizamos, les brillan los ojos y se quedan boquiabiertos. Es como si fuéramos diosas entre simples campesinos. La emoción y el cosquilleo eléctrico que me inundan cada vez que me subo al escenario es increíble. Después de tres años todavía no se ha desvanecido.
Brittany me ayudó en todo momento, ideando mi personaje y enseñándome a bailar en barra. Me ayudó con cada paso y nunca se enfadó cuando necesitaba más práctica.
Cuando hice mi primera aparición me sentí muy abrumada, pero Brittany me ayudó.
Gano fácilmente cuatro mil dólares a la semana y eso si no tengo eventos especiales como espectáculos personales y fiestas privadas. Siempre estoy reservada, soy la única que tiene un calendario prefijado.
Al público le ha gustado mucho mi actuación de ángel pecaminoso.
Cuando empecé a trabajar en el club a los diecisiete años, los entrenamientos y los espectáculos coincidían con las horas de trabajo de Erik. Me he pagado la universidad y he saldado la deuda de la casa.
Brittany ayudó a que pareciera que nuestro padre ha estado pagando la manutención. Erik no tiene ni idea, nadie lo sabe.
Todas las chicas con las que trabajo nos tomamos muy en serio nuestra identidad y nadie puede saber nuestros verdaderos nombres. Ninguno de los hombres puede tocarnos, ni siquiera cuando hacemos bailes eróticos o espectáculos privados.
Por fin estoy en el comienzo de mi segundo año en la universidad y Erik me ha dejado un poco de espacio para respirar.
Ha retomado su vida, saliendo mucho más con Ben y Ross y disfrutando de verdad. Me hace muy feliz verle sonreír de nuevo.
—Escucha, tu fiesta privada está aquí. El cuarto negro —me avisa la señora Wynter entrando en los vestuarios. Le doy las gracias y me pongo rápidamente mi traje de colegiala. Cambio mi lápiz de labios por un poco de rosa carne para completar el conjunto. Mis zapatos de tacón de aguja dejan paso a unos aparatosos zapatos negros. —¿Cuántos son en el grupo esta noche?
—Seis —contesta Brittany mientras se apresura a cambiarse para su próximo número. Son unos tiarrones de por aquí y es una fiesta de cumpleaños. Birdie y Raven ya han entrado. Star viene conmigo. —¿Quieres cenar después? —propongo. Una última mirada y estoy en la puerta. Brittany grita tras de mí una respuesta afirmativa a la invitación.
Star me está esperando a las puertas del cuarto negro. De todas las chicas con las que trabajo, Star es con la que peor relación tengo. Es sólo porque parece que nunca quiere estar cerca de mí.
Como si me odiara en cuanto me ve. Sigo siendo amable, pero a veces me gustaría poder preguntarle cuál es su maldito problema.
A la de tres abrimos las puertas juntos haciendo que los chicos se pongan a gritar cuando llegan. Ahora soy la principal atracción del club, he trabajado duro para ganarme el título y ganar la pasta que gano.
No vivimos en una gran ciudad, pero aún así me gano bien la vida, porque tengo una legión de seguidores.
Nunca presto atención a las caras en una fiesta grande; no importa, mientras me asegure de que todos tienen la oportunidad de disfrutar de un momento de atención especial e intransferible.
Así que cuando nos alineamos y me abro paso por la sala con normalidad todo va bien. El cumpleañero es el que más atención recibe y Star no se aparta de su lado.
Cuando pregunta por mí, me arrastro hasta él. Me quito la americana blanca y la dejo caer sobre su regazo. Cuando me desabrocho los botones de la camisa y dejo que mi corbata de cuadros se apoye en sus hombros, me rozo con su pelvis.
Puedo sentir su erección, eso ya no es un problema.
He hecho que muchos de mis fans se corran sobre sí mismos con este movimiento específico. Parece que siempre les encanta. Este tipo no es una excepción. Creo que una de las razones por las que tengo tanto poder de convocatoria es por cómo interactúo con ellos.—Buen chico, ahora te ha besado un ángel —les digo cuando hago que se corran. Les enloquece. Uno de mis tipos de invitados favoritos es siempre el que es neófito, como el que trae a su hermano por su vigesimoprimer cumpleaños; y soy la encargada de regalarle su primer baile. Siempre tienen algo especial para mí.
Cuando se acaba el tiempo, Star se va. Yo me quedo atrás y recojo mi ropa. Parece que a los chicos les gusta mucho ver cómo me pongo la ropa, casi tanto como observarme cuando me la quito.—Eres mi favorita con diferencia —me felicita uno de los hombres.
Como siempre, les doy las gracias y les digo que son mi grupo favorito. Lo que les hace reír y sentirse bien. Cuando voy a salir uno de los chicos me sigue.
—Disculpa, Ángel del Pecado. Siento correr detrás de ti de esa manera. Quería preguntarte si haces apariciones fuera de este lugar —me plantea. Mirándolo bien, me doy cuenta de que parece mayor que el resto de los clientes, de unos 50 años tal vez. Sin embargo, sigue pareciendo un mujeriego.
—¿Te refieres a mí sola? No se me permite hacer shows privados en solitario. Hay muchos tipos malos por ahí que quieren poner sus manos en un ángel —explico. Sonrío dulcemente. Esa es una gran regla que aprendí al principio. Siempre hay que terminar una conversación con una sonrisa, un guiño o soplando un beso.
—Esta es mi tarjeta. Soy una especie de mánager y uno de mis atletas necesita un impulso de reputación. Por favor, considéralo. Tal vez sólo acompañarlo al ring y darle un beso de buena suerte en la mejilla, quedarse para el combate y animarlo. Te pagaría diez veces lo que ganas en una semana.
—¿Me pagaría cuarenta mil por hacer eso?
—¡Qué! ¿Ganas cuatro mil pavos a la semana? Vaya, sí que eres buena —se sorprende.. Se pasa una mano por la cabeza calva ganándose una carcajada por mi parte. —Sí, señor, gracias por su tarjeta —le saludo. La hago girar entre mis dedos y me doy la vuelta para alejarme, pero el hombre me detiene poniéndose delante de mí.
—Te pagaré diez mil dólares por una aparición. El viernes por la noche. Salir al ring con él, un beso, animarle y regresar juntos del ring. Es un buen chico, educado, un verdadero caballero. ¿Te lo pensarás? Llámame con una respuesta. Que tengas buenas noches, Ángel —me da un apretón de manos y se marcha. Me dirijo a mi camerino y guardo la tarjeta en mi bolso.
No puedo evitar pensar en su oferta mientras me quito la ropa de trabajo y me pongo la de calle. He venido con unos vaqueros claros y un jersey gris. Me quito la peluca, me recojo el pelo castaño en una coleta alta y me desmaquillo la cara. Su oferta se me ha quedado grabada. Tengo dinero, una buena cantidad en mi cuenta de ahorros, la mayor parte de nuestra deuda ha desaparecido. Un flujo constante que se deposita para mantener la pretendida manutención pero diez mil dólares son diez mil dólares.
Ordeno mis cosas y salgo con Brittany a comer algo. Sé que estoy muy callada pero no puedo evitarlo. ¿Diez mil dólares a cambio de qué? ¿Dos horas? Tal vez. —Oye, ¿qué pasa? —Brittany capta mis pensamientos serios.
—¿Has hecho alguna vez una fiesta privada fuera del Bunny por tu cuenta? —pregunto. Puedo ver que la duda inmediata resuena en su cara. Las preocupaciones obvias están al frente y al centro. —Es demasiado peligroso, Mari, podría pasar cualquier cosa —me recuerda. Tiene razón. Lo sé, incluso con la sola preocupación por la seguridad sería romper las reglas de nuestro club. Podría perder mi trabajo si trascendiera.
—Esta noche, después de la fiesta, uno de los clientes me dio su tarjeta y me dijo que me pagaría diez mil por unas dos horas. Dijo que es un mánager de atletas. Uno de sus luchadores necesita un respaldo de imagen y quiere que le acompañe al ring, y que me quede a ver el combate para animarle. Es como una pelea de boxeo. No está mal, ¿verdad? —tanteo. Trato de encontrarle más lógica. Sé que es peligroso y que rompe las reglas, pero, como la mayoría de las cosas en esta vida, hay formas de no vulnerarlas. Si vale la pena, claro está
Brittany se muestra retraída durante un rato mientras piensa en ello. Ella sabe lo mismo que yo. Si quisiéramos, podríamos hacerlo, pero la pregunta es si esto es seguro. No. Realmente no.
¿Merece la pena el riesgo?
—Necesitas más información, aún así no me gustaría que fueras sola. Si el tipo quiere una respuesta pronto, yo llamaría y preguntaría cuándo y dónde exactamente, cuánto tiempo, quién es el luchador o lo que sea; y llevaría a alguien contigo. Los viernes es una gran noche en el club, pero si es sólo durante una o dos horas, iré contigo —se compromete Brittany. Asiento y dejamos el tema durante el resto de la velada. Volvemos a nuestros asuntos habituales y nos olvidamos del estrés. Siempre lo pasamos bien juntas, Brittany es como la hermana que nunca tuve.
Cuando terminamos de cenar y Brittany me lleva de vuelta a casa, Erik tiene todas las luces encendidas. Se supone que todavía no debería estar en casa, así que algo va mal.
Me despido de Brittany y me apresuro a entrar, pensando ya en una historia plausible por si me pregunta dónde estaba.
Dejo mi bolso en el sofá y atravieso la casa hasta encontrarlo, cuando oigo algunas risas y hombres riendo en el porche trasero me detengo antes de salir. Erik nunca trae a ninguna chica a casa. Nunca.
Cuando se hizo cargo de mi custodia, su novia Dana le dejó, y nunca ha habido nadie más.
Abro la puerta mosquitera y salgo; Erik se pone en pie tan rápido que hace temblar la mesa del solárium y casi se cae. Ben y Ross se ríen de él y tres chicas guapas de su edad ni se inmutan, sentadas a sus anchas. Está claro que he interrumpido una cita nocturna. —Mari, ¿dónde has estado?
Erik se separa de la chica que está a su lado y se acerca a mí. Miro al grupo con una sonrisa divertida antes de volver a fijarme en Erik. —Siento haber llegado más tarde de lo normal, ¿qué haces aquí? Me he quedado dormida y Brittany me ha traído a casa. ¿Has cenado? He parado a comprar algo de camino aquí —actúo como si estuviera agotada y estiro los brazos como si estuviera tensa. Rezo para ocultar mi lado nervioso y de pánico.
—No, está bien. Aunque ya he comido, gracias. Adelante, vete a la cama —me dice. Asiento, dándome la vuelta para volver a salir, ignorando que no me ha respondido a por qué ha llegado temprano a casa. —¿Habéis comido? ¿Ben? ¿Ross? —ofrezco. Extiendo la bolsa de plástico para llevar y la agito para que alguien la reclame.—Yo la cojo, allá voy.
Ben deja caer sus cartas contra la mesa, la rubia sucia a su lado le lanza una mirada triste antes de cambiarla por otra apestosa cuando me mira. —Buenas noches chicos, mujeres amigas de mi hermano, pasadlo bien —me despido con la mano y sonrío descaradamente a Erik antes de entrar en la casa con Ben detrás de mí.
Llegamos a la cocina y le traigo un tenedor y le sirvo un vaso de agua antes de sentarme con él. —¿Qué tal el día? —pregunto mientras robo una patata frita y me la meto en la boca haciendo que Ben me gruña como el oso que es. Entre risas, tenemos una agradable charla. Ben me cuenta su jornada y lo agotado que está, pero cómo se ha visto obligado a ser el tercero en esta pequeña cita nocturna y cómo su pareja no cumple sus expectativas. Le hablo sobre la escuela, comentamos algunos de los libros que estoy leyendo y me pregunta algunas de mis clases.
Cuando termina, recojo la cocina y dejo que me acompañe a mi habitación.
Al doblar la esquina del pasillo, mi pie se engancha en la alfombra y me hace caer hacia adelante, justo antes de estamparme Ben me agarra instintivamente y me salva de dar con mi cara con el suelo.
Los dos nos reímos de mi torpeza. Le agradezco que me haya agarrado y entro en mi habitación. Ben se queda mirando mi dormitorio como si fuera la primera vez que la ve y no la millonésima.
—¿De verdad no te gusta tu cita? —le digo juguetonamente, burlándome de él por diversión.
—¿No puedo querer pasar tiempo con mi gatito? —dice y levanta su ceja para desafiarme. —Podrías, pero no lo haces. Casi no te veo. Ya no vienes nunca, si lo haces es sólo por unos minutos y luego te vuelves a ir. La próxima vez que te vea será probablemente en mi propia boda o algo así.
Los bonitos ojos azul cielo de Ben me taladran como si hubiera dicho algo malo sobre él. —¿Boda? ¿Nos estás ocultando un novio? —. Su tono juguetón ha vuelto, pero me doy cuenta de que no le gusta hablar de la idea del matrimonio conmigo. Al igual que Erik, Ross y Ben me han vigilado como halcones en el tema de las citas.
—No, pero esa es la cuestión. Pasará tanto tiempo hasta la próxima vez que te vea que habré encontrado el amor verdadero y estaré pronunciando mis votos —aventuro. Mis palabras hacen que Ben suelte una dura carcajada antes de taparla otra más cálida. Mueve la cabeza de un lado a otro y se pasa un dedo por la nariz. —¿Amor verdadero? Espero que nunca pierdas esa dulce inocencia.
Me lo han dicho toda la vida, que soy verdaderamente ingenua y que eso es algo peligroso, pero no veo el problema de ver la vida en su mejor versión. Sé que las cosas malas están ahí fuera. He topado con ellas. Nunca conocí a mi padre, mi madre murió, mi hermano me miente para mantenerme en la inopia, no tengo realmente ningún amigo aparte de Brittany, y nunca lo he tenido. Nunca he salido con nadie.
Lo más cerca que he estado es el señor Keats que no cuenta para nada, según Brittany. Y no olvidemos que soy el Ángel del Pecado.—¿No crees en el amor verdadero? —replico. Ben me observa por un momento, sé que está tratando de encontrar las palabras adecuadas para decirme su opinión de la manera menos dura. Tiende a cuidar su sucia boca cerca de mí, siempre lo ha hecho.
—No, no creo en eso —afirma. Se humedece el labio inferior y lo muerde. Sonrío dulcemente y le doy un abrazo. Mis brazos ni siquiera llegan a sus omóplatos debido a lo cachas que está, por no mencionar que Ben mide metro ochenta o algo así. Mi metro sesenta y cinco me hace parecer una niña junto a un gigante. —Te quiero Benny. Espero que lo encuentres y que sea todo lo que tus altos estándares exigen. Te mereces lo mejor.
Le miro desde mi posición de abrazo en su pecho. La sonrisa de su rostro podría derretir los casquetes polares. No la exhibe lo suficiente.—Yo también te quiero, gatita —repone. Se inclina y me besa la coronilla antes de soltarme. Se aparta y se dirige a la puerta antes de detenerse y mirar hacia atrás.
—Me verás más durante una temporada. Vendré a recoger y a dejar a Erik hasta que le cambien el motor. Una sonrisa ilumina mi rostro. Ben cierra la puerta sin saber que yo no tenía ni idea de que le había pasado algo al coche de Erik. ¿Un motor nuevo? Eso parece serio.
Si no iba a aceptar el trabajo antes, lo haré ahora.
Con diez mil dólares puede comprar otro coche.
Así que supongo que eso es un sí entonces.