
La reina en la manada
Sé que, aunque mi padre sea el rey, esos territorios pertenecen a los licántropos y debería haber pedido permiso para entrar en ellos. Tampoco tenía pensado quedarme mucho, había visto una laguna a lo lejos durante el entrenamiento y decidí que tenía que bañarme. Ahora estaba de camino a esa preciosa laguna. Solo pensaba darme un baño y volver al campamento.
Capítulo 1
Maewen
Bajé corriendo por la ladera tan rápido como mis piernas me lo permitían. No me podía resistir a descubrir aquellas tierras. Nunca habíamos estado tan cerca del territorio de los licántropos. No entendía por qué habíamos ido tan cerca de su frontera. Me daba igual, no iba a dejar escapar aquella oportunidad.
El aire fresco que iba golpeando mi cara según corría me daba una sensación de libertad. De vez en cuando iba echando la vista atrás para ver si alguien me seguía. Había aprovechado el descanso del entrenamiento para que nadie se percatara de mi ausencia, aunque estaba segura de que mi hermano ya sabía que me había vuelto a ir. El paisaje que se abría ante mis ojos era un precioso manto verde que me estaba dejando totalmente hipnotizada.
Sé que, aunque mi padre sea el rey, esos territorios pertenecen a los licántropos y debería haber pedido permiso para entrar en ellos. Tampoco tenía pensado quedarme mucho, había visto una laguna a lo lejos durante el entrenamiento y decidí que tenía que bañarme. Ahora estaba de camino a esa preciosa laguna. Solo pensaba darme un baño y volver al campamento.
Cuando llegué al final de la ladera, me paré en seco y observé que seguía sola. Me quité la ropa de entrenamiento sin problema. Llevaba puesto el mismo atuendo que todos: unos pantalones ajustados, una camisa fluida y una capa que llegaba hasta la mitad de la espalda. Todo en tonos verde. Con cuidado, dejé la ropa sobre una piedra y la cubrí con hojas por miedo a que alguien pudiera descubrirla. Miré atrás, al campamento, para comprobar que seguía sola. Fui entrando lentamente en el agua dejando que su suave oleaje acostumbrase a mi cuerpo a su temperatura. Cuando solo quedaba mi cabeza y mis hombros fuera del agua, me sumergí por completo dejando que toda el agua me rodeara. Dentro me encontraba con la paz y el infinito silencio que las aguas consiguen proporcionarme. Saqué la cabeza para volver a respirar y para mi sorpresa, encontré unos ojos azules y penetrantes mirándome tan sorprendidos como los míos.
―¡No mires! ―chillé mientras me cubría el pecho con los brazos.
―¡Qué demonios…! ―dijo sobresaltado el chico que estaba delante de mí, poniéndose en pie. Era mucho más alto que yo, su torso sobresalía fuera del agua y se podía apreciar lo musculoso que era. Su piel estaba totalmente bronceada, a diferencia de los elfos que, por regla general, somos de tez pálida y fibrosa.
―No mires tú ―espetó furioso, dándose cuenta de que le está observando.
―¡Vete! ―volví a gritar.
―Vete tú… ―rugió.
Nos volvimos a quedar en silencio mirándonos directamente a los ojos. Por Frey, Dios de la Luz, ¿qué íbamos a hacer? Si alguien me encontraba allí con aquel tipo, lo matarían. Empezó a aproximarse haciéndome retroceder, hasta que mi espalda se dio con una roca y me paré.
―Para… por favor… para ―Estiré el brazo para que no siguiese acercándose, estaba entrando en pánico. ¿Qué pretendía hacer? Cuando mi brazo tocó su pecho, algo parecido a una corriente eléctrica atravesó mi cuerpo entero. El chico me miró frunciendo el ceño mientras examinaba mi cara.
―Mi ropa está detrás de ti ―me dijo suavizando el tono.
―¡Maewen! ―Escuché de pronto cómo mi hermano me llamaba. Empecé a mirar nerviosamente a los lados, el chico cogió una caña, la partió y me la puso en la mano.
―Ropa ―dije abriendo mi mano y mi ropa apareció de repente.
―Qué diablos... ―murmuró el chico, cerrando los ojos y yo le miré extrañada―. Ponte la caña en la boca ―Hice lo que me indicó y me empujó bajo el agua.

















































